Cuento corto
Todo pasó aquella noche, la vida, la muerte, el deseo, el miedo, la alegría, todo... pero la vida le aguardaba muchas sorpresas más. Sentado en la pequeñas sillas de piedra, en la cual estaba sentado, pensaba angustiado. Si no hubiese sido por esos piratas que entraron la otra noche en la posada de su padre... hoy no estaría en la situación actual, sería diferente, como un día normal.
Se acomodó nuevamente sobre la piedra, mientras miraba las estrellas, recordaba como fue a parar allí. Esa noche, la del asalto de los piratas, su padre había sido asesinado, su cabaña había sido quemada. Estaba claro, que a él no le gustaba la vida que llevaba en la posada, pero vivía con su padre, y trabajaba muy duro, para lograr vivir. Todo por tratar de sobrevivir, pero esos mercenarios entraron repentinamente, y no dijeron nada, solo sacaron sus espadas, llenas de joyas y diamantes, pero no dudaron... las usaron al instante. Todos los de ahí murieron, salvo él, pero ¿porque?. Era una respuesta que no se podía responder. Él hubiese preferido salvar la vida de su padre, el cual ofreció la suya para salvar a su hijo. Solo la puerta y la fortuna lo salvaron a él, ya que los mercenarios quemaron todo cuanto había alrededor...
El deseo de una venganza le venía a la cabeza, el rostro del mercenario matando al padre, no se le iba a borrar nunca, pero con solo dieciséis años de vida, no se puede salir a matar a un mercenario. Estaba alegre de haber conservado su vida, pero ¿que vida le quedaba?, había perdido todo, ya no le quedaba nada, solo irse lejos, lejos de los recuerdos, donde empezar una nueva vida. No sabía como hacer para sobrevivir. ¿Debía meterse con ladrones y arreglarse como pudiera?, o mejor ¿vivir de la casa, en el bosque solitariamente?. La cabeza le daba vueltas.
Todos sus pensamientos se vieron interrumpidos por el grito de un señor, alto y robusto, "Chico, salid de mi patio, no tenéis nada con que pagarme, ni siquiera para sentarte". Salir corriendo, eso es lo que debía hacer él para sobrevivir, escaparse de la vida, vivir corriendo, como pueda.
Salió corriendo por el camino de las carretillas, angosto y piedroso, donde la gente salía muy a menudo con sus caballos. Fue fácil, eso pensó, solo tuvo que correr cinco minutos, nada más... En su corrida, observó una carretilla llena de manzanas, bien rojas, la que están bien maduras y ricas. El hombre que la conducía parecía hundido en un profundo sueño, el burro tiraba de la carreta con mucho esfuerzo. Él era inexperto en esto, no sabía que hacer, pero no lo dudó mucho, se desplazó lentamente hacía la parte trasera de la carreta. Ahí estaban, las manzanas, a menos de un brazo de distancia, se preparó para el manotazo y salir corriendo, pero no pudo, su corazón le impedía hacerlo. ¿Que diría su padre? quien lo educó con los recursos que tenía, hombre respetable y dulce. ¿Porqué arruinarse la vida de ese modo?, no sabía que hacer, pero se frenó. Vio la carreta alejarse por el camino, su comida se escapó, pero él quedo satisfecho en su interior.
En toda su vida, no había aprendido como usar un arma, imposible que él pueda casar algo, se tenía que ingeniar para poder alimentarse. Se corrió su negra cabellera, la cual le llegaba al cuello. Deslizó su mano dentro de un hoyo, el cual parecía la cueva de un conejo. Recibió un mordisco, y luego otro, nunca supo que animal era, ya que cuando sacó su mano, no pudo ver a la criatura que se escurría fuera de su cueva, la oscuridad era completa, pero igual, para sentir el dolor no hace falta la oscuridad.
