Un Viaje a Valinor
Erasmos suspiró, mezcla de alivio y de alegría, alivio porque ya acababa su viaje y además sin contratiempos, y alegría de volver a ver los árboles de oro y plata y a la Dama de Lórien, pero sobre todo alegría de volver a contemplar a Aren, la belleza de su rostro, el brillo de sus ojos, que parecían de mitrhil, acariciar de nuevo su largo cabello dorado del color de las hojas de la elanor, volver a caminar a su lado, notar como su esbelto cuerpo se movía debajo de sus ropas......... con estos pensamientos entró en Lórien.
Aún no había recorrido ni tres metros cuando notó una hoja de daga apoyada es su garganta, era algo que esperaba. Era la décima vez que venía del Bosque Negro a Lothlórien y siempre era igual, la hoja de cuchillo en su garganta, ése era el saludo de los elfos del Bosque Dorado. Él también era un elfo del bosque, pero nunca les oía llegar.
Bajó los brazos, que había subido para apartar la daga de su garganta, y mientras lo hacía sacó un pergamino sellado con la marca de Thranduil, rey de los elfos silvanos en el norte del Bosque Negro, lo que daba a entender que era un simple mensajero. Los elfos dejaron de apuntarle con flechas y el de la daga la bajó, ya había cinco rodeándole, y uno incluso sonrío y le abrazó, había sido el último en llegar y enseguida le había reconocido. Erasmos no dudó en devolver el abrazo a su amigo Talor.
Cuando acabaron de saludarse los otros elfos ya habían desaparecido, Talor dijo a su amigo que él lo acompañaría a Caras Galadhon. Erasmos aceptó encantado, aunque era mensajero odiaba viajar solo y aún quedaba una jornada de viaje hasta el centro de Lórien; sabía que en el bosque había elfos, pero también sabía que no los vería si no estaba en verdaderos apuros.
Al día siguiente llegaron a Caras Galadhon y nada más llegar subió al talan de los Señores de Lórien a entregar el mensaje. Hacía unos 2000 años que tuvo lugar la Gran Alianza, pero Galadriel y Thranduil habían decidido mantenerse en contacto, aún en tiempos de paz. Más vale prevenir que curar.
El mensaje era igual a los anteriores, el Bosque Negro y los alrededores seguían tranquilos, pero la corte no, no sabía que hacer con el joven príncipe, que hacía lo que quería. Galadriel sonrió recordando las travesuras de su hija, y rió al recordar las suyas en Valinor, pero pronto torció el gesto, vino a su memoria la batalla de elfos contra elfos, y las lágrimas acudieron a sus bellos ojos, ella no había participado, pero tampoco había impedido la matanza.
Galadriel dio permiso a Erasmos para retirarse e ir a ver a Aren, pues sabía que ella el motivo por el cual el joven sinda hubiera traído los últimos diez mensajes de Thranduil.
En cuanto Erasmos subió al flet, Talor había ido a buscar a su hermana Aren. Conocía los sentimientos de su amigo y no le parecían mal, y ahora ambos le esperaban al pie del mallorn. Aren llevaba su hermoso cabello suelto y un simple vestido blanco, sin ningún adorno, pero Erasmos no pudo dejar de maravillarse de su belleza y en ese instante decidió que si ella no volvía con él, él no volvería. Cuando llegó a su lado le dio un suave beso en sus labios y cuando se giró para volver a saludar a Talor, el noldo se alejaba, pero pudo ver su sonrisa y el guiño que le hicieron sus ojos.
Esa misma noche Erasmos le pidió a Aren que le acompañara a su hogar, ella aceptó sin dudarlo, pues amaba más a ese sinda, taciturno y de oscuros cabellos y enormes ojos verdes, que a su propia vida.
