Ver publicación (Antaño los Noldor eran poderosos)

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Antaño los Noldor eran poderosos, pero un encuentro fue final.
Probar a los menores era su función a guardar.
Los tiempos eran estruendosos, los ejércitos se reunían.
El príncipe llegó, pero nada sabía de guerra.
Eran tres sus signos, huellas de civilizaciones que le vieron.
Me volví a la naturaleza.
Retorné a las altas montañas, me oculté en púrpura morada.
Todo por entender lo que no ocurría.
Algo sucedió en ese lugar.
Los árboles y la luz no eran los de siempre.
¿Fue mi mente o fueron ellos?
¿Acaso un cambio llegó al tiempo?
Debía volver con los míos, la muerte debía aparecer.
¿Qué ocurriría ahora en aquellos valles y bosques de santidad infinita?
Regeneración era la esperanza,
pero qué esperanza quedaba a los no dispuestos a cambiar?
Los vi a todos reunidos y a un rey que se acercaba.
Era uno de ellos.
Vestía bella capa de vivaz azul, sus cabellos rubios veo aún.
Llegó veloz al viento.
Pero bloqueé el recuerdo de la muerte.
De nuevo veo al príncipe lidiando con la gente
que, inculta como ella sola,
quería entender ni palabra que se decía.
Pocos podían ver la vida de la que juzgaban,
pero qué importaba la reflexión si ya la cuerda era su lugar escogido.
Como una muñeca su cuerpo meció el viento.
Pero tarde se dieron cuenta,
cuando la antigua corona cayó,
que ella era principio y fin
y que todo por ella había de cambiar.
La cruenta guerra no presencié.
Los azares del destino me alejaron a tiempo de perder esperanza.
¿Cómo aguantar perder a los que amé tanto una vez?
Ni siquiera era un ser malvado que atacaba,
sino que la muerte caminaba entre ellos mismos.
Todos enfrentándose por banales juicios.
Todos matándose porque ya no les quedaba mal contra el cual luchar.
Todos cayendo y dejando en la tierra,
que un día llamaron santo hogar,
miles de huérfanos obligados a renegar
un legado que no supieron guardar.

Miles de cosas han pasado,
desde hogares jamás completamente seguros,
al alejamiento de su naturaleza.
Buscan nuevas seguridades obviando lo realmente puro.
Se ha olvidado todo, se han encerrado en laberintos.

Pero siempre, al menos uno,
será capaz de recordar las batallas,
incontables luchas
y el apoyo del Dios y la Diosa.
Ha de llegar un caballero
que rememore la esencia y la transforme
para sus propias experiencias.
Pasará tiempos solitarios
en los que descubrirá todo lo que su propio ser oculta.
Luego integrará sutilmente sus conocimientos,
haciendo a veces prodigios.
Este caballero abrirá un nuevo camino
a todos los que quieran recordar.
A todos los que quieran abrir su mente
a la antigua esencia,
aquella que renacerá con ellos y la sentirán como nueva.
El poder que había sido olvidado por todos
ha de volver en lento progreso
porque la vida ha de volver a tener sentido sagrado
para todos los hombres heredados.
La naturaleza será recordada Madre
mientras que el cielo y los astros serán Padre.
Han de ser capaces de unirse al Universo.
Buscar la paz ha de ser su nuevo Norte.
Matarán todo lo inservible,
transformarán sus almas y cuerpos buscando la armonía.
Volverán los científicos,
aquellos que estudian al Todo y sus capacidades.
Volverán los líderes,
los que guiarán con mente conciente,
los que entienden y son maestros.
Volverán los aprendices,
que por la mano del destino encontraran los tutores adecuados
y todo será un ciclo completado.
La naturaleza se regenerará.

Muchos no aguantarán peso de tal cambio,
pero muchos han de sobrevivir y serán llenados de luz.
Todo esto muchos saben que sucederá porque la misma madre lo ha dicho.
Y el padre le espera paciente para iluminar a los Hijos.
Los Hijos serán caballeros, cada uno de distinto reino y dogma.
Cada uno con distinta visión de lo que, en el fondo, saben que sucederá.
La sangre será derramada, las almas regeneradas.
Todo por un santo cambio que nos recordará que somos
Uno con el Todo

(Mensaje original de: Ereinion Gil-galad)