Novena Columna de Lanzas Compuestas
Siempre hay historias que nunca aparecen en los grandes libros, siempre hay historias previas, siempre hay nombres desconocidos, siempre hay hazañas no narradas...
Un atardecer más, al menos eso parecía, al menos eso intentaban creer esos ojos gris claro que cruzando el dintel de la puerta de tela intentaban calentarse con los últimos rayos del general celeste.
Alguien entra en la tienda, es Hildegart, lleva un farolillo en su mano derecha con la que alumbra la tienda, los ojos grises del general siguen mirando un sol que hace varios minutos ha desaparecido.
-¿Todo bien Señor?-
-¿Cuántos han caído hoy Hildegart?-
-¿Señor?-
-¿Cuántos, cuántos de los nuestros han muerto hoy?-
Tras un breve silencio Hildegart responde cabizbajo -19 Señor-
Un pajarillo canta fuera, su canto se confunde con los últimos trabajos de las piquetas para fijar las tiendas ante la noche que se cierne.
-Ayer fueron 9 y el día anterior 5, desde que salimos de Fangorn hemos perdido a más de 50 hombres Hildegart-
- Y todos ellos lucharon con valentía señor, por cada baja en nuestras filas el enemigo sufre docenas, sabíamos que el camino a Mordor estaría bien protegido y aún más las rutas desde Fangorn y Lothlorien...-
El general le interrumpe - ¿Cuántos hombres forman la columna a día de hoy Hildegart?-
- Según el recuento de esta mañana, 6432 señor-
- Estamos a 2 días de llegar aún- dice el general mientras hace dibujos en la tierra con la bota.
- El campamento ya se ha establecido señor, el primer turno de vigilancia se activará en 6 minutos aproximadamente señor-
- Ayúdame a quitarme esta pesada coraza viejo amigo- dice el general mientras se levanta.
Hildegart deja el farolillo en una mesa y comienza a desatar las correas de la coraza dorada.
-¿Sabes cuál es nuestro destino en esta misión Hildegart?-
-Un valle próximo a las laderas del monte Destino Señor-
-¿Has estado allí alguna vez?-
-Sabe bien que no mi señor- Alega Hildegart mientras deja la coraza en un rincón de la tienda y coge una amplia camisola azul celeste.
-Era tan solo un niño, pero recuerdo bien el valle del Armash, un paisaje muerto, odioso, la tierra en ese valle te abrasa la planta de los pies y hace enloquecer a aquel que osa clavar su bandera, ese es nuestro destino Hildegart-
Ya con el farolillo en la mano y cerca de la salida de la tienda, Hildegart responde
- Iría al mismo trono del Señor Oscuro si usted me lo mandara mi general- Con una amplia reverencia Hildegart desaparece en la oscuridad.
La noche transcurre sin problemas, algunos centinelas informan de movimiento al sur, otros afirman haber visto numerosas luces por el este, lo cierto es que la luna no se ha cobrado ninguna vida.
Es aún de noche y el campamento se convierte en un bullicioso hormiguero, el amanecer se aproxima, las tiendas se recogen, se recuentan las lanzas, se apagan los fuegos, el ritmo es frenético; mientras un caballo pasea sosegado por las callejuelas del campamento, las nobles rodillas élficas se inclinan a su paso, el general Rieven De La Sest supervisa los trabajos desde su corcel.
Tras cerca de 25 minutos frenéticos, el campamento ha desaparecido, al frente de las tres columnas élficas hay tres hombres, y al frente de estos tres el General Rieven.
-Faltan ya pocos días para llegar a Mordor, el camino no está siendo fácil y aún se va a poner más duro, no somos bienvenidos en estas tierras y el enemigo se encargará de repetírnoslo, si alguien no se ve capaz de continuar adelante aún puede galopar al norte y volver a su hogar, no será castigado ni juzgado- el silencio entre las filas élficas es imponente- si alguien quiere irse ha de hacerlo ahora-
Una bandada de cuervos pasan volando hacia el este, los graznidos pronto se pierden en la distancia.
