Cuando por fin convenció a Gimli, los tres salieron camino de la Taberna. A mitad de camino cruzaron un puente sobre un pequeño arroyo que cruzaba las afueras de la ciudad. En medio del puente había sentado un mendigo que parecía dormido. De pronto, el mendigo levantó la cabeza mostrando sus ancianas facciones y abrió la boca. Legolas y Gimli, sorprendidos, escucharon cómo en lugar de voces, el anciano emitía sonidos similares a los del agua de una cascada.
Por el contrario, lo que escuchó Luna, fueron unas palabras profundas que le saludaban:
- Salud, Luna. Soy Ulmo, Señor de las Aguas, Tengo un mensaje de Manwe para tí. La Guerra del Anillo terminó, los Orcos fueron aniquilados, pero Sauron no ha sido derrotado. Sus semillas siguen germinando y se acerca la hora en la que sus herederos intentarán someter de nuevo a los pueblos libres. Te enviamos a una parte de la Compañía del Anillo para que complete su misión. Sólo ahora, y en este lugar del mundo puede hacerse. Y sólo tú podrás ayudarles.
- Pero ¿Por qué yo?
- Lo entenderás todo a su debido tiempo- contestó el anciano-, igual que has podido entender al elfo y el enano y ellos a tí aunque hableis un idioma completamente distinto ¿no te habías preguntado la razón?.
- Hace algo más de 30 años del Sol- continuó el anciano-, Berén y Luthien regresaron a la Tierra Media con el fin de dar a conocer a los hombres la historia de los días antiguos y preparar la venida del que ha de derrotar definitivamente a Sauron. Tú conoces bien esa historia: Beren era Tolkien que regresó para preparar el camino que tú tienes que continuar.
Dicho esto, el anciano volvió a bajar la cabeza y quedar profundamente dormido.

- ¿Porrr Qué tú? ¿De qué estás hablando?- dijo Gimli a Luna. Lo único que habían entendido él y Legolas era la pregunta de ella.

La cara de Luna estaba pálida y se limitó a responder.

- Hablaremos en la Taberna.

Continurá...