La decadencia de un pueblo

Este es el primer relato de Agarwaen, el hijo de Umarth. La historia está ambientada en el reino de Rhudaur, en el cual se desarrolla los hechos que les ocurren a unos jóvenes amigos dúnedain: Isilnar, Elendur y Ardamir.

Este es mi primer relato, yo solo soñaba con tener el tiempo de realizarlo, y este es el momento, espero que les guste.



Hace muchos años, antes del comienzo del dominio de los hombres y desaparición de la raza antigua por los caminos del tiempo, existía un gran reino, de nombre Arnor, en el reinaban los descendientes de Lúthien, venidos desde Númenor a través de los mares, conducidos por Elendil el Alto. Sus hijos en el lejano sur fundaron Gondor y  en el norte, el fundo Arnor, pasados algunos años sobrevino la guerra de la Alianza, donde cayeron los señores del reino, gobernando luego de Campos Gladios el rey Valandil,  hijo de Isildur y nieto de Elendil. Pasados muchos siglos en la tierra media, los herederos de Valandil seguían reinando en Arnor, pero sucedió que en el año 861 de la tercera edad del sol, el reino se dividió entre los hijos del rey Eärendur, pasando a constituirse el antaño glorioso reino de Arnor, en pequeños e insignificantes reinos que no dudaron en pelear entre ellos para imponerse a sus rivales.
Uno de estos reinos, Rhudaur fue usurpado por el montañés Rhugga, a la muerte del rey Forodacil en el año 1176, constituyéndose en una amenaza para Atherdain y Cardolan, al aliarse con los orcos de Gundabad, el rey del reino de Cardolan, Calemendil intento en el año 1197, conquistar Rhudaur, tanto para derribar al usurpador como para apoderarse del territorio, pero fracaso, años después a la muerte de Rhugga en el año 1231 y ascenso al trono de Elewen, el rey de Cardolan lo intento de nuevo.
En este tiempo vivía un grupo de jóvenes amigos dúnedain, llamados Isilnar, Elendur y Ardamir, esta era su primera convocatoria a una guerra, ya que apenas tenían unos cuarenta años, el rey había creído necesario que se hiciera la guerra a Rhudaur, y ellos  partieron muy temprano a la reunión del pueblo, donde se decía hablaría el rey, era un día muy especial, ya que seria la primera vez que vieran al rey. Este se presento junto a sus nobles, y haciéndose un silencio total el rey dijo:

- Pueblo de Cardolan, todos saben que lo único que añoro lograr, es que el bien de nuestro pueblo,  que se eleve por encima de nuestros enemigos y podamos ser nuevamente señores de todo el norte de Eriador, como fue mi antepasado Elendil - asi arengaba el rey a su gente, luego de una breve pausa continuo - sepan todos que no es por ambición que yo declare la guerra a Rhudaur, no... no es asi, lo hago para liberar a nuestros hermanos del yugo de los usurpadores montañeses que los tienen oprimidos.

La respuesta fue la que esperaba el rey, en el pueblo estallo como una tormenta, el rugido de aprobación fue tremendo, entre los que gritaban estaban los jóvenes, que aun no conocían de cerca una guerra. Los dias que siguieron fueron de preparativos, la gente corría de aquí para allá, mientras los amigos afilaban sus espadas. El ultimo día a pesar del entusiasmo de los amigos, tenían una extraña sensación en el corazón y se marcharon a acostar con inquietud. Al día siguiente esa sensación desapareció, estaban felices, nunca habían imaginado pertenecer a semejante ejercito, mas de seis mil hombres esperaban al rey en las afueras de la capital del reino, ya habían pasado algunas horas cuando los heraldos anunciaron la llegada del rey, en este momento comenzó el camino hacia la perdición y la caída de un pueblo, hacia el fin de los dias de alegría y paz, hacia las sombras y el olvido.     

- No puedo esperar el momento de entrar en combate - decía Ardamir - escuchar el choque del acero.