Dicen que de los errores se aprende. Él aprendió mucho, de las trampas y de algunas herramientas. El bosque era su único hogar, por ahí iba a los caminos a rogar comida a los comerciantes que pasaban por ahí. Era el quinto día desde el fatal día, pero todavía tenía esperanzas de seguir con vida. Algún que otro roedor por día, no eran suficientes para su alimentación, pero satisfacían el hambre por el momento. Sus ropas estaban bastantes conservadas a pesar de su condición de vida. Tenía un campamento organizado, dentro de lo que él podía hacer. No le vamos a pedir una casa o mucho menos.
Pero por esas casualidades, el bosque le pertenecía a un duque, Lord Fendal, él cual decían que en su enorme castillo, tenía una orden de caballeros, de las mejores, nadie era capaz de enfrentarse a Lord Fendal. El bosque, lugar donde él vivía, pero no quería tener complicaciones con nadie, él solo quería vivir, nada más. Pero el destino no lo dejó tranquilo, sus penas fueron muchas, son las cosas del destino.
El décimo día, uno que amaneció despejado, con el suave sol de verano sobre la tierra. Él salió de casa, como en los días normales, pero en el camino, encontró la belleza, la juventud y la alegría juntas. Sus oscuros cabellos, no ocultaban su hermoso rostro. Se movía con mucha destreza y agilidad. Su cuerpo hermoso y bien tallado, parecían obras del mismo dios. Sus finos vestidos blancos, resaltaban su belleza y gracia. Él se quedó perplejo, tanto que no se podía mover, como si un hechizo se apoderara de él. Intentó acercarse, lentamente, para solo observar más de cerca a la hermosa joven que caminaba por el bosque juntando flores y distintos tipos de hierbas, siempre cantando una canción suave y dulce.
Pero de repente una mano se posa sobre él, le aprieta muy fuerte, como dolía, pero no expresó grito alguno, porque fue más el susto y se quedó estático, sin decir nada. Al darse vuelta, ve a un hombre alto, se notaban signos de juventud, de majestuosidad, caballero para ser más preciso. La armadura relucía con los rayos del sol, de su cinturón colgaba una espada, de mango dorado. Más atrás se veía un hermoso corcel blanco, con una cintura real, con la lanza de caballero apoyada sobre la bestia. "No os acerquéis... dejad a la princesa sola...". ¿Princesa? él no entendía nada, intentó hablar con el caballero, pero este le dijo "Hermosa ¿no?. Será mi esposa dentro de un par de meses... todavía no está en edad para casarse. Solo 15 años tiene". Sentía lástima por la princesa, tanta hermosura en manos de un hombre arrogante. Pero eran asuntos de nobleza, y él no tenía por que meterse, ¿quien lo iba a querer?. Pero él quería verla por última vez, y se le acercó demasiado, muy demasiado para el gusto del caballero...
Un tronco, el musgo resbalaba por la espesura de la madera, y sobre ella, estaba sentada la doncella más hermosa que él hubiese visto nunca. Se acercó al tronco donde ella susurraba una canción. ¡Qué hermosa era su voz!. Fue un veneno para él, si no la hubiese visto, por ahí se ahorraba todos los futuros problemas que le vendrían, pero él sentía un impulso muy grande hacia la doncella. Estaba a menos de dos pasos, el caballero aguardaba impacientado, porque como su oficio decía, no podía atacar a otro que ni siquiera estaba armado, pero estaba reventando de ira. La princesa se dio vuelta, y pegó un salto del susto, al ver un extraño hombre, vestido de esa forma, algo inhabitual para ella. Lo vio a los ojos, y a pesar de que no era él muy lindo, sintió un extraño sentimiento. Algo que no se podía explicar, pero no sentía amor, seguramente sería algo como llamado, compasión. Pero a él poco le duró la vista de aquella preciosa doncella, la cual era joven y bella. Cuando le estaba por preguntar su nombre, sintió un golpe detrás... se le nubló la vista, sentía todo su cuerpo liviano, sintió el brusco golpe contra el piso, y de ahí, no sé acuerda más...
Su vida le vino a la cabeza, su corta vida, había dado un vuelco muy grande... desde la felicidad con su padre, hasta la máxima penumbra, en un calabozo desconocido, rodeado de murallas mohosas, el olor era espantoso, y él se sentía confundido. Pero le vino a la cabeza, la imagen de la hermosa doncella.
