Navidad en Grimmaud Place
Tal y como nos comenta la propia autora: "Empecé con Harry Potter y pensé que Rowlling se pasaba diez pueblos con los elfos domésticos. Otro día uno de mis hijos pequeños me preguntó si los orcos habían sido elfos y me dio una pista para escribir un fan fic Potter: introducir en el mundo Rowlling un elfo Tolkien enredando un poco, sobre todo interfiriendo los libros tercero y quinto."

Giratiempo escrito a partir del capítulo 19 (EL vasallo de Lord Voldemort) del Libro "El prisionero de Azkaban"


- No sé cómo lo hice -respondió-. Creo que la única razón por la que nunca perdí la cabeza es qué sabía que era inocente. No era un pensamiento agradable, así que los Dementores no me lo podían absorber...  gracias a eso conservé la cordura y no olvidé quién era. Gracias a eso conservé mis poderes...así que cuando ya no pude aguantar más me convertí en perro. Los Dementores son ciegos, como sabéis. -Tragó saliva-. Se dirigen hacia la gente porque perciben sus emociones. al convertirme en perro notaron que mis sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos sin una varita.    Ahí apareció Ionnenmel. Hasta ella había llegado mi dolor, la injusticia de mi situación y quizá mi imposibilidad de seguir sólo con mis fuerzas. Es largo de explicar pero ella y yo estábamos vinculados por un conjuro que mi madre pronunció y yo, sin saberlo, sellé. Así, justo cuando era necesaria, ella me vino a ver. Gracias a su ayuda pude sobrevivir. Me traía sentimientos, carnaza para arrojar a los Dementores sin perder la cabeza, cebos que me permitieron engañarlos durante tiempo sin yo tener que sucumbir. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts, con Harry... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de las Tinieblas recuperaba fuerzas...


 NAVIDAD EN GRIMMAUD PLACE, DOS AÑOS DESPUÉS
 
 Acomodados alrededor del fuego Ron, y Harry jugaban al ajedrez, mientras Hermione leía el "Vademécum de plantas medicinales y sus usos". Todo estaba silencioso, solo se oía el rumor de la lluvia que  repiqueteaba monótona y el crepitar de la leña en la chimenea del salón contiguo a la cocina de la vieja y noble casa Black. Era aquella la última tarde de sus vacaciones navideñas y se presentaba repleta de nostalgias. Sirius dibujaba en el aire caprichosas formas con el humo de la pipa, contemplando, malhumorado y triste, los adornos navideños, ante la perspectiva de su inminente soledad. También Lupin, que acababa de dejar su guardia, se dejó caer cerca de la chimenea, alargando hacia las llamas las manos entumecidas por el frío de la tarde. Como era habitual en él parecía enfermo y cansado. De pronto Kreacher entró trayendo una bandeja con dulces para los chicos y más té para todos:

"Esa mujer Weasley a dicho a Kreacher que la las cinco les traiga esto, amo joven -dijo y siguió por lo bajini- y ojalá terminen todos indigestados y tengan que vomitarlo... Si mi buena Señora viera ahora esta casa y todo lo que ha pasado desde que ella no está. ¡Hombres Lobo, sangres sucia, y aquella Peredhil presuntuosa dándome órdenes la Lengua Antigua y llenando esto de hechizos de alegría y metiendo aquella música por todos los rincones...

Lupin levantó la vista, sorprendido y preguntó a Black, con la voz temblorosa:
- Ella estuvo aquí, ¿no es así Canuto?.

 Black palideció y, mirando los ojos de su camarada, le dijo intentando, a su vez, que su voz sonase indiferente:
- Sí, Lunático. Orejas estuvo aquí. La prueba es que Kreacher no para de maldecirla todo el tiempo, a poco que le preguntes. Al menos por temporadas, seguramente en verano, ella debió estar aquí... y, de algún modo algo ha impregnado con su esencia esta vieja y noble casa de los horrores. ¿Tú también lo has notado?
Lupin asintió con la cabeza, como si no tuviese fuerzas para luchar contra aquel devorador silencio.
-    ¿De quién habláis? -preguntó Harry.
- De una amiga común.
- De Ionnenmel
Habían contestado al unísono.