- Tranquilo amigo - dijo Elendur - pronto estaremos espalda con espalda, combatiendo a los montañeses y los haremos correr hasta las montañas nubladas de donde no volverán jamas.

- Que asi sea amigos - exclamo Isilnar, que marchaba junto a ellos - pronto será el día en que Arnor vuelva a ser uno.

En ese momento intervino un viejo soldado, curtido en el combate, que estaba junto a ellos, y con voz potente les dijo:

- Me gustaría tener su confianza jóvenes, pero creo que no será tan fácil como ustedes creen, yo marche contra Rhudaur hace mas de treinta años junto a nuestro rey y fuimos vergonzosamente rechazados.

- Como te llamas señor - pregunto Elendur - y que edad tienes, porque pareces viejo aun para un dúnedain.

- Me llamo Arciryas - dijo el viejo - y no tengo tanta edad como estas pensando, son las heridas del alma y del cuerpo las que me hacen parecer mas viejo, solo tengo noventa años.

- Mi nombre es... - estaba diciendo Isilnar, pero fue interrumpido por el viejo que dijo - sé sus nombres, los he escuchado en el camino.

- De donde es - le pregunto Ardamir - nunca lo había visto en la ciudad.

- Soy un viajero - repuso Arciryas - he estado en el sur por muchos años, combatiendo contra el mal, pero si realmente tengo un hogar ese esta en el oeste, cerca de Bree.

-  Porque marchaste al extranjero - pregunto Elendur - siendo que aquí esta tu país.

- Lamento Elendur el no poder responder a tu pregunta - dijo secamente Arciryas - pero eso solo lo guardo para mí.

Con esta respuesta los jóvenes se dieron cuenta que la conversación había terminado. A los dos dias, habían cruzado la frontera con Rhudaur y se internaban en territorio enemigo, entre una tranquilidad alarmante, a pesar de todo hubo algunas pequeñas escaramuzas con algunas partidas de montañeses, sin sufrir él ejercito mas que algunas bajas. Los jóvenes seguían observando muy atentos a Arciryas, pero el no tenia ni la mas mínima intención de hablarles, fue en uno de estos momentos que llegaron los exploradores anunciando la inminente llegada de un ejercito mucho mas numeroso que el nuestro. El rey mando a los capitanes ha decir que el próximo día tendrían que luchar.

- Por fin será el día - se decía Isilnar - mañana amigos míos será el día en que nos darán cuenta de sus actos estos montañeses.

Pero lo demás no dijeron nada, estaban demasiado nerviosos para poder hablar, asi que durmieron lo mejor que pudieron y se levantaron al alba. Al mediodía el ejercito de Rhudaur apareció en el horizonte, eran muy numerosos, pero los de Cardolan los esperaron a pie firme, poco después se inicio la batalla, el choque de las espadas era ensordecedor, había gritos de angustia, que se mezclaban con la ira, la sangre que corría por el suelo como si fuera un río.

- Adelante - grito Isilnar a sus amigos - los haremos volver a sus montañas.

- Estamos contigo - gritaron Ardamir y Elendur, mientras corrían tras su compañero-  por fin los expulsaremos de Eriador.

-  Por Cardolan y Calemendil - se escucho potente un grito, que se elevo por sobre todas las demás voces, era Arciryas que repartía golpes a diestra y siniestra y ningún enemigo le hacia mella, en su furia era terrible - mueran invasores.

