Hace tiempo que no despierto con el dulce aroma de hierbas verdes,
Ni con el alegre canto de aves melódicas.
Me aguarda el aroma a chozas quemadas, el aroma del sufrimiento.
Mi espada llora derramando gotas rojas de sangre, mi arco canta en la oscuridad.
Despierto con el temor de ya no despertar. Canto por el temor de ya no escuchar.
La soledad me aterra más que la muerte.
Hace ya tiempo que no contemplo sonrisas en caras de niños.
Ya no queda nada, ni pequeños, ni mujeres, ni guerreros.
Solo se escucha el eco de las voces de antaño, en las cimas de las montañas
O en las profundidades de los bosques.
Ya no se escuchan las arpas doradas en los altos salones, nada queda.
La soledad me aterra más que la muerte.
Cada día se convierte en un desafío y mantener la vida es el más difícil.
Mis labios están sedientos,
Pero no por falta de agua, sino de amor.
Solo sirvo para esgrimir una espada, y derramar sangre sin control
Cada respiro que tomo es más y más denso
El descanso es mi única salvación.
La lluvia limpia mis sucias manos de cazador,
Mi alma se refresca buscando nuevas esperanzas.
No encuentro respuesta a mis plegarias, ni camino a mi alrededor.
Frío se convierte mi sudor, y oscura mi mirada
Recuéstate a mi lado bella muerte y vela el descanso de mi espada
Que la cruda mañana nos contemple enlazados para siempre.