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Soy consciente de que soy un “purista” en relación a El Señor de los Anillos, pero también soy un enamorado del cine... y precisamente de lo que quiero hablar es de cine como tal, no de El Señor de los Anillos como adaptación más o menos acertada de un gran libro.
En los últimos meses he estado “revisitando” algunas grandes batallas cinematográficas de la historia, batallas de todas las épocas. He vuelto a ver Espartaco, Ran, La carga de la Brigada Ligera, Gladiator, El último samurai, Salvar al soldado Ryan, Tora, tora, tora, Braveheart... y unas cuantas más.
Y por desgracia, cuantas más películas veo, más me doy cuenta de lo malo que es Peter Jackson filmando batallas. Y no sólo eso, sino que siendo malo ha insistido en convertirlas en el eje principal de sus películas, mientras que en los libros ocupan una mínima parte.
Las batallas de Peter Jackson tienen momentos magníficos, emocionantes, no lo niego; pero esos momentos suelen ser, o bien primeros planos, o bien planos casi fijos. Me explico: me encanta el plano del prólogo en el que Gil-galad clava su lanza-espada con cara de éxtasis guerrero, el momento en el que empieza a llover en Helm y los instantes previos al combate, donde se masca la tensión, o el momento justo en el que los Eorlingas empiezan a avanzar hacia el Pelennor, etc. Pero por ejemplo, en este último plano, me gusta ese instante, no el resto de la carga, cuando los efectos especiales entran en juego.
Creo que el problema de las batallas de Peter Jackson han sido, precisamente, los efectos especiales. De acuerdo, sin ellos seguramente no habría podido hacer las películas... pero es que se ha entusiasmado demasiado. Ha hecho del Massive su juguete favorito, y eso ha propiciado que las batallas, más que de una película, parezcan de un videojuego.
Decía antes que me gustan muchos planos estáticos de las batallas; pero desgraciadamente a Peter Jackson lo que le gusta (y él mismo lo dice en varias ocasiones) es que la cámara no se quede quieta... y cuando se mete en el fragor del combate la mueve fatal. A eso hay que añadir la sensación de “estudio”, por decirlo de alguna manera, se nota demasiado en muchas ocasiones que está rodado entre cuatro paredes, con un atrezzo cuidadísimo (uno de los puntos fuertes de toda la película), pero con una iluminación y un tratamiento del color que le dan a la escena un aire irreal.
Quitando el tratamiento de la historia (su adaptación), con la que como “purista” puedo estar más o menos de acuerdo (más menos que más), he de reconocer que si algo me ha impresionado de las películas han sido la mayoría de las localizaciones naturales (no todas) y, como ya he dicho, el atrezzo (que ése sí que me parece impecable)... pero las batallas... ¡ay!... han sido una de mis mayores desilusiones.
En los últimos meses he estado “revisitando” algunas grandes batallas cinematográficas de la historia, batallas de todas las épocas. He vuelto a ver Espartaco, Ran, La carga de la Brigada Ligera, Gladiator, El último samurai, Salvar al soldado Ryan, Tora, tora, tora, Braveheart... y unas cuantas más.
Y por desgracia, cuantas más películas veo, más me doy cuenta de lo malo que es Peter Jackson filmando batallas. Y no sólo eso, sino que siendo malo ha insistido en convertirlas en el eje principal de sus películas, mientras que en los libros ocupan una mínima parte.
Las batallas de Peter Jackson tienen momentos magníficos, emocionantes, no lo niego; pero esos momentos suelen ser, o bien primeros planos, o bien planos casi fijos. Me explico: me encanta el plano del prólogo en el que Gil-galad clava su lanza-espada con cara de éxtasis guerrero, el momento en el que empieza a llover en Helm y los instantes previos al combate, donde se masca la tensión, o el momento justo en el que los Eorlingas empiezan a avanzar hacia el Pelennor, etc. Pero por ejemplo, en este último plano, me gusta ese instante, no el resto de la carga, cuando los efectos especiales entran en juego.
Creo que el problema de las batallas de Peter Jackson han sido, precisamente, los efectos especiales. De acuerdo, sin ellos seguramente no habría podido hacer las películas... pero es que se ha entusiasmado demasiado. Ha hecho del Massive su juguete favorito, y eso ha propiciado que las batallas, más que de una película, parezcan de un videojuego.
Decía antes que me gustan muchos planos estáticos de las batallas; pero desgraciadamente a Peter Jackson lo que le gusta (y él mismo lo dice en varias ocasiones) es que la cámara no se quede quieta... y cuando se mete en el fragor del combate la mueve fatal. A eso hay que añadir la sensación de “estudio”, por decirlo de alguna manera, se nota demasiado en muchas ocasiones que está rodado entre cuatro paredes, con un atrezzo cuidadísimo (uno de los puntos fuertes de toda la película), pero con una iluminación y un tratamiento del color que le dan a la escena un aire irreal.
Quitando el tratamiento de la historia (su adaptación), con la que como “purista” puedo estar más o menos de acuerdo (más menos que más), he de reconocer que si algo me ha impresionado de las películas han sido la mayoría de las localizaciones naturales (no todas) y, como ya he dicho, el atrezzo (que ése sí que me parece impecable)... pero las batallas... ¡ay!... han sido una de mis mayores desilusiones.
"Si fui entonces, mi amor, iré de nuevo, dondequiera que estés. Tú eres todo lo que tengo, mi verdadero amor. Tú eres la Dama más valiente, el navegante más osado. Eres mía. Navegaste por mí. Eres mi dama, la Dama que llevó El Alma."
(Cordwainer Smith, "La Dama que llevó El Alma"
(Cordwainer Smith, "La Dama que llevó El Alma"