Luego de algunas horas de combate, el enemigo huyo en una verdadera  desbandada, siendo seguidos por algunos kilómetros, posteriormente se hizo el recuento de los caídos, realmente no eran muchos, no mas de doscientos, en comparación a los varios miles del enemigo. De los tres amigos, solo Ardamir tenia un rasguño. A la mañana siguiente se comunico la decisión del rey de marchar de inmediato a la capital enemiga. Luego de una semana de marchar, llegaron a Cameth Brin, donde acamparon teniendo a la vista la capital de Rhudaur. Aquí se inicio el asedio a la ciudad, pero habiendo transcurrido dos semanas, no había ningún cambio en la situación.  
En el momento que los jóvenes se encontraban en la parte mas alejada del campamento, fue cuando los orcos de Gundabad cayeron sobre los sitiadores, emitiendo horrorosos gritos, que helaron la sangre a los jóvenes, el enemigo había llegado silenciosamente hasta estar sobre el campamento, nadie los vio venir, a pesar de ser tres veces mas numerosos que los de Cardolan. Una vez recuperados de la sorpresa los dúnedain se batieron con denuedo, pero el numero de enemigos los estaba abrumando, resistieron hasta que al fin alguien los guío contra el muro de orcos, para abrirse paso, este alguien era Arciryas, los jóvenes corrieron a reunirse con el, pero un grupo de una docena de orcos se les hecho encima aullando.

- Hay que abrirse paso - grito Elendur mientras descargaba un potente golpe a un orco, cercenándole la cabeza - no pienso morir a manos de unos inmundos orcos.

- Vamos Ardamir - dijo Isilnar cuando atravesaba a un enemigo - debemos reunirnos a las demás tropas oh moriremos.

- No creo podamos resistir - grito el joven, justo en el momento en que aniquilaba a un orco, entonces ocurrieron muchas cosas, porque dos orcos saltaron a sus espaldas, derribándolo y ultimándolo en el suelo, no sin antes con las ultimas fuerzas que le quedaban gritar a sus amigos - huyan que para mi ya es muy tarde.

- No Ardamir - grito Isilnar, al momento que descargaba potente golpe al asesino de su amigo, partiéndole el cráneo y posteriormente decapitando al otro - amigo mío te vengare.

- No hay tiempo Isilnar - dijo Elendur - huyamos ahora que tenemos una oportunidad.

- Tienes razón, adelante entonces - le respondió Isilnar, mientras se abrían paso con el frio hierro de sus espadas - tenemos que lograrlo.

Luego de una feroz lucha los dos lograron reunirse con Arciryas, que al mando de las tropas se abrió camino fuera de la batalla, a pesar de la derrota el grupo consiguió mantenerse compacto, logrando evadir la persecución a los dos dias, escondiéndose cerca de las estribaciones de las montañas nubladas, aquí se hizo el balance, el rey Calemendil, sus hijos y casi todos sus capitanes habían sido rodeados cerca del pabellón real, siendo todos ellos aniquilados, a pesar del esfuerzo de las tropas por salvarlos, cerca de tres mil hombres habían caído en el combate y la posterior retirada, donde los de Rhudaur y los orcos los atacaron, no quedándoles mas opción que esconderse cerca de las montañas. 

- No se como decirle a su madre - le decía Elendur a Isilnar, mientras pensaba en la madre de Ardamir - le prometí que volvería a salvo y ahora ni siquiera puedo llevar su cuerpo para ser enterrado.

- No fue tu culpa - dijo una voz a sus espaldas - era su destino y murió como un valiente.

- Como te atreves a decir eso - grito mientras se volvía, quedando mudo al ver a Arciryas, que sin molestarse le puso la mano en el hombro - lamento haberte gritado.

- No hay porque, ustedes querían mucho a su amigo y puedo ver su dolor - le respondió Arciryas - se lo que se siente, yo perdí a mi hermano menor, se llamaba Erion, cayo en la anterior expedición contra Rhudaur y mis padres me expulsaron de mi hogar, por no haber podido defenderlo.

- Lo lamento no lo sabia - dijo Elendur, mientras que Isilnar preguntaba - por eso no nos habías respondido antes.   

- Si por eso era - añadió Arciryas, mientras los miraba - mi hermano era muy temerario y por eso cayo, luego me marche a viajar, estuve en Gondor, Harad y el Rhûn, volví hace unos dos años.

- Como es allá en el sur - pregunto Isilnar - es muy hermoso, que aventuras pasaste allá, dinos.