Al día siguiente se lo dijeron a Galadriel y a Celeborn, ella sabía que Erasmos iba a conseguir su tesoro, pero no pudo dejar de lamentar la marcha de Aren, pues era una de las mejores tejedoras de Lórien y casi como una hija para ella. Celeborn se mostró sorprendido pues no creía que la joven noldo fuera capaz de amar; la gran mayoría de los elfos jóvenes de Lórien habían intentado algo con ella, y ella los había rechazado, ahora conocía el motivo, Erasmos, un elfo sinda como él, y sintió gran simpatía por el joven: ambos estaban enamorados de bellas noldo, pero que podían llegar a ser frías como el hielo. Los Señores les dieron sus bendiciones para el viaje y también les dijeron que Lórien sería su hogar para siempre y que volvieran cuando quisieran. Erasmos y Aren les dieron las gracias y se marcharon a preparar el viaje. Antes de irse, Galadriel les dijo que debían de buscarla para que les diera la respuesta al mensaje de Thranduil.
Sólo les quedaba despedirse de Talor, el cuál les acompañó hasta el linde del bosque y allí lloró sobre el hombro de su hermano y ella sobre el de él. El noldo se quedaba solo, su esposa había muerto en la última batalla contra Sauron y los padres de ambos hacía mucho que habían partido al Oeste.
El siguiente mensaje que llegó a Lórien de parte de Thranduil, para sorpresa de todos, lo trajo una triste Aren acompañada de una joven que tenía los mismos ojos verdes que Erasmos.
El viaje de Erasmos y Aren fue tranquilo, parando cuando querían, pues la Dama les había dicho que tardaran el tiempo que quisieran, que su respuesta no era urgente.
Cuando llegaron al Bosque Negro todos les saludaron con entusiasmo y curiosidad, todos conocían a Erasmos, pero no sabían quien era la joven que iba a su lado. Erasmos no contestó a las numerosas preguntas alegando que el mensaje que traía era urgente, cosa que no era cierta, pero que le permitió llegar hasta su rey lo más rápido posible.
Thranduil vio entrar a Erasmos y a su acompañante y sintió curiosidad, aunque procuró que se dieran cuenta los elfos que había allí. Leyó con rapidez el mensaje que le entregó Erasmos, para ver si ponía algo acerca de la noldo, y efectivamente así era. Al final del mensaje, que indicaba que Lórien estaba tranquilo, Galadriel decía que la joven se llamaba Aren y que era una joya, una gran tejedora, amble y atenta, aunque no era muy buena con el arco, habilidad que dominaban todos los elfos, por ser demasiado pacífica y por odiar las guerras, pues había visto morir a sus amigos y como su hermano se convertía en un ser triste al morir su esposa, todo por culpa de las armas y de la guerra. Thranduil pensó que podía ser cierto que fuera una gran tejedora, y la puso al mando de las tejedoras de su reino, algunos se quejaron, diciendo que era una desconocida, pero pronto callaron, al darse cuenta que era cierto que Aren era una gran tejedora.
Aren fue aceptada y rechazada por igual en el Bosque Negro, a algunos les molestaba que fuera noldo y a otros no les importaba. Algunos de estos últimos fueron Aghat y Nolim, su esposa. Ambos eran amigos de Erasmos y también lo fueron de Aren. Aren demostró a Thranduil que realmente era una joya, como había dicho Galadriel, y al rey le gustaba hablar con ella.
Una noche, cuando ya llevaban casi dos siglos en el Bosque Negro, Aren dijo a Erasmos que tenían que hablar.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Quieres volver?
- No, no quiero volver a Lórien, aquí soy feliz, tenemos que hablar por otro motivo.
- ¿Cuál? ¿Estás enferma? ¿Te pasa algo?
- Más o menos
- ¿Más o menos?
- Si más o menos, me pasa algo, pero no estoy enferma.
- ¿Entonces, qué es?
- ¡Estoy embarazada!
- ¿Es cierto? ¡Eso es lo mejor que nos podía pasar!
- Me alegro que te guste tanto la noticia.
- ¿Por qué no me iba a gustar? Eres lo que más quiero, a este lado y al otro lado del mar. ¿Alguien sabe esto?
- Solo Nolim y el rey.
- ¿El rey? ¿Cómo es eso?
- Ya sabes que le gusta hablar conmigo, notó que últimamente estaba distraída, yo le dije que no sabía como decirte que ibas a ser padre, él me aseguró que lo dijera como lo dijera te ibas a alegrar, y que esperaba que nuestro hijo o hija tuvieran lo mejor de los dos. Nolim lo sabe porque ella es mi mejor amiga y fue la primera en enterarse.
