Artículo de Tom Shippey sobre las películas
Tom Shippey habla sobre Tolkien y las películas de Peter Jackson y lo que ha sido llevar El Señor de los Anillos a las pantallas de cine. Tenéis el artículo en inglés aquí.
ACTUALIZADO - Nuestro amigo Pedro Santiago nos envía la traducción de este artículo, que podéis leer ampliando la noticia. Merece la pena conocer la opinión de Tom Shippey, autor de El Camino a la Tierra Media, y uno de los grandes estudiosos del Maestro Tolkien, acerca de las películas de Peter Jackson.
J.R.R. Tolkien no era un escritor profesional ni, en la mayor parte de su vida, uno muy publicado. Tuvo cierto éxito con el Hobbit en 1937, cuando contaba con 45 años -- suficiente para su editor, Stanley Unwin, para pedirte una continuación. Pero aunque Tolkien comenzó con diligencia su tarea casi inmediatamente, no fue hasta 17 años después que se publicó el primer volumen de El Señor de los Anillos, para entonces Tolkien casi había alcanzado su jubilación.
Durante gran parte de su vida le atormentó el miedo de no terminar nunca nada -- el tema de una de sus pocas historias cortas, Hoja de Niggle. En el Notion Club Papers, no publicado hasta 20 años después de su muerte, imagina su propio trabajo como un manuscrito descubierto en un polvoriento estante en algún lejano momento del futuro, incomprensible y anónimo.
Los temores de Tolkien han demostrado ser falsos, pero no eran infundados. Ahora cientos millones de lectores y espectadores conocen su trabajo, pero la naturaleza no-profesional de su obra aún es visible.
Un autor profesional experimentado, que escribiera para ganarse la vida y con sensatez de mercados potenciales, no habría producido un romance de 1000 páginas con sólo intereses de amor rudimentarios. Tampoco habría añadido 100 páginas de apéndices sobre fechas y escrituras y lenguas. Y habría sabido no dejar la acción muerta con 15000 palabras de una confusa reunión de comité, como es "El Concilio de Elrond".
La primera película de Peter Jackson tuvo que tomar serias medidas para tratar ese problema, y su segunda tiene que tratar de manera igualmente severa las decisiones de Tolkien -- ¡cómo se debe Jackson de haber comido la cabeza! -- para no molestar con el ataque de los Ents a Isengard, la fortaleza del corrupto mago Saruman, pero teniendo a los jóvenes hobbits Merry y Pippin de vuelta en flashback.
Al final de un capítulo, están mirando desde los hombres del Ent Bárbol sobre el valle de Saruman, y entonces desaparecen de la acción hasta, 70 páginas más tarde, donde aparecen caminando por las ruinas. Estaba claro que Jackson no podía permitir ir así su versión de la historia. Rompe una de las reglas básicas: "Muestra, no cuentes".
Pero las reglas básicas fueron hechas para romperlas, al menos para los autores que escriben para sí mismos, y no para el mercado. Y si hay una cosa que la historia de las editoriales muestra, es que el mercado no sabe lo que quiere -- excepto la novedad, que es de una naturaleza impredecible. Una y otra vez, los grandes escritores de fantasía han sido solitarios, empezando sin agentes y contra los consejos sensatos. Tolkien no era un autor profesional. Se dejaba llevar, y habría que preguntarse qué era lo que le llevaba porque, fuera lo que fuera, lleva a otra gente también.
Cosas como omitir el saqueo de Isengard quizás dé una pista. Tolkien dejó una gran escena de acción, sí. Lo que consiguió a cambio, y lo que claramente quería conseguir, era una enorme sorpresa, como un hilo argumental -- Aragorn, Legolas y Gimli ahora mezclados con los jinetes de Rohan -- inesperadamente se encuentran con los resultados de otros -- Merry y Pippin y Saruman y los Ents -- aunque ya se ha salvado el día del primer grupo por la marcha del bosque al Abismo de Helm en Rohan. Ninguno de los personajes, tal como escribió Tolkien la historia, entiende realmente todo lo que está ocurriendo.
Ni siquiera Gandalf. De hecho, lo único que saben es que su destino, al final, no se determinará por los acontecimientos visibles sino por uno prácticamente invisible: el cauteloso lento avanzar de tres insignificantes (a la vista) personajes en la boca del león de Mordor. Los grandes y los héroes están continuamente intentando ver qué está pasando en otros sitios, a través de los palantirs y el Espejo de Galadriel, y el Ojo de Sauron. Los intentos acaban siendo desastrosos. Denethor se suicida por lo que ve en el palantir, pero lo leyó mal. Como Gandalf dice, "incluso los sabios no ven todos los finales", y los verdaderamente sabios recuerdan esto.