- ¿Ionnenmel? ¿No es el nombre de esa mujer que mencionaste aquel día que nos conocimos? -siguió preguntando- tú dijiste que apareció en Azkaban y que te ayudó...
El hombre miró al niño con sus ojos hundidos y arqueó una ceja en señal de duda, dejando salir las palabras tan despacio como dejaba salir el humo de su pipa:
- Sí, una vieja historia.
- "Decidme, queridos...¿qué es lo que distingue a un Eldar?" "Las orejas, profesor Kettleburn" "¿Las ojeras?...hum... bueno...de algún modo, como duermen poco sería un signo distintivo, aunque más propio de otras criaturas, como los vampiros"...."No, profesor, la orejas" "Si esto es más acertado: los Eldar son inmortales y por eso tienen muchas horejas en las que emplear su tiempo..." "No, profesor Kettleburn... las O-RE-JAS en forma de hoja..." -Recitó Lupin- ¿Recuerdas?

Sirius sonrió evocador, sin perder de vista a Kreacher, que había dejado la bandeja en una mesita en medio y se había quedado allí plantado, escuchando con descaro. Y dijo, como hablándose a sí mismo. "Y ahora les hablarán de esa perehendil que se atrevía a mirar a Kreacher con pena y quería que me fuera de la casa, que me alejase de mi buena señora y quería regalarme prendas y me perseguía con sus aires de grandeza... Mestiza, traidora, crueles Eldarim que no cuidan de los señores ni hacen nada útil...

- Háblanos de ella, dinos: ¿Quién es Ionnenmel? -Insistió Harry con la curiosidad de quien, por azar ha descubierto el cabo que puede resolver un misterio grande.

- Gracias Kreacher, puedes salir a hacer las tareas que seguramente tienes pendientes. -Ordenó Black al elfo. Luego advirtió los ojos de Harry clavados en él y agregó, como si le costase mucho hablar- Contestarte a eso es complejo. -Sirius se hundió en un largo silencio que el humo de su pipa llenó de  formas caprichosas...

- Es su esposa. -Dijo Lupin, tratando de agotar el tema. Sus labios querían sonreír pero sólo les salía una mueca que más parecía una contracción muscular.- Se casaron en Azkaban y ella entonces vivió aquí, por eso yo le preguntaba.

La sorpresa saltó sobre los niños como un gato sobre una ratita indolente, los ojos se les agrandaron y miles de preguntas estallaron una detrás de otra, como los petardos en las tracas de las fiestas mayores:  Pero... tú... ¿estás casado?. ¿Con esa mujer, con Ionnenmel? ¿Y dónde está ella? ¿Te dejó cuando entraste en Azkaban? ¿Ella no te amaba?  ¿Es una Mortífaga? ¿Ha muerto? ¿Dónde está ahora?

- Bueno, técnicamente sí... estoy casado... -contestó Black, empeñado en jugar con el  humo y sus volutas caprichosas-. Pero haced las preguntas de uno en uno. -Dijo Sirius algo molesto, como si hubiese perdido todas las palabras y ya no recordase el modo de hablar... o como si para abordar aquel tema necesitase un permiso especial de Lupin, quien al final pareció salir en su ayuda.

- A vosotros nadie os había hablado de Ionnenmel, claro. - dijo Lupin pero se interrumpió de golpe y, sin quererlo, se estremeció. En un segundo el rostro se le había rejuvenecido, como si retornase fugazmente a aquellos siete hermosos años de su adolescencia. Y luego volvió a envejecer de golpe. La plata que había lucido por un segundo volvió a ser el cabello entrecano de siempre.-  Pero cómo no hablaros de ella...  está tan presente aquí que a veces es como si la sintiese mirándome. Cuando entro en esta casa es como si esperase encontrarme con su sonrisa melancólica y cuando el viento sopla por las rendijas me trae su voz cantarina, y las notas de sus canciones Eldarim... 

- No entiendo nada -dijo Harry- ¿Los dos la conocíais? ¿Quién era ella?. ¿Y qué es una Eldarim?
- Sí, Harry, -aclaró Black- los dos la conocíamos por que era compañera nuestra en Hogwarts.
- ¿Y era tu novia Sirius? -siguió Harry.
- No. A decir verdad, sería más correcto decir que era novia de Lunático.
- Tampoco yo entiendo nada. -Dijo Ron que creía que los dos se reían de ellos- ¿Es una broma, no?. ¿Hay una chica novia del profesor Lupin, que cuando se entera de que tu estás en una prisión de máxima seguridad por un asesinato en serie y después de que el mismo Voldemort había asesinado a los padres  de Harry va hasta Azkaban y se casa contigo?. ¿Era una secuaz de Voldemort entonces? ¿Se había hecho una Mortífaga?
-  No, no, no... Ionnenmel había partido hacía tiempo con las gentes de su raza, justo cuando acabamos en Hogwarts, y nada sabía de Voldemort, ni del asesinato de James y Lily -explicó Sirius-, volvió por...