- Me alegro de que vayamos a ser padres, pero más me alegro de que sigas aquí y de que me quieras.
El tiempo pasó y el embarazo de Aren se hizo evidente, pero todo continúo igual, Aren continuaba tejiendo y hablando con el rey, y Erasmos llevando mensajes a Círdan y a Elrond. Hasta que un día todo cambió y llegó al mundo una pequeña elfa, a la que llamaron Selvay, de enormes ojos verdes, iguales a los de su padre, y un cabello que recordaba al color de las hojas de los árboles que caen en otoño. Selvay creció entre telares, telas y tejedoras, pues Aren no faltaba a su trabajo y las personas en las que confiaba no podían cuidar de su hija. Nolim por ser tejedora y madre, el rey por ser rey, aunque a veces se llevaba a la pequeña a dar paseos, pues era dulce y bastante obediente, lo contrario que su hijo, al que hacía meses que no veía, pues había ido, junto con otros jóvenes, a buscar orcos a los que matar, pues habían rumores de que volvían a las Montañas Nubladas; rumores a los que Thranduil no hacía caso y no había aprobado la incursión de su hijo, pero Legolas no había escuchado a su padre; de esta forma Selvay era esa hija que había querido tener pero que no tuvo. Selvay creció entre telas y apenas sin amigos, solo tenía una, Tharei, la hija de Nolim y de Aghat, algo mayor que ella, pero con la que se llevaba muy bien.
Los años pasaron, Selvay iba a cumplir cincuenta años, y no solo había crecido entre telares, sino que había aprendido a usarlos y era casi mejor que su madre, y eso era mucho decir, pero su madre no le había dejado practicar con el arco, como querían el rey y Erasmos. Los paseos con el rey se habían convertido en una tradición, y durante ellos Thranduil le contaba todos los problemas que tenía con el príncipe, el cuál pasaba años en las fronteras sin ver a su padre, Selvay lo consolaba como podía, pues ella no conocía a Legolas, ni siquiera lo había visto.
Una tarde, Selvay, Aren, Nolim y Tharei estaban merendando las cuatro juntas, pues el príncipe había vuelto de las fronteras y el rey estaba tan feliz que había dado la tarde libre a todas las tejedoras y demás elfos que trabajaban en el castillo. Hacía unos días que Erasmos y Aghat se habían marchado para llevar un mensaje a Elrond, así que las elfas aún no echaban mucho de menos a sus esposos o padres. Grande fue su sorpresa al ver que Aghat caminaba hacía ellas, portando un arco roto y una cadena en la mano izquierda, la derecha la llevaba en cabestrillo. Las cuatro elfas se levantaron corriendo y fueron a su encuentro.
- ¿Estás bien cariño?- preguntó una preocupada Nolim
- ¿Dónde está mi padre?- dijo Selvay
- Yo estoy bien, Erasmos, no tuvo tanta suerte
-¡¿Qué?!- exclamaron las cuatro a la vez
- Unos 10 orcos nos atacaron en las Montañas Nubladas, fue una emboscada, no lo esperábamos, nos pilló totalmente de sorpresa, pero resistimos como pudimos, pues no habían elegido muy bien el lugar de la emboscada y pudimos refugiarnos bajo un saliente y defender solo un flanco. Parecía que íbamos a ganar y que todo habría sido un susto, fue entonces cuando aparecieron los dos jinetes de wargos y con un ataque masivo consiguieron entrar debajo del saliente, pues los jinetes consiguieron coordinar el ataque de los otros. Fue entonces cuando pensé que todo estaba perdido, pero entonces Erasmos salió corriendo del saliente provocando a los orcos que lo siguieran para facilitar que Rudeht y yo los llenáramos de flechas y así fue. Pero Erasmos pagó caro su valentía, los orcos consiguieron acuchillarle un par de veces antes de que nosotros acabáramos con ellos. Corrimos hacía el cuerpo caído de Erasmos y aunque aún estaba vivo nos dimos cuenta de que no había probabilidad de salvarlo. Nos quedamos a su lado, intentando que su dolor fuera el mínimo posible hasta que su espíritu se marchó y luego construimos un túmulo de piedras para enterrarlo. Nos curamos como pudimos y Rudeht continúo hacía Imladris para llevar el mensaje a Elrond y yo volví para avisaros a vosotras y al rey.
