Hasufel, un caballo un poco gafe
Simpática historieta de humor centrada en Hasufel, el primer caballo de Aragorn en LDT. Está basada tanto en el libro como en la película.
Es la última, la última vez que me dejo convencer. Ya está bien de tanto para arriba, para abajo. Corre que te corre. ¿Y al final ? Al final ni siquiera te dan las gracias.
    ¿Y por qué protesto tanto? Porque justo cuando me lo estaba pasando bien, mi jinete se despeña. Será cazurro...
    Empezamos mal esta semana, cuando no se les ocurrió otra cosa que sacarme del establo tan bonito y confortable de Edoras. Yo, que estaba en mi salsa, disfrutando de heno seco y unas vistas impresionantes -y no lo digo por las vistas de Edoras, que muy vistas las tengo- sino por esa yegua tan atractiva baya que estaba a mi lado... claro, que me hacía caso porque el estúpido de Brego, ese malcriado y egocéntrico caballo estaba de patrulla en los vados del Isen... porque con el cuento de que el príncipe Theodred lo monta, está insoportable, con las frasecitas típicas que suelta en el establo: "Yo sólo me dejo montar por príncipes. Paso de la plebe." o la ya famosa "Yo sólo me dejo montar por quién me da la gana". Yo, disfrutando de la paz en el establo, sin que Brego diera el tostón y no se le ocurre a mi jinete, Gárulf, otra cosa que agarrarme y sacarme a dar una "vueltecita" por las llanuras... suerte que era una vueltecita.
    La vueltecita en cuestión, nos llevó muy, muy cerca de ese bosque tan viejo y desagradable de Fangorn... no me gustan sus árboles. Tropiezo con sus raíces, es oscuro y frío. Pero gracias a mis antepasados mearas que no entramos... porque nos encontramos a una panda de orcos rarísimos, acampados en sus márgenes... bueno, digo rarísimos porque aparte de los de toda la vida, había unos enormes con unas manos blancas pintadas en el cuerpo. Como para no oírlos, entre el olor que hacían y los gritos que pegaban...
    Y ya estamos otra vez. El mariscal va y da la orden. Y ya nos tienes corriendo como posesos a través de los orcos, y los jefes masacrándolos... y gritos y espadas -y con cuidado que iba para que no me las clavaran, que con la pinta extraña que tienen esas espadas orcas, seguro que se me infectan las heridas - y en medio de la fiesta, ¿pues no va el estúpido de Gárulf y se cae de mi lomo justo encima de una de esas malditas espadas orcas? Pues muy bien, ahí se quedó, tieso, muerto, caput.
    Ah, me dije, qué pena, con lo simpático que empezaba a caerme... y en medio de todo, dos orcos aún más raros que los demás, muy chiquitines, diminutos, arrastrándose a mi lado... directos al bosque. Pues ala, iros, iros, que yo no entro ahí ni en pintura y sin jinete aún menos, que la cuestión será apartarse de éste barullo. Y me aparté. Me dediqué a mirar como los jefes se dedicaban a destrozar a los orcos raros y malolientes mientras mis amigos corrían arriba y abajo. Cuando acabaron, contaron los caídos... aún lloro pensando en los doce compañeros de establo que perdí y los quince jefes -incluidos mi Gárulf- que enterraron en el linde del bosque. Y luego, vino la hoguera... ni os cuento que si los orcos huelen mal vivos... como que en barbacoa huelen aún peor.
    Y cuando ya empezaba a clarear -que bonito y rojo era ese amanecer, aunque el olor de la hoguera no acompañaba demasiado a la escena -, todos en fila y adelante. Tengo que decir que no fui el único que perdió a su jinete. Mi amigo Arod estaba igual y junto a nosotros, ese otro compañero, del que nunca me acuerdo su nombre que es muy gracioso y que... bueno, dejemos su nombre en paz. En cuanto acabaron de echar a todos aquellos orcos a la hoguera, los de la mano blanca y los normales, el mariscal volvió a dar la orden de marcha. Y nosotros en la retaguardia, disfrutando del paseo, sin jinete, sin peso.