- Canuto, -interrumpió Lupin- si vamos a hablarles de ella, esto hay que empezarlo por el principio, sino no tiene ni pies ni cabeza...
- Bueno, Lunático -accedió por fin Sirius con un suspiro - supongo que, después de todo,  esta es una buena historia para contar alrededor de la lumbre.

- Quizá ha llegado la hora de hablarles y de hablarnos de ella abiertamente. -Contestó Lupin mirando francamente a Black-. Y debemos ser ordenados: Ionnenmel es... Bueno... no era como nosotros. Ella era en parte humana y en parte Eldar... Una medio elfa, Perhedil en su lengua
- ¿Eldar? -Dijo Hermione extrañada- He leído algo sobre ellos pero... ¿existen realmente los Eldar? ¿No son algo así como los elfos domésticos extinguidos?

- Bueno, Hermione, -contestó Lupin como si diese una clase magistral- este es un tema controvertido y que supongo que te interesa... Poco se sabe de los Eldarim: no están extinguidos sino que viven, por así decir, en un mundo paralelo, del cual sólo ellos conocen el camino y evitan escrupulosamente el contacto con nosotros. Se dice que en otro tiempo eligieron a algunos entre los hombres, las grandes familias sangre limpia,  y les enseñaron todos los Altos secretos de la Magia Blanca, pero los magos se revelaron contra sus maestros y algunos eligieron definitivamente el mal. Visto esto, los Eldar se retiraron y desde entonces nada quieren con nosotros. Los elfos domésticos pretenden ser parte de ese pueblo fabuloso y sostienen que algunos Eldar se quedaron entre nosotros por su gran amor a los hombres. Entonces su raza, lejos de su mundo, degeneró hasta convertirse en elfos domésticos vinculados al servicio de algunas familias. Pero te aseguro que Ionnenmel nada tenía de elfina. -Explicó Lupin mirando las rencorosas idas y venidas de Kreacher que había vuelto a entrar, esta vez con más troncos para avivar la chimenea- Son un pueblo fabuloso de gentes altas, muy hermosas, de piel clara, largos cabellos dorados y orejas picudas. Tienen un cuerpo fuerte, pero leve, como si su materia fuese más ligera que la nuestra, a veces desprenden un aura luminosa a su alrededor, y,  además se dice que soportan la pesadumbre de la inmortalidad, aunque esto está por confirmar. Lo que es seguro es que son extraordinariamente longevos. 

- Ionnenmel es una Eldarim, aunque sólo a medias. -explicó Black- su padre era Primus Olivier, un hombre polifacético, autor de muchos libros, ese que estás leyendo, por ejemplo. -Black señaló el libro cerrado en el regazo de Hermione- De él se cuentan muchas historias, casi legendarias. Era un Medimago muy dotado y también un mago metamórfico, como Tonks, algo muy raro entre nosotros. Un día, en la búsqueda de un remedio, obró un encantamiento de transformación y perdió la posibilidad de regreso a su cuerpo. Emprendió entonces un viaje espeluznante y llegó por accidente a las regiones Eldar en donde permaneció un solo día. Allí pudo retornar a su propia forma, fue curado y conoció a la madre de Ionnenmel, una misteriosa Eldar que había perdido a su esposo en un combate y regresó con Olivier a nuestro mundo, dejando allí tres hijos varones, ya crecidos.

