Telelli
La Batalla de lo Hermanos de Alqualondë
En Rivendell se contaban historias en la Sala del fuego, grandes batallas de los Eldar y los hombres, conquistas y perdidas, amores perdidos o encontrados. Un joven grupo de Eldar rodeo a un elfo de pelo oscuro y mirada perdida, que miraban las llamas de la chimenea.
- ¿nos contareis de nuevo la leyenda, señor Hîrbein?-. dijo uno de ellos
- No fue una leyenda, ocurrió en realidad, pero tantos años hace de aquello... otras hay mas alegres, o cualquiera triste, pero aquella batalla...
- Por favor-. Apremió otro de ellos. El elfo Hîrbein miró a todos aquellos jóvenes, apenas de dos millares de años. Incluso el señor Elrond lo miró con interés, aquella historia era bella a la par de triste y les recordaba que cualquier corazón puede ser corrompido.
- De acuerdo, pero no interrumpáis, dejar que mis recuerdos fluyan poco a poco en aquella triste batalla, la batalla de los hermanos en Alqualondë:
Mil leyendas cuentan las aventuras de los Eldar, hombres y enanos, pero antes de que los segundos nacidos aparecieran en la tierra, antes de que el sol se alzara por primera vez, aconteció otra historia que tan solo se recuerda en los que vivieron y la sufrieron, mas allá del gran Belegaer. Pocos en estas tierras que puedan recordarla pues tan solo se canta hallen del mar.
Los Eldar eran niños entonces, cuando los Valar los condujeron a la hermosa tierra de Aman. Los dos árboles relucían en la tierra de los Dones, la hierva verde esmeralda, altas montañas cubiertas de un suave manto blanco y el mar, hermoso mar que los rodeaba. Los Vanyar de cabellos dorados vivieron siempre cerca de los Valar, en Valinor, la ciudad de las campanas. En Tirion vivieron los Noldor, de poderosas manos y mentes, que construían hermosas casas, trabajaban el metal, la madera, las joyas, cualquier cosa que sus mentes pudieran imaginar. En las montañas encontraron ricas minas de piedras preciosas con las que hacían hermosos collares, sus casas eran brillantes como el cristal, todas ellas decoradas con ópalos y cristales claros. El señor de estos, Finwë, sentía una gran amistad por los últimos en llegar a las tierra de los Valar, los Teler.
Últimos fueron por y durante una edad vivieron en la Isla solitaria. Fue cuando se trasladaron al continente cuando aprendieron el arte de navegar y construir los bellos barcos cisne. Eligieron para vivir una bahía donde llegaba la luz de los dos árboles, pero casi en un continuo atardecer tras las altas montañas Pelori. La bahía se encerraba y tan solo se podía entrar a ella por un arco tallado en la piedra, por donde los barcos cisnes podía cruzar. La ciudad estaba igualmente cercada por la piedra, los Teler se desalentaron al llegar pues no tenían nada, tan solo sus primeros barcos de Eressëa. Fue con la ayuda de Finwë con la que se levantó la ciudad de los cisnes. Se construyeron dos portones en la piedra, uno al norte y otro al sur, cientos de casas, almacenes para guardar las redes y la pesca, astilleros para construir sus barcos, su puerto de piedra blanca que se adentraba en el mar, dando cabida a cientos de naves. Cuando ya estuvo acabada los Teler la llenaron de luces y lámparas, la ciudad brilló por el nácar y las perlas que decoraban toda la ciudad. Los Noldor les trajeron diamantes, zafiros y muchas mas gemas y ellos las arrojaron al mar y con la luz de los dos árboles el mar brilló con miles de colores.
Aquel fue el apogeo de Aman. Se celebraron cientos de uniones y se festejaron cientos de nacimientos. Fue uno de esos nacimientos los que vengo a contaros ahora.
Ocurrió cuando los Teler llegaron a Aman, sobre la isla de Eressëa. Había una hermosa mujer llamada Neniel, una primera nacida, que estaba embarazada de Falmëa, uno de los hombres de confianza del príncipe Olwë. Cuando Neniel vio por primera vez la luz de los árboles y sus rayos de luz cayeron sobre ella, dio a luz a una niña y la llamó Alcie, rayo de luz. Al poco de nacer se trasladaron a Alqualondë, donde viviría desde pequeña.
Mientras la ciudad de los cisnes era construida, muchos Noldor hicieron gran amistad con los Telelli. Uno de ellos fue el gran constructor Silmatar y su hijo Arcalimo, que por aquel entonces contaba con apenas veinte años, un niño Eldar...
Con tres años, Alcie como el resto de los niños, comenzaron ha aprender el arte del mar. Entre los Vanyar y Noldor se decía que los niños Telelli aprendían antes a navegar que ha hablar y por muy poco se equivocaban. Todos los niños, con diez años, eran expertos navegantes de sus pequeños botes de entrenamiento, las niñas aprendían a tejer las largas velas de los barcos y bordar los escudos de sus casas. Ambos sexos aprendía a tejer redes con las que luego pescarían, a hacer fino sedal y lo poco que conocían de forja, como crear los mejores anzuelos, arpones y navajas. Los Noldor les regalaron también muchas hermosas dagas, aunque prefirieron cambiarlas por magníficas perlas blancas. Desde entonces se abrió un mercado en Alqualondë, donde los Teler intercambiaban su pescado, marisco, perlas, peces de colores por cereales u objetos de orfebrería, libros o incluso por caballos.
Fue de este modo como muchas casas prosperaron, entre ellas la de Falmëa y Neniel. Falmëa capitaneaba un barco y su hijo Ëarion otro con el pequeño (más aún que Alcie) Hònen. En los dos barcos de la familia Alquamorë (como se llamaron entonces a la familia, la casa del cisne negro) también viajaba otro primer nacido llamado Hyarion, porque de todos los primeros nacidos era el de aspecto más joven, y al contrario de la mayoría, este no nació con una compañera al lado, ni con padres ni hermanos, fue el primer huérfano entre los Eldar. Fue siempre el benjamín cuando los Telelli aparecieron en la costa del Cuivienen y entre todos lo cuidaron, pero fue Falmëa quien más lo amó como un hijo propio.
Mientras los hombres viajaban por el mar, los niños aprendía las ciencias del mar o simplemente todo lo que sus pequeñas cabezas podían asimilar. Durante años Alcie viajó a la tierra de los Noldor Silmatar y Arcalimo, a Tirion la torre brillante. Silmatar llevó a los dos niños a los lugares más hermosos de Aman y se enriquecieron de sobre manera. Aprendieron las artes de los Vanyar, el trabajo de los Noldor y la tranquilidad de lo Teler. Aunque Arcalimo se entusiasmaba por los viajes, Alcie (y en ocasiones Hònen) prefería los lugares donde corrieran las aguas, el lago Lorellin de Nienna y Lorien o las fuentes de Varda. Los grandes bosques la asustaban, árboles tan altos que parecían tocar las estrellas pálidas. Tan solo una vez amó a los árboles y fue ante la visión de Valinor, de Telperion y Laurein. En muchas ocasiones podía verse como en la pequeña playa de Alqualondë, cercana al puerto, Alcie cantaba las melancólicas canciones de los Teler, bordando, mientras Arcalimo leía una de las grandes historias que los Vanyar componían.
Pasaron los años, los más pequeños de la casa cumplían ya cincuenta años y casi estaban en la plenitud de sus fuerzas. Ëarion era igual que su padre Falmëa, de ojos azules, pelo negro y corto, de anchas espaldas por el trabajo en la pesca. Cercano a ellos andaba Hònen, solo que con el pelo más claro y ojos verdes y algo más bajo que su hermano. Muy parecido a él era su hermana mayor, Alcie, eran de la misma estatura, con el pelo castaño y largo pero sus ojos eran grises como el cielo nublado y , dependiendo del brillo del día, se volvían azules o verdes brillantes. Por otra parte Arcalimo, como descendiente de Indis, tenía el pelo dorado y los ojos siempre azules como el cielo brillando sobre el sol, aun por nacer. También habría que hablar de Hyarion, el nacido joven, aunque ya superaba la centena su cabello había adquirido un brillo plateado al igual que sus ojos, que aunque era normal entre los Teler no dejaba de asombrar a cuantos lo veían.