En ese instante se abre la puerta, y un hombre con una antorcha entra en la celda, y él vio que le traían la comida. Sintió un gusto horrible en la comida, pero el guardia lo sacudió de un golpe, por lo cual lo tuvo que comer. Iban dos meses, en esas horrible celda, sin nada, sin nadie, solo, muy solo, la soledad lo abrumaba, quería morir, pero no podía, sentía la fuerza de su padre junto a él, pero justo el día que se cumplían dos meses, lo llevaron fuera de la celda. Sus ropas apenas cubrían sus miembros, muy poca ropa tenía él, sus pelos largos y enmarañados, la cara sucia, llena de polvo. Pero igual, lo llevaron a una cámara, donde estaba Lord Fendal. Por lo que pudo averiguar él, se encontraba en el castillo de Sir Brethel, el mismo que se encontró en el bosque, quien le dijo al oído "El más débil siempre cae, nunca lo olvides". Fue llevado como prisionero, y ahora estaba al juicio de Lord Fendal.
- Me dijeron que estuvisteis espiando a mi hija... ¿es cierto eso?- intentó ser amable con él.
- ... - siempre con la vista baja, sin cambiar la cara, no le importaba lo que hagan con él, ya no tenía en que preocuparse.
- Contesta a la pregunta si no quieres ser ahorcado ahora mismo- Su paciencia se agotaba lentamente.
- Señor..- se atrevió a decir él- ... yo no espiaba a su hija, solo veía su belleza, inimaginable, nunca antes visto. Mis ojos guiaron a mi corazón señor. Haced de mi lo que queráis, pero ya no me importa, perdí todo, ya no tengo nada, y para seguir sufriendo en el calabozo, prefiero morir ahorcado.
Lord Fendal, quedó meditando un rato. ¿Qué haría con él?, no sé le ocurría nada interesante, solo una cosa.
- Hijo... decídeme tu nombre. -preguntó amablemente Lord Fendal.
- ...
- ¿No sabéis vuestro propio nombre?
- ¿Qué es un nombre? mi nombre no dice nada de mi. Si quiere saberlo usted, igual se lo digo. Mi nombre, el cual me dio mi madre antes de morir, y el cual utilizó mi padre antes de que los mercenarios la asesinasen, era, Nighor...
- Nighor, por haber espiado a mi hija Atharys, y haber enfurecido a Sir Brethel, os expulso de mis tierras, viviréis en el exilio, en otros lugares, libre, pero fuera de mis tierras.
En ese instante, se abrió la puerta, y entró ella, más bella que nunca, y él la miró, más ella no lo reconoció. Lord Fendal, se apuró en echar a Nighor del castillo, le cedió un burro viejo y lento.
Dos días habían pasado desde la marcha del castillo de Sir Brethel. El burro, ya no aguantaba más, por eso, Nighor lo dejó libre, que haga lo que quiera, que vagara por los bosques, donde nadie lo molestara.
En el camino, encontró la casa de un ermitaño, quien le permitió quedarse en su casa. Resultó ser, que mientras Nighor, le traía animales del bosque para comer, el ermita, le enseñaba el arte de la espada y la caballería. Habían pasado ya tres meses, y Nighor ya era bueno manejando la espada, y montando a caballo. Por primera vez en mucho tiempo, él era feliz. Ansiaba ampliar todos sus conocimientos, y buscar gloria, lo que todo caballero quiere, aunque Nighor no lo sea.
La despedida vino, los dos amigos, se desearon suerte mutuamente, y Nighor empezó la marcha... solo tenía unos viejos trapos puestos, y una espada sin filo, pero tenía los ánimos por el cielo.