- No puede ser, mi padre muerto- unas lágrimas aparecieron en los ojos de Selvay. Todos se sorprendieron, ya que nunca le habían visto llorar. Rocío en las hojas primaverales de los árboles, ese era el efecto que producían las lágrimas en sus verdes ojos.
- Antes de morir me dio esto para ti, pequeña- cogió una cadena y se la dio
- Es preciosa- y realmente lo era, era sencilla pero hermosa, una hoja de álamo forjada en plata, era el adorno que colgaba de la cadena.
- No es posible- dijo Aren- no es posible. Selvay, nos marchamos a Lórien.
- ¿Qué? ¡Este es mi hogar!
- Lórien también es tu hogar, allí tienes un tío que te enseñará todo lo que tienes que saber sobre el uso del arco. Ve a decírselo al rey, mientras yo prepararé las cosas para el viaje y Nolim que se encargue del brazo de Aghat.
- De acuerdo, madre. Alejarte de este bosque no hará que olvides a mi padre, nunca lo harás, vayas donde vayas, y eso es algo que tú sabes.
Diciendo estas palabras Selvay se alejó corriendo hacía el castillo de Thranduil. Las lágrimas brotaban de sus ojos. En un solo día había perdido a su padre y también el único hogar que conocía.
Mientras Selvay corría las lágrimas le cegaban, corría sin mirar, sin darse cuenta por donde iba, pues sabía donde encontrar al rey, corrió hasta que chocó contra algo o alguien.
- ¿A qué viene tanta prisa?- dijo una voz desconocida hasta el momento. Selvay se extrañó pues conocía a casi todos los elfos del bosque, alzó los ojos y vio los de la voz, eran los ojos de Thranduil y enseguida supo contra quien había chocado.
- Lo lamento alteza- dijo mientras intentaba secarse las lágrimas y disimular su vergüenza.
- Tranquila pequeña, no te conozco.
- No señor, usted no viene mucho por la corte.
- Aún no me has contestado a mi pregunta, jovencita.
- Debe de hablar con Thranduil lo antes posible.
- ¿Thranduil a secas ni majestad ni nada?
- No señor, él no me deja que le llame así.
- ¿Que no te deja? Bueno, él me lo explicará, te acompaño, yo también iba a hablar con él. De paso a ver si me cuentas que te pasa. ¿Nadie te ha dicho que estás preciosa cuando lloras?
- Nadie me lo ha dicho, porque nadie me había visto llorar hasta hoy, cuando me he enterado que mi padre ha muerto.
- Lo lamento- Legolas no dijo nada más, se sorprendió de que la joven se lo hubiera dicho tan llanamente, parecía estar sufriendo mucho. Se enfadó consigo mismo, por el cumplido que le había echo y no dijo nada más.
- Aiya, Selvay, veo que has conocido a mi hijo, ¿qué te pasa? Nunca antes te había visto llorar (mientras caminaba al lado de Legolas, lágrimas silenciosas habían vuelto a correr por su cara).
- Majestad, un grupo de orcos atacó a los mensajeros que iban a Imladris- le contó todo lo que había dicho Aghat, palabra por palabra, y le enseñó la cadena de plata, y le dijo que su madre se quería marchar cuantos antes a Lórien y que ella le acompañaría.
Thranduil lamento muchísimo la muerte de Erasmos y lamento no haber escuchado a su hijo cuando le decía que los orcos volvían a las andadas. Pero tanto él como Legolas se quedaron maravillados de la sencillez de la cadena, cadena que ninguno de los dos olvidaría jamás. Respecto al viaje a Lórien no podía impedírselo a Aren, pero le dijo a Selvay que antes de irse pasarán por allí, que debían de llevar un mensaje a Galadriel. Selvay le dijo que lo harían y se marchó.
- Es hermosa, ¿verdad?- dijo el rey en cuanto Selvay desapareció de su vista.