- Las leyendas dicen que al parecer cuando Olivier regresó a su casa se encontró que había estado ausente no tres días, como él creía, sino treinta años. -siguió Lupin- Y descubrió también que sus conocimientos como Medimago habían crecido extraordinariamente. Pero no vivió feliz con su esposa. La medicina parecía robarle todo su tiempo y su mujer cada vez parecía sentirse más sola, añorar el paraíso que había dejado atrás y, encima no conseguía darle a Olivier lo que más deseaba su corazón: un hijo. Tras muchos años de conjuros, remedios y contrahechizos ella consiguió engendrar una hija, a Ionnenmel, pero en el esfuerzo la madre se debilitó extraordinariamente y al parir se dejó morir, probablemente la única manera de volver al mundo que ella añoraba. Olivier llamó a la niña con las últimas palabras Eldar que su madre había pronunciado: "Ionnenmel", que significa "hija de mi amor" y alejó a la abuela de la niña que quiso que ella creciera entre los de su raza. Olivier la crió solo intentando alejar a Ionnenmel de todo lo Eldar hasta que ella cumplió los once años y vino a Hogwarts. La quería para él solo, sentía cercana su propia muerte y sabría que con ella perdería para siempre a la niña. Así puso todo su esfuerzo en que ella eligiera quedarse aquí y quiso protegerla de todo.

- A los once años, -siguió Lupin- cuando llegó la carta de Hogwarts para ella.... Olivier se resistía a dejarla partir... nada podía aprender ella en Hogwarts. Dumbledore intervino: por una parte le hizo ver que fuera de él y de la vieja nanny, una squib, no conocía a ningún otro ser y aquella soledad la consumiría, como había pasado con su madre. Por otra parte sólo si establecía lazos con este mundo podría optaría por él. Olivier había sobrepasado los cien años y veía su propia muerte muy cercana... unos años con Ionnenmel fuera eran la única esperanza de que un día, ella pudiese morir y reencontrarse dónde fuera. Con esa esperanza la envió a Hogwarts: quería vincularla con la humanidad, borrar en ella cualquier rastro Eldar.


Hermione recordaba la mezcla de excitación y miedo del primer día. Todo para ella era nuevo, diferente. Hermione reconocía en la realidad todas las cosas que había ido leyendo y pensó que algo así le pasaría a aquella niña, que, tras once años enclaustrada en una casa, veía por fin otras personas, otros niños, los colores de la ciudad muggle que dejaba atrás apenas vislumbrando las maravillas que sus jóvenes ojos iban a poder contemplar... ¿qué sentiría aquel joven corazón?. Era fácil ver a Ionnenmel con la naricilla pegada al vidrio del expreso de Hogwarts viendo desfilar la grandeza de los pastos, la armonía de los árboles, el mar que guiñaba sus olas bajo los grises acantilados... Tal vez la tristeza por dejar a su padre y el miedo por lo que podía avecinársele serían ahuyentados por una poderosa curiosidad que empieza a ser saciada con el entremés de un gran ágape.

- El caso es que Olivier trabajaba de Medimago en San Mungo y, además todas las familias de magos acudían a él para los asuntos médicos importantes. -explicó Sirius-. Creo que fue él quien atendió a Remus cuando fue atacado por el Hombre Lobo, y aunque le salvó la vida, nada más pudo hacer por él.  Cuando mi madre se puso de parto, mi padre corrió a buscar a Olivier, que no fue a atenderla por que su propia esposa estaba teniendo a Ionnenmel y las cosas no iban bien. Mi madre, pues, acabó pariéndome por sí misma y eso no le gustó mucho. Cuando supo que Olivier había tenido una niña de orejas picudas pensó que sería una criatura mágica sorprendente y, recurriendo a las Artes Oscuras inició un conjuro para unirla conmigo. Le llevó muchos años y no lo hizo demasiado bien, porque cuando pudo conseguir algo de la niña era ya tarde. Pero, sin yo quererlo, sellé años más tarde aquel conjuro... fue como si mi madre crease un borrador sobre el que yo escribí la verdadera historia sin ser consciente de que lo hacía.
-  ¿Por eso ella fue a Azkaban? -Preguntó Harry.
-   En parte sí. -Respondió Black, levantándose y sirviendo a todos el té.