Pero ocurrió que Alcie se cansaba de las redes, de bordar siempre y de tejer las velas, ella quería navegar como sus hermanos y descubrir las tierras del norte y del sur. Aunque su padre nunca le impidió viajar con él, ella quería hacer algo en lo que fuese buena, ser útil y que se lo reconocieran, fue en una de las posadas del pueblo donde encontró la solución y es a partir de aquí donde empieza la verdadera historia.
A pesar del continuo Atardecer de Aman, los barcos siempre llegaban a la misma hora al puerto y todas las familias y amigos se reunían en las tabernas para conversar, no tanto las mujeres pero siempre había alguna. En un lugar apartado se juntaban siempre los jóvenes para escuchar las historias de los marineros, entre ellos Alcie, Hónen y algunos muchachos más. Fue entonces, cuando un hombre entró a la taberna, con las ropas de trabajo completamente manchadas de sangre.
- ¡Narar! ¿qué te ha ocurrido? ¿Han sido los atunes? Sabes que esos malditos peces te llenan de sangre el barco y después hay que limpiarlo a fondo-. Dijo el tabernero riendo
- ¡Ojala fuese sangre de atún! Por desgracia es la mía-. Se hizo un silencio en la Taberna esperando que el pescador contara la historia-. Ha sido en el arrecife, estaba buscando perlas cuando apareció entre el coral un Lingwilókë-. Todos exclamaron a disgusto
- ¡¡malditas serpientes marinas!! Antes de ayer también lastimaron a mi sobrino-. Dijo otro de los hombres
- Son demasiado rápidas...-. Dijo Narar
- ¡¡o tu demasiado lento!!-. se escuchó entre risotadas pero Narar pareció ignorar el comentario.
- No tenemos suficientes reflejos para ellas, como sigan creciendo no podremos recoger más las perlas del norte. Esperemos que en el sur no se multipliquen.
- Yo podría hacerlo mejor que cualquiera de ellos -. Dijo Alcie a Hònen, pero en ese mismo momento todos estaban callados y su voz se escuchó en toda la taberna.
- Alcie, eres solo una niña. Una serpiente te podría partiros en dos, hay que tener mucha fuerza para luchar con ellas-. Alcie se sonrojó, pero su mente bullía de actividad.
- No necesito fuerza, sino velocidad...-. Dijo y todos la miraron-. No quisiera ofenderte Narar, pero yo soy mas pequeña y delgada que tu... y que la gran mayoría de los aquí presentes-. Se escucharon algunas risillas de las mujeres presentes y los hombres se miraron algo ofendidos-. Puedo nadar con más facilidad y también huir de una serpiente con más rapidez. Con un puñal y una bolsa podría bucear por perlas, si las mujeres quisieran serían las mejores buscadoras.
Muchas mujeres aplaudieron la idea y los hombres no tuvieron más que decir que "eso ya se vería", entre aplausos y murmullos Hyarion miraba a Alcie conversar con otra de las jóvenes, pensó que esa idea era de valientes.
Dos horas más tarde apareció una muchacha con una bolsa llena de perlas, Alcie había tenido razón e incluso había mas que decir. La muchacha (llamada Ettelië) se había dado cuenta que no solo eran más rápidas en velocidad, sino que podía aguantar la respiración más tiempo que los hombres, pudiendo bajar a mayor profundidad. Desde entonces muchas mujeres se lanzaron a las aguas en busca de perlas y corales, pero Alcie seguía en su casa ensimismada en sus pensamientos.
Un día su padre y sus hermanos se marchaban al norte en busca de pesca y Alcie decidió acompañarlos. Durante la salida del puerto y algunas millas más Hyarion hablaba con la Eldar.
- Mira, estamos llegando a los arrecifes...-. Acaso hubo acabado Hyarion la frase cuando Alcie se desprendió de su falda, bajo ella llevaba unos finos pantalones y una camisa hasta el codo. En la cintura le colgaba una bolsa de cuero y un puñal de plata y esmeraldas de los Noldor que Arcalimo le había regalado. Dándole las ropas a Hònen se lanzó a las aguas del arrecife.
- ¡¡se matara!!-. gritó Ëarion y todos estuvieron pendientes de que Alcie apareciera sobre las aguas.
Los segundos pasaban y todos temían que hubiera chocado con una roca. Desesperado Hyarion se comenzó a desvestir
- Voy a por ella, esta tardando mucho...
- ¡¡ahí esta!!-. dijo riendo Hònen y todos miraron al agua, la Eldar les saludaba sonriente.
- ¡¡Maldita niña!! No puede mantenerse quieta, siempre tiene que hacer alguna locura -. Dijo Falmëa volviendo al trabajo entre los aparejos y las risas de los hombres, en cambio Hyarion se puso furioso-.
Al acabar la jornada todos regresaron al puerto, después de descargar la pesca la familia Alquamorë con Hyarion se dirigieron a la casa de este para descansar. Las casas del puerto son todas blancas, aunque diríais que son grises pues siempre están a la sombra de las Pelori. Están decoradas por perlas y muchas por gemas de los Noldor, la de Falmëa tenía en lo alto de la puerta un cisne hecho con perlas negras, muy raras aun en las aguas de los Valar. Mientras Neniel servía la comida, Alcie parecía despistada, cantando y bailando por el jardín interior. Hyarion fue hacia ella y esta corrió a mostrarle todo lo que había encontrado, desde perlas a corales de extrañas formas y colores, pero el rostro serio del Eldar la paró.
- ¡Que estabas pensando cuando te tiraste al arrecife desde el barco!-. la Teler le miró con reproche
- Conozco ese arrecife como las calles de la ciudad, sabia lo que hacia.
- ¡pero podía haberte pasado algo!-. le siguió gritando -. Ha sido de locos tirarse al mar de esa forma, no puede saber en verdad que podría haberte ocurrido.
- ¿Qué hubiera pasado si me ocurre algo? prefieres que pase las largas horas en la orilla, viendo como todos trabajáis y recogéis el fruto de vuestro esfuerzo mientras yo me quedo en la orilla, tejiendo inútiles estandartes o curando vuestras heridas cuando una serpiente os acata.
- ¡¿Aun no te has dado cuenta que solo me preocupo por ti?!-. dijo Hyarion y Alcie lo miró con extraño, Hyarion la mantenía sujeta por el brazo-. Cuídate más Alcie, aunque solo sea por mi-. Tras darle un beso en la mejilla Hyarion se marchaba del hogar.
En ese momento toda la sala del fuego, en Rivendell, permanecía en silencio, atentos a las palabras del narrador. Muchas elfas se habían unido y esperaban impacientes.
- ¿qué pasó después?-. dijo una de ellas-. ¿Al final se casaron?-. el elfo sonrió mientras se calentaba las manos en la chimenea
- Pasarían algunos años de noviazgo que Alcie hizo bien en no comentarme, era su vida personal y lo sigue siendo. Pero es cierto que años después se celebro que construirían su Barco de la Unión...
- ¿Barco de que?-. dijo otro y el elfo sonrió de nuevo.
- Perdonad a este cansado elfo, no recordaba que sois Sindar.
"Como ya dije entre los Teler es normal que cada familia tenga, al menos, un barco. Pues los enlaces entre estos eldar se celebran sobre el primer barco de la futura familia. Todos los novios construyen sus barcos con todo el amor de este mundo, serán sus futuras casas flotantes, el medio por el que vivir, su vida en conclusión. Ahí radica en verdadero amor por sus barcos.
Como cualquier pareja Hyarion y Alcie se dedicaron por completo a la construcción del Tuilindo, la golondrina, pero fue a partir de ese momento cuando las cosas comenzaron a torcerse.