- Realmente lo es, casi lamento el tiempo que estado lejos de aquí.
- Si la conocieras un poco, realmente lo lamentarías.
Selvay encontró a su madre llorando al pie de un árbol, la consoló como pudo y le dijo que el rey les daba permiso para irse, pero que debían de llevar un mensaje a los Señores de Lórien. A Aren le pareció correcto y se dispuso a ir a recoger el mensaje. Selvay se lo impidió alegando que el rey aún no había tenido tiempo para escribirlo. Aren vio que su hija tenía razón y no insistió. Al día siguiente lo recogerían y partirían de allí para siempre, o al menos ella nunca más volvería.
Al amanecer partieron, el camino de regreso a Lórien para Aren, fue un tormento, pues recordaba la felicidad que la había embargado cuando recorrió esos caminos junto a Erasmos. Por suerte para las elfas no se encontraron con ningún peligro, de haber sido así no habrían sobrevivido: ninguna conocía el manejo de ningún arma, y aunque Thranduil les ofreció una escolta, ellas la rechazaron.
Un amanecer Aren sonrió, por primera vez en todo el tiempo que duró el viaje, Selvay se sorprendió, pero solo tuvo que mirar al horizonte, allí se destacaba un frondoso bosque dorado: habían llegado a Lórien.
Al atardecer llegaron a la linde del bosque dorado; para sorpresa de Selvay fueron interceptadas por unos elfos de ojos grises y aspecto triste. Ella esperaba que los elfos reconocieran a su madre, pero no fue así, ya que los guardias eran muy jóvenes y su madre había partido de Lórien hacía más de dos siglos.
Aren mantuvo la clama y mostró el sello de Thranduil que llevaba el mensaje, además pidió hablar con Talor, si éste se encontraba en las cercanías. El nombre de Talor le sonaba a Selvay, si no recordaba mal era el hermano de su madre. Los elfos de ojos grises le dijeron que no había problema, que Talor, ahora capitán de la guardia, se encontraba por allí cerca, y que ahora las llevarían hasta él. Los jóvenes miraban a Selvay de una manera que a ella le inquietaba y le gustaba al mismo tiempo, no sabía si eso era bueno.
Al mediodía Cibael, pues así se llamaba el elfo que les acompañaba, les llevó hasta un claro y allí les esperaba sentado un elfo de aspecto serio y cabello rubio que en cuanto vio a Aren se levantó y corrió hacía ella y la abrazó. Talor, pues ese era el elfo que estaba en el claro, se dio cuenta de que su hermana no estaba tan contenta como debería de estarlo y la miró a los ojos; enseguida se dio cuenta de que llevaban mucho tiempo sin sonreír, y demasiado llorando. Fue entonces cuando reparó en la joven que iba con su hermana y se asombró de su belleza, pero entendió quien era al ver sus ojos, unos ojos tan verdes como los de Erasmos. Buscó a su amigo con la vista y no lo vio, entonces pensó lo peor y preguntó a su sobrina con la mirada, pues estaba seguro de que la joven debía de ser hija de su hermana y de Erasmos. Selvay interpretó correctamente la mirada interrogativa y pesarosa de su tío y no tuvo más remedio que asentir. Una lágrima brotó de los ojos grises del noldo. Selvay lamentó que la primera vez que veía a su tío este llorara de pesar. Talor se abrazó con ternura a Aren, y ésta comenzó a llorar sobre su hombro.
Al día siguiente se encontraban en Caras Galadhon y le mostraban el mensaje a Galadriel.
Estimada Dama del Bosque, me temo que este mensaje porta malas noticias, los orcos se reúnen en las Montañas Nubladas y aunque mi hijo ha luchado contra ellos sin mi permiso, pues no vi la amenaza, el deseo de paz me cegaba, se han agrupado y empiezan a atacar a los mensajeros, el primero en morir fue Erasmos, creo que conocido por vos.
Este mensaje es portado por Aren, antigua tejedora de Lórien, ella ha decidido volver al hogar acompañada por Selvay, su hija, después de la trágica muerte de su esposo. Os ruego que cuidéis de la joven Selvay casi como si fuera hija vuestra, pues para mi es la hija que nunca tuve, además de ser tan gran tejedora como su madre.
