El Gran Final
Un nuevo aprendiz de bibliotecario en Rivendel descubrirá un gran secreto guardado en ese lugar.
La trémula llama de la vela dibujaba sombras saltarinas sobre las altas paredes forradas de estanterías repletas de libros. Al llegar frente a la única pared de mármol que no era ocultada por ninguna estantería, su maestro e instructor, le pasó la tenue fuente de luz y asintió con la cabeza. Tras coger la vela y asegurarse de que llevaba la arcaica llave en el bolsillo, se adelantó hasta la puerta y pasó la mano sobre su superficie, como si limpiara el polvo o buscara la cerradura. Tantos años de instrucción para ser bibliotecario de Rivendel, se veían recompensados por la ceremonia que esa noche le había llevado a sustituir a su anciano maestro y que culminaba con la entrada a la cámara secreta, en la que sólo el bibliotecario sabía que se encontraba dentro, pero nunca jamás, ni en su lecho de muerte, lo revelaba. Como si un manto de suciedad o secreto se quebrara mientras el joven pasaba la mano, un hilillo como de plata empezaba a vislumbrarse en surcos que, hasta ese momento, parecían no existir. En medio apareció un cisne con una brillante joya engarzada en el pecho, emblema que Elrond, fundador de Imladris, había heredado de sus padres, y que sólo había usado en las ceremonias más solemnes y secretas. Y detrás del cisne, se dibujó un árbol plateado con una brillante estrella en medio del follaje, emblemas secretos que Celebrían había heredado de los señores de Lórien, sus padres. El aprendiz vaciló un instante, pues desconocía que terribles secretos podían esconderse tras tan poderosos y secretos emblemas de protección. Los rumores y chiquillerías que había oído cuando apenas había iniciado el aislamiento que suponía su instrucción, decían que libros traídos de la antaño hundida Beleriand se escondían en esa cámara, situado en lo más alto de la torre más alta de Rivendel. Pese a la gran cantidad de tesoros que Rivendel poseía, entre los que ya no se encontraba Narsil, el único que se había protegido con especial hincapié durante la Guerra del Anillo, era esa sala. Ni los actuales señores de Rivendel, Elladan y Elrohir, sabían que se ocultaba tras esa puerta, y nadie sabía con certeza si Elrond había accedido a esa secreta cámara tras situar en ella el tesoro que escondía, en el día de la fundación de Imladris.
Pese a la tensión del momento, el aprendiz se decidió. Se aclaró la garganta y recitó la frase en la antigua lengua de Valinor que se le había enseñado esa misma noche, con fuerza suficiente para que cualquiera en la biblioteca le oyera, pero no suficiente para que se le oyera desde fuera: "Hlara lilleparma, herulya quetta len. Min i Anparmaite, min i Anparmandur. Min Noldoro Hín, i tengwar ontalar. Sí, hácalyel. Inyo Valal!". La puerta chirrió, como negándose a abrirse, y por un instante la angustia invadió al aprendiz. Tal vez no era digno de tan importante cargo. Su maestro, desde un discreto segundo plano, sonreía, recordando sus propios instantes de angustia y sus propias dudas, en ese mismo lugar y en ese mismo momento, pero muchos años atrás. Cuando en mitad de la puerta apareció un hilo de plata que la partía verticalmente, el aprendiz emitió un suspiro de alivio, y sacó la llave plateada de su bolsillo. Pese a los largos años de aislamiento y dura instrucción que conllevaba su trabajo, y la obligación de abandonar la Tierra Media tras ciertos años de servicio a causa del cansancio que acompañaba a la responsabilidad de su cargo, junto con la obligatoriedad de formar a su sucesor, valía la pena el esfuerzo, aunque sólo fuera por ese momento. El aprendiz nunca se había preguntado en que cerradura tenía que meter la llave. Suponía que, cuando llegara el momento, lo sabría, pero la puerta seguía pareciendo igualmente lisa. En un intento de no quedarse quieto, probó poner la llave en la joya que el cisne llevaba en el pecho, que coincidía con el eje vertical de la puerta y el centro del cisne y del árbol que tenía detrás, pero no tuvo que hacer nada. Nada más ponerla a la altura de la joya, la llave resplandeció y el aprendiz la soltó, pues le quemaba en las manos. La llave flotó en el aire, inmóvil pero trémula, un instante después, lentamente, dio un cuarto de vuelta y la puerta se abrió hacia dentro, cada mitad girando sobre invisibles goznes, sin hacer el menor ruido. La llave continuó flotando y brillando hasta que el aprendiz puso las dos manos superpuestas debajo de ésta, la izquierda encima de la derecha. En ese instante el brillo cesó y cayó, como si fuera una llave normal, y la vela volvió a convertirse en la única luz de la sala. En el rostro del profesor se dibujó una sonrisa de orgullo paternal, que el aprendiz pudo sentir sin necesidad de girarse a verla. Sabía que si se giraba o vacilaba antes de dejarse tragar por la oscuridad de la escalera que se elevaba frente a él, creerían que no era digno de su cargo y quizá incluso le destituyeran. Cuando puso un pie sobre el primer peldaño, la puerta se cerró tras de él, y una fría corriente que bajaba desde la cúpula le golpeó el rostro. La llama de la vela tembló pero no se apagó, y el aprendiz la cubrió con la mano mientras subía los peldaños que se le hacían interminables. Cuando, ya en el último tramo de la escalera, divisó una pálida luz que venía desde un agujero en el techo, un cosquilleo de excitación le subió desde el estómago hasta la garganta, mezclado con un escalofrío y un sudor helado que le recorría la espalda. Una última ráfaga de viento se coló por el agujero y apagó la trémula llama, pero el aprendiz no vaciló, pues la luz de la luna que se colaba por el agujero era suficiente para ver. Una vez hubo pasado por el agujero y hubo llegado a la parte más alta de la torre, un pánico incontrolable le nació en el alma para calmarse instantes después. No podía gritar. Por mucho que lo intentara, sólo un débil suspiro brotaba de su garganta, de modo que lo dejó correr y empezó a observar todo lo que le rodeaba. Lo que había provocado su miedo era un enorme dragón de piedra con la boca abierta. De hecho, toda la sala formaba parte del dragón. Cuando el aprendiz miró al suelo, vio que estaba sentado sobre su estómago, y la abertura por la que había entrado era un hueco entre sus patas traseras, terminadas en unas poderosas garras de piedra. La cúpula estaba formada por las alas del dragón que lo envolvían todo, dejando un espacio en la parte más alta por donde se veía el cielo nocturno. En la parte sur de la sala, las garras de las patas traseras y delanteras se juntaban, sujetando entre ellas, como un tesoro incunable, un transparentísimo cuarzo, alrededor del cual se enredaba la cola del gigantesco reptil. Tras un rato de meditación, se decidió a mirar por la ventana de cuarzo y en ella vio la famosa constelación de Menelmacar, el espadachín. No sabía qué hora era, sólo sabía que la luna estaba en su cenit y que su luz entraba pura, límpida, por el espacio entre las alas del dragón, pero no recordaba cuánto tiempo llevaba en esa posición. Parecía que incluso las estrellas obedecían los designios de un plan en esa noche mágica, como si Tilion hubiera anclado su plateado barco en esa posición sólo para que el aprendiz pudiera, con su luz, leer el libro que se encontraba abierto entre las poderosas mandíbulas del dragón, hecho de viejos pergaminos. Cada página estaba impecablemente escrita con letras de oro y bordeada por cenefas de plata, en las que temibles dragones salían de la boca de otros para, escasos centímetros después, vomitar ellos uno. En las esquinas había dibujos del barco de la luna y del barco del sol mirándose el uno al otro. Tras las letras, entre los dragones, y en las velas de los barcos, salpicaduras de plata, como si hubieran sido hechas accidentalmente, imitaban las estrellas y desprendían un brillo titilante a causa del reflejo de la luna. El libro estaba escrito en el Alto Élfico de Valinor con antiquísimas runas, creadas por Aulë y los Noldor cuando su sino no había sido aún forjado por el terrible Juramento, el Exilio y la Matanza entre Hermanos. No hacía mucho que el aprendiz hablaba ese idioma, y la traducción era costosa, pero poco a poco, titubeando, empezó a leer en voz alta, cada vez más rápido, como si no estuviera leyendo el libro, sino que su contenido le fuera revelado directamente a su mente, en un idioma claro y comprensible:
por VARDA, auténtica señora de los Valar y la más poderosa entre ellos, hija primera y predilecta de Eru Ilúvatar, Señor del Todo, y poseedora de La Llama Imperecedera. Que su misericordia caiga sobre ti si no eres digno de la lectura de este libro, pues el Gran Final te llegará antes y no será ella quien te proteja ante los ojos del Gran y Verdadero Juez."