- Mi madre -añadió Black, mientras distribuía las tazas- siempre sintió especial curiosidad por la niña. En nuestro primer viaje a Hogwarts estaba más pendiente de ver a la hija de Olivier que de despedirme a mí, su propio primogénito. -Black se sentó y le dio un gran bocado a una pasta- Me arrastró por el andén hasta que vio a Olivier, se dirigió a él saludándolo con su tono de gran dama y clavó los ojos en Ionnenmel, a quien examinó con detalle. Debí ser el primer niño que se acercó a ella, que  me miró a mí casi de igual manera, fijamente y sin decir nada, dejando que nuestros padres hablasen sin quitarme los ojos de encima: "¿Tengo monos en la cara?" Le susurré desafiante y ella estalló en una sonora carcajada que hizo que nuestros padres la mirasen: "No, -contestó muy divertida- no tienes ningún mono". Pensé que era tonta pero, no sé por qué, sentí que la alegría me crecía desde las tripas y sin quererlo me encontré riéndome con su risa boba. Nos despedimos y mi madre murmuró con desdén: "Una chiquilla común...". Aunque yo sabía que no era nada común. La verdad es que más personas se acercaron para saludar a Olivier con la intención de ver la niña. Entre las grandes familias de los magos era como una atracción de feria. Tanto que aquel mismo día en el tren,  empezó a sentirse muy extraña... como si descubriese que era algo más bajita que las otras niñas, -porque los niños Eldarim crecen más despacio, como tomándose su tiempo-,  y se soltó las trenzas para cubrirse las orejas picudas con el pelo porque todos parecían muy interesados en examinárselas.

Harry sintió que dentro de su pecho crecía una corriente de simpatía hacia ella. Ocultar unas orejas picudas que todos desean ver es, al fin y al cabo, tan pesado como andar tapándose una famosa cicatriz. Y tampoco le era extraño el hecho de ser el centro de atracción por ser quien eres, o de haber hecho algo de lo que no eres consciente y ver que todos esperan maravillas de ti y mirarte las manos y comprobar que las tienes vacías...

- Finalmente -continúo Lupin- allí estábamos,  en Hogwarts, todos los de primero: Éramos un grupo nutrido, por que gracias a Dumbledore aquel año habían admitido a muchos hijos de muggles. La ceremonia del Sombrero Seleccionador comenzó por orden alfabético. Primero los Black: Bellatrix, a Slytherin, Sirius, a Griffyndor, Crabbe, Goyle: Slytherin; Evans, Gryffindor, Lestrange Slytherin, Longbotton, Lupin, Gryffindor, Malfoy a Slytherin, Olivier, Pettrigrew, Potter todos a Gryffindor, Snape, Slytherin... Tonks Ravenclaw, Cuando nos sentamos Bellatrix te gritó si te habías traído a tu elfo doméstico por temor a que aquí no te cuidaran, y tú le reíste la gracia ... yo os hubiese matado a los dos. Ionnenmel era como un animalito asustado -sonrió Lupin enternecido-. Yo me sentí como si tuviese una deuda con ella, me prometí defenderla siempre. Me senté a su lado y empecé a hablarle... me preguntaba qué pasaría si aquellas bestias descubrieran que yo también era raro, que era un hombre lobo. Sólo de pensarlo me temblaban los pies... y ella estaba allí, mirando a quienes la atacaban, más curiosa que enfadada o asustada. Todo y todos éramos nuevos y a todo y a todos lo escrutaban sus ojos chispeantes. Cuando a lo largo de la cena me llegó el turno de ser examinado y me miró noté que sus ojos me traspasaban y capté en ella un deje de temor: ella lo sabe, pensé. Y fue como liberarme de una pesada carga.

 - Al otro lado de Ionnenmel -recordó Black- se sentó tu madre, Harry, dando muestras de gran valor, por que ella también era uno de los blancos preferidos de los sangre limpia.

Harry imaginó a su madre: otra niña, esta vez hija de muggles, entrando en un mundo que no era el suyo, impresionada por todo aquello que veía. La decoración creada por el profesor Flitwick para del Gran Comedor, el Sombrero parlante, los profesores ataviados de un modo peculiar, la comida saliendo de los platos, los fantasmas de las casas que venían a saludar a los nuevos... imaginó su cara la primera vez que alguno de aquellos grandes magos pagados de sí mismos, tal vez Lucius Malfoy, la llamó "sangre sucia" y admiró su valentía al preocuparse por aquella otra niña, tan pobre e indefensa como ella, enfrentada a un mundo nuevo, demasiado grande, demasiado amenazador, y se sintió orgulloso de ella.