Lord Fendal, ya estaba envejeciendo, y necesitaba un sucesor fuerte e inteligente, por lo que realizó una competencia, la cual se realizaría en el castillo principal. El ganador, tendría el honor de casarse con la más bella de todo el reino, Atharys, la hija de Lord Fendal, la cual ya tenía veinticuatro años.. Premio codiciado por todos los barones y caballeros de todo el reino, ya que no solo tendrían a la esposa más hermosa del mundo, sino que también tendrían un territorio sumamente grande.
Dos días antes de que empiece la competencia, se festejó una cena, donde estaban todos los caballeros participantes. Todos fingían amistad entre ellos, pero todos miraban a la hermosa Atharys, y sobre todo Sir Brethel, el cual había ganado renombre y fama por sus hazañas. Pero se notaba que Atharys estaba triste, no quería que su padre la casara con el ganador, ya que para ella, todos eran engreídos y estúpidos. Pero ella no decidía eso. Por eso estaba muy triste.
Llegó el gran día, todos los caballeros, preparaban sus caballos, y los escuderos limpiaban sus armas. Sir Brethel, sería el primero en enfrentarse a un caballero de una isla lejana, alto fuerte y barbudo. Pero sin duda, fue muy fácil para él derrotarlo. El torneo sería largo, ya que incontables cantidades de caballeros se presentaron para el torneo. Toda la ciudad estaba viendo el torneo, mucha gente de todos lados. Pero la princesa, sentada en el balcón con su padre y un par de viejos más, miraba el torneo aburrida, mirando el cielo, como si esa fuese su escapatoria. Más tendría que seguir con las ordenes de su padre.
Sir Brethel ganó todos los encuentros que compitió, fue muy duro para él, pero lo logró. Lord Fendal, estaba parado, en su balcón. Sir Brethel se arrodilló, mostrando respeto.
- Señor, he venido por mi premio.- dijo el arrogante. La princesa se asustó, ya que no lo amaba. Era creído, soberbio y sin corazón.
- Sir Brethel, sois vos el premiado, pero hay que ver si no hay otro caballero que quiera pelear contra vos.
- Juró.... que el próximo que se atreva a pelear conmigo, no voy a tener misericordia, y lo mataré... ¿Quien quiere morir?.- gritó al público, el cual se quedó callado, como esperando algo, atónitos por la amenaza del caballero. Hasta Lord Fendal se sorprendió, pero Atharys no, ella sabía que tipo de persona era él, y lamentaba que nadie se animara a pelear en su contra.
De repente, el público se abrió paso, y en un negro corcel, apareció un caballero en negra armadura, una ligera, no de las pesadas. Sir Brethel pensó "bien, alguien contra quien mostrar mi poderío, este si que sufrirá". Los dos caballeros se pusieron enfrentados, preparados para el combate, en todo esto Lord Fendal, seguía de pie, mirando detalladamente al misterioso caballero. El caballero negro, antes que empiece la batalla, dirigió una mirada a la hermosa Atharys. Pero solo duró unos pocos segundos, ya que seguido esto, empezó el combate. Los dos caballos, salieron a todo galope. Los caballeros, prepararon sus lanzas. El choque fue duro. Sir Brethel, cayó al suelo, sin moverse, casi muerto. El caballero negro, se baja de su corcel, y le susurra una palabras al oído. Después de que Sir Brethel escucha sus palabras, termina de morir, tirado, solo, sin nadie que saliera a llorar por su muerte.
El caballero negro, monta otra vez en el caballo, se acerca al balcón donde están la princesa y Lord Fendal.
- Misterioso caballero, sacad vuestro casco, para besar a mi hija, vuestro premio. ¿Cómo es vuestro nombre?
Pero el caballero negro, miró a la princesa una vez más, y dio media vuelta el caballo, mientras se retiraba, decía,
- ¿Qué es un nombre? mi nombre no dice nada de mi. Quiero que la princesa me ame a mí, no que sea el consuelo de un torneo. He ganado ya bastantes torneos, pero nunca acepte a una doncella como premio, quiero que me amen a mí, no por compromiso de un simple torneo.