El aprendiz se estremeció ante la simple mención de que Varda Elbereth Tintallë Gilthoniel Eléntari fuera señora de los Valar y la más poderosa entre ellos, desbancando de ese lugar a Manwë, pero tenía la certeza de que si allí estaba escrito, era verdad. ¿Ése era el tan temible secreto que impedía que ese libro traído de allende Belegaer saliera a la luz? No estaba seguro, pues no había leído mucho, por eso decidió continuar, pero cuando iba a pasar la página, ésta pasó sola, como si se negara a que un simple bibliotecario tocara tan precioso tesoro de sabiduría. La siguiente página estaba igualmente decorada, con la misma riqueza y elegancia, que las dos primeras. El simple aprendiz, que en ese momento paró de serlo, no podía ni llegar a imaginar la belleza que debía tener la tapa y el lomo, y mucho menos la cegadora belleza de la biblioteca de Valimar, en la que pocos escogidos de entre los Hijos de Eru habían entrado. Y ni los más sabios escritores y cronistas podían encontrar palabras para describirla, y el resto del mundo les parecía gris y aburrido en comparación con esos marmóreos suelos y brillantes estanterías, que encerraban la belleza de la mezcla de luces de los dos árboles y la sabiduría que los Ainur y, posteriormente, los Valar habían recogido durante su larga existencia. Y ni en todas las generaciones de elfos y hombres juntas, se podría leer ni si acaso una centésima parte de esa biblioteca, de proporciones perfectas y laberínticos accesos.
"Empezará todo en trágica noche- continuó leyendo el recién instaurado bibliotecario- cuando yo, emisaria directa de Eru Ilúvatar, reciba de su Sacrosanta Voluntad la orden de teñir de rojo la espada de Menelmacar, el espadachín del cielo que le cedió su sitio al más desdichado entre los Hijos de Eru, que volverá para provocarle a Melkor Morgoth doce veces doce heridas por cada una de sus penas, y Arda volverá a ser plana como antaño, antes que la corrupción de la obra de Melkor Morgoth forzara a Eru Ilúvatar a sacar Aman de los Círculos del Mundo, y entonces Ekkaia se tragará la Tierra Media y Harad. Pero volverán a flotar Tol Morwen, montículo de la bella entre bellas, y a su alrededor los montículos de todos aquellos que fueron justos, y como luciérnagas los espíritus de todos los seres vivos, Hijos de Eru o no, flotaran por encima del oscuro mar, y cuando los espíritus hayan salido de sus túmulos, éstos volverán a hundirse. Y por encima de las luciérnagas, Arien y Tilion volverán a brillar juntos, y por primera y última vez en toda la Historia, Tilion vencerá, y Arien se apagará, envolviéndose toda Arda en la tenue y trémula luz de la luna. Y las estrellas, obra bella entre las más bellas de las obras, caerán del negro manto en que están prendidas, y como reluciente mercurio flotarán en el mar y se agruparan alrededor del barco de Tilion, pero de repente toda luz se apagará, pues las Puertas de la noche se abrirán y el Vacío Intemporal lo engullirá todo y el temor se apoderará de los vivos y los muertos. Y Eru Ilúvatar aparecerá, sentado ahora en un trono formado por los cuerpos en posición fetal de todos sus Hijos. Y abrirá los ojos y todo quedara envuelto en oscuridad, como en la Noche Primordial, excepto por la gracia y el poder del rostro de Eru Ilúvatar y la Llama Imperecedera, que arderá a su derecha. Y todo quedará tal y como planeó en un principio el Señor del Todo, y aquellas obras que no fueron creadas por Él desaparecerán: volverán los enanos al barro, los ents a la madera, los trolls a la piedra y las águilas al aire. Pero el Verdadero Juez no olvidará sus obras, en vida o póstumas, buenas o malas, y serán juzgados después que sus hijos. Y con una clara nota dará Eru Ilúvatar inicio al primer tema de la Ainundalë, que ninguno entre los Ainur reconocerá hasta pasado un tiempo, pues lo cantará al revés para que, en el orden inverso en que aparecieron, sus obras se desvanezcan. Y cuando éste concluya, empezará con las dos últimas partes, referentes a sus Hijos, pero esta vez todos los Ainur lo entenderán, como si cuando lo hubieran oído por primera vez no hubieran prestado atención, y en ese momento, la fuente de sus obras parecerá tan evidente que los Ainur reirán por su propia ignorancia, todos menos Melkor Morgoth, a quien le corroerá el dolor por ese golpe dado a su orgullo, por no haber sido capaz de crear vida, tal será la sencillez de su canto. Y entonces empezó el segundo canto con voz severa, aquél planeado para el Gran Final que ya había llegado. Y cuando concluya llamará al más poderoso y Señor de todos los Valar, y Melkor Morgoth querrá acudir pero sus pies no le obedecerán, y le obligarán a arrodillarse en sentida reverencia que no hará sino aumentar su acunado odio. Y Manwë se adelantará con orgullo por haber sido llamado en el Gran Final, pero Eru Ilúvatar reirá con risa clara, alegre como la corriente de los ríos, capaz de hacer retumbar los Palacios Intemporales. Y Manwë verá con confusión como yo, Varda Elbereth Tinatllë Gilthoniel Eléntari, con Timbridhil, hoz de los Valar, antaño símbolo de esperanza para los prisioneros de Angband, colgándome a un lado del cinturón, me arrodillaré ante él y le besaré los pies, y él me mandará levantarme y me sentará a su izquierda, y sobre mi cabeza pondrá su Divina Mano. Y entonces pedirá que todos y cada uno de los Valar y las Valier presenten pruebas por las que él, Eru Ilúvatar, Creador de Arda, deba tener compasión y misericordia con sus Hijos o con las obras que éstos y los Valar llevaron a cabo. Y Manwë se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán los zafiros que los Noldor engarzaron en su capa, y al abrir la izquierda se verán las plumas que quedarán de sus águilas después de que éstas se conviertan en aire y que tan valioso servicio prestaron a los Hijos de Ilúvatar. Y Eru Ilúvatar asentirá y Manwë se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Ulmo se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los barcos creados por los Hijos de Ilúvatar, excepto aquellos robados en al Matanza de Alqualondë, y al abrir la izquierda no se verá nada, pero la música de los Teleri y los demás Hijos de Ilúvatar sonará dulcemente. Y Eru Ilúvatar asentirá y Ulmo se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Yavanna