NARRACIÓN 20

El camino no parecía terminarse nunca. Seguía discurriendo por enormes y onduladas praderas en las que la vista se perdía. Pero sin abandonar el camino el grupo continuaba un día tras otro.

Casi todo el tiempo iban callados, excepto cuando alguno hacía una broma o comentario:

-Para que veais el antiguo poderío de los reinos de Arnor y Gondor. Este camino está hecho con piedra tallada por los canteros de Númeror… -decía Ulbar como un profesor que enseñe a los alumnos, con un dedo levantado y haciendo un ademán con la mano.

-Pues debían de tener paciencia… -comentaba por lo bajo Ibaldoin con un aire un tanto resignado. Quienes escucharon este comentario se rieron por lo bajo.

Pero aquel camino no parecía terminar. Las Montañas Blancas seguían flanqueándoles por el costado derecho, y de momento ningún peligro parecía acecharles.

El trote cansino y rítmico de los caballos era lo único que rompía el silencio nocturno. Esa noche no llovía, por suerte, y encendieron una pequeña fogata no muy lejos del camino. Reconfortados por el calor de la hoguera, comieron algo caliente y en paz, aunque alerta. Charlaron mientras disfrutaban del calor y de la ausencia de lluvia y peligro, cuando los caballos comenzaron a relinchar y patear. Namsis, Aravir y Findon se levantaron para ver qué ocurría y en un momento tranquilizaron a los caballos. Tras esto volvieron a la hoguera y se pusieron en guardia al ver que una figura extraña se aproximaba por detrás de los que se habían quedado en la hoguera. Namsis desenfundó la espada y levantó la vara que empezó a emitir una extraña luz, Aravir pronto tuvo la Anket en la mano y Findon apuntaba a la figura con el arco. Ulbar e Ibaldoin les miraban con una mezcla de incredulidad y sorpresa con los cuencos de comida en la mano.

-¿Qué carajo hacen estos? – le dijo por lo bajo Ibaldoin a Ulbar.

Sólo se percataron de lo que sucedía cuando Aravir gritó : ¡Quieto ahí!. Se armaron y se dieron la vuelta plantando cara al desconocido. La figura levantó las manos y negó con la cabeza… con la luz de la hoguera pudieron ver su cara: era un elfo.

-No os alarméis –dijo. – No hay peligro alguno en millas a la redonda. Permitidme qe me presente: mi nombre se Amroth Ciryanar.