Los astilleros estaban situados al norte de la ciudad, para que os guiéis os diré que al sur había una pequeña playa, luego le seguía el gran puerto y al norte otra playa donde en la tierra se construían los hermosos barcos. En ese lugar comenzaron la construcción del Tuilindo. Toda la familia ayudó, trasladando la madera, formando la gran estructura, en especial Hònen. Recordad que el hermano pequeño de Alcie nunca se separaba de ella, más parecían gemelos, pues llegó un momento en que los dos parecían iguales a los ojos de un extraño, solo diferentes en rasgos del rostro y la larga melena de Alcie.
Cuando la estructura se completaba y se alzaban por primera vez los mástiles era costumbre que alguien subiera a lo alto del mas alto mástil, que podía superar los quince pies, para poner el estandarte de los novios. En esa ocasión fue Hònen el que quiso subir hasta la galleta de madera que coronaba el mástil mayor, un tocón de madera en forma de pera ancho por la base y delgado en lo alto que hacía de tope en el palo mayor.
- Hònen, no tienes porque hacerlo-. Dijo Alcie, pero Hònen la abrazó, se ató una bandera con una golondrina en un fondo gris al cuello y se dirigió sonriente al palo principal. En ese momento, cuando Hònen comenzaba a escalar, llegó Arcalimo en un caballo castaño.
- ¡llegas tarde!-. dijo Alcie corriendo hacia él-. Te esperábamos hace mucho tiempo
- lo sé, pero tuve que retrasarme para poder regalarte esto. Es para el Tuilindo-. Dijo enseñándole una gran caja-. Será mejor que la coja Hyarion, es demasiado pesada.- el teler la cogió con curiosidad y al abrirla no tubo mas que sorprenderse, estaba repleta de diamantes transparentes y azules oscuros que brillaban cegándolos.
- Esto ha debido costarte mucho-. Dijo Hyarion
- ¡¡es precioso!!-. reaccionó Alcie
- Si a ambos, no os lo negare. Podéis incrustarlos en el barco y brillara mas que un sillmaril.
- ¿un que...?-. dijo Alcie pero entonces todos lo ahí reunidos (gran parte del puerto) rugieron en aplausos, Hònen había llegado a los más alto y colgaba la bandera.
Fueron unos instantes en los que todos quedaron petrificados, como estatuas saladas entorno al esqueleto del barco cisne. Hònen sonreía colmado de alegría, con un pie en lo ancho de la pera y el otro en el aire, saludaba a las gentes feliz cuando el pie resbaló y se sujetó con ambas manos a la base de la pera, pero redonda, nueva y pulida que era hizo que resbalasen las jóvenes manos cayendo desde quince pies de altura, atravesando el primer suelo del Tuilindo, hundido entre la tierra y la quilla de la nave. Nadie se atrevió a moverse hasta que Neniel corrió hacia el cuerpo de su hijo menor, que yacía con los ojos azules abiertos en un charco de sangre.
Durante días Alcie se encerró en su alcoba, mirando al Tuilindo desde un ventanal que seguía en los astilleros, pero solitario como un fantasma, nadie volvió a poner las manos en aquel barco durante esa edad. La Falmari no comía, no hablaba, no cantaba ni lloraba, parecía un figura que tan solo miraba al mar. Todos quisieron reconfortarla, Hyarion fue el que más sufrió pues aunque intentaba hablarle ella no le respondía. Fue un día, cuando Arcalimo visitaba a la ausente Alcie, cuando el padre de ella decidió que este se la llevara del puerto a las estancias de Nienna. Durante muchas jornadas Arcalimo cabalgó con Alcie hasta llegar al oeste del oeste, cerca de las grandes estancias de Mandos.
Pudo ver como se acercaba a unas tierras de hierva verde gris, con riachuelos y altos sauces llorones. Al llegar le esperaban dos mujeres de rostros blancos y cabellos grises, emitían tal luz que era difícil mirarlas si no era uno de los eldar. Fue al mirar Alcie a las maiar cuando se hechó a llorar desde que Hònen muriera.
- Marcha ahora buen Noldor, Alcie esta a buen cuidado con nosotros.- dijo una de ellas y Arcalimo no tubo mas que obedecer.
Durante mucho tiempo no se supo mucho de la teler y nuevas ocurrieron en toda Aman. Se contaba que Feänor había peleado con sus hermanos, que el brillo de las joyas Sillmaril lo había cegado y los Valar lo condenaron por desenvainar la espada a su propio hermano.
En Alqualondë todo parecía seguir su ritmo tranquilo y pausado, pero todos sabía de la pena de la familia Alquamorë y de Hyarion. Como de costumbre el cuerpo del joven eldar fue entregado al mar donde los espíritus del agua cuidarían de él. Las fiestas fueron menos alegres, pues aunque siempre habían accidentes en los astilleros y los barcos naufragaban, era la primera muerte de un joven de menos de cien años, ni si quiera había llegado a los cincuenta, cuando su destino era el de vivir hasta el fin de los días.
Alcie regresó en silencio. Primero fue a saludar a Arcalimo a Tirion, a las casas de joyas, y la alegría fue inmensa, pero Arcalimo notó en ella algo extraño. Era cierto que ya no eran los jóvenes de treinta años (ahora superaban la centuria con creces), pero su sonrisa, aunque no forzada y tan fácil de lograr como cuando era niños, parecía ocultar algo, aun tenía aquellos ojos tristes.
También Hyarion lo notó al llegar al puerto, había ganado en sabiduría y en humildad, había apagado sus penas, pero siempre las tendría con ella, sus ojos ahora siempre grises lo demostraban.
Nada mas llegar parecía que el tiempo había marchado hacia atrás, cambio las ropas de Nienna por los vestidos de lino blanco y cinturones verdes de los Teler, recogió su daga y se fue al puerto, ni si quiera miró al que iba a ser su barco, el esqueleto del Tuilindo que seguía erguido.
El mercado de la plaza mayor, frente al palacio del príncipe Olwë, seguía tan bullicioso como de costumbre. Todas las hermosas razas eldar se reunían, ya no solo para los trueques, sino para conversar sobre las ultimas noticias. Se decía que los valar iban a obligar a Feänor a acudir a lo festejos, después de que lo hubieran desterrado de Tirion, y que su hermano lo liberaría de la condena.
- Fëanor es sabio, no acudirá a los festejos con los Sillmaril-. Dijo Arcalimo sentado junto Falmëa
- Lo comprendo, no expondría yo mi preciada nave a una tormenta-. Dijo el segundo pero Arcalimo lo miró con extraño-. Aunque sigo sin entender esa disputa contra los Valar
- ¿cómo comparas los Sillmaril con los barcos? No sabes lo que dices-. Fue entonces cuando Falmëa lo miró extrañado
- Son igual de preciados para nosotros los barcos que para vosotros las gemas brillantes. Hechos con nuestras manos después de miles de años, joyas de madera blanca y nácar.
- En las minas es peligroso andar, mucha sangre cae por culpa de estas. Ese precio es incomparable. Un barco no tiene mas dificultad...
- Te equivocas de nuevo, también la sangre de los Teler se vierte en nuestros barcos al construirlos y al montarlos. Tu mismo lo viste una vez. En ocasiones no podemos controlar la furia de Ossë y nuestros barcos y sus tripulantes no regresan. ¿crees que esas muertes son menores que las vuestras? Si tan sabios son los Noldor ¿por qué no crean ellos sus propios barcos?-. la pelea cada vez subía más de tono, hasta que por fin apareció el príncipe Olwë caminando entre el mercado, al escuchar la disputa se acercó y todos callaron.
- ¿porqué peleáis cuando sois hermanos? Los Teler y los Noldor siempre han permanecido unidos, no quiero temer que la oscuridad también haya llegado al puerto de los cisnes. Ambas joyas, los Sillmarill y las naves cisne, han sido creadas con nuestras manos, sudor y sangre. Dejar las querellas, pues todos estamos en igualdad.- Olwë los miró con gravedad, como aquel padre que separa a sus hijos en una pelea.