- Sin embargo muy pronto Ionnenmel empezó a sorprendernos. -Dijo Black- Aquel ser en apariencia tan débil no lo era en absoluto. Vivía sin casi sin comer ni dormir, era resistente a la fatiga y las materias de clase no parecían suponer ningún problema para ella. Cuando un profesor nos enseñaba algo absolutamente nuevo ella parecía llevar toda la vida haciéndolo. La profesora McGonagall daba clases con el libro que su padre había escrito para la propia Ionnenmel cuando descubrió que era metamórfica y temió que le sucediera lo mismo que él un día, cuando no pudo volver a su forma original.  Allí donde para nosotros no había más que esfuerzo ella se aburría y mataba las clases dibujando runas: Conocía los textos de memoria, había aprendido a leer con ellos y había hecho ya todas las transformaciones jugando en su casa... era... formidable.

- Es cierto -añadió Lupin- tu padre, y Sirius eran muy buenos, sin duda. Yo no era tan inteligente, pero sí más trabajador y no les iba a la zaga.  A Peter le ayudábamos entre los tres. Alumnos dotados y brillantes, que nos reíamos de las dificultades de los más patosos, pero Ionnenmel nos superaba sin que le costara nada. Colagusano se le pegaba siempre, intentaba copiarle las tareas, persiguiéndola para que le explicase todo lo que no había entendido.  Y a mí e ayudaba después de mis transformaciones, cuando me sentía abatido, cansado y enfermo. Copiaba minuciosamente mi letra y mi estilo y nadie notó nunca la impostura. Era como si ella tuviese tiempo para todo... bueno, de hecho lo tenía, si una cosa hay que le sobre a un Eldarim es el tiempo... Todos en Gryffindor empezamos a quererla.

- Aunque no teníamos ni idea de hasta dónde podría llegar su poder, su superioridad era evidente: Los animales y las plantas parecían escuchar su voz, sabíamos que no precisaba de la varita para hacer magia porque sólo fingía usarla y en ocasiones se le olvidaba... -observó Black sonriendo-. Y era alegre, al menos durante aquel primer año reía despreocupadamente con unas carcajadas contagiosas. Tu madre, Harry, la adoraba. Ella también se sentía muy sola en Hogwarts, venía de una familia Muggle, la llamaban sangre sucia y hasta nosotros nos reíamos de ella por que se equivocaba mucho, desconocía tantas cosas y era tan torpe... Pero Ionnenmel siempre estaba allí, a su lado. Con sólo mirarse se entendían... El año en que el padre de Ionnenmel murió Dumbledore permitió que pasaran juntas el verano.

¿Los veranos juntas? Harry podía imaginar a las dos chicas llegando de Hogwarts para pasar el verano juntas y la cara de la tía Petunia al ver aquella "anormal anormal" allí... tal vez se sintió celosa por la complicidad de las dos niñas. Podía ver a su madre llevándoles a sus padres regalos mágicos comprados en Hogsmeade y a Ionnenmel ayudando a su abuela a tener las mejores flores del barrio con sólo pasar ella a su lado y susurrarles: "Floreced"... ¿cómo podría vivir entre muggles aquel ser tan fuera de lo común? Harry se prometió que el próximo verano, fuera como fuera, le preguntaría por ella a Tía Petunia...

- De hecho, -Dijo Black- aquel año Ionnenmel estaba más con nosotros que con las chicas. Empezó a mariposear a nuestro alrededor por que ellas, con la excepción de Lily, con quien siempre se sentaba, le aburrían. Pasaban mucho rato estudiando y luego hablaban de modas y de grupos musicales.  Ella era diferente y nosotros la aceptamos sin pensar que era una niña, tenía carisma: No tenía miedo, ni decía las tonterías de las otras niñas. Otra cosa que la empujó más hacia nosotros fueron las noches. Los Eldarim sólo duermen una hora al día, si tienen tiempo, si no les basta con refugiar su mente en ensoñaciones en una especie de distracción. Como Ionnenmel tenía una parte humana y una educación totalmente humana, se iba a dormir e intentaba permanecer en la cama toda la noche, pero como mucho, a las dos horas de acostarse ya no podía volverse a dormir... al principio leía, dentro de la cama, pero no podía soportar siete horas de lectura diaria... no cuando era lo que había estado haciendo durante diez años en la casa de su padre... no en un sitio totalmente nuevo y misterioso y en el cual se sentía plenamente libre... así, poco a poco, empezó a deambular por Hogwarts: tenía una capa Eldar que había sido de su madre, y si bien no la hacía invisible, la camuflaba estupendamente. De hecho cuando nosotros empezamos, tiempo después, a vagar por el castillo y creíamos descubrir algo nuevo era extraño que ella no lo conociese ya y sus informaciones fueron decisivas para construir el Mapa del Merodeador. Así, distrayendo sus noches sin sueño, descubrió la licantropía de Lunático mucho antes de que nosotros ni siquiera lo sospechásemos.