- Si realmente es bello el sur - dijo Arciryas - y en cuanto a tu segunda pregunta, seguí al rey de Gondor, contra los haradrim y numenoreanos negros en el sur y en el este contra los pueblos orientales. 

- Que haremos ahora - pregunto Elendur - ya no tenemos rey y nos persiguen de cerca, como regresaremos a Cardolan, si es que lo logramos.

- Nos mantendremos marchando cerca de las montañas nubladas, hasta que sea el momento - replico Arciryas - entonces entraremos en nuestro país y viajaremos directamente a Metriach, para convocar al consejo del reino.

- Entonces será mejor que empecemos - dijo Isilnar - diré a los demás que al anochecer nos iremos.

Al anochecer comenzó la marcha, las diezmadas compañías avanzaban alerta, no  fuera que el enemigo les tendieran una emboscada, pero esa sensación fue infundada, por lo menos esa noche, porque con las primeras luces del alba, se escucho un aterrador aullido, sobre ellos en las colinas, los huargos los estaban acechando y como era de suponer con sus amigos los orcos.

- Arandil- dijo Elendur - que haremos estas inmundas bestias ya están cerca, no podremos escapar, seremos cercados y acabados.

- Tranquilo amigo - respondió con tranquilidad el veterano soldado - ya lo tenia pensado, un grupo se quedara conmigo a defender esa garganta de adelante, allí cubriremos la retirada de los demás, pero serán solo voluntarios.

- Pero como se reunirán con los demás - pregunto con inquietud el joven - serán rodeados y atacados por las espaldas.

- Los que se queden conmigo - el soldado se detuvo, como meditando y luego continuo - no regresaran nunca a casa, todos moriremos aquí.

- Yo me quedare a tu lado - intervino Isilnar - será un honor pelear y morir a tu lado, y nuestro sacrificio se cantara con gloria en nuestro hogar.

- Yo tambien estaré a su lado - dijo Elendur - ya perdí a uno de mis amigos y no deseo sobrevivir al otro.

-  No tu te iras - dijo con tono autoritario Isilnar - alguien debe de anunciar nuestra muerte en casa y vengarnos si es posible, además yo no tengo a nadie que me espera, mi familia ya no vive, pero me llama desde las estancias de mandos, mas allá del gran océano circundante.

- Me iré, pero jamas morirán en mi memoria - respondió el joven - y tampoco los olvidaran los enemigos, pues serán ellos los que paguen  con sangre el mal que me han hecho.

Y asi fue como un grupo reducido de valientes, detuvo por varios dias a una inmensa fuerza de orcos, montañeses y huargos, permitiendo sobrevivir al resto de sus camaradas, se dice de ellos, que al final solo dos quedaron y que luego de un ultimo momento de pensar en los suyos, se lanzaron a morir entre un mar de enemigos, pero no sin antes cubrir la tierra con la sangre de muchos y allí sus cuerpos fueron mancillados por manos infectas, que no dudaron un segundo en llevárselos como trofeos a sus madrigueras, esos dos guerreros eran Arciryas y Isilnar, que acabaron sus dias como dignos dúnadan.

Se cuenta que unos años después un solitario guerrero recupero sus  restos y les dio sepultura, sembrando el terror entre los enemigos, que pensaban que este singular hombre era inmortal, porque a pesar de que trataron de cazarlo, siempre los burlo, llevando en sus manos la muerte, su presencia se convirtió en una señal de un rió de sangre negra correría por la tierra, ya que el dolor que tenia en el alma, lo hacia ser feroz. Este guerrero, ultimo defensor del lugar donde ocurrió la resistencia final de los soldados de Cardolan, y murió según se dice allí, aunque nadie puede decir que lo vio, pero finalmente se supo que era aquel que un día se retiro con lagrimas en los ojos, mientras dejaba a sus amigos en ese campo, su nombre era Elendur, aun años después, ningún enemigo a puesto sus pies en ese lugar, porque su recuerdo aun esta presente, volviendo siempre desde la tumba a  velar la ultima morada de los héroes.