Diciendo esto, se alejó de la ciudad a paso lento. Pero a Lord Fendal, esas palabras le parecieron muy conocidas. La princesa quedó perpleja, nunca nadie había dicho palabras tan dulces. No entendía como el caballero no quería las tierra de su padre, no entendía. La princesa, se había enamorado por primera vez, y se lo dijo a su padre. Lord Fendal no sabía que hacer, debía buscar al ganador del torneo.
Nighor se limpió el sudor que le caía en la frente, sus trapos (o sea, la ropa que llevaba puesta), estaban casi desgastados. Había conseguido que un mercante lo transportara, a cambio de protección. ¡Mire usted, que le hizo muy bien al comerciante! Tres veces utilizó su espada, tres veces salvó al comerciante de unos bandidos y tres veces Nighor recibió las gracias. Al llegar a un pueblito chico, muy al norte de la casa de su amigo el ermita, donde la gente se muere de calor, donde el agua escasea. Apenas se bajó, se dirigió a una posada, donde poder pasar la noche. Todos miraban al extraño, el que recién había entrado. No tuvo muchos problemas, salvo un borracho, que se le tiró encima, pero rápidamente él lo despachó.
Como descansó, ahora sentía todas sus fuerzas. El recuerdo de la princesa le vino a la cabeza, pero no podía volver, estaba exiliado, no podía ir contra la palabra de Lord Fendal. Trato de olvidarse de Atharys, la fuente de su vida, pero no podía.
Un día tranquilo, vino un señor muy gordo y le dijo, "Chico, veo en tí mucho talento, ven conmigo a las montañas del Oeste". Como Nighor no tenía nada que hacer, se preparó para salir. Resultó ser que este era un comerciante muy rico, y que si Nighor le ayudaba a encontrar un tesoro dejado hace siglos en las montañas del oeste, además custodiado por un dragón, recibiría muchas monedas de oro.
Subieron por una senda predejosa, mirando siempre a la cima. Nighor pudo ver al dragón, uno inmenso, de un rojo color, volando por encima de la montaña. En el camino se encontraron con un caballero, uno ya viejo, pero de porte noble. Llevaba una espada dorada, con pequeñas joyas en el mango. Este caballero se les unió, Sir Destral. Tardaron tres días en llegar a la entrada de la gran morada del dragón, era enorme y oscura. Se dispusieron a entrar los tres, cuando de repente salió a su encuentro el dragón.
- ¿Qué buscáis en mi morada?- preguntó con voz robusta. Sus ojos amarillos, mostraban claro enfado.
- Decidido dragón. Sabemos de vuestra fama de matar a cualquiera que se acerque a vuestra morada. Pero nosotros vinimos a recuperar el tesoro que en épocas pasadas, perteneció a nuestros antepasados, y no nos vamos a ir, hasta que no lo recuperemos.- Esto último incomodo a Nighor, nunca se había imaginado así un dragón, solo los conocía por los cuento que le contaban de chico.
- Sabéis que nadie vive a mi enfado- y así salió de la cueva, con llamaradas de fuego por todos los cielos.
Se abalanzó sobre Sir Destral, quien no pudo hacer más que sujetar firme su lanza, la cual se clavó entre sus escamas. El dragón no mostró signos de dolor, solo volvió a subir al cielo. Sir Destral cayó bruscamente al piso, y su caballo, cayó al lado de él.
El gordo mercader, sacó un arco de metal muy duro. Luego, agarró una flecha con punta de acero, y le tiró al dragón. Buena era la puntería, ya que se le clavó en el pecho, pero sin mostrar dolor, entonces la bestia se abalanzó sobre el mercader. El dragón estaba encima del mercader, justo cuando le iba a dar un mordisco, saltó Nighor de atrás (no se sabe de donde sacó el valor), y le asestó un golpe con su espada (no se la clavó, porque no tenía filo). El dragón siguió peleando cabeza a cabeza con los tres (sobretodo con el gordo y el caballero, ya que Nighor miraba estupidizado).