-Bien , una última cosa antes de seguir camino, debido a nuestra proximidad a Mordor debemos evitar ser vistos por el enemigo antes de tiempo, por ello vamos a evitar el camino que hasta hoy hemos seguido, será menos agradable pero evitaremos ser vistos dentro de lo que cabe-
Las tres columnas se separan y empiezan a avanzar, hay cerca de 40 metros entre cada una de ellas, el general Rieven va al mando de la columna central y más numerosa a su derecha Hildegart mira al cielo con preocupación.
-Me parece que hoy el Sol nos ha abandonado mi general-
-No volveremos a ver el Sol Hildegart, al menos hasta que salgamos de Mordor-
Hildegart interrumpe al general y se adelanta unos metros con la mirada en el horizonte
-Alguien viene cabalgando señor, parece que es uno de nuestros-
Es Nonitch, un miembro de la avanzadilla encargada de inspeccionar el terreno, está algo nervioso
-Mi señor- dice mientras intenta recuperar el aliento
-¿Qué ocurre Nonitch?- dice el general mientras ordena que la columna se detenga
-Las grandes puertas se han abierto señor, hay mucho movimiento en las cercanías de las murallas negras, se cuentan por miles, bien armados y con mucha moral, no vi a nadie de los nuestros-
Tras un silencio inquietante Hildegart responde
- Es normal que no vieras a nadie de los nuestros, pues somos nosotros los primeros, y bien ¿cómo crees que podamos acceder?-
- No lo sé Señor, la entrada es muy estrecha y el riesgo de que se forme un embudo es muy serio, además la vigilancia de la puerta es muy fuerte tanto desde fuera como desde dentro, de noche y de día, si es que hay día en esa tierra demencial-
- Es imposible acceder por la entrada principal- alega el general Rieven mientras se toca el mentón suavemente - Has hecho bien tu trabajo Nonitch ve a informar a las otras dos columnas y vuelve a casa-
- Gracias señor-
La columna retoma la marcha, cada vez el calor es mayor, más asfixiante, las corazas irritan a sus portadores y las pesadas lanzas se resbalan en las sudorosas manos, aún así, no hay una sola que vacile, el bosque de madera y metal se mantiene firme.
Hace mas de media hora que los componentes de la columna central encabezada por el general Rieven ha perdido contacto visual con las otras dos columnas, la plantación de maíz que están atravesando es muy espesa y parece abandonada, la columna avanza pesadamente, la única luz que la guía es el general, poco a poco empieza a atardecer.
Es el comandante Silaz el encargado de guiar a una de las columnas laterales, venidos del lejano Lorien sus hombres están mucho mas cansados, el grupo está formado en su mayoría por lanceros aunque también hay bastantes arqueros, hace cerca de media hora que han perdido contacto visual con la columna del general Rieven. Un gemido detiene los pies del comandante Silaz en seco, levanta su mano derecha y ordena parar a la columna, la orden se ejecuta al momento.
-¿Qué es aquello de allá Jüntan?-
El hombre de confianza de Silaz afina la vista perdida en el horizonte
-¡Es uno de los nuestros!- y desenfundando su espada comienza a correr en dirección a un árbol lejano, parece que el árbol esta seco, de el pende algo, Jüntan llega y de un salto corta la cuerda de la que pende un joven elfo ataviado con el uniforme de Lorien, uno de los encargados de estudiar el terreno antes de que lleguen las tropas parece haber sufrido un desafortunado encuentro; enfundando su espada Jüntan zarandea al enviado, Silaz viene a la carrera;
-Maldita sea ¿que ha pasado?, ¡habla!- los ojos del emisario se cierran mientras Silaz aún alterado por la carrera comprueba que ha muerto ahogado en su propia sangre, alguien le ha cortado la lengua con un arma sin afilar.
La noche cae mientras las tres columnas se unifican, será la última vez que se separen, por orden expresa del general Rieven y en vista de los acontecimientos entraran a Mordor unificados, como la Novena Columna de Lanzas Compuestas.