Saludos de Thranduil, rey del Bosque Verde.
Galadriel alzo la vista del mensaje y pidió a Aren que se acercara a ella y la abrazó. De repente Aren se sintió consolada, mucho más tranquila y sin el dolor que le había seguido desde que Erasmos marchó a las estancias de Mandos, y entonces tomo una decisión, todo lo vio claro: ella había partido del Bosque Verde para intentar alejarse de los recuerdos de Erasmos, había ido a Lórien buscando el olvido, pero de repente vio que el la Tierra Media no lo iba a conseguir, que no lo iba a conseguir en ningún lugar, que lo que debía hacer era partir a Valinor y allí conservar el recuerdo de su amor. Galadriel leyó sus pensamientos y no le gustaron, pues dejaría sola a Selvay, pues la joven no parecía tener intenciones de irse a ninguna parte, antes quería conocer Arda. Y así se lo comunicó a Aren, pero ésta desoyó los consejos de la Dama, arguyendo que Selvay no quedaba sola, que tenia un tío que cuidaría de ella, además de amigos en el Bosque Verde.
A la semana siguiente Aren partió, con la promesa de informar a todos los parientes de los elfos de Lórien sobre como les iba a los seres queridos que habían dejado en la Tierra Media, además de un mensaje que Galadriel mandaba a su padre.
Selvay abrió los ojos, y sonrió, aunque la pérdida de sus padres era muy reciente, se sentía feliz en su nuevo hogar. Se levantó y se desperezó, miró hacia el lecho de al lado, donde solía dormir su tío cuando no estaba de en las fronteras, y soltó una maldición por lo bajo, había vuelto a levantarse sin que ella se diera cuenta, y ahora estaría el pie del mallorn riéndose de ella, pues estaba adiestrándola en el uso del arco y para poder hacer rondas en las fronteras ahora que se aproximaban tiempos oscuros, y el hecho de que Talor se levantara sin que ella se diera cuenta no era algo que le asegurara precisamente la supervivencia.
Se vistió deprisa y bajó corriendo del flat buscando a su tío pero no fue a él a quien vio, si no a una joven noldo que se presentó como Neviâthiel y que decía ser camarera de la Dama, como Selvay apenas llevaba en Lórien una semana, no conocía todos los elfos, y la verdad es que Nevi le pareció simpática así que la siguió. Al parecer la Dama quería hablar con ella.
Galadriel le ofreció un puesto como camarera personal, puesto que alternaría con el de Guarda, pues sabía que a Talor le haría mucha ilusión que su sobrina, a la que acababa de conocer pero a la que ya quería como a su propia vida, siguiera practicando con el arco, por otra parte según Trhanduil, la joven destacaba como tejedora y eso era considerado como un don entre los elfos.
Selvay aceptó ambos puestos, aunque no estaba segura, pues ella no se consideraba buena tejedora y sabía que debía mejorar mucho con el arco, pues solo llevaba unos días practicando con él, solamente el tiempo que llevaba en Lórien, desde que su madre partió a Valinor, y eso no era mucho.
El tiempo pasó, y Selvay mostró que era hábil con las manos, tanto manejando hilos como usando el arco o la espada, aunque preferís, y con mucho, el arco. Una tarde llegó un mensaje de Elrond, Sauron había regresado a Dol Guldur, sitio del que había sido expulsado por Mitrhandir antes de que naciera Selvay, ella quería volver con sus amigos, quería saber como esta el rey, pero tanto sus amigos, Neviâthiel, con la que cosía durante tardes y que era casi una hermana para ella, y Cibael, el elfo que había conocido nada más llegar a Lórien, y que le había acompañado al lugar donde esperaba su tío, y que ahora era compañero de guardia, su tío y también la Dama, le aconsejaron que no fuera, que era peligroso viajar en esas condiciones y que era mejor que esperara, Selvay aceptó a regañadientes y la joven se quedó en Lórien, aunque su preocupación por Tahrei y los demás iba cada día en aumento, así que empezó a cerrarse en si misma y se mantenía callada la mayor parte del tiempo, ahora que comenzaba a recuperarse por la marcha de sus padres, volvía a caer en la tristeza, en un mundo gris y apagado. Estuvo así durante un tiempo, corto para los elfos, largo para los humanos, pues fueron 3 años de melancolía, en los que la joven pasaba tardes enteras disparando a dianas o tejiendo los mejores tapices, algunos incluso decían que rivalizaban con los tejidos por Galadriel o por la bella Luthien. Una tarde, cuando iba paseando por Lórien, se encontró con Galadriel, y parecía preocupada.