Ya empezaban a debilitarse los hombres, tanto que el mercader, cayó de rodillas al suelo, casi sin fuerzas. El dragón se para al lado del mercader, y en frente del caballero, pero atrás de Nighor. Con una sonrisa triunfal, se prepara para comerse al mercader, quien solo podía observar venir su fin. Pero que buena suerte la del mercader, pensar que solo lo había llevado, para impresionarlo, y ahora resultó ser el héroe. Desde atrás, Nighor fue corriendo nuevamente, y le hundió la espada en un ojo (para esto no hace falta que tenga filo, está claro). Agarrándose de las orejas, evitó que el dragón lo arrojase. Sacó la espada del ojo, y se la clavó en el otro. ¡Cuanto dolor sentía el dragón! Nighor había tenido suerte en esta. La bestia cayó repentinamente al suelo. Luego de descansar un rato, y de juntar el tesoro, los tres se fueron de la montaña. El generoso mercader, le dio a Nighor, más de lo que le había prometido.
Dentro el tesoro de Nighor, había una espada muy lujosa. La espada tenía un encantamiento. No necesitaba ser afilada, ya que tenía filo permanente. También recibió un escudo de hierro bien reluciente, con diamantes haciendo que sea más bello. Y por último, recibió muchas monedas de oro.
El mercader, le preguntó si quería seguir con ellos dos, camino al norte, donde seguirían buscando riquezas. Pero Nighor, sabía que si iba para el norte, se alejaría de Atharys, y sería desastroso para él. El caballero y el mercader, se despidieron de él.
Nighor, siguió para el sur, quería volver a ver a Atharys, pero sabía que no estaba listo. Consiguió un caballo negro, con el cual se llevó muy bien, y lo ayudó a ganar muchos torneos. Pero él seguía infeliz, ya que no tenía el amor que siempre había soñado. Pero estas aventuras, se contarán en otros cuentos.
Pasaron así los años, siempre sufriendo por Atharys. Nighor pensaba "ya tengo veinticinco años, ella tiene veinticuatro, debe estar ya casada, feliz con todas las riquezas que tiene.". Nighor ya era un caballero de renombre, muchos torneos había ganado, muchas doncellas había salvado, pero igual, seguía descontento.
Una tarde estaba sentado al lado de su negro corcel, limpiando su negra armadura. Un hombre se le acercó y le dijo, "Lord Fendal, organiza un torneo para casar a su hija". Nighor se paró de un salto, esta era su oportunidad, no la debía dejar pasar. Estaba a dos días del castillo de Lord Fendal, por lo que se dispuso a marchar rápidamente. En el camino pensó, "esta es mi oportunidad, pero yo no quiero obligar a nadie para que se case conmigo. Quiero que me ame". Pero igual, quería ver a la princesa.
Cuando llegó al castillo, había un hombre en el medio del campo de batalla, gritando, desafiando al público. Por lo visto, este había sido el triunfador. Lo reconoció al instante. Se puso su casco, y salió a su encuentro. Miró a la bella Atharys. Que bella que estaba, tan hermosa. Pero se concentró en el duro rival. Golpeó suavemente a su caballo, y empezó la carrera. Nighor, encontró el punto débil de su rival, por lo que lo derribó sin muchas complicaciones.
Su rival estaba en el suelo. Nighor se bajó del caballo, se le acercó, y lo miró a los ojos. Sir Brethel, estaba tirado en el suelo. Nighor le susurró, "el más débil siempre cae, no lo olvidé". Miró a Atharys, y el rey le preguntó
- Misterioso caballero, sacad vuestro casco, para besar a mi hija, vuestro premio. ¿Cómo es vuestro nombre?
Pero Nighor, miró a la princesa una vez más, y dio media vuelta el caballo, mientras se retiraba, decía,
- ¿Qué es un nombre? mi nombre no dice nada de mi. Quiero que la princesa me ame a mí, no que sea el consuelo de un torneo. He ganado ya bastantes torneos, pero nunca acepte a una doncella como premio, quiero que me amen a mí, no por compromiso de un simple torneo.
Se retiró así, triste por que él la amaba. Dejó todas sus armaduras en el bosque, y regresó a la ciudad.