se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los árboles y semillas que un día plantó, entre los que se encontrarán Laurelin y Telperion, y que los Hijos de Ilúvatar ayudaron a crecer, vivir y defender, y con quienes convivieron y a quienes amaron, y al abrir la izquierda aparecerán y se oirán, como si alguien los recitara, todos los poemas y canciones que los Hijos de Ilúvatar dedicaron a los árboles, sobretodo a los Dos Árboles de Valinor. Y Eru Ilúvatar asentirá y Yavanna se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Aulë se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todas las joyas menos las Tres Joyas, y habrá maderas labradas y esculturas de piedra que él les enseñó a hacer y que los Hijos de Ilúvatar embellecieron, junto con el barro, la piedra y la madera de la que nacieron esas obras, y abrirá la izquierda y se oirán todas las lenguas de Arda y en ella estarán todos los alfabetos que él les enseñó a crear, cada uno más melodioso y perfecto que el anterior. Y Eru Ilúvatar asentirá y Aulë se pondrá de rodillas frente a él. Entonces Vairë se adelantará junto con su esposo Námo, conocido por los Hijos de Eru como Mandos, y ninguno de los dos querrá hablar a favor o en contra de los Hijos de Ilúvatar, pero ambos se vendarán los ojos y sacarán una balanza, y en un plato Námo Mandos colocará las almas de aquellos que han pasado por sus Estancias, y en el otro Vairë colocará un inmenso tapiz, bordado por ella, en el que se ve dibujado el destino de todos y cada unos de los Hijos de Ilúvatar, o al menos la parte del destino que Vairë es capaz de entender. Y sólo Eru Ilúvatar verá el resultado de ese balance, y asentirá y Vairë y Námo Mandos se pondrán de rodillas frente a Él. Entonces Nessa se adelantará y abrirá la mano derecha, y en ella estarán todas las danzas que alguna vez fueron bailadas en Arda, las más bellas e importantes de las cuales fueron las de Lúthien Tinúviel, y abrirá la izquierda y se oirán las risas y poemas que esos bailes, que ella enseñó a los Hijos de Ilúvatar, causaron alguna vez en los corazones de los Hijos de Ilúvatar. Y Eru Ilúvatar asentirá y Nessa se pondrá de rodillas ante Él. Entonces Tulkas se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todas las armas que los Hijos de Ilúvatar usaron para defender la paz, no para traer la guerra, y abrirá la izquierda y en ella estará Angainor, la negra cadena con la que Melkor Morgoth estuvo encadenado durante las tres edades que los Primeros Nacidos recuerdan como Mediodía de Valinor y en la que estarán grabados y dibujados todos los buenos actos que los Primeros entre los Hijos de Ilúvatar hicieron mientras el mal y la corrupción no andaban libres sobre Arda. Y Eru Ilúvatar asentirá y Tulkas se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Oromë se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los caballos que descienden de los Mearas que él entregó a los Hijos de Ilúvatar, y que éstos adiestraron y engalanaron, pero entre ellos no estarán los caballos que Sauron, vil servidor de Melkor Morgoth entregó a los Espectros del Anillo, y abrirá la izquierda y en ella estarán todos los cuernos y perros de caza, y sus ladridos y su retumbar y el bullicio de los banquetes de caza lo invadirá todo. Y Eru Ilúvatar asentirá y Oromë se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Vána se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todas las bellas damas de los Hijos de Ilúvatar, y entre ellas podrá verse a Morwen la bella entre bellas y a su hija Urwen, más tarde llamada Lalaith, de quien se decía que poseía la belleza de las doncellas élficas, y abrirá la izquierda y en ella estarán el canto de los pájaros y la fragancia de las flores, que tantos entre los Hijos de Ilúvatar habían apreciado y guardado en su corazón. Y Eru Ilúvatar asentirá y Vána se pondrá de rodillas frente a él. Entonces Estë se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los fatigados y heridos que ella y aquellos Hijos de Ilúvatar que de ella aprendieron consiguieron curar, y abrirá la izquierda y en ella estarán las Fuentes y los Jardines que ella y su esposo Irmo, más tarde llamado Lórien, cuidaron e hicieron florecer para regocijo de Valar y Eldar. Y Eru Ilúvatar asentirá y Estë se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Irmo, llamado Lórien por los Hijos de Ilúvatar, se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los buenos sueños y descansados reposos que los Hijos de Ilúvatar encontraron y encontrarán gracias a su trabajo, y abrirá la izquierda y se oirán todas las canciones de cuna y de arpa que jamás se tocaron o se tocarán en Arda. Y Eru Ilúvatar asentirá e Irmo Lórien se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Nienna se adelantará, pero Melkor Morgoth pasará ante ella con un rápido movimiento, pues no será su deseo ser el último de los Ainur en hablar, y Eru Ilúvatar responderá a su arrogancia y su impertinencia con una mueca, pero le escuchará. Y Melkor Morgoth abrirá su mano derecha, y en ella estarán la sangre y el fuego que sus sirvientes propagaron y los hijos de Ilúvatar sufrieron, y abrirá la izquierda y en ella estarán el dolor y el sufrimiento, la destrucción y el miedo. Y Eru Ilúvatar no asentirá, y su rostro se volverá severo, pero le obligará a ponerse de rodillas frente a él, y el cuerpo de Melkor Morgoth, aunque no su mente, le obedecerán. Entonces Nienna tomará el turno que le había sido arrebatado y se arrojará, de rodillas, a los pies de Eru Ilúvatar, y la visión de todos los males de Melkor Morgoth provocaron en ella un dolor profundo y un lastimero llanto, con el que se trenzaban y mezclaban todos los llantos de dolor y amargura que Melkor Morgoth provocó alguna vez. Y Eru Ilúvatar asentirá, con un rayo de cálida compasión en su rostro, provocado por la conmiseración y la conmoción que el llanto de Nienna provocarán en su corazón. Y Melkor Morgoth verá de nuevo que no puede haber mal en Arda sin el permiso de Eru Ilúvatar, pues la insolencia del adelanto de Melkor Morgoth había provocado el llanto de Nienna que le había llevado a compadecerse de sus Hijos. Entonces preguntará con voz atronadora "¿Tiene la primera de mis hijas, favorita y más poderosa de entre todos los Ainur algo que añadir?" Y