Morir por Amar

Breve relato romántico sobre una elfa que tendrá que elegir entre amar y morir, o vivir eternamente sin amar.
Como una tarde cualquiera, Eönara, después de ayudar a su madre en las tareas del hogar, se había pasado por casa de Argon para pedirle un libro como hacía habitualmente. Éste era un conocido elfo de la aldea por poseer la mayor colección de libros de todos los alrededores, en su magnífica y repleta biblioteca, que siempre estaba a disposición de todo el que quisiera. Desde que Eönara era joven, le había prestado gran parte de su colección, siempre dispuesto y contento por haber encontrado a alguien que amaba los libros tanto como él.
La mayor afición de Eönara era la lectura y aprovechaba sus tardes libres para difrutarla en la soledad del bosque, embriagándose de los delicados perfumes de las flores y acompañada siempre del majestuoso canto de los pájaros que allí habitaban. Éstas eran las condiciones idóneas para adentrarse cada tarde en el magnífico mundo de la fantasía. Amaba la soledad, no tenía amigos y su única amiga era su madre Edel, su único ser querido.
Todos los elfos y elfas que habitaban en la aldea la creían extraña debido a su inexistente relación con los elfos de su aldea y practicamente con las elfas. Pero a ella no le importaba, sus razones tenía, las cuales jamás explicaría a nadie porque nadie la creería. Su vida desgraciadamente estaba determinada por un hecho, cuya existencia solo conocían ella y su madre.
Todo ocurrió cuando ella nació, su padre aún vivía pero moriría una semana después en una lejana batalla, dejando solas a su mujer y a su única hija. En su nacimiento no hubo complicación alguna, todo iba perfecto hasta que su madre la vió mientras la lavaba:

-¡Oh no, ella no por favor!- suplicó, pero no había solución, no se podía luchar contra el destino . En la zona superior del tierno y minúsculo pezón del bebé, se encontraba una pequeña mancha roja con forma de corazón. Para cualquier elfo hubiera pasado desapercibida, pero no para Edel, que la conocía perfectamente, varios miembros de su familia habían poseído aquella mancha pero ninguno había sobrevivido. Aquella tenía un significado: todo elfo o elfa que la poseyera en alguna parte de su cuerpo, moriría tras su primera noche de amor. No sé podía luchar contra aquello y ella lo sabía muy bien. Sé prometió que jamás se permitiría perder a su hija aunque tuviera que privarla de amar. Desde su más tierna infancia, le privó del contacto con los elfos de la aldea hasta el día en el que Eönara fué consciente de su situación y a sí misma se lo prohibió. Y así creció, sin conocer la amistad ni el amor, evitando relacionarse con los de su raza.
Le encantaban las novelas románticas ya que quería conocer aquello que se iba a perder. Esa misma tarde, mientras se encontraba imbuida en la lectura y abstraída de la realidad, una voz la interrumpió , sobresaltándola y desconcertándola a la vez, ya que nadie solía visitar aquellos solitarios parajes excepto ella, mientras alzaba la mirada para saber quién se atrevía a molestarla:

- Bonito día, ¿verdad?

Se trataba de Elnor, un bello elfo de la aldea con el que se había cruzado en más de una ocasión y que solo conocía de vista. La miraba fijamente con sus expectaculares ojos color cielo y con una atractiva sonrisa que expresaba simpatía. Se levantó con la intención de marcharse, pero él se lo impidió cogiéndola débilmente del brazo que ella bruscamente apartó:

-¿Te vas?- Preguntó él con cierta amargura.

Después de mirarle durante un par de segundos, se apartó de él y comenzó a alejarse hasta que las palabras de él volvieron a impedirselo:

- Sabes, todos te consideran extraña, pero yo no.

Dolida ante aquel comentario, volvió sobre sus pasos y se colocó en frente suya. Sabía lo que todos pensaban sobre ella , pero nadie se había atrevido nunca a decírselo a la cara. Con todo el valor que fué capaz de expresar, le respondió:

-Pues no soy extraña, soy como otra elfa cualquiera- le dijo tajantemente mientras mantenía su mirada. Elnor la observó detenidamente, era la primera vez que lo hacía. Siempre la había considerado como una elfa que no caracterizaba por su belleza pero se equivocaba, Eönara poseía una extraña belleza que le atraía. Su blanca tez, en contraste con su oscuro cabello ondulado, el cuál le caía en cascada por sus finos hombros, le deslumbraba. Sus perfilados labios carmesí presentaban un rictus de desdén mientras la profundidad de sus verdes ojos le observaban con curiosodad. Durante largo rato se observaron hasta que la mirada de Elnor se posó en el libro que Eönara apretaba entre sus manos:

-¿Qué lees?- Le preguntó rompiendo aquel incómodo silencio.

Desde entonces y sin darse apenas cuenta fué surgiendo una bonita amistad entre ambos, al principio con desconfianza, después sin ella. Se veían todas las tardes en el mismo lugar, leían , hablaban, reían, jugaban,... . Ella estaba descubriendo un mundo nuevo de sentimientos que no comentó con su madre, él ya conocía algunos de éllos pero otros muchos le eran desconocidos. Nunca faltaban a la cita, hasta que un día, mientras comían, su madre le comentó:

- El otro día oí unos rumores que me dejararon un poco preocupada.
-¿Ah si? ¿qué dicen?- Le preguntó Eönara mientras observaba los nubarrones que amenazaban lluvia, con la cuchara en el plato , sin haber probado bocado aún. "Espero que no llueva, sino tendremos que buscar algún lugar donde resguardecernos "- pensaba sin prestar mucha atención a las palabras de su madre.
- Pues dicen que tú y Elnor tenéis una bonita amistad desde hace varios meses.