Se acercó al balcón donde habitaba la princesa, le gritó que se asomara, y así lo hizo la princesa, con tristeza en los ojos.
- Querida princesa, ¿porqué estáis tan triste?.
- Noble ciudadano. Un caballero misterioso, me salvó de un terrible mal, y ni siquiera se su nombre.
- Princesa, vuestro caballero la ama. Yo soy el chico, el cual te encontraste hace nueve años en el bosque, cuando juntabais flores, y estabas con ese maldecido caballero, Sir Brethel.
- Yo me acuerdo de vos. Fuiste desterrado de este territorio. Pero eras mucho más flaco y débil.
- Señora, en esos días, no comía nada. Pero bien hice para rebuscármelas y sobrevivir, para venir a vuestro encuentro. Atharys, yo soy el caballero que os salvo, quien os ama de verdad. Pero no me merezco un tesoro semejante, como tenerte.- Nighor, la miró suavemente con dulces ojos. Atharys reconoció que decía la verdad. Eran los mismos ojos que la miraron en el torneo.
Atharys bajó corriendo por los escalones, para salir al patio, donde se encontraba Nighor. Ella se abalanzó sobre él, y se besaron dulcemente. Largo rato fue el beso. Mucho amor había entre los dos jóvenes. Pensar todos los peligros que pasó Nighor para poder estar con ella. Pero esta historia no termina aquí, ni así.
Nighor se presentó a Lord Fendal, con sus armaduras. El anciano, lo miró y dijo.
- Sacad vuestra armadura. Has vuelto, para heredar mi territorio, y a mi hija.
- Señor... no quiero vuestras tierras, solo quiero a Atharys, mi amada.- Diciendo esto, se sacó la armadura. Lord Fendal, vio algo conocido al muchacho.- Señor...- prosiguió Nighor- ... Mi nombre, es uno que usted ya conoce. Me llamo Nighor, el mismo muchacho, que nunca dejó de amar a la princesa.
- Yo os conozco. No tienes ningún titulo, no tienes tierras, y además, estabais exiliado. Ahora sí, merecéis la muerte, en la hoguera. Me has hecho enfadar.
Atharys, que había escuchado toda la conversación, salió a pedir piedad por su amado. Pero Lord Fendal, no mostró misericordia, a la mañana, sería la hora de la muerte de Nighor. Pero le dijo a su amada,
- Muero feliz, de saber que te amo, y que pude tocarte y besarte. No lloréis por favor. Sé que serás feliz. Vuestro padre tiene razón, yo no soy nadie para merecerte.
Se besaron nuevamente, suavemente. En realidad, Nighor estaba dolido, no quería dejar a su amada. Pero tenía que adaptarse a las leyes de Lord Fendal.
Llegó la mañana. Su hija estaba sentada junto a él. Muchas lágrimas caían sobre sus mejillas. Los amados se miraban con amor. Por eso Lord Fendal, canceló la muerte de Nighor. Dejó que se amen en paz, los dos. Pero a la mayoría de los caballeros de su orden, esto no les gustó, ya que todos quería tener a Atharys. Por lo que se levantaron en armas contra Nighor.
Era él solo, contra tres caballeros. Nighor mató a dos de ellos, pero el tercero, le hirió en el pecho. Mucha sangre salía de su pecho. El caballero, estaba por terminar con Nighor, cuando por atrás, Atharys le calva un puñal. Entonces el caballero, cae al suelo muerto. Pero Nighor estaba muy herido...
Atharys lo besa, le toma el brazo, mientras él se despide, pierde la vida lentamente... Toda su vida, se le cruza por la cabeza, sus peligros, sus miedos, sus recuerdos, y sobre todo, su amor. Vuelve a abrir los ojos pesadamente. La ve más hermosa que nunca, lástima que haya terminado así. Atharys lo besa, por última vez. Nighor empieza a perder sus sentidos, se despide por última vez de su amada...
Y volvió a encontrarse con su padre, aquel que lo cuidó y que había muerto hace mucho.
Fin