yo humildemente me levantaré, y extenderé ambas manos vacías hacía el sitio en el que había estado Arda, y tres puntos de luz aparecerán. Y a Eärendil se le permitirá volver a Arda, y de Ekkaia surgirá el segundo de los tres puntos de luz, y las entrañas de Arda se estremecerán y rugirán, y tras eso el tercero de los tres puntos de luz se elevará. Y con el barco del sol, de dorado brillo, el de la luna, de argénteo brillo y con las estrellas que alrededor de ésta se concentran, de blanco e inmaculado brillo, forjaré una corona, y en ella engarzaré los tres Silmarills, no sin antes suplicar en silencioso ruego que se perdone todos y cada uno de los pecados y manchas de sangre que ostentan en su historia, y la colocaré sobre aquella cabeza que realmente lo merece, y no le resultará pesada e insoportable, como a Melkor Morgoth, sino ligera y bella, y el odio corroerá las entrañas de este malvado Ainur. Y Nienna levantará la mirada y se secará las lágrimas, y entonará un canto de elogio a su Rey y Señor, Padre del Todo, y Manwë le seguirá con la voz del trueno y el viento, y Ulmo tocara las Ulumúri, y Yavanna cantará con voz pura, y tras ésta, Aulë se unirá al cantó con la voz profunda del eco de las montañas, y Vairë y Námo Mandos se desvendarán los ojos y también cantarán con la seriedad típica de los ritos fúnebres, y Nessa entonará un canto tan ligero como su baile, y el de Tulkas será fuerte como él y claro como su risa, y Oromë tocará su cuerno, y Vána cantará como los pájaros que tanto le gustaban, y Estë cantará con la voz límpida de las Fuentes de su jardín, e Irmo Lórien cantará como en un sueño, como la voz dulce del que habla mientras duerme. Pero Melkor Morgoth no cantará, sino que sacará su cuerno negro de odio, fuego, miedo y destrucción y lo tocará, silenciando el resto de voces para intentar burlarse de Eru Ilúvatar. Y por primera vez éste se enojará de verdad, se levantará de su trono de almas y con un movimiento de su brazo izquierdo, las ropas de Melkor Morgoth se rasgarán y su cuerno se romperá, y el canto de los demás Valar sonará aún más alto y claro, y el rebelde Ainur quedará humillado. Y levantará su brazo derecho y Angainor volverá a encadenar a Melkor Morgoth, y éste, hecho un ovillo y humillado, volverá a sangrar por las siete heridas que Fingolfin había provocado con Ringil en su talón y por la fea cicatriz del rostro provocada por Thorondor. Y entonces Eru Ilúvatar levantará ambos brazos y le convertirá en estatua de piedra y le situará en la cara exterior de las Puertas de la Noche, y entonces sabrá lo que es el dolor y el miedo, y cada amanecer y cada crepúsculo el sol le quemará el rostro y volverá a sangrar por cada herida, y Túrin Turambar, el más desdichado de sus Hijos, tendrá así su venganza. Entonces volverá a formular la pregunta que hizo en un Principio a los Valar "¿Deseáis bajar a Arda y embellecerla para mis hijos?". Y sin la corrupción de Melkor Morgoth los catorce asentirán. Y Eru Ilúvatar separará a los justos de los corrompidos por Melkor Morgoth, y dará una segunda oportunidad a los hijos de Feänor para enmendar el mal que habían hecho, y todos aquellos de entre sus hijos que fueron desdichados les permitió una segunda vida, y Túrin Turambar vivió con sus padres Morwen y Húrin y con su hermana Urwen Lalaith, que seguía teniendo la belleza de las doncellas élficas, y Nienor ya nunca más recibió ese nombre, pues no había motivo para el luto. Y Eru Ilúvatar volverá a crear Arda, esta vez sin la mácula de Melkor Morgoth, y la hará igual que la primera vez. Pero los Valar vivirán en Almaren, pues no habrá necesidad de esconderse del mal, Los Árboles volverán a nacer con su brillo original, pero permitiendo que Arien y Tilion sigan con su trabajo, y las más bellas ciudades de Hombres y Elfos seguirán allí como en sus tiempos de esplendor, pero Gondolin ya no necesitará las Echoriath, y Fingolfin vivirá en ella, pues se enamoró de Tumladen al ser depositado allí, y la felicidad volverá de nuevo al mundo, pues Míriel Serindë renacerá entre los elfos. Y el Don de los Hombres será otorgado por libre elección a Hombres y Elfos, y por libre elección podrán volver a nacer entre sus descendientes. Y Nienna ya no será la plañidera, sino la que repartirá risas claras y alegrías por Arda. Y Yavanna, Aulë y Manwë suplicarán por sus obras y los ents, enanos y águilas volverán a Arda, y éstos primeros encontrarán a sus esposas y amadas que antaño perdieron. Y yo, Varda, seré respetda y elogiada como la más poderosa de los Valar, pues así será decretado por Eru Ilúvatar, y todos habrán visto la verdad en la Segunda Canción de los Ainur. Y la más bella de mis obras volverá a su sitio: todas y cada una de las estrellas volverán a la parte del firmamento que les toca. ¿Todas? No. No todas. Tinbridhil se quedará en manos de Eru Ilúvatar, el único capaz de repartir justicia, pues ya no hará falta esperanza, y Menelmacar desaparecerá, pues su función se habrá desvanecido, porque ése será el inicio de una nueva era de felicidad y regocijo. Una era sin fin...".
El libro se cerró solo cuando el bibliotecario hubo terminado de leer, mostrando unas decoradas tapas de madera y cuero con la ilustración del resultado del balance al que, según el libro, Vairë y Námo Mandos sometían a la humanidad frente a su destino. El novato bibliotecario no paraba de preguntarse cómo podía Varda saber, en el tiempo en que escribió el libro, todos los hechos de la Guerra del Anillo, como demostraba su conocimiento de la existencia de los nueve caballos de los nueve Espectros. El poder de Varda era en realidad inimaginable, seguramente el libro tenía razón y ella era la más poderosa entre los Valar. Por un momento le cruzó por la mente al bibliotecario la idea de llevarse el libro para que todos pudieran alabarla como merecía, al ver la verdad, pero una fugaz mirada a los ojos del dragón que lo sostenía que, por un instante, parecieron tener vida, le disuadió. Eru sabe que poderoso hechizo había puesto Elrond, o tal vez Varda,o tal vez Él mismo sobre aquél dragón para proteger la verdad. En cualquier momento parecía poder irse volando, sólo para proteger el libro. La luna seguía en su cenit. Parecía que el tiempo no hubiera pasado mientras él había estaba leyendo.