- Aiya, señora. Parece preocupada, ¿qué sucede?
- Hemos tomado una decisión que a mi no me parece adecuada, temo que nos hemos equivocado, que algo va a salir mal. Ahora me dirijo al Espejo, a ver si estoy o no equivocada.
- Yo creía que el Espejo no era buen consejero.
- Y así es, pero una mirada puede enseñarte más de lo que crees, siempre que mires de la forma correcta y no te dejes dominar por la visión, pues no está todo escrito. ¿Quieres acompañarme?
- No se si debería, tal vez esa visión me preocupe más de lo que debería. Por cierto, si no es una indiscreción, ¿cuál es esa decisión?
- Ven, no te hará daño. Te he hablado de los istari, ¿verdad?
- Si, mi señora, durante las largas tardes de costura, incluso uno de ellos liberó por un tiempo El Bosque Verde de la sombra de Sauron.
- Exacto. Pues bien, de esos istari vinieron varios a la Tierra Media, los más importantes son Mitrhandir, Curunír y un tercero conocido como Radagast el pardo. Habíamos de nombrar a uno como cabeza del Concilio Blanco, del cual también forman parte Elrond Medioelfo y el viejo Círdan, yo quería que Mitrhandir fuera elegido, pero en cambio ha sido Curunír el nombrado, y por algún motivo presiento que nos hemos equivocado.
Llegaron al Espejo, y lo que vieron no les gustó. La guerra volvía a asolar a los pueblos libres, y el fuego de un ojo quemaba las tierras de los hombres, mientras los elfos debían exiliarse a Valinor.
- Espero que nunca lleguen a cumplirse, que esto solo haya sido un reflejo de lo pasado.
- Me temo que no, que esto no ha sido pasado, si no futuro. Que ocurra o no, eso está por ver, pero no pierdas la esperanza de poder evitarlo ni tampoco olvides que puede suceder.
- Lo tendré en cuenta mi señora, ahora si me disculpáis he de volver con mi tío, que me estará esperando.
- De acuerdo, ve con él, es un gran elfo y lo estás preocupando, estando tan callada, desde hacía años no te oía hablar tanto como ahora.
- Lo lamento, no era esa mi intención, pero es que estoy preocupada, hace tanto tiempo que no veo a mis amigos, que no vuelvo a mi hogar- al decir esto Galadriel alzó una ceja, por la cual cosa Selvay se apresuró a corregirse- No quiero decir que este no sea mi hogar, si no que allí viví durante mi infancia y el principio de mi juventud, fue mi primer hogar, aunque aquí me siento feliz y es lo considero mi hogar desde el primer momento, desde que mis pies tocaron e suelo cubierto de hojas de mallorn.- ante el intento de arregla el asunto de Selvay Galadriel no pudo reprimir una carcajada.
- Tranquila niña. Ahora vuelve con tu tío e intenta volver a ser como antes, vuelve a dar paseos con tus amigos, vuelve a cantar mientras tejes, y una cosa te diré volverás al Bosque Negro, pues la sombra vuelve a habitar allí, más veces de las que piensas, antes de que todo esto acabe.
Selvay se despidió de Galadriel y se marchó corriendo al flat donde dormían ella y su tío.