El quinto y penúltimo turno de guardia procede a ocupar su turno, aún quedan varias horas para que amanezca, un elfo de rostro enjuto y mirada perdida en el fuego recuerda tiempo mejores mientras una voz le despierta de sus ensoñaciones
-Señor, Señor, acaba de llegar un emisario-
-No es posible, Nonitch era el último de nuestros emisarios en la zona-
-Lo sé Señor, mas este emisario viene de las entrañas de la mismísima Torre de Barad-Dûr-
Por la calle central del campamento con caballo negro y melenudo avanza con displicencia, a ambos lados de la calle todos miran con cólera y rabia al enviado del Señor Oscuro, hay orden de no desenfundar una sola arma y con gran esfuerzo la orden se acata; el emisario llega a una hoguera, cerca de ella está sentado el General Rieven, detrás los tres comandantes no pierden ojo del recién llegado.
El orco proclama:
- No sois bienvenidos a estas tierras general-
Un corrillo de la guardia personal del general envuelve en pocos segundos al enviado de Mordor, sus lanzas no vacilan
- La alianza que habéis firmado sólo os llevara a ser pasto de nuestras hoces y flechas, pero no es este el motivo por el que vengo, he venido a anunciarle general Rieven que mi Señor, el amo de Barad-Dur y pronto de estas tierras, se compromete a facilitarle la entrada a Mordor, la salida será algo mas difícil me temo - dice mientras ríe, y lanzando un berrido en una lengua ininteligible para la mayoría, el enviado da un giro sobre su caballo y obligando a que todos se aparten galopa hacia la salida.
La perplejidad reina en el campamento, se forman pequeños corrillos mientras el General se levanta
-Volved a vuestras tiendas y descansad-
Cuentan los miembros de la guardia, que aquella noche el general Rieven no durmió.
Al día siguiente, las nubes más negras que nunca se retuercen y gimen como perros apaleados; comienza a llover, hace varios minutos que el campamento está levantado, la columna se cierra en punta,
-Ha llegado el día hermanos, 45 kilómetros más al sur y llegaremos a nuestro destino. No estamos aquí para hacer historia, seremos los primeros en entrar en Mordor y defenderemos la posición hasta la llegada de las tropas de ataque, somos los pilares, ¡somos los mejores lanceros de esta tierra, somos la Novena Columna de Lanzas Compuestas!-
Entre aclamaciones y vítores la columna avanza pesadamente, la lluvia arrecia.
La Novena Columna de Lanzas Compuestas fue una de las primeras escuadras de defensa élfica, con una amplísima tradición cuenta en sus filas con los mejores lanceros de la Tierra Media. Esta columna de eminente talante defensivo es la única que emplea la lanza compuesta, llamada así debido a que está formada por la lanza en sí, de cerca de 3 metros, una espada larga cubierta por la lanza que aparece al retirar ésta y un pequeño escudo situado en la mitad.
Las columnatas de la Gran Puerta aparecen pronto a la vista de todos, hay un gran bullicio a ambos lados de la misma, el General Rieven da la orden de alto a la Columna, el nerviosismo y el pánico cunde entre las filas élficas.
- Cada uno de vosotros viene de una familia noble y gloriosa, colgad ahora vuestros estandartes en la punta de las lanzas que nos darán la victoria-
Mientras empiezan a aparecer las primeras banderolas en el mar de lanzas se va formando un espeso pasillo negro a ambos lados de la puerta. Silenciosamente la columna avanza, miles de banderolas multicolor ondean bajo la lluvia, poco a poco se acercan a la gran puerta, poco a poco van entrando en un pasillo formado por cientos de bestias, cientos de orcos que no cesan de maldecir y blasfemar, todos tensan sus arcos y agitan sus guadañas al paso de la columna.
-¡Levantad con orgullo vuestros estandartes, miradles a la cara, que vean quienes somos y de donde venimos, que vean quienes serán sus verdugos!-
La columna élfica avanza con arrogancia, el cansancio ha desaparecido.
Tras cerca de media hora, la gran puerta negra ya queda atrás, el valle de Armash se abre ante los enrojecidos ojos elfitos, los trabajos para plantar el campamento comienzan.