El bibliotecario se estremeció por los secretos que acababa de leer mientras se disponía a volver a bajar por la escalera. Un instante antes de poner el pie en el primer escalón, se giró y vio como las páginas corrían solas hasta la primera, para que el chico al que él instruyera lo leyera algún día y se sorprendiera como él mismo lo había hecho. Pese a su juventud, el bibliotecario sentía como si llevara un peso abrumador sobre sus espaldas. De pronto notó que cojeaba ligeramente y que su rostro se había arrugado y su pelo se había vuelto cano. Ahora entendía porque los bibliotecarios viajaban a Valinor tras unos años de servicio. Esa ceremonia era agotadora, pero la revelación de la contraportada ya lo compensaba todo. El bibliotecario rió ante la evidencia como los Valar lo habían hecho al descubrir su propia ignorancia ante la sencillez del Canto de Ilúvatar. "Equilibrada", pensó. "La balanza de Vairë y Mandos estaba equilibrada. El destino de los Hijos de Ilúvatar es igual a sus acciones ¡Nadie puede escapar de los designios de Ilúvatar!". La risa sincera del bibliotecario ante su ignorancia se propagó por toda la escalera y reverberó por la estancia hasta silenciarse poco a poco.
Pese a la tensión del momento, el aprendiz se decidió. Se aclaró la garganta y recitó la frase en la antigua lengua de Valinor que se le había enseñado esa misma noche, con fuerza suficiente para que cualquiera en la biblioteca le oyera, pero no suficiente para que se le oyera desde fuera: "Hlara lilleparma, herulya quetta len. Min i Anparmaite, min i Anparmandur. Min Noldoro Hín, i tengwar ontalar. Sí, hácalyel. Inyo Valal!". La puerta chirrió, como negándose a abrirse, y por un instante la angustia invadió al aprendiz. Tal vez no era digno de tan importante cargo. Su maestro, desde un discreto segundo plano, sonreía, recordando sus propios instantes de angustia y sus propias dudas, en ese mismo lugar y en ese mismo momento, pero muchos años atrás. Cuando en mitad de la puerta apareció un hilo de plata que la partía verticalmente, el aprendiz emitió un suspiro de alivio, y sacó la llave plateada de su bolsillo. Pese a los largos años de aislamiento y dura instrucción que conllevaba su trabajo, y la obligación de abandonar la Tierra Media tras ciertos años de servicio a causa del cansancio que acompañaba a la responsabilidad de su cargo, junto con la obligatoriedad de formar a su sucesor, valía la pena el esfuerzo, aunque sólo fuera por ese momento. El aprendiz nunca se había preguntado en que cerradura tenía que meter la llave. Suponía que, cuando llegara el momento, lo sabría, pero la puerta seguía pareciendo igualmente lisa. En un intento de no quedarse quieto, probó poner la llave en la joya que el cisne llevaba en el pecho, que coincidía con el eje vertical de la puerta y el centro del cisne y del árbol que tenía detrás, pero no tuvo que hacer nada. Nada más ponerla a la altura de la joya, la llave resplandeció y el aprendiz la soltó, pues le quemaba en las manos. La llave flotó en el aire, inmóvil pero trémula, un instante después, lentamente, dio un cuarto de vuelta y la puerta se abrió hacia dentro, cada mitad girando sobre invisibles goznes, sin hacer el menor ruido. La llave continuó flotando y brillando hasta que el aprendiz puso las dos manos superpuestas debajo de ésta, la izquierda encima de la derecha. En ese instante el brillo cesó y cayó, como si fuera una llave normal, y la vela volvió a convertirse en la única luz de la sala. En el rostro del profesor se dibujó una sonrisa de orgullo paternal, que el aprendiz pudo sentir sin necesidad de girarse a verla. Sabía que si se giraba o vacilaba antes de dejarse tragar por la oscuridad de la escalera que se elevaba frente a él, creerían que no era digno de su cargo y quizá incluso le destituyeran. Cuando puso un pie sobre el primer peldaño, la puerta se cerró tras de él, y una fría corriente que bajaba desde la cúpula le golpeó el rostro. La llama de la vela tembló pero no se apagó, y el aprendiz la cubrió con la mano mientras subía los peldaños que se le hacían interminables. Cuando, ya en el último tramo de la escalera, divisó una pálida luz que venía desde un agujero en el techo, un cosquilleo de excitación le subió desde el estómago hasta la garganta, mezclado con un escalofrío y un sudor helado que le recorría la espalda. Una última ráfaga de viento se coló por el agujero y apagó la trémula llama, pero el aprendiz no vaciló, pues la luz de la luna que se colaba por el agujero era suficiente para ver. Una vez hubo pasado por el agujero y hubo llegado a la parte más alta de la torre, un pánico incontrolable le nació en el alma para calmarse instantes después. No podía gritar. Por mucho que lo intentara, sólo un débil suspiro brotaba de su garganta, de modo que lo dejó correr y empezó a observar todo lo que le rodeaba. Lo que había provocado su miedo era un enorme dragón de piedra con la boca abierta. De hecho, toda la sala formaba parte del dragón. Cuando el aprendiz miró al suelo, vio que estaba sentado sobre su estómago, y la abertura por la que había entrado era un hueco entre sus patas traseras, terminadas en unas poderosas garras de piedra. La cúpula estaba formada por las alas del dragón que lo envolvían todo, dejando un espacio en la parte más alta por donde se veía el cielo nocturno. En la parte sur de la sala, las garras de las patas traseras y delanteras se juntaban, sujetando entre ellas, como un tesoro incunable, un transparentísimo cuarzo, alrededor del cual se enredaba la cola del gigantesco reptil. Tras un rato de meditación, se decidió a mirar por la ventana de cuarzo y en ella vio la famosa constelación de Menelmacar, el espadachín. No sabía qué hora era, sólo sabía que la luna estaba en su cenit y que su luz entraba pura, límpida, por el espacio entre las alas del dragón, pero no recordaba cuánto tiempo llevaba en esa posición. Parecía que incluso las estrellas obedecían los designios de un plan en esa noche mágica, como si Tilion hubiera anclado su plateado barco en esa posición sólo para que el aprendiz pudiera, con su luz, leer el libro que se encontraba abierto entre las poderosas mandíbulas del dragón, hecho de viejos pergaminos. Cada página estaba impecablemente escrita con letras de oro y bordeada por cenefas de plata, en las que temibles dragones salían de la boca de otros para, escasos centímetros después, vomitar ellos uno. En las esquinas había dibujos del barco de la luna y del barco del sol mirándose el uno al otro. Tras las letras, entre los dragones, y en las velas de los barcos, salpicaduras de plata, como si hubieran sido hechas accidentalmente, imitaban las estrellas y desprendían un brillo titilante a causa del reflejo de la luna. El libro estaba escrito en el Alto Élfico de Valinor con antiquísimas runas, creadas por Aulë y los Noldor cuando su sino no había sido aún forjado por el terrible Juramento, el Exilio y la Matanza entre Hermanos. No hacía mucho que el aprendiz hablaba ese idioma, y la traducción era costosa, pero poco a poco, titubeando, empezó a leer en voz alta, cada vez más rápido, como si no estuviera leyendo el libro, sino que su contenido le fuera revelado directamente a su mente, en un idioma claro y comprensible:
"LA CRÓNICA DEL GRAN FINAL Y LA SEGUNDA CANCIÓN DE LOS AINUR
por VARDA, auténtica señora de los Valar y la más poderosa entre ellos, hija primera y predilecta de Eru Ilúvatar, Señor del Todo, y poseedora de La Llama Imperecedera. Que su misericordia caiga sobre ti si no eres digno de la lectura de este libro, pues el Gran Final te llegará antes y no será ella quien te proteja ante los ojos del Gran y Verdadero Juez."