Después de esa conversación con Galadriel, Selvay volvió a ser la misma de antes, y por un tiempo todo fue bien en Lórien, Nevi y Cibael empezaban a ser algo más que amigos y eso alegraba sobremanera a Selvay, pues se les veía muy felices y su felicidad era contagiosa, por otra parte Selvay se preguntaba si ella se enamoraría alguna vez, pues en sus casi 200 años de vida nunca había conocido a nadie por el cual se sintiera atraída, pero de todas formas ese asunto no le preocupaba en demasía a la joven, pues sabía que era joven y que ya tendría tiempo para eso. Por ahora se dedicaba a sus funciones de guarda y de costurera, viviendo la vida día a día, sin preocuparse por lo visto en el espejo, pero tampoco olvidándolo, había aprendido a vivir con el temor de que se cumpliera, pero a le vez con la esperanza de evitarlo, por ello vivía el presente sin pensar en el futuro, pero preocupándose por hacer su trabajo de guarda y que los demás lo hicieran, además siempre que venía un mensajero corría para a hablar con é y poder así averiguar que noticias traía. Lamentablemente los mensajeros venían sobretodo de Imladris y de los Puertos, unos pocos de los Reinos de los Hombres, y ninguno del norte, por lo cual Selvay seguía sin noticias de sus amigos, aunque seguía preocupada lo intentaba disimular para no preocupar ella a los demás, y al parecer lo conseguía. Era capaz de esconder sus sentimientos a todos, bueno, a todos no, pues Galadriel podía leer su preocupación en sus grandes ojos verdes, así que una tarde le dio permiso para ir hasta el Bosque Negro, pero debía de ir acompañada.
- Pero, ¿por qué? Yo se cuidarme solita, además conozco el camino, nunca lo olvidaré.
- No es por eso. Son tiempos peligrosos la Sombra se extiende, el regreso e los orcos a las Montañas Nubladas es ya un hecho, Osgiliath, capital de Gondor, ha caído, y la oscuridad de Moria es ahora habitada por criaturas de las que es mejor desconocer su nombre.
- Eso ya lo sé, los ataques por la frontera más cercana a Moria son cada vez más frecuentes, aunque aún muy espaciados en el tiempo, y mi camino no me lleva ni a las Montañas Nubladas no a Gondor, además viajando sola iré más segura.
- ¿Más segura? ¿Serías tan amable de explicarme eso?
- Por supuesto, para un viajero solitario es mucho más fácil pasar desapercibido que para un grupo, aunque ese grupo este compuesto por los mejores guardas de Lórien.
- En eso tienes razón, pero viajando sola, en caso de que te descubran les sería muy fácil eliminarte, y eso no quiero que ocurra.
- Pero yo se cuidarme sola, además mi hogar no queda tan lejos.
- Se te olvida una cosa, debes de aproximarte a Dol Guldur.
- Eso no es problema, cogeré un caballo y haré un rodeo.
- ¿Un caballo? Aquí no tenemos caballos, solo los necesarios para los mensajes urgentes, no para aquellos que van a hacer visitas a la familia.
- Ya lo sé, tenía pensado pasar por Rohan y coger uno.
- ¿Tú eres la que pasa desapercibida? ¡Robando caballos!
- No robaría, solo cogería prestado, además por coger un caballos no se van a lanzar a una persecución, que es evidente que no van a ganar.-al decir esto Selvay no puedo reprimir una sonrisa.
- Vale, tu ganas, viajarás sola, pero por favor vuelve pronto, si tardas más de 6 meses mandaré a buscarte, y te aseguro que te encontrarán.
- Gracias mi señora, y ahora si no es molestia me retiro a hacer mi petate de viaje.
- Como quieras, eres tan cabezota como un noldo, ¿tú estás seguras de que eres más sinda que noldo?
- La verdad es que no.
- Eres un caso, niña. Ahora vete y despídete de todos, y mañana antes de irte vienes a que te de un mensaje, ya que vas aprovecho.
- De acuerdo mi señora. Hasta mañana.- y diciendo esto se dio media vuelta y se marchó del flat.
- Es la primera vez que veo que alguien te gana en una discusión, mi amor.
- Esa joven es muy especial, además quería volver a casa desde el primer momento, y se lo merece, es una buena chica.
- Si tu lo dices será cierto. Espero que no le pase nada.
- Tranquilo, nada le sucederá.
- Si estás tan segura, ¿por qué insistías tanto en que no viajara sola?
- Simplemente para fastidiarle.- y diciendo esto Galadriel comenzó a reírse.