Aquellas palabras se le clavaron como puñales. "¿Cómo ha podido Elnor contar nuestros encuentros? le hice promenter que no lo haría"- Pensaba decepcionada y preocupada mientras su madre la miraba esperando una respuesta. No sabía que responderle, si le decía que sí se lo prohibiría pero tampoco podía mentirle, lo descubriría con solo mirarle a los ojos, entonces, ¿qué hacer?

- ¿Es verdad?- Preguntó Edel con tranquilidad

Sin saber qué hacer, agachó la mirada y la posó en el suelo. Su madre se acercó y lentamente le alzó el rostro hasta que sus miradas se cruzaron.

-Entonces es verdad...- afirmó ésta con tristeza

Eönara seguía sin contestar pero decidió cambiar de opinión y hacerlo, su madre no se merecía aquello:

-Sólo somos amigos... -¿Le amas?- le preguntó dejandole con la palabra en la boca.

Eönara se repetía diariamente que lo que sentía por él no era amor , solo amistad, pero su corazón sabía que sí lo era.

-Sí- contestó escuetamente mientras avergonzada bajaba la mirada. -Eönara, te he protegido durante toda tu vida pero ahora ya eres toda una elfa y es tu vida , no tengo intención de entrometerme. Haz lo que creas más conveniente- le dijo antes de levantarse y marcharse.

Desde entonces, Eönara no volvió a su cita diaria diaria, ni tan siquiera iba a visitar a Argon, no salía de casa por miedo a verlo, "No lo entendería"- Pensaba con amargura.
Después de un largo periodo sin salir, decidió volver al bosque. Se encontraba astiada de estar encerrada y echaba en falta respirar aire puro. Tampoco creía que fuese a encontrarse con él, había pasado mucho tiempo. Como siempre, salió de casa y se dirigió directamente al bosque sin pasar por casa de Argon. Mientras se reencontraba con su extrañado bosque, una voz a su espalda, le dijo:

-Bonito día, ¿verdad?

Inmediatamente reconoció su voz y el latido de su corazón se aceleró rapidamente. Sin darse cuenta, se había girado y le miraba asombrada, con temor y alegría al mismo tiempo.

-¿Porqué no volviste? te he esperado aquí desde entonces.
-No puedo decirtelo- contestó bajando la mirada.
-¿Por qué?- volvió a insistir éste.
-No lo entenderías- respondió con voz temblorosa por el gran esfuerzo que estaba haciendo por contener las lágrimas que estaban impacientes por salir.

Él se acercó a ella y dolido le dijo:

-¿Acaso no me amas?

Le entraron ganas de gritarle que sí, que le amaba con toda su alma pero solo pudo repetirle que no lo entendería mientras las lágrimas resbalaban lentamente por sus rosadas mejillas, sin poder evitarlo.
Recorrió los últimos pasos que les separaban y la abrazo tiernamente mientras ella rompía a llorar en sus protectores brazos.

-Te amo como jamás he amado a nadie- le susurró al oido a la vez que acariciaba su sedoso cabello.
-No puedo amarte- le dijo ella débilmente una vez cesado su llanto.
-¿Porqué?¿No lo entiendo?- le volvió a susurrar éste.
-Porque..., porque moriría- confesó en un suspiro.

Era la primera vez que sus cuerpos se rozaban, experimentaba una maravillosa y placentera sensación que le hizo olvidar las últimas palabras de ella al perderse en el suave olor de su piel. Él la separó cuidadosamente y le preguntó:

-¿Me amas?
-Sí- contestó ella sin duda alguna y con seguridad.

El deseo comenzó a invadir su cuerpo como un ejército ante una tierra deseada. Antes de abandonarse al placer, pensó: "¿De qué sirve vivir sin amor?, si muero, moriré feliz, habiendo amado y habiendo sido amada"
Lentamente sus labios se unieron dando lugar a un tierno y dulce beso desembocando la pasión que ambos guardaban dentro. Sus cuerpos se buscaban , sus labios se anhelaban, sus bocas recorrían el cuerpo del otro, sus manos se acariciaban apasionadamente con ternura... .
Se amaron toda la noche hasta que exhaustos, se durmieron. Antes de ceder al sueño, ella le susurró:

-Te amaré siempre.
-Yo también- un poco desconcertado le respondió éste a lo que parecía una despedida. Pero no le dió mayor importancia y se durmió junto a ella.

Se despertó con la clara luz del día y con el canto de los pájaros. Al abrir los ojos contempló el sereno y bello rostro de Eönara. Se incorporó con pereza y le besó sus dulces labios, sorprendiéndose de la frialdad de éstos. La llamó varias veces, al principio con voz baja y luego casi gritando, pero Eönara no respondía, no se movía. Desconcertado y preocupado por la idea que cruzaba su mente, se puso de rodillas y colocó su oido en el pecho de ella, su corazón no latía. Desesperado y asustado por aquello que no quería creer, se agolpaban las preguntas en su mente mientras buscaba una explicación, hasta que la encontró: antes de amarse, ella le había dicho que moriría si lo amaba, pero él practicamente no le había escuchado.
"¡¡ Asi que era verdad !!- Pensó incrédulo a la vez que observaba el esbelto cuerpo de Eönara, que aún resplandecía.
Y de repente lo entendió todo, " Eönara había muerto por él, por amarle "- concluyó mientras el dolor recorría su cuerpo y estallaba en amargos sollozos.
Y lloró y lloró hasta que mucho tiempo después, debido a la tristeza que había inundado su alma desde aquel momento, murió. Todas sus lágrimas se habían agotado hacía largo tiempo, pero no las de su alma ni las de su corazón.


FIN