El aprendiz se estremeció ante la simple mención de que Varda Elbereth Tintallë Gilthoniel Eléntari fuera señora de los Valar y la más poderosa entre ellos, desbancando de ese lugar a Manwë, pero tenía la certeza de que si allí estaba escrito, era verdad. ¿Ése era el tan temible secreto que impedía que ese libro traído de allende Belegaer saliera a la luz? No estaba seguro, pues no había leído mucho, por eso decidió continuar, pero cuando iba a pasar la página, ésta pasó sola, como si se negara a que un simple bibliotecario tocara tan precioso tesoro de sabiduría. La siguiente página estaba igualmente decorada, con la misma riqueza y elegancia, que las dos primeras. El simple aprendiz, que en ese momento paró de serlo, no podía ni llegar a imaginar la belleza que debía tener la tapa y el lomo, y mucho menos la cegadora belleza de la biblioteca de Valimar, en la que pocos escogidos de entre los Hijos de Eru habían entrado. Y ni los más sabios escritores y cronistas podían encontrar palabras para describirla, y el resto del mundo les parecía gris y aburrido en comparación con esos marmóreos suelos y brillantes estanterías, que encerraban la belleza de la mezcla de luces de los dos árboles y la sabiduría que los Ainur y, posteriormente, los Valar habían recogido durante su larga existencia. Y ni en todas las generaciones de elfos y hombres juntas, se podría leer ni si acaso una centésima parte de esa biblioteca, de proporciones perfectas y laberínticos accesos.
"Empezará todo en trágica noche- continuó leyendo el recién instaurado bibliotecario- cuando yo, emisaria directa de Eru Ilúvatar, reciba de su Sacrosanta Voluntad la orden de teñir de rojo la espada de Menelmacar, el espadachín del cielo que le cedió su sitio al más desdichado entre los Hijos de Eru, que volverá para provocarle a Melkor Morgoth doce veces doce heridas por cada una de sus penas, y Arda volverá a ser plana como antaño, antes que la corrupción de la obra de Melkor Morgoth forzara a Eru Ilúvatar a sacar Aman de los Círculos del Mundo, y entonces Ekkaia se tragará la Tierra Media y Harad. Pero volverán a flotar Tol Morwen, montículo de la bella entre bellas, y a su alrededor los montículos de todos aquellos que fueron justos, y como luciérnagas los espíritus de todos los seres vivos, Hijos de Eru o no, flotaran por encima del oscuro mar, y cuando los espíritus hayan salido de sus túmulos, éstos volverán a hundirse. Y por encima de las luciérnagas, Arien y Tilion volverán a brillar juntos, y por primera y última vez en toda la Historia, Tilion vencerá, y Arien se apagará, envolviéndose toda Arda en la tenue y trémula luz de la luna. Y las estrellas, obra bella entre las más bellas de las obras, caerán del negro manto en que están prendidas, y como reluciente mercurio flotarán en el mar y se agruparan alrededor del barco de Tilion, pero de repente toda luz se apagará, pues las Puertas de la noche se abrirán y el Vacío Intemporal lo engullirá todo y el temor se apoderará de los vivos y los muertos. Y Eru Ilúvatar aparecerá, sentado ahora en un trono formado por los cuerpos en posición fetal de todos sus Hijos. Y abrirá los ojos y todo quedara envuelto en oscuridad, como en la Noche Primordial, excepto por la gracia y el poder del rostro de Eru Ilúvatar y la Llama Imperecedera, que arderá a su derecha. Y todo quedará tal y como planeó en un principio el Señor del Todo, y aquellas obras que no fueron creadas por Él desaparecerán: volverán los enanos al barro, los ents a la madera, los trolls a la piedra y las águilas al aire. Pero el Verdadero Juez no olvidará sus obras, en vida o póstumas, buenas o malas, y serán juzgados después que sus hijos. Y con una clara nota dará Eru Ilúvatar inicio al primer tema de la Ainundalë, que ninguno entre los Ainur reconocerá hasta pasado un tiempo, pues lo cantará al revés para que, en el orden inverso en que aparecieron, sus obras se desvanezcan. Y cuando éste concluya, empezará con las dos últimas partes, referentes a sus Hijos, pero esta vez todos los Ainur lo entenderán, como si cuando lo hubieran oído por primera vez no hubieran prestado atención, y en ese momento, la fuente de sus obras parecerá tan evidente que los Ainur reirán por su propia ignorancia, todos menos Melkor Morgoth, a quien le corroerá el dolor por ese golpe dado a su orgullo, por no haber sido capaz de crear vida, tal será la sencillez de su canto. Y entonces empezó el segundo canto con voz severa, aquél planeado para el Gran Final que ya había llegado. Y cuando concluya llamará al más poderoso y Señor de todos los Valar, y Melkor Morgoth querrá acudir pero sus pies no le obedecerán, y le obligarán a arrodillarse en sentida reverencia que no hará sino aumentar su acunado odio. Y Manwë se adelantará con orgullo por haber sido llamado en el Gran Final, pero Eru Ilúvatar reirá con risa clara, alegre como la corriente de los ríos, capaz de hacer retumbar los Palacios Intemporales. Y Manwë verá con confusión como yo, Varda Elbereth Tinatllë Gilthoniel Eléntari, con Timbridhil, hoz de los Valar, antaño símbolo de esperanza para los prisioneros de Angband, colgándome a un lado del cinturón, me arrodillaré ante él y le besaré los pies, y él me mandará levantarme y me sentará a su izquierda, y sobre mi cabeza pondrá su Divina Mano. Y entonces pedirá que todos y cada uno de los Valar y las Valier presenten pruebas por las que él, Eru Ilúvatar, Creador de Arda, deba tener compasión y misericordia con sus Hijos o con las obras que éstos y los Valar llevaron a cabo. Y Manwë se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán los zafiros que los Noldor engarzaron en su capa, y al abrir la izquierda se verán las plumas que quedarán de sus águilas después de que éstas se conviertan en aire y que tan valioso servicio prestaron a los Hijos de Ilúvatar. Y Eru Ilúvatar asentirá y Manwë se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Ulmo se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los barcos creados por los Hijos de Ilúvatar, excepto aquellos robados en al Matanza de Alqualondë, y al abrir la izquierda no se verá nada, pero la música de los Teleri y los demás Hijos de Ilúvatar sonará dulcemente. Y Eru Ilúvatar asentirá y Ulmo se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Yavanna se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los árboles y semillas que un día plantó, entre los que se encontrarán Laurelin y Telperion, y que los Hijos de Ilúvatar ayudaron a crecer, vivir y defender, y con quienes convivieron y a quienes amaron, y al abrir la izquierda aparecerán y se oirán, como si alguien los recitara, todos los poemas y canciones que los Hijos de Ilúvatar dedicaron