- Eres como un hijo para mi, Arcalimo, pero no deshonres la tierra que estas pisando delante mía, o ya no tendrás mi amor ni el de mi familia.-
Nada dijo Arcalimo, mirando al Teler se levantó y marchó veloz sobre su caballo hacía Tirion.
En ese momento, al sur de Alqualondë, entre el puerto y Eressëa, había un lugar donde más crecían las ostras. En ese lugar había anclada una pequeña barca y dentro un elfo miraba con agobio al fondo del mar. Pasaban los minutos y nada aparecía del agua, cuando al otro lado de la barca apareció un fina mano, que con un pequeño toque hizo volcar la barca. El elfo cayó estrepitosamente y cuando salió a la superficie escuchó una suave risa.
- ¡¿Dónde te habías metido?! Hacia mucho tiempo que no subías
- ¡Hyarion! Siempre igual.- los dos volvieron a colocar la barca en su lugar y completamente empapados se dispusieron a intentar "secar" sus ropas
- Aun me preocupo por ti, Alcie-. Le dijo este con una sonrisa-. ¿qué encontraste que tanto llamó tu atención?-. dijo adivinando los pensamientos de la elfa
- Mira...-. Hyarion extendió su mano y Alcie dejó caer dos bolas negras, Hyarion las fue mirando una a una contra la luz que se reflejaba por Tirion de los Dos Árboles.
- Perlas negras... son muy raras... pero preciosas ¿qué harás con ellas?-. le preguntó curioso
- Pues no lo había pensado. Podría decir a Arcalimo que hiciera unos anillos y las incrustara-. Alcie las devolvió a la bolsa que llevaba colgada del cinto del puñal noldor.
Los dos se quedaron juntos en la barca, mirando el paisaje de la isla solitaria, con el alto faro de Ëarwen brillante y las casas blancas entre los árboles, casi escondidas entre estos. Algo mas a su derecha se veía las altas estancias de Tirion, no tenían el mismo brillo de otros días.
- ¿por qué las luces de Tirion están apagadas?
- Hoy son las fiestas en Valinor. Todos se han marchado para celebrarlo, además de que Fingolfin liberara a Fëanor de la condena impuesta por los Valar.
- ¡ah!-. dijo algo despreocupada Alcie, poco le interesaban las disputas de gentes que jamás había visto. Tan solo a Fingolfin en la unión con la hija del Príncipe Olwë y le vio muy parecido a Arcalimo, serio y altivo, aunque algo había en él que le decía que había mucho en su interior.
Siguieron unos minutos en silencio, mirando hacia el hueco de las montañas, como la luz se reflejaba en el mar, cuando ambos notaron que algo ocurría. No hizo falta que nada se dijeran, con solo mirarse comprendieron que había algo pasaba, podían notar que tras Tirion, camino a Valinor había algo, pero no veían nada. Hyarion levantó la pequeña ancla, y Alcie alzo una pequeña vela y pronto se dirigieron al puerto. De camino a la ciudad ocurrió lo que ningún Eldar de Aman creería, en sus más terribles pesadillas podían ver tal calamidad. Poco a poco la luz de los Dos Árboles fue menguando hasta desaparecer por completo, las sombras de las Pelori se hicieron mas largas hasta que la gran oscuridad cayó sobre ellos. Alcie despertó un grito y se abrazó a Hyarion, temblorosa por lo que estaba sucediendo, pues nunca había vivido en la total oscuridad, pero algo distrajo por unos segundos su atención e Hyarion la comprendió pues él mismo, en Cuivienen, lo presenció. En el cielo ahora negro brillaban miles de estrellas, brillantes como diamantes en un fondo de terciopelo negro. Una exclamación surgió de sus labios, pero volvió ha aparecer el miedo. Un gran ruido, un estruendo, se escuchó en las Pelori. Una bestia tan grande que parte de su cuerpo sobresalía por las montañas, caminaba sobre sus ocho patas llenándolo todo de terror. Los gritos desde Valinor se escuchaban, terroríficos y junto a semejante bestia vieron a Melkor, con el aspecto maligno que tenía en su interior. En sus anos guardaba algo brillante y su rostro reflejaba el dolor. Veloces como el viento cruzaron Ungoliath y Melkor hacia el Heraclaxe, cuando tiempo después, con fuego en los ojos, pasaron raudos Tulkas y Oromë, pero rápidos son los pies del malhechor que escapa de su prisión y a Melkor no pudieron alcanzarlo.
Cuando aquella visión hubo pasado el viento pareció revivir y empujarlos hacia puerto. Al entrar, mientras atracaban, vieron un gran movimiento en la ciudad y fue por la gran cantidad de gente. Extrañados caminaban por el puerto hacia la plaza central. Hacia el norte de dicha plaza estaban los astilleros, donde muchos marineros permanecía serios. Hacia el sur los hogares, donde más gente había y en especial algo que los asombró. Se fijaron que entre los Teler había muchos noldor vestidos de batalla, con grandes espadas en los cintos, escudos largos y brillantes armaduras.
- ¿qué ocurre?-. le preguntó Hyarion a uno de los marinos
- Al parecer a ocurrido una desgracia, cuentan que en los festejos Melkor y Ungoliath han matado a los dos árboles, por eso tenemos esta oscuridad-. Dijo tristemente el eldar-. Los noldor dicen que los Valar no se movieron para defenderse y dejaron escapar al malvado, solo Oromë y Tulkas fueron tras el.
- Ciegos están los noldor si creen que los Valar deben moverse para hacer lo que les plazca-. Dijo Alcie y el marino asintió
- Pero no solo estas son las nuevas. Pues Melkor, veloz, se presento ante Finwë y después de matarle le robo los Sillmarilli.
- Triste muerte, pero no entiendo ¿qué hacen todos los noldor aquí?-. una mueca de disgusto hizo el marinero y los acompañó hasta el interior de una de las casas blancas.
- Al parecer Fëanor se ha vuelto contra los Valar abiertamente, quiere marcharse lejos, a Endor. Solo hay dos caminos para llegar, a través de los hielos mortales del Heraclaxë y cruzando el mar...-. Cuando dijo esto Alcie se agarró al brazo de Hyarion-. Pretenden convencernos para que marchemos con ellos-. Hubo un silencio, pero todos los teler pensaban lo mismo.
- ¿por qué? ¿por qué tenemos que marcharnos? Esta es nuestra tierra, nuestra vida, no quiero ser gobernante de nuevos mundos, no quiero contrariar a los Valar que tanto nos han dado, somos lo que somos porque Ulmö nos cuidó y porque Ossë nos enseñó. No quiero otro señor que el príncipe Olwë y no me equivoco si digo que la casa de Fëanor sería la gobernante.
- Tranquilo Hyarion, el príncipe nunca se dejara convencer. Tienen que entender nuestra postura, nuestra vida esta aquí. Nunca encontraremos mayor paz para nuestros corazones que la costa de Aman. No podemos regalar el trabajo por el que vivimos, a ti te digo Hyarion, si a mi barco le ocurriera algo, yo moriría y antes moriremos los dos que verlo partir de mi lado.
Salieron de nuevo a las calles cuando escucharon un ruido de caballos acercándose y vieron a los mas nobles de la casa de Finwë dirigirse hacia el palacio de Olwë, al oeste de la gran plaza. Sobre hermosos caballos vieron llegar a los siete hijos de Fëanor con el padre a la cabeza. Tenían todos el semblante serio y todos vestían para la batalla. La gente se amontonó en la puerta del palacio del príncipe, fue cuando el corazón de los teler se cerró.
Fëanor salió del palacio de Olwë con el rostro desencajado de furia y mandó a sus hijos que lo acompañaran a las afueras de la ciudad. Los noldor que caminaban entre la gente intentaban convencerles con palabras apresuradas, pero los Teler no entendían .