- ¿Y Filch? -Preguntó Ron- ¿Y Dumbledore? ¿No la pillaron nunca?
- No, -dijo Black sonriendo- Filch jamás la descubrió, ella era demasiado discreta y escurridiza. En cuanto a Dumbledore, era plenamente consciente de sus correrías, y solía decirle -Black imitó al viejo y querido director-  "Bueno Señorita Olivier...ejem..cuando su padre nos confió su educación ya nos advirtió que Usted no era una alumna... corriente... y que el objetivo de su estancia en nuestra escuela no era adquirir conocimientos académicos sino jugar, enredar y hacer todas las posibles trastadas... en fin, querida niña, cuando le haga  llegar a su padre el informe, este pondrá en grandes letras  "EXCEDE EXPECTATIVAS".

- Fue un tiempo espléndido... -dijo Lupin- para mí los mejores años de mi vida: amigos fieles, la alegría loca de Orejas... la verdad es que deseaba que los meses no pasasen, que no llegara el verano.
- Sí, -convino Harry pensando en la casa de sus tíos- ya sé que quieres decir, a mí también me pasa...
- Vaya -dijo Hermione- era sin duda un personaje... ¿Todos os enamorasteis de ella?
- Bueno, -contestó Lupin- de un modo u otro todos sucumbimos a su carisma...
- ¿También mi padre? -preguntó Harry
- Bueno... -Dijo Black- tu padre nunca... pero creo que Ionnenmel llegó a gustarle mucho un tiempo, porque estuvieron muy en contacto, entrenando para el Quidditch...
- ¿Ionnenmel jugaba al Quidditch? -Dijo Ron alucinado...
- Sí.  -Dijo Black-. La vieja McGonagall descubrió que sus ojos de Eldar no perdían de vista la snitch desde que la soltaban... bastaba un gesto del capitán para que la atrapase sin problema... Ella siempre tenía ganas de jugar, como si quisiera recuperar el tiempo perdido y el Quidditch le encantó, sobre todo al principio, cuando le ofrecía dificultades: ella no sabía nada de bludgers ni de quaffles y volaba en escoba digamos que regular, odiaba la sensación de caída de los picados y le costaba alcanzar velocidad... así tu padre se ofreció para entrenarla. Montaban juntos en una escoba, alcanzaban gran velocidad y se precipitaban al vacío para quitarle a ella la aprensión... A veces caían y rodaban por el suelo... la expresión de felicidad en la cara de tu padre era grande... Le enseñaba a esquivar pelotas, a despistar al buscador contrario... el amago de Wronsky... trucos que ella jamás habría sospechado. Cada noche burlaban la vigilancia -escasa, la McGonagall no quería ver nada si el resultado era una victoria en el Quidditch- y se iban a volar en medio de la oscuridad... James estaba encantado con su alumna... nunca había conocido a una chica igual... Pero tu madre ya había empezado a gustarle y había en Ionnenmel un aire infantil que le cortaba...
-  Y también por que sabía que a ti ella te gustaba y James jamás habría hecho nada que tu no aprobases. -dijo Lupin con tristeza-
- ¿Y ella? -Preguntó Harry.
- ¿Ella? Tenía doce años, Harry,  y era Eldar... -dijo Black-. Cuando tu madre pensaba en chicos ella pensaba en Quidditch. Cuando las otras chicas querian largos besos el café de Madame Poodifoot ella soñaba con navegar a escondidas por el gran lago tratando de imaginarse cómo sería el mar... Ella veía a James persiguiendo a Lily y a tu madre que no le hacía ni caso por que no quería ser una más de todas aquellas chicas que  nos miraban ávidas y decidió que eran una buena pareja... Orejas más que separarlos los unió: Tu madre estaba siempre con ella y ella con nosotros.
- Aquel año nos hicimos realmente muy amigos. -dijo evocador Lupin- Nosotros todavía éramos niños y Orejas era uno más del grupo. No había travesura en la que no participara ni fiesta en la que su música no nos hiciera bailar.