a los árboles, sobretodo a los Dos Árboles de Valinor. Y Eru Ilúvatar asentirá y Yavanna se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Aulë se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todas las joyas menos las Tres Joyas, y habrá maderas labradas y esculturas de piedra que él les enseñó a hacer y que los Hijos de Ilúvatar embellecieron, junto con el barro, la piedra y la madera de la que nacieron esas obras, y abrirá la izquierda y se oirán todas las lenguas de Arda y en ella estarán todos los alfabetos que él les enseñó a crear, cada uno más melodioso y perfecto que el anterior. Y Eru Ilúvatar asentirá y Aulë se pondrá de rodillas frente a él. Entonces Vairë se adelantará junto con su esposo Námo, conocido por los Hijos de Eru como Mandos, y ninguno de los dos querrá hablar a favor o en contra de los Hijos de Ilúvatar, pero ambos se vendarán los ojos y sacarán una balanza, y en un plato Námo Mandos colocará las almas de aquellos que han pasado por sus Estancias, y en el otro Vairë colocará un inmenso tapiz, bordado por ella, en el que se ve dibujado el destino de todos y cada unos de los Hijos de Ilúvatar, o al menos la parte del destino que Vairë es capaz de entender. Y sólo Eru Ilúvatar verá el resultado de ese balance, y asentirá y Vairë y Námo Mandos se pondrán de rodillas frente a Él. Entonces Nessa se adelantará y abrirá la mano derecha, y en ella estarán todas las danzas que alguna vez fueron bailadas en Arda, las más bellas e importantes de las cuales fueron las de Lúthien Tinúviel, y abrirá la izquierda y se oirán las risas y poemas que esos bailes, que ella enseñó a los Hijos de Ilúvatar, causaron alguna vez en los corazones de los Hijos de Ilúvatar. Y Eru Ilúvatar asentirá y Nessa se pondrá de rodillas ante Él. Entonces Tulkas se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todas las armas que los Hijos de Ilúvatar usaron para defender la paz, no para traer la guerra, y abrirá la izquierda y en ella estará Angainor, la negra cadena con la que Melkor Morgoth estuvo encadenado durante las tres edades que los Primeros Nacidos recuerdan como Mediodía de Valinor y en la que estarán grabados y dibujados todos los buenos actos que los Primeros entre los Hijos de Ilúvatar hicieron mientras el mal y la corrupción no andaban libres sobre Arda. Y Eru Ilúvatar asentirá y Tulkas se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Oromë se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los caballos que descienden de los Mearas que él entregó a los Hijos de Ilúvatar, y que éstos adiestraron y engalanaron, pero entre ellos no estarán los caballos que Sauron, vil servidor de Melkor Morgoth entregó a los Espectros del Anillo, y abrirá la izquierda y en ella estarán todos los cuernos y perros de caza, y sus ladridos y su retumbar y el bullicio de los banquetes de caza lo invadirá todo. Y Eru Ilúvatar asentirá y Oromë se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Vána se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todas las bellas damas de los Hijos de Ilúvatar, y entre ellas podrá verse a Morwen la bella entre bellas y a su hija Urwen, más tarde llamada Lalaith, de quien se decía que poseía la belleza de las doncellas élficas, y abrirá la izquierda y en ella estarán el canto de los pájaros y la fragancia de las flores, que tantos entre los Hijos de Ilúvatar habían apreciado y guardado en su corazón. Y Eru Ilúvatar asentirá y Vána se pondrá de rodillas frente a él. Entonces Estë se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los fatigados y heridos que ella y aquellos Hijos de Ilúvatar que de ella aprendieron consiguieron curar, y abrirá la izquierda y en ella estarán las Fuentes y los Jardines que ella y su esposo Irmo, más tarde llamado Lórien, cuidaron e hicieron florecer para regocijo de Valar y Eldar. Y Eru Ilúvatar asentirá y Estë se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Irmo, llamado Lórien por los Hijos de Ilúvatar, se adelantará y abrirá su mano derecha, y en ella estarán todos los buenos sueños y descansados reposos que los Hijos de Ilúvatar encontraron y encontrarán gracias a su trabajo, y abrirá la izquierda y se oirán todas las canciones de cuna y de arpa que jamás se tocaron o se tocarán en Arda. Y Eru Ilúvatar asentirá e Irmo Lórien se pondrá de rodillas frente a Él. Entonces Nienna se adelantará, pero Melkor Morgoth pasará ante ella con un rápido movimiento, pues no será su deseo ser el último de los Ainur en hablar, y Eru Ilúvatar responderá a su arrogancia y su impertinencia con una mueca, pero le escuchará. Y Melkor Morgoth abrirá su mano derecha, y en ella estarán la sangre y el fuego que sus sirvientes propagaron y los hijos de Ilúvatar sufrieron, y abrirá la izquierda y en ella estarán el dolor y el sufrimiento, la destrucción y el miedo. Y Eru Ilúvatar no asentirá, y su rostro se volverá severo, pero le obligará a ponerse de rodillas frente a él, y el cuerpo de Melkor Morgoth, aunque no su mente, le obedecerán. Entonces Nienna tomará el turno que le había sido arrebatado y se arrojará, de rodillas, a los pies de Eru Ilúvatar, y la visión de todos los males de Melkor Morgoth provocaron en ella un dolor profundo y un lastimero llanto, con el que se trenzaban y mezclaban todos los llantos de dolor y amargura que Melkor Morgoth provocó alguna vez. Y Eru Ilúvatar asentirá, con un rayo de cálida compasión en su rostro, provocado por la conmiseración y la conmoción que el llanto de Nienna provocarán en su corazón. Y Melkor Morgoth verá de nuevo que no puede haber mal en Arda sin el permiso de Eru Ilúvatar, pues la insolencia del adelanto de Melkor Morgoth había provocado el llanto de Nienna que le había llevado a compadecerse de sus Hijos. Entonces preguntará con voz atronadora "¿Tiene la primera de mis hijas, favorita y más poderosa de entre todos los Ainur algo que añadir?" Y yo humildemente me levantaré, y extenderé ambas manos vacías hacía el sitio en el que había estado Arda, y tres puntos de luz aparecerán. Y a Eärendil se le permitirá volver a Arda, y de Ekkaia surgirá el segundo de los tres puntos de luz, y las entrañas de Arda se estremecerán y rugirán, y tras eso el tercero de los tres puntos de luz se elevará. Y con el barco del sol, de dorado brillo, el de la luna, de argénteo brillo y con las estrellas que alrededor de ésta se concentran, de blanco e inmaculado brillo, forjaré una corona, y en ella engarzaré los tres Silmarills, no sin antes suplicar en silencioso ruego que se perdone todos y cada uno de los pecados y manchas de sangre que ostentan en su historia, y la colocaré sobre aquella cabeza que realmente lo merece, y no le resultará pesada e