- ¡¡Venid con nosotros!! Fuera de esta prisión hay un mundo nuevo, tierras por conquistar, caminos nuevos que descubrir-. Dijo un noldor abrazando a los tres teler, que miraban extrañados-. Tan solo nos falta cruzar el mar y el mundo será nuestro.
- ¿nuestro? No lo es amigo, Arda es de Eru y Manwë es su representante en Arda-. Dijo el marinero que les acompañaba y el noldor lo miró con enfado-. Voy a pedir a Ulmo que se acerque, no quiero quedarme solo en el puerto...-.
- Fue la primera espada desenvainada-. Dijo el elfo en la sala de Rivendell con los ojos llenos de lágrimas-. Y desgraciadamente no fue la única. He de contaros que la tensión era tal entre los dos pueblos que si alguien osaba tropezar con otro, ya comenzaba la pelea, lo de Hyarion fue solo la chispa que encendió los corazones y cegó los ojos.
El marino se giró para ir al puerto cuando el noldor desenvainó la espada dispuesto a impedirle llegar hasta el mar, pero Hyarion sujetó su brazo. Los dos peleaban por la espada, Hyarion estaba apunto de conseguir quitársela cuando varios noldor corrieron a auxiliarle. Al fin Hyarion consiguió la espada pero con el tumulto de gente formado alguien le empujó y la espada se clavó por completo en el cuerpo del noldor.
Hyarion soltó la espada como si ardiera y el elfo cayó al suelo. El miró a Alcie, que parecía mas asustada que el mismo y notó como algunos tiraban de él, muchos elfos teler lo arrastraban hacia la ciudad.
Un gran numero de noldor, encabezados por Fëanor, se dispusieron a tomar los barcos. Dispuestos a llevarlos por la fuerza, pero los Teler no se darían por vencidos, formaron una muralla delante del puerto, sobre las naves había cientos de marinos dispuestos ha cualquier cosa por sus naves. Uno de esos cisnes era el de la familia de Alcie, el Alquamorë (el cisne negro). Sobre él, su padre, su hermano y muchos marinos esperaban el ataque con los finos arcos Teler.
- ¡¡Escóndete!! -. Le gritó Hyarion a Alcie-. Voy a ayudar a tu padre, tu escóndete y no salgas hasta que todo haya acabado-.
Hyarion corrió hacia los barcos, esquivando las tropas Noldor y justo cuando Alcie lo vio subir al blanco velero se escuchó un cuerno y miles de elfos desenvainaron sus espadas de oro y plata, comenzó la batalla.
Los Teler no estaban desarmados, tridentes, arpones y dagas lucharon contra las espadas y hachas que blandían sus hermanos. Los noldor atravesaron la plaza del marcado, sin mirar o sin tener en cuenta todo lo que tiraba a su paso, con la mirada puesta sobre las blancas nave. En la cabeza Fëanor sobre un caballo castaño y tras él sus siete hijos. El Caballero Noldor desenvainó la espada y la alzó, los teler esperaban nerviosos el ataque y cuando Fëanor inclinó la hoja cientos de caballos se abalanzaron contra los elfos que protegían el puerto y muchos de ellos murieron aplastados por los grandes Mearas, pero también la respuesta fue dura, pues cientos de arpones volaron y atravesaban las armaduras de los Noldor. La respuesta de los que todos consideraban como simples pescadores fue más dura de lo que imaginaron. Las dagas que abrían las conchas mas duras ahora atravesaban sus yelmos y los tridentes podían acabar con varios de ellos de una vez, la voluntad de los Noldor se resquebrajaba con los caídos en la batalla. Las piedras blancas de la ciudad se llenaron de gotas de sangre como estrellas rojizas. Esa fue la primera vez que los noldor se tuvieron que replegar, pero no estaban dispuestos a perder la oportunidad de dejar Aman.
Los soldados de a pie se juntaron y con los escudos formaron caparazones donde las flechas delgadas rebotaban, tras ellos los arqueros noldor, con flechas de tres pies apuntando a los elfos para no dañar los barcos. Aquel ataque parecía ser el decisivo, las espada sobresalían por los escudos y los teler apenas si podían defenderse. En ese momento Alcie se encontraba al sur de la pelea, en las casas, con todas las mujeres. Muchas de sus compañeras lloraban por sus compañeros muertos mientras otras, las más jóvenes, recogían sus dagas de perlas y corrían en ayuda de los marineros. Los muertos de ambos bandos se comenzaban a amontonar en los rincones de las casas.
- ¡mi señor! Tenemos que distraer su atención. Pronto estaremos atrapados entre el palacio de Olwe al este y los marinos del puesto al oeste -. Dijo un Noldor
- No hay salvación ya. Prender fuego a los astilleros que más cerca estén del puerto-. Dijo el príncipe Fëanor y desde los hogares blancos Alcie y las mujeres y el resto de los Teler vieron volar por el aire dos grandes flechas como antorchas, clavándose al final en una estructura blanca que en su alto mástil portaba una bandera con una golondrina o Tuilindo
- ¡¡¡No!!!-. ambos gritaron lo mismo, Hyarion desde el barco Alquamorë y Alcie en las casas del pueblo, tan grande fue el golpe que las mujeres tuvieron que recogerla del suelo, aunque abandonado siempre se conservó la esperanza de que un día fuera el hermoso barco que iba a ser.
Todos los teler maldijeron aquella temible y magnifica idea. El incendio estaba tan cerca del puerto que podría llegar a quemar los barcos mas cercanos a él, cientos de Teler corrieron a apagar el desastre y aunque consiguieron salvar las grandes naves, las pequeñas embarcaciones de los niños que se guardaban en los astilleros flotaban como velas en el mar. Fue el momento elegido para el segundo asalto de los Noldor, con todas sus fuerzas corrieron hacia los pocos teler que ahora protegían el puerto, pero tampoco esperaban la rabia de los Teler. Desesperados atacaron con más ira, lanzándoles las fuertes redes que ningún animal puede romper, ni las grandes espadas de lo noldor, dejándolos atrapados y vulnerables.
Alcie miraba ahora con furia e ira a los Noldor mientras estos estaan abalanzándose hacia sus naves, el Tuilindo brillaba como una gran estrella y con firmeza miró a las mujeres.
- Nada nos queda ya, por nuestros maridos, por nuestros amigos y por nuestros cisnes ¡¡¡Kuive falmar earo!!! (Despertar Olas del mar)-. Gritó y todas las mujeres, jóvenes y viejas, se abalanzaron hacia las tropas Noldor al mismo grito. Como si el mar las hubiese escuchado unas pequeñas olas comenzaron a moverse y poco a poco fueron en aumento, se preparaba una tormenta.
De nuevo los Noldor se retrasaron y giraron al norte, atrapados entre el fuego al norte, los pescadores al oeste y las mujeres al sur. Pero casi fue su perdición cuando las puertas del palacio de Olwë se abrieron y de ellas apareció la guardia del príncipe de los cisnes, cientos de caballeros de verde y blanco con espadas relucientes, los únicos armados para la batalla de toda la ciudad, con largas espadas blancas y en la otra mano afilados tridentes de mithril y otros metales más fuertes, otros llevaban escudos de nácar y redes de plata. Los yelmos eran cisnes y las ropas blancas y verdes, todos con los cabellos plateados y los ojos claros como el hielo. Poco faltó para que los Noldor perecieran, atrapados en las manos de aquellos que ellos mismos había enseñado a luchar, cuando en la batalla se escuchó un claro cuerno que cantaba brillante y al galope entraron miles de caballos, sobre ellos otros tantos caballeros de doradas cabelleras. Las huestes de Fingolfin y Finarfin iban en ayuda de Fëanor y arrasaron con todo aquel que intentaba oponerles. Contra aquella gran fuerza, tres veces mayor que la de Fëanor, nadie tubo esperanza, pero aún así lucharon por salvar los barcos.
