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Leandro
Leandro
Desde: 04/11/1999

#2 Respondiendo a: Turambar

La verdad es que si no estuviera Liv Tyler y esa foto no estuviera en esta web pensaria que son unos Vulcanos de Star Trek.

La gran pregunta

Hacer un hobbit es más o menos fácil. Un humano: está hecho. Un Enano, con poca imaginación y buen maquillaje, también. Los orcos: pon máscaras feas y ya está...
Pero la gran pregunta es... ¿cómo se hace un elfo? ¿Seguimos los canones de belleza actuales, para que las próximas generaciones digan "pues no son tan guapos" o algo parecido? Sinceramente, para mí es algo bastante complicado, puesto que la belleza natural de los elfos no la tenemos los humanos, y los actores que se escojan para la película no son un recurso ilimitado: no se puede ir por la calle y escoger a la "gente guapa" (repito: bajo los canones actuales, que cambian cada 10 años como mucho) y pedirles, además, que sepan actuar. Y los actores guapos cuestan dinero (y el presupuesto de esta trilogía pese a ser grande, no es ilimitado).
En definitiva: que aunque hubieran escogido a las personas más guapas del mundo, habría gente que no estaría contenta. Para mí, los elfos no pueden ser representados por humanos en cuanto a su belleza, pero sí en cuanto a otras características: su altivez, su prestancia, su serenidad... y en esa foto detecto más de esas tres características, que son las que, en realidad, hacen a un elfo más "elfo" que la "belleza élfica", no sé si me entendéis.
Mis canones de belleza no son los mismos que para los demás. Hay gente a la que le encanta la delgadez extrema, y otros a los que nos gusta la gente con algo de "relleno". Unos prefieren el pelo rubio, otros moreno, y otros se afeitan al cero. Altos, bajos, de ojos verdes o azules... ¿cómo contentar a todo el mundo? ¿Cómo conseguir hacer un elfo a partir de un humano?

¿Cómo hacemos una estrella partiendo de una bombilla?

No se puede. Es así de simple, y así de triste. Se puede disimular, se puede intentar, pero nada más.
Saludos.
El corazón de los hombres a menudo no es tan malo como sus actos, y rara vez tan malo como sus palabras. (J.R.R. Tolkien)