insoportable, como a Melkor Morgoth, sino ligera y bella, y el odio corroerá las entrañas de este malvado Ainur. Y Nienna levantará la mirada y se secará las lágrimas, y entonará un canto de elogio a su Rey y Señor, Padre del Todo, y Manwë le seguirá con la voz del trueno y el viento, y Ulmo tocara las Ulumúri, y Yavanna cantará con voz pura, y tras ésta, Aulë se unirá al cantó con la voz profunda del eco de las montañas, y Vairë y Námo Mandos se desvendarán los ojos y también cantarán con la seriedad típica de los ritos fúnebres, y Nessa entonará un canto tan ligero como su baile, y el de Tulkas será fuerte como él y claro como su risa, y Oromë tocará su cuerno, y Vána cantará como los pájaros que tanto le gustaban, y Estë cantará con la voz límpida de las Fuentes de su jardín, e Irmo Lórien cantará como en un sueño, como la voz dulce del que habla mientras duerme. Pero Melkor Morgoth no cantará, sino que sacará su cuerno negro de odio, fuego, miedo y destrucción y lo tocará, silenciando el resto de voces para intentar burlarse de Eru Ilúvatar. Y por primera vez éste se enojará de verdad, se levantará de su trono de almas y con un movimiento de su brazo izquierdo, las ropas de Melkor Morgoth se rasgarán y su cuerno se romperá, y el canto de los demás Valar sonará aún más alto y claro, y el rebelde Ainur quedará humillado. Y levantará su brazo derecho y Angainor volverá a encadenar a Melkor Morgoth, y éste, hecho un ovillo y humillado, volverá a sangrar por las siete heridas que Fingolfin había provocado con Ringil en su talón y por la fea cicatriz del rostro provocada por Thorondor. Y entonces Eru Ilúvatar levantará ambos brazos y le convertirá en estatua de piedra y le situará en la cara exterior de las Puertas de la Noche, y entonces sabrá lo que es el dolor y el miedo, y cada amanecer y cada crepúsculo el sol le quemará el rostro y volverá a sangrar por cada herida, y Túrin Turambar, el más desdichado de sus Hijos, tendrá así su venganza. Entonces volverá a formular la pregunta que hizo en un Principio a los Valar "¿Deseáis bajar a Arda y embellecerla para mis hijos?". Y sin la corrupción de Melkor Morgoth los catorce asentirán. Y Eru Ilúvatar separará a los justos de los corrompidos por Melkor Morgoth, y dará una segunda oportunidad a los hijos de Feänor para enmendar el mal que habían hecho, y todos aquellos de entre sus hijos que fueron desdichados les permitió una segunda vida, y Túrin Turambar vivió con sus padres Morwen y Húrin y con su hermana Urwen Lalaith, que seguía teniendo la belleza de las doncellas élficas, y Nienor ya nunca más recibió ese nombre, pues no había motivo para el luto. Y Eru Ilúvatar volverá a crear Arda, esta vez sin la mácula de Melkor Morgoth, y la hará igual que la primera vez. Pero los Valar vivirán en Almaren, pues no habrá necesidad de esconderse del mal, Los Árboles volverán a nacer con su brillo original, pero permitiendo que Arien y Tilion sigan con su trabajo, y las más bellas ciudades de Hombres y Elfos seguirán allí como en sus tiempos de esplendor, pero Gondolin ya no necesitará las Echoriath, y Fingolfin vivirá en ella, pues se enamoró de Tumladen al ser depositado allí, y la felicidad volverá de nuevo al mundo, pues Míriel Serindë renacerá entre los elfos. Y el Don de los Hombres será otorgado por libre elección a Hombres y Elfos, y por libre elección podrán volver a nacer entre sus descendientes. Y Nienna ya no será la plañidera, sino la que repartirá risas claras y alegrías por Arda. Y Yavanna, Aulë y Manwë suplicarán por sus obras y los ents, enanos y águilas volverán a Arda, y éstos primeros encontrarán a sus esposas y amadas que antaño perdieron. Y yo, Varda, seré respetda y elogiada como la más poderosa de los Valar, pues así será decretado por Eru Ilúvatar, y todos habrán visto la verdad en la Segunda Canción de los Ainur. Y la más bella de mis obras volverá a su sitio: todas y cada una de las estrellas volverán a la parte del firmamento que les toca. ¿Todas? No. No todas. Tinbridhil se quedará en manos de Eru Ilúvatar, el único capaz de repartir justicia, pues ya no hará falta esperanza, y Menelmacar desaparecerá, pues su función se habrá desvanecido, porque ése será el inicio de una nueva era de felicidad y regocijo. Una era sin fin...".
El libro se cerró solo cuando el bibliotecario hubo terminado de leer, mostrando unas decoradas tapas de madera y cuero con la ilustración del resultado del balance al que, según el libro, Vairë y Námo Mandos sometían a la humanidad frente a su destino. El novato bibliotecario no paraba de preguntarse cómo podía Varda saber, en el tiempo en que escribió el libro, todos los hechos de la Guerra del Anillo, como demostraba su conocimiento de la existencia de los nueve caballos de los nueve Espectros. El poder de Varda era en realidad inimaginable, seguramente el libro tenía razón y ella era la más poderosa entre los Valar. Por un momento le cruzó por la mente al bibliotecario la idea de llevarse el libro para que todos pudieran alabarla como merecía, al ver la verdad, pero una fugaz mirada a los ojos del dragón que lo sostenía que, por un instante, parecieron tener vida, le disuadió. Eru sabe que poderoso hechizo había puesto Elrond, o tal vez Varda,o tal vez Él mismo sobre aquél dragón para proteger la verdad. En cualquier momento parecía poder irse volando, sólo para proteger el libro. La luna seguía en su cenit. Parecía que el tiempo no hubiera pasado mientras él había estaba leyendo.
El bibliotecario se estremeció por los secretos que acababa de leer mientras se disponía a volver a bajar por la escalera. Un instante antes de poner el pie en el primer escalón, se giró y vio como las páginas corrían solas hasta la primera, para que el chico al que él instruyera lo leyera algún día y se sorprendiera como él mismo lo había hecho. Pese a su juventud, el bibliotecario sentía como si llevara un peso abrumador sobre sus espaldas. De pronto notó que cojeaba ligeramente y que su rostro se había arrugado y su pelo se había vuelto cano. Ahora entendía porque los bibliotecarios viajaban a Valinor tras unos años de servicio. Esa ceremonia era agotadora, pero la revelación de la contraportada ya lo compensaba todo. El bibliotecario rió ante la evidencia como los Valar lo habían hecho al descubrir su propia ignorancia ante la sencillez del Canto de Ilúvatar. "Equilibrada", pensó. "La balanza de Vairë y Mandos estaba equilibrada. El destino de los Hijos de Ilúvatar es igual a sus acciones ¡Nadie puede escapar de los designios de Ilúvatar!". La risa sincera del bibliotecario ante su ignorancia se propagó por toda la escalera y reverberó por la estancia hasta silenciarse poco a poco.