Alcie corría por las calles que conocía como la madera de su barco con su puñal en mano y acompañada por las mujeres, cuando unos trescientos hombres las desarmaron y encerraron en las casas. Con lanzas atrancaron puertas y ventanas, dejando guardias para que ellas no volvieran a sorprenderles. Ahora no se trataba de huir, si no que los hijos de Indis trataban de matar a aquellos que habían matado a las gentes de su hermano. Luchando por abrir una de las puertas, Alcie alcanzaba a escuchar el ruido de la batalla, los hierro chocando y gritos de dolor, cuando una vocecilla le sorprendió.
- ¿Ammé? Ammé ¿estas aquí?-. era una de las niñas del pueblo que había pasado inadvertida para la batalla
- ¡Selda! Rápido, ábrenos la puerta.
- ¿Alcie? No puedo, hay una barra de hierro cruzando la puerta.
- Selda, tienes que romper la madera, lo suficiente para que podamos salir. ¡¡Rápido!! Busca cualquier cosa para salir de aquí.-
Durante unos minutos que parecieron horas, todas las mujeres esperaron a la niña. Después creyeron que ya no vendría, que algún soldado habría dado con ella, cuando se escuchó unos golpes en la puerta. Al tiempo se hizo un brecha suficiente para que la niña pudiese mirar.
- ¡¡Alcie!! Cogí un hacha, creo que puedo pasarla por el agujero-. El hacha pasó y Alcie la cogió con miedo, estaba cubierta de sangre.
- Déjame a mi, yo soy la mas fuerte-. Dijo otra joven elfa de su edad con una forzada sonrisa.
- Ettelië-. Le dijo sonriendo, no conocía nadie mas valiente que la joven que ahora limpiaba con su vestido el mango del hacha, manchada de sangre fresca.
La elfa golpeó la madera con todas sus fuerzas hasta que después de intentos la hizo saltar por los aires y todas huyeron de aquel lugar. Muchas fueron al puerto, otras hacia el palacio de Olwe en busca de cobijo, con las primeras fue Alcie. La niña que les había ayudado buscaba a su madre, pero al no encontrarla decidió seguir a Alcie hasta el puerto. Desde la última casa se podía ver todo el puerto sin problemas y Alcie respiró más tranquila cuando vio que su padre, hermano e Hyarion seguían sobre el Alquamorë, no a salvo pero si al menos con vida. Los Noldor ya comenzaban a tomar las naves y los marinos, antes de ceder, pretendían hundir sus propios barcos, para que no lo consiguieran los Noldor mataban con lluvias de flechas a todo Teler que permaneciera sobre ellos.
Alcie escuchó como un grupo de soldados, una decena aproximadamente, pasaban por delante de ella hacia el puerto. Cuando ya le daban la espalda la niña, que estaba oculta tras Alcie, vio a lo lejos una amada persona-
- ¡¡¡Ammé!!!-. gritó y corrió hacia ella chocando contra las piernas de los soldados Noldor.
El primero de ellos se asustó del choque y desenvainó, la niña gritó asustada llamando la atención de su ammé (mama) pero el soldado frenó el ataque al ver que tan solo era una niña. Durante unos instantes el soldado y la niña parecían de piedra, mas no así la madre que veloz se dirigió hacia ellos blandiendo un tridente. Todo sucedió tan deprisa que Alcie apenas pudo respirar, el ataque de la madre iba hacia el soldado pero otro de ellos fue más rápido que la elfa y con un ágil movimiento de su espada le cortó desde la cintura hasta las costillas. La mujer, calló al suelo y la niña corrió a sus brazos, pero ya había muerto.
Demasiado aguantó Alcie en la casa, ante sus ojos veía de fondo el fuego, los pescadores luchando y muriendo, cientos de cadáveres flotando en el agua y ante sus ojos una mas que injusta muerte. Agarró con firmeza el cuchillo y mirando por ultima vez a su familia, a lo lejos, corrió hacia los soldados, pero algo la hizo despistarse. Una lluvia de flechas y dos cuerpos cayendo al agitado mar, eran su padre y su hermano. Tras ellos, con una daga en el pecho, se desplomaba Hyarion. Aquel momento de debilidad fue aprovechado por el soldado que antes matara a la otra mujer.
Al principio no notó nada, solo un extraño silencio roto por un gritó "¡¡No!!". Ante sus ojos otro soldado, el que se sorprendió por la niña, empujó al soldado lanzándolo al agua, Ossë haría el resto.
- ¡¡Señor!!-. dijeron el resto
- ¡¡¡Atreveos tan solo a mirarla y esta vez no dudaré en mataros!!! ¡¡Marchaos, esta guerra ya no tiene sentido para mi!!-. dijo el soldado y los noldor se marcharon confusos-. Alcie...-. Dijo cogiendola de la mano, esta le miró
- Arcalimo...-. Dijo, pero pronto pareció que esta ya no respiraba.
Asustado la levantó en brazos y corrió en busca de ayuda. La batalla parecía haber acabado, los barcos huían del puerto y muchos soldados se alejaban al norte hasta que la ciudad pareció quedar bacía en una triste soledad. El mar se volvió bravo, las trompetas del mar sonaron y Uinen lloro por los marineros muertos.
- ¿La Dama Alcie murió?-. preguntó uno de los elfos que estaban en Rivendell, en la ahora silenciosa Sala del Fuego.
- No murió, pero apunto estuvo. Su alma viajó y casi la abandona, pero en ella brilla un gran fuego que no puede apagarse. Sigue con vida, al menos desde la ultima vez que la pude ver.
- ¿y que fue de Arcalimo?-. el elfo que narraba la historia cogió aire y continuó hablando
- Como miles de noldor, se quedó en Tirion. Durante muchos años élficos se dedicó a reconstruir el puerto de los cisnes, pagando la deuda por el daño hecho.
- Mi señor Hîrbein. Dijisteis que Alcie quiso hacer unos anillos con perlas engarzadas. En vuestra mano hay uno ¿No será el mismo?-. el elfo la miró sorprendido y después miro aquel fino anillo que llevaba en su mano.
- Mi dama, esta perla es blanca y no negra, como las perlas de Alcie. Cierto es que fue un regalo de los Teler, pero esta es otra lejana historia para otra noche.
La Guerra de la Colera
En los jardines de Elrond se respiraba tranquilidad aún en aquellos tristes días, pues dentro de poco partirían al hogar, a Valinor. Las flores parecían saberlo y desplegaban con tristeza sus pétalos y perfumaban con delicadeza la noche repleta de estrellas. La paz ansiada había llegado y su edad había acabado, nada les quedaba ya en esta tierra.
- ¡¡Hîrbein!!-. Gritó alguien detrás del elfo, era una dama y por su aspecto silvana. Con el pelo oscuro cayéndole por los hombros y el vestido marrón y verde claro.
- Decidme señora.- la quendi le sonrió mientras se acercaba.
- He vivido siempre entre la sombra del Bosque Verde desde hace muchas edades y nunca me contaron la historia de los hermanos eldar. No la de aquellos que no fueron reyes o grandes entre los elfos y hombres.- los dos caminaron por el oscuro jardín con la única luz de las luciérnagas revoloteando alrededor.
- ¿Queréis que os cuente que pasó después del ataque a Alqualondë? Eso ya lo sabréis ¿no es así?-. la elfa asintió con la cabeza
- De memoria recuerdo lo versos, los Noldor reconstruyeron el puerto blanco y de nuevo los cisnes reaparecieron en la costa blanca, más hermosos si cabe que los quemados en Endor -. Citó de memoria -. Pero no es eso, la historia de aquella Teler de vuestro cuento... quisiera saber que es de ella, dijisteis que sobrevivió. ¿Cómo pudo hacerlo después del desastre? Por favor, necesito saber que hallen del mar hay eldar que no son ni reyes ni príncipes pero que consiguen llegar a su destino. Dentro de poco viajaremos a aquel lugar que nunca he visto ni en mis más lejanos sueños y desearía saber de él su historia contada por alguien como... alguien que no fue importante.
