¡PAZ, ESPAÑA!

Yo estuve cerca de los dos atentados graves (ambos con cientos de muertos) que hubo en mi país, uno a la ambajada de Israel, en 1992, y el otro a la AMIA (asociación israelí) en 1994. En el primer caso, estaba a 800 metros, el sonido de la bomba no lo olvidaré jamás, por su potencia. En el otro, estaba a 1200 metros, no lo oí pero me despertaron las sirenas interminables de ambulancias y bomberos.
Es un horror, no sé qué decir, en estos casos el sinsentido de las guerras y guerrillas es tan elocuente que sobran las palabras. La alegría de enterarse de que alguien está bien, en seguida da paso a la angustia por todos los desconocidos que, en un segundo, ya no están, o están heridos, o los que perdieron a sus seres queridos. No hay consuelo. Sí impotencia, la mente no está facultada para entender cosas tan absurdas.
Mi primera reacción fëanoriana pudo ser, imaginándome que tuviese en frente a los que han hecho esto, una como la de mi firma. Pero no. No es la solución, sólo generaría más horror, y os digo, españoles, no perdáis la estel, esto algún día va a acabar.
Mis condolencias a todos, ya que no puede haber nadie alegre, ni siquiera los que “salvaron sus vidas”. Lo siento si esto ha sido un ladrillo inoportuno, pero es lo que me sale hoy.
Saludos a todos.