La moraleja es, para citar a Gandalf de nuevo -- y Jackson eligió estas palabras para repetir en la primera película, variando los pronombres con astucia -- "Que [el futuro] no nos toca decidirlo a nosotros. Todo lo que tenemos que decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado".
Tolkien seguramente no pensó estas palabras sólo para Frodo. Eran una parte principal de su propia convicción y una parte de su propia cura para el decaimiento, la pesadumbre, la falta de voluntad y el cansado cálculo de probabilidades que él veía perseguir en las democracias Occidentales mientras escribía el Señor de los Anillos e incluso después de terminarlo. El logro de Tolkien, pueda ser, el reintroducir una vista heroica mundial, sacada de los textos antiguos que él enseñaba como profesor, hacia un mundo irónico.
Y esta visión del mundo se puso a través no solo de las obvias figuras heroicas como Aragorn y Faramir y el Rey Théoden, sino por los hobbits -- y, sobretodo, por la estructura misma de la historia. En esta historia, todos los personajes se encuentran a sí mismos, literalmente tanto como en sentido figurado, desconcertados: sus importantes pérdidas, sin seguridad de qué es lo mejor, ero siguiendo adelante a pesar de todo. Los más importantes. además, los hobbits Frodo y Sam, piensan que están solos. Todo el tiempo, sus amigos están arriesgándolo todo para distraer al Ojo de Sauron, pero ellos no lo saben. Y continúan de todas maneras.
La versión cinematográfica, adaptada a la limitada duración de atención del espectador moderno, no puede llevar todo ésto, pero lleva una cantidad sorprendente. Tolkien mismo, comentando el primero de varios intentos de guiones allá en 1957, remarcó que no tenía objeción en que recortaran cosas, pero no le gustaba la compresión, intentando meter todo en tres horas. Esto pierde la incertidumbre, los rastros falsos y la "niebla de guerra" que une a El Señor de los Anillos y la batalla de Somme, donde Tolkien luchó con los Fusileros Lancshire.
Peter Jackson inevitablemente ha aumentado las escenas de acción y enderezado los hilos (argumentales) enredados, pero el mensaje sobrevive al cambio de medio. El valor es lo que necesitas después de que hayas perdido la esperanza: las cosas pueden no estar tan mal como parecen. Tolkien aprendió esto hace 90 años, pero aún no está obsoleto.
ACTUALIZADO - Nuestro amigo Pedro Santiago nos envía la traducción de este artículo, que podéis leer ampliando la noticia. Merece la pena conocer la opinión de Tom Shippey, autor de El Camino a la Tierra Media, y uno de los grandes estudiosos del Maestro Tolkien, acerca de las películas de Peter Jackson.
J.R.R. Tolkien no era un escritor profesional ni, en la mayor parte de su vida, uno muy publicado. Tuvo cierto éxito con el Hobbit en 1937, cuando contaba con 45 años -- suficiente para su editor, Stanley Unwin, para pedirte una continuación. Pero aunque Tolkien comenzó con diligencia su tarea casi inmediatamente, no fue hasta 17 años después que se publicó el primer volumen de El Señor de los Anillos, para entonces Tolkien casi había alcanzado su jubilación.
Durante gran parte de su vida le atormentó el miedo de no terminar nunca nada -- el tema de una de sus pocas historias cortas, Hoja de Niggle. En el Notion Club Papers, no publicado hasta 20 años después de su muerte, imagina su propio trabajo como un manuscrito descubierto en un polvoriento estante en algún lejano momento del futuro, incomprensible y anónimo.
Los temores de Tolkien han demostrado ser falsos, pero no eran infundados. Ahora cientos millones de lectores y espectadores conocen su trabajo, pero la naturaleza no-profesional de su obra aún es visible.
Un autor profesional experimentado, que escribiera para ganarse la vida y con sensatez de mercados potenciales, no habría producido un romance de 1000 páginas con sólo intereses de amor rudimentarios. Tampoco habría añadido 100 páginas de apéndices sobre fechas y escrituras y lenguas. Y habría sabido no dejar la acción muerta con 15000 palabras de una confusa reunión de comité, como es "El Concilio de Elrond".
La primera película de Peter Jackson tuvo que tomar serias medidas para tratar ese problema, y su segunda tiene que tratar de manera igualmente severa las decisiones de Tolkien -- ¡cómo se debe Jackson de haber comido la cabeza! -- para no molestar con el ataque de los Ents a Isengard, la fortaleza del corrupto mago Saruman, pero teniendo a los jóvenes hobbits Merry y Pippin de vuelta en flashback.