- ¡Pero Alcie si fue importante! Aun cuando no se la nombra entre lo grandes de Eä, solo que su historia mas resulta un aviso sobre el destino, que todos conocen pero ninguno escucha. En Aman conocen el nombre de la Teler que parecía inmortal a cuantas desgracias cayeran sobre ella. Pero si queréis, en esta noche tan estrellada, podría contaros como continuó la historia.
Pasó el tiempo y el movimiento volvió a las calles de Alqualondë, pero esta vez fueron manos amigas que curaron las heridas. Miles de Noldor y Vanyar corrieron a socorrer a lo heridos de ambos bandos. El gran palacio del príncipe Olwë se acomodó a modo de hospital, las grandes salas blancas de mármol y nácar se cubrieron con colchones de plumas con doseles atados a las columnas de perlas. Los mejores sanadores y curanderas del Aman corrieron en su auxilio e incluso mucho maiar rondaron el puerto ayudando en todo lo que podían, trayendo consuelo o ayudando en la reconstrucción.
En una de estas salas se encontraba Alcie, que parecía no despertar. Las maiar de Mandos y Nienna se encargaban del hospital y comentaban que su espíritu dudaba y tan solo esperaba que el tiempo pasara. Mientras, su cuerpo sanaba con la normal rapidez de la hermosa raza de los que han visto la luz de los Árboles. Pasaron los meses, largos como el deshielo de las montañas, y muchos volvieron en sí. Aquellos que despertaban a la vida eran recibidos con todos los honores, fueran de la raza que fueran, y a los Teler el mismo príncipe iba a saludarles con afecto. Muchos quedaron sin alguna parte de su cuerpo y para ambas razas fue casi como la muerte en si, pues mineros, orfebres, pescadores y constructores quedaron sin saber que hacer sin las manos o sin piernas. Pocos niños nacieron en aquel tiempo de las dos bellas razas y las mujeres sobrepasaban en mayoría a los hombres, pero Alcie seguía sin despertar y poco a poco los salones del príncipe quedaban vacíos. Durante todos los años que pasaron Alcie seguía recostada en el lecho de Alcie, las única de la casa de Alquamorë. Por fin llegó el día en que Alcie y pocos más fueron trasladados a la terraza del palacio, con la Linda1 tan solo habían una decena más. A la luz de la estrellas el rostro de Alcie pareció tomar mejor color, en especial cuando por primera vez la luna se alzó en el cielo. Brillante estrella que iluminó todos los corazones e hizo crecer el temor del enemigo. Pero fue otra estrella la que trajo más esperanza, aunque eso fue más adelante.
Durante este tiempo Arcalimo permaneció en Alqualondë y ayudó en la reconstrucción del puerto. Construyeron astilleros más grandes, labraron la piedra y crearon más casas. El mismo noldor creó en la pared del arco de piedra que tocaba la playa un hermoso relieve. Eran cuatro hombres sobre un navío cisne, uno de ellos llevaba el timón, era Falmea padre de Alcie; otro recogía las redes, era Ëarion hermano de la elfa; otro de ellos estaba en la proa mirando fijamente hacia el puerto, su rostro era el del alto Hyarion y por ultimo, en la popa, sentado con los pies colgando y mirando absorto el agua estaba Hònen, hermano amado de Alcie.
Muchas veces el noldor Arcalimo iba a la casa de Olwë, para ver como se encontraba la Falmar, pero parecía igual, dormida en un eterno sueño. Fue una vez, cuando Olwë salió a la terraza, cuando se acercó al noldor.
- Hermosa noche, lastima que Isil se haya alejado tanto de estas tierras. Su luz me da esperanza.- Arcalimo alzó la vista hacia el príncipe, que vestía de verde pálido y los cabellos plateados los recogía con una fina diadema de plata
- Ninguna me queda a mi en estas horas-. Dijo él apesumbrado
- Me llegaron noticias de detrás de las Pelori. Ten esperanzas Arcalimo, quizás una nueva estrella llene tu corazón, contemplando el nuevo amanecer.
- ¿Amanecer?-. Dijo extrañado y Olwë alzó una mano señalando hacia el este.
- Si, la ultima gran estrella de Aman.
El cielo antes negro, solo roto por las estrellas y la brillante Isil se volvía ahora rojizo anaranjado. Poco a poco el Sol apareció por primera vez, rozando apenas las faldas de las montañas. Un primer rayó cayó sobre ellos, que notaron por primera vez la calidez de la estrella brillante y todo pareció adquirir vida. Los árboles explotaron en colores sin final con tonos verdes jamás vistos, los pájaros cantaban alegres canciones nunca antes oídas y las exclamaciones, cantos y risas se escucharon muchas millas más adentro del mar.
Fue cuando la luz cubrió el cuerpo de Alcie cuando la elfa levantó un brazo para protegerse del sol y abrió los ojos. Se levantó sorprendida por la visión desde la terraza, vio a lo lejos el amplio mar, pero con un brillo que nunca había podido contemplar, pues la luz de los árboles era impedida por las montañas, ahora lo podía ver en toda su extensión, tan hermoso como era, con las olas brillando en tonos amarillos y plateados.
- Alcie...-. Le dijo el príncipe Olwë y esta le miró asombrada-. De nuevo naces ante un rayo de luz... Es la ultima gran estrella la que te salvó de la oscuridad
- Es mi corazón es el que me llamaba a abrir una vez mas los ojos. Querido Volwe-. Le dijo abrazando al príncipe.
- Sabes que no me gusta que me llamen Volwe. Acabas de regresar a nosotros y ya comienzan tus burlas-. Dijo sonriente Olwë-. Eso me alegra, por esta vez no tendrás castigo. Pero hay alguien que no se separó de este lecho si no fue para ayudar en el puerto hace largo tiempo-. Dijo señalando a Arcalimo. Pero cuando lo vio hizo un gesto de disgusto apartándose de su lado. Arcalimo la miró con tristeza.
- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no te fuiste con los tuyos?-. le recriminó Alcie
- Descubrí que aquel no era mi destino, que debía quedarme aquí...
- ¡Tarde lo descubriste, después de matar a los míos!
- ¡Alcie!-. Le recriminó Olwë-. Los Noldor ya pagaron su deuda y ahora estamos en paz, aunque de nuestros corazones jamás se olviden y la herida deje cicatriz. Hay que olvidar los errores de los hermanos, pues estaban cegados por melkor-. Con dificultad Alcie se levantó del lecho y miró hacia los nuevos barcos que llenaban ya el puerto, siendo casi mil en total.
- Hay otras cicatrices que no curaran.- dijo tocando la marca que le había dejado su herida, un fino trazo desde las costillas a la cadera, las armas de los noldor dejaban su marca por donde pasaban. Y con enfadó marchó del palacio.
Los dos Eldar se quedaron en silencio, Arcalimo sentado con la cabeza entre las rodillas y el príncipe mirando hacia el amanecer que ya se alzaba.
- Levanta, hermano, y mira la belleza de la hermosa tierra en la que vives-. Le reconfortó Olwë
- ¿Cómo conseguiré que me perdone? En verdad parece enfadada.- el príncipe le sonrió
- No creo que Arcalimo, que tan bien la conoce, no sepa que para Alcie los enfados no duran más que una ola chocando contra una roca, pronto se desvanecerá.
- Pero hay olas que rompen las rocas-. Dijo el Noldor sonriendo forzadamente -. ¿Por qué te llamó Volwe?-. dijo cambiando de tema
- ¡Oh! Eso... chiquillerías. Volua o Vola significa en nuestra lengua Ola Grande, así los niños me llaman a mis espaldas Volwe o Volue. Alcie no dejara nunca de ser una niña, su corazón es joven, por ello es más feliz maravillándose simplemente con el nacimiento de una flor, pero mas fácil de lastimar, no con heridas sino una simple palabra.
