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Eithel Lindi
Eithel Lindi
Desde: 14/07/2005

#1 Respondiendo a: Atanvaryar

Hola a todos, mientras terminaba de revisar un par de cosas se me cruzo algo por la cabeza, que sucedio con los hijos de Dior (Elured y Elurin, creo que eran sus nombres)¿? Se que en el Silmarillion dice que nadie supo de ellos de nuevo, pero en lo que estoy mas interesado es si alguien tiene una te...

Me gustaría poder explicarte la historia de estos dos elfos-niños pero no me atrevo. Son tan reales que me cuesta inventarla. Mira, no sé que pudo ocurrirles en aquel bosque donde fueron abandonados para morir, lo que me importa es que los he visto. Mejor dicho, quizá los vi, no sé. Fue hace muchos años, en una carretera de tercer orden, a la salida de una curva endemoniada, una mañana de octubre en que la niebla se pegaba al asfalto. Por aquel entonces tenía que viajar varias veces por semana por una vía poco frecuentada que atravesaba una zona boscosa. En un determinado momento, la carretera se estrechaba y dejaba a ambos lados unas rocas gigantescas cubiertas de vegetación y coronadas por árboles solitarios. Desde que leí “El Señor de los Anillos”, aquel paraje me resultaba fascinante.
Pero aquella mañana el recorrido se había convertido en una pesadilla. Estalló una tormenta, llovía a raudales, me resultaba difícil controlar el coche y el limpiaparabrisas apenas me dejaba ver a unos pocos pasos. Conducía aferrada al volante, llorando de miedo y suplicando inútilmente por un espacio que me permitiera salir de la carretera.. Al enfilar la zona rocosa dejó de llover y, poco a poco, cayó una niebla espesa que lo envolvió todo. “Despacio, despacio...”, me repetía una y otra vez en una curva que me pareció interminable.. La carretera se enderezó un breve tramo y la niebla se levantó unos metros. Entonces los vi a los dos.
Caminaban hacia mí, cubiertos con gruesos impermeables oscuros y cargados con sendas mochilas. Uno de ellos se cubría la cabeza con una capucha y el otro llevaba el largo cabello chorreando, pegado a la cabeza y recogido en la nuca. Eran dos siluetas jóvenes, idénticas, que daban, a la vez, una impresión de levedad y fuerza. Me miraban. Reduje la velocidad de forma instintiva y nos fuimos acercando. Recuerdo sus rostros enjutos, de una belleza extraña, serena y triste, sus ojos oscuros y rasgados. No, no eran tan jóvenes como me habían parecido al principio. Ya casi estaban junto a la ventanilla de mi coche. Y sí, eran jóvenes. Uno de ellos atrapó mi mirada y cuando pude desprenderme de ella ya me habían dejado atrás. Les vi por el espejo retrovisor, las anchas espaldas ocultas por las mochilas. Otra curva se me echó encima antes de que pudiera reaccionar y me vi impelida a seguir.
La tormenta había cesado y la lluvia era ahora suave y copiosa. Al fin pude detener el coche frente a unas vides del color del otoño. No sabía muy bien qué había ocurrido, pero aquel no había sido un encuentro normal. La sensación era una mezcla de sorpresa, admiración y dolor, un dolor sordo y difuso, como suspendido en el tiempo. Me envolvía un profundo respeto y no supe hacia qué o hacia quién. El limpiaparabrisas se puso otra vez en movimiento y el viñedo estalló en un chorro de luces rojas, pardas y amarillas. Cuando el paisaje recuperó sus contornos, proseguí mi viaje con la calma interior que da la sabiduría de aceptar sin comprender aquello que nos excede.
. Al cabo de unos años, cuando asistí a la proyección de “El retorno del rey”, me quedé sin aliento ante dos personajes silenciosos y espléndidos: Elladan y Elrohir, los hijos de Elron. Las imágenes del extraño encuentro en una mañana de otoño y niebla se pusieron en pie. ¿Eran ellos? Tolkien nos los regaló para que pudiéramos verles en cualquier esquina, en un cruce de carretera, o en la cola del metro. Quién sabe. Pero ellos eran semielfos, por lo que tal vez escogieron la muerte y el descanso. Por eso ahora me atrevo a asegurar que eran Elured y Elurin. Ellos no pudieron escoger y quizá siguen ahora vagando entre nosotros. Galadriel, cuando despidió a la Compañía del Anillo, cantó algo que me hiere profundamente:
“Como el oro caen las hojas en el viento
e innumerables como las hojas de los árboles son los años.
¡Oh, Lórien, llega el invierno, el día desnudo y deshojado,
las hojas caen en el agua, el Río fluye alejándose!
¡Oh, Lórien, demasiado he vivido en estas costas
y he entretejido el elanor de oro en una corona evanescente!
...¿Qué nave vendrá a mí? ¿Qué nave me llevará de vuelta?...”

Quiero, necesito volver a encontrarlos, y esta vez bajaré del coche. Cuando regreso a aquel lugar y se estrecha la carretera, y las ásperas paredes rocosas ocultan el sol, no ocurre nada. ¿Qué quieres que te diga? Créeme, eran ellos, pero ¿quién sabe cómo llegaron allí y dónde están ahora? Tal vez tú también los veas algún día. Fíjate en sus ojos y dime si tú también has leído en ellos la canción de Galadriel.

Eithel Lindi (mujer dunedain a la que internet le funciona de forma abominable)