- Mi general, los trabajos para instalar el campamento han finalizado, no se advierte presencia del enemigo, mas varios de mis hombres de confianza advierten que están próximos pues la tierra se lamenta no muy lejos de aquí-
- Sé a qué te refieres- Dice el general mientras contempla el horizonte -Mas la noche esta próxima y el camino ha sido muy duro. Establezca un perímetro de seguridad con sus hombres a medio kilómetro del campamento, que estén preparados para dar la señal de ataque-
- Así se hará señor-
Muy pocos consiguieron conciliar el sueño aquella noche, mas, incomprensiblemente no se produjo ningún ataque y poco a poco amanecía en el valle gris.
-¡General Rieven!, traigo noticias preocupantes de uno de mis hombres situado por delante del perímetro de seguridad, una gran tormenta de polvo se acerca desde el sur, jamás ha visto una tormenta de tal virulencia mi general-
-Mucho me temo que no sea una tormenta lo que ha visto-
- ¿A que se refiere general?
- Reúna a todos los hombres Hildegart, ha llegado el momento
- Informes de ultima hora anuncian la llegada de un vasto contingente de orcos venido del sur, al parecer nos triplican en numero y están bien armados, al paso que van estarán aquí en menos de una hora, también acabamos de saber que nuestro Supremo General Gil- Gal·lad está muy cerca de la Puerta Negra, tras el, un manto de guerreros humanos y élficos han puesto rumbo a este valle, mas os seré franco, no llegarán a tiempo para luchar con nosotros y repeler el ataque que se acerca. La hora del dolor ha llegado, ¡Novena Columna de Lanzas Compuestas, formación en fila de a cinco!-
Rápidamente empieza el movimiento, en menos de media hora una doble de fila de cerca de medio kilómetro toma forma frente al campamento. Frente a ésta, está dispuesta una primera línea de a uno compuesta por la guardia pretoriana del general y sus comandantes, con amplios escudos dorados para aplacar la feroz embestida. Delante de ésta, tres comandantes intentan coordinar los últimos movimientos de alineación, al frente un elfo de cabellos largos y dorados cierra los ojos lentamente mientras intenta controlar a su caballo, un eco oscuro se acerca desde el sur.
A los ojos de todos, una marea negra asaeteada por millares de estandartes rojizos y rasgados avanza asesinando la tierra que pisa.
-¡A mi señal!-
La distancia se reduce cada vez mas, la tensión en las filas élficas aumenta hasta niveles odiosos.
-¡Aguantad a mi señal y cargad con orgullo, aguantad!
Comienzan a caer las primeras flechas de penacho negro, la distancia entre ambos contingentes es mínima, tan solo escasos metros, poniendo a su corcel a dos patas y blandiendo la espada que se ocultaba bajo la madera de la lanza, da la orden
- ¡Avanzad!
La brutalidad del choque sería difícil de describir, en pocos segundos se abre una brecha dorada en la marea orca, muchas lanzas se quiebran y salen a la luz las espadas que explican con crueldad a los orcos el porqué de su estancia en aquel valle, mas el general Rieven está siendo poco a poco aislado de sus tropas. Hildegart está a cerca de veinte metros y viendo la situación intenta abrirse paso a golpe de mandoble, mas cerca de diez orcos acorralaban al general, el cual lucha espalda con espalda con uno de sus comandantes. Ignorando la flecha de su hombro el general insiste una y otra vez
-¡Que no rompan la columna, si abren brecha estamos perdidos!-
Hildegart esta ya muy cerca cuando, desangrado, el general, cae junto al cuerpo de uno de sus generales, asaeteado por varias flechas y con la hoja de su espada rajada espera una muerte digna, mas un rostro que no esperaba aparece mientras agonizaba: es Hildegart acompañado por un numeroso grupo de pretorianos, quien coge al moribundo general en sus brazos
-¡Señor, ha llegado nuestro general Gil Gal·lad, Señor, está luchando con nosotros!-
-Dime Hildegart, ¿Han conseguido romper la columna, lo han conseguido?
-¡No mi general, no lo han conseguido. ¿Escucha ese ruido? Son sus hombres mi general, son sus hombres que aclaman y vitorean su nombre, la victoria es nuestra, mi general, la victoria es suya!-