    Aquello duró hasta que sin comerlo ni beberlo, alguien llamó a los jefes: "Jinetes de Rohan, ¿qué nuevas tenéis de la Marca?" Por todos mis antepasados mearas, qué frenazo dimos y lo rápido que los rodeamos. Pues nos encontramos a un humano harapiento, un elfo elegante y un enano achaparrado... yo, que nunca había visto ni elfos ni enanos, mirando desde mi posición... qué raros son. Y bueno, el mariscal se puso a hablar con ellos, después de una pequeña discusión con el enano achaparrado y el elfo elegante y al final, nos ofreció a Arod y a mi a los tres desconocidos.
    ¿A mi? ¿me ha tocado a mi? Pues vaya, yo que quería ir para casa... y encima me toca el humano harapiento. Bueno, Arod se miró al enano achaparrado con peores ojos que yo, pero como el elfo elegante se montó con él, pues acabo dejando de despotricar.
    Y entonces ¿pero qué hacéis? ¡Que por ahí ya hemos estado! ... nado ni caso, como que volvimos hacia la hoguera, con el pestazo que hacía. Y llegamos allí, y los tres que desmontan, miran a lo que quedaba de los malolientes orcos y el humano harapiento le pega una patada a una piedra y da un berrido que casi me hace salir corriendo... y después, se me arrastra por el suelo hacia el bosque... ah no, yo ahí no entro. Pues sí, que se fueron los tres hacia adentro. Y Arod y yo mirándonos, diciendo, si no vuelven en un par de horas, nos largamos de nuevo a Edoras.
    La cuestión es que al cabo del rato, volvieron a salir con un tipo vestido de blanco de la cabeza a los pies... y lo mejor fue cuando el tipo de blanco, pega un silbido y aparecer tito Sombragrís. ¡Caballo!, ¡Cuánto tiempo! ¡Espera que se lo cuente a Brego que se muere de envidia! ¡Seguro que has ligado mucho por ahí! Y por fín nos fuimos hacia Edoras, yo con el humano harapiento encima, que dicho sea de paso, empezaba a caerme bien, porque sabe cabalgar y no azuza demasiado... y gracias a mis antepasados mearas que tito Sombragrís no le dio por correr, porque cuando le da la neura, si te he visto no me acuerdo, arranca y ya no lo ves hasta que vuelve a aparecer.
    Y ya nos tenéis de nuevo en Edoras... y maldita sea la gracia, que estaba Brego en el establo... aunque algo cabreado, porque el príncipe Théodred se le había matado y la suerte fue que ya no hacía frasecitas... lo siento potro, a mi me ha pasado lo mismo...
    Pero ahí no acaba la cosa. Justo cuando uno empezaba a estar descansado, entran otra vez los humanos, empiezan a sacarnos. Oh, mi humano harapiento vuelve... estoy contento. ¡No, al estúpido de Brego no lo mires! Ufff, menos mal, han soltado a Brego, ala vete y no vuelvas... y de golpe, como que tito Sombragrís sale a galope tendido con el tipo de blanco encima... pues muy bien, otro que se va. Y gracias a mis antepasados mearas, mi humano harapiento, que ya no está harapiento y me gusta cada día más, me vuelve a montar y me saca del establo. ¡Soy feliz! ¡Vamos otra vez de excursión! Ups, pues parece que nos vamos todos... bueno, contra más gente más reiremos.
    Y todo iba bien, hasta que el elfo elegante que montaba a Arod, no se le ocurre gritar otra cosa que "¡Un rastreador!" y mi jinete que ya no está harapiento, va y me monta y todos en plan ataque otra vez. Argggg, ¿qué son esas cosas? ¡Huargos! ¡Por todos mis antepasados mearas! ¡no, por ahí no! ¡Cuidado con ese orco maloliente! ¡El precipicio! ... y va y se me despeña... mi humano que ya no estaba harapiento se acaba de caer por el precipicio... pues venga, otra vez sin jinete...

    Y espero sinceramente que no aparezca ese insoportable de Brego... porque ya van dos jinetes en una semana que pierdo y a éste paso, me llamarán gafe. ¡Ah, Hasufel, qué desgraciado eres! ¡Con la suerte que tienes, aparece otra vez ese caballo desgraciado y encima como héroe!