Al final de un capítulo, están mirando desde los hombres del Ent Bárbol sobre el valle de Saruman, y entonces desaparecen de la acción hasta, 70 páginas más tarde, donde aparecen caminando por las ruinas. Estaba claro que Jackson no podía permitir ir así su versión de la historia. Rompe una de las reglas básicas: "Muestra, no cuentes".
Pero las reglas básicas fueron hechas para romperlas, al menos para los autores que escriben para sí mismos, y no para el mercado. Y si hay una cosa que la historia de las editoriales muestra, es que el mercado no sabe lo que quiere -- excepto la novedad, que es de una naturaleza impredecible. Una y otra vez, los grandes escritores de fantasía han sido solitarios, empezando sin agentes y contra los consejos sensatos. Tolkien no era un autor profesional. Se dejaba llevar, y habría que preguntarse qué era lo que le llevaba porque, fuera lo que fuera, lleva a otra gente también.
Cosas como omitir el saqueo de Isengard quizás dé una pista. Tolkien dejó una gran escena de acción, sí. Lo que consiguió a cambio, y lo que claramente quería conseguir, era una enorme sorpresa, como un hilo argumental -- Aragorn, Legolas y Gimli ahora mezclados con los jinetes de Rohan -- inesperadamente se encuentran con los resultados de otros -- Merry y Pippin y Saruman y los Ents -- aunque ya se ha salvado el día del primer grupo por la marcha del bosque al Abismo de Helm en Rohan. Ninguno de los personajes, tal como escribió Tolkien la historia, entiende realmente todo lo que está ocurriendo.
Ni siquiera Gandalf. De hecho, lo único que saben es que su destino, al final, no se determinará por los acontecimientos visibles sino por uno prácticamente invisible: el cauteloso lento avanzar de tres insignificantes (a la vista) personajes en la boca del león de Mordor. Los grandes y los héroes están continuamente intentando ver qué está pasando en otros sitios, a través de los palantirs y el Espejo de Galadriel, y el Ojo de Sauron. Los intentos acaban siendo desastrosos. Denethor se suicida por lo que ve en el palantir, pero lo leyó mal. Como Gandalf dice, "incluso los sabios no ven todos los finales", y los verdaderamente sabios recuerdan esto.
La moraleja es, para citar a Gandalf de nuevo -- y Jackson eligió estas palabras para repetir en la primera película, variando los pronombres con astucia -- "Que [el futuro] no nos toca decidirlo a nosotros. Todo lo que tenemos que decidir es qué hacer con el tiempo que se nos ha dado".
Tolkien seguramente no pensó estas palabras sólo para Frodo. Eran una parte principal de su propia convicción y una parte de su propia cura para el decaimiento, la pesadumbre, la falta de voluntad y el cansado cálculo de probabilidades que él veía perseguir en las democracias Occidentales mientras escribía el Señor de los Anillos e incluso después de terminarlo. El logro de Tolkien, pueda ser, el reintroducir una vista heroica mundial, sacada de los textos antiguos que él enseñaba como profesor, hacia un mundo irónico.
Y esta visión del mundo se puso a través no solo de las obvias figuras heroicas como Aragorn y Faramir y el Rey Théoden, sino por los hobbits -- y, sobretodo, por la estructura misma de la historia. En esta historia, todos los personajes se encuentran a sí mismos, literalmente tanto como en sentido figurado, desconcertados: sus importantes pérdidas, sin seguridad de qué es lo mejor, ero siguiendo adelante a pesar de todo. Los más importantes. además, los hobbits Frodo y Sam, piensan que están solos. Todo el tiempo, sus amigos están arriesgándolo todo para distraer al Ojo de Sauron, pero ellos no lo saben. Y continúan de todas maneras.
La versión cinematográfica, adaptada a la limitada duración de atención del espectador moderno, no puede llevar todo ésto, pero lleva una cantidad sorprendente. Tolkien mismo, comentando el primero de varios intentos de guiones allá en 1957, remarcó que no tenía objeción en que recortaran cosas, pero no le gustaba la compresión, intentando meter todo en tres horas. Esto pierde la incertidumbre, los rastros falsos y la "niebla de guerra" que une a El Señor de los Anillos y la batalla de Somme, donde Tolkien luchó con los Fusileros Lancshire.
Peter Jackson inevitablemente ha aumentado las escenas de acción y enderezado los hilos (argumentales) enredados, pero el mensaje sobrevive al cambio de medio. El valor es lo que necesitas después de que hayas perdido la esperanza: las cosas pueden no estar tan mal como parecen. Tolkien aprendió esto hace 90 años, pero aún no está obsoleto.
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