Fion
Pequeño relato que aclara algunos hechos relacionados con un importante suceso ocurrido durante la Guerra del Anillo

Todo comenzó una fatídica noche. Decidí escaparme de casa, no me quedaba otra opción.

Ah, me presento: mi nombre es Fion, soy un muchacho Elfo que vive en el Gran Bosque Negro. Antes nuestra tierra era hermosa, pero ahora... Han sido demasiadas cosas las que han sucedido como para que volviera a ser lo que fue antaño. Pero no es tiempo de lamentarse por los hechos del pasado.

 Vivía con mi familia en el Palacio subterráneo del rey Thranduil. Mis antepasados venían sirviéndole a él y a su familia desde hacía mucho tiempo, pero yo no iba a correr el mismo sino que ellos. No, porque tenía una gran habilidad. Y gracias a ella podía dedicarme a otras cosas, como ser arquero, mi gran sueño. Cada vez estaba más próximo.

 Mi nombre lo escogió mi madre; según ella, el quenya es un idioma que no debe ser olvidado. Dice que cuando me vio por primera vez, mis ojos ambarinos le recordaron a un halcón. Bueno... también hay que decir que, por algún motivo, poseo la misma vista e increíble velocidad que cualquiera de ellos. Y mi maestría con el arco es apenas insuperable.

 Proseguiré con mi historia, porque las cosas así deben contarse. Yo no quería hacerlo, no pensé que hubiera seres tan sumamente retorcidos... Esa noche, había reñido con mi padre. Es un ser realmente horrible, a veces me pregunto como pueden existir Elfos así. Sé que en el fondo de su oscuro corazón, él me quiere. Pero si amas a alguien, has de demostrarlo con hechos, no solo con palabras. Él no estaba dispuesto a que yo me dedicara al arco, sino que quería que siguiera sus pasos. Soy demasiado rebelde, por lo que no pude evitar expresarle mi opinión respecto a mi futuro. Las buenas palabras no bastaron, y me llevé un buen rapapolvo. Me enfadé tanto que, cuando mis padres estuvieron dormidos, me escapé.

 Yo no pensé que mi hermanita me seguiría. No creí que ella aún continuara despierta. Fue un gran error, y por mi culpa sucedió todo. Me gustaría regresar al pasado, y poder cambiarlo. Pero sé que eso ya no puede hacer, y he de conformarme con el presente.

 Comencé a caminar entre la espesura de los árboles, cansado y somnoliento. Mi penetrante oído no me pudo advertir de que la pequeña Seler seguía mi pasos. Llegué a un pequeño claro, donde había dos fornidos guardias. Al parecer vigilaban algo... o a alguien. Me acerqué, y me escondí tras unos setos.

 La curiosidad me instó a averiguar quién se encontraba allí. Así pues, decidí coger una piedra de gran tamaño y arrojarla justo al otro lado de donde me encontraba yo. Mi idea surgió efecto, los centinelas salieron hacia allí alarmados.

 Me erguí y me dirigí hasta el gran árbol que había en medio del claro, iluminado por la Luna. Unos misteriosos ojos verdes brillaban en la penumbra.
- ¿Qué... qué eres?- mi voz parecía temblar. Tenía miedo.
- Mío... ssssolo mío... - susurró una voz, siseante. Su sonido me recordaba a algo gutural, bastante desagradable.
Me aproximé, temeroso, al árbol. Aquel ser gemía, parecía que algo le dolía.
- ¡Quema! SSSí, noss quema... - exclamaba.
Fuera lo que fuera, no se trataba de ningún Elfo. Imposible era que entonces le dañaran unas sogas élficas, que parecía ser que era lo que atormentaba al animal, o lo que se suponía que fuese.

 Me aproximé un poco más, y gran pavor fue lo que me hizo sentir aquel misterioso ser, repugnante. Y grande fue mi sorpresa, pues tenía a mi hermana. No sé cómo la podía haber cogido, pero ella se encontraba desmayada.
- Ssssuéltanos...- siseó la desagradable criatura.- Y te devolveremos a... la niña. ¿Verdad mi tesssoro? Noss lo han robado...
No entendía nada a aquel misterioso ser, pero la vida de mi hermana podía correr peligro, no quería que la sucediera nada malo por mi culpa. Así que decidí hacer caso al animal, y lo liberé de las cuerdas. Después, soltó a mi hermana. La cogí en brazos y la di un suave beso en la mejilla. "Pobre Seler..." pensé.

Me quedé mirándole fijamente unos instantes, y él a mí, con sus grandes ojos verdes. Iba a dirigirle unas palabras, a preguntarle quién era, pero no pude decir nada. De repente, echó a correr y no supe nada más.

Grande fue mi estupidez, grande fue la tontería que cometí aquella funesta noche. Había soltado a Gollum Sméagol, la criatura más vil que hubiera pisado la Tierra Media. Y no dejo de condenarme por ello... no dejo de pensar que ahora no estaría sucediendo esto de no ser por mi culpa, por mí... Pero si no hubiera sucumbido ante el chantaje de la retorcida criatura, probablemente mi hermana ya no estaría aquí conmigo. De todas maneras, no puedo perdonármelo. Y suerte tengo de que los centinelas dijeran que Gollum había escapado. Pero en realidad, es que eso era lo que pensaban. Todo sucedió por mi culpa...