- También los niños son los mas tercos
- Si, eso también... -. Dijo Olwë sonriente-. ¡Nada la haría callar si sabe que tiene razón! Por eso lucha con garras y dientes si hace falta. Una verdadera contradicción toda ella... sin embargo una hermosa contradicción, a pesar de ser tan patéticamente joven puede enseñarte la hermosura de una hoja de un árbol o de una pequeña hormiga.
El la ciudad la gente cantaba y bailaba a la luz del sol, como si hubieran despertado de la hibernación. La ciudad resplandecía como una perla sometida a la luz, reflejando miles de colores. Alcie corrió por las calles, la gente apenas la miraba por la sorpresa de aquella estrella, tan solo escuchó a alguien gritar su nombre. La joven Ettelië, la primera de las buscadoras de perlas y amiga de la infancia.
- ¡¡Alcie!!-. Le gritó y se abalanzó sobre ella-. ¡¡Que alegría que estés de vuelta!! Pensamos que jamás volveríamos a verte y justo apareces hoy cuando Airien se alza en el cielo-. Alcie se quejó, la cicatriz le molestaba, pero pasó ponto y acompaño a Ettelië a contemplar la nueva ciudad.
Caminaron durante horas, pues el sol comenzaba a ponerse tras las Pelori, cuando llegaron al muro sur de piedra y lo siguieron hacia la costa. Cuando la el camino se convirtió en arena y la playa comenzaba Alice no pudo mas que dar un grito ante aquella imagen. La marea había subido y la escultura de Arcalimo parecía cobrar vida, el barco de piedra con sus cuatro tripulantes y las olas del mar chocando contra la nave, era como una visión del pasado.
- Lo hizo Arcalimo...-. Le informó su amiga-. En verdad está apenado.
Las dos se sentaron en la arena, mientras miraban al mar negro con chispas anaranjadas. Ahí estuvieron en silencio durante mucho hasta que una fina niebla fue cubriéndolo todo. Las dos jóvenes no se extrañaron, así como los demás que paseaban a lo lejos, en muchas ocasiones la niebla llegaba a cubrir todo el puerto, pero esta vez fue diferente.
Entre los siervos de Ulmo, señor de las aguas, se cuentan miles de espíritus que viven en este elemento, como si estuvieran formados por la propia agua. Los Teler vieron como miles de estos entes informes, se movían bajo las naves empujándolos hacia el puerto, con ayuda de un poderoso viento que en poco tiempo reunió a todas las naves teler en el desembarcadero. Las aguas parecían cobrar vida, la marea subió aún mas haciendo que todos los que estaban en la playa se alejaran y la niebla se fue haciendo mas y mas espesa, tanto que los niños podían cogerla como pequeñas nubes, dijeron que la falda de Tirion quedó cubierta y nada se podía ver. Todos los Teler se quedaron mirando al arco de piedra, ahora cubierto totalmente por un manto blanco espeso, otros corrieron hacia las afueras de la ciudad, pero tampoco podían ver nada. Cuando toda Aman quedó ciega ante el mar sucedió un gran estruendo, un terremoto agitó los cimientos de las montañas y muchos corrieron a refugiarse, las aguas rugían como la mayor tormenta y las piedras de las pelori caían rodando hacia las aguas. Parecieron siglos, pero aunque no lo fueron la noche avanzó y llegó el día cuando la tierra dejó te temblar. Mucho creyeron que la oscuridad caía otra vez sobre ellos, pero podían notar la presencia de los Maiar, y también de los Valar, en toda la costa aunque no los pudieran ver, aquello les tranquilizaba pensando que no estaban solos.
Cuando el temblor cesó las gentes salieron a las calles, a pesar de que la niebla seguía manteniéndose. Un viento ligero sopló y la niebla corrió el velo y todos contemplaron un nuevo horizonte que los ocultaría para siempre. A una milla del arco había una fina niebla, como cientos de gotas de cristal flotando sobre las aguas, y bajo la niebla miles de rocas formando pequeñas islas, de apenas cuatro pies. Las olas rompían contra la nueva frontera de Aman, las islas encantadas que cubrían toda la costa desde Alqualondë hasta más al sur de Eressëa. En un principio los marineros salieron del puerto con curiosidad y miedo, pero poco a poco se dieron cuenta que podían atravesar las islas con gran facilidad y que el embrujo que las rodeaba no les afectaba. Muchos de ellos se entristecieron por el ocultamiento, no volverían a ver aquel hermoso amanecer naciendo entre las olas azules que poco a poco se volvían naranjas y de nuevo un azul tan oscuro que se les grabó en los hermosos ojos. Ahora la fina niebla siempre estaba en las islas encantadas y cuando algún barco se dirigía al puerto, fuera o no teler, la niebla espesaba como un manto. Pero como los peces de las anémonas, los teler podían pasar sin problemas en la blanca oscuridad.
Durante varios días permaneció Alcie en la costa, mirando al mar y a la escultura de la playa, hasta que al fin Ettelië fue a por ella, para intentar liberarla de sus pensamientos.
- Amiga ¿Por qué te torturas en la playa? Deja de pensar y regresa a la vida, tu madre te espera en tu hogar.
- ¿Por qué nadie fue a nuestra ayuda?-. le respondió entristecida.- ¿por qué nuestros amigos lo vanyar no vinieron a ayudarnos? ¿Por qué Ulmo no llamo a las olas? ¿Por qué tan solo los maiar hicieron que el mar se encabritara y no pararon a aquellos que nos hirieron?
- Ellos no podían hacer nada, mi amiga. Los Valar no podían oponerse a que nadie dejara la costa, aunque fuera por nuestra sangre. ¿Acaso crees que cualquiera de los valar mataría a uno de sus hijos aunque vieran que obraban mal? No, no lo harían
- Si ellos no pueden protegernos, alguien habrá de hacerlo-. Con rapidez se levanto de la blanca arena y corrió hacia las afueras de la ciudad, montada en un caballo crema, dirigiéndose hacia Tirion.
Caminaba por las casas de cristal y los palacios de Tirion, que conocía casi tan bien como el puerto blanco. Pero mientas caminaba por las calles, repletas de mujeres solas, sentía una congoja en el corazón, sabiendo que no solo ella había perdido a quienes amaba. Al fin llegó al lugar que deseaba, una casa de piedra rojiza de varias plantas de altura, había una gran puerta de madera oscura entreabierta y grabado con cristal es la madera había una espada y una llama de fuego que representaba el trabajo del padre de Arcalimo, creaba las mas hermosas y afiladas espadas de todo el reino bendecido. Entró en silencio y vio un desoladora imagen, la fragua estaba apagada, los martillos y yunques cubiertos de polvo, las ventanas cubiertas por paños hacía que todo tuviera un aspecto mas lúgubre, al parecer, después de la partida de su padre, Arcalimo no había continuado con el taller. Escuchó un ruido y se dirigió a un patio que había tras la casa, tenía un hermoso árbol verde y los limites del jardín eran los cielos, pues estaba sobre un precipicio que daba al mar, una magnifica visión de las pelori entre ellos, al fondo Eressëa y tras ella el amplio mar. De joven solía ir a ese lugar para cantar.
Arcalimo se encontraba cerca de la puerta, solo vestido con unas calzas negras y una túnica roja. Sujetaba un impresionante arco y disparaba a una diana que colgaba de la rama del árbol. De pronto, ante la imagen, Alcie sintió una punzada sin poder remediar ver la imagen de Hyarion atravesado por cientos de esas flechas.
- ¿Qué quieres?-. le preguntó Arcalimo sin mirarla, continuando con su arco.
- Necesito tu ayuda-. Fue la única flecha que cruzó el patio hacia el mar de las dos docenas clavadas en el centro de la diana.
- ¿Ayuda? ¿Que es lo que necesitas?-. Dijo entrado en la casa, hacia una pequeña cocina donde había una jarra de agua.
- Quiero que me enseñes a pelear-. Arcalimo la miraba mientras bebía un largo trago de agua hasta que por fin habló.
- No, no lo haré. No tengo ningún motivo para hacerlo y no creo que sea lo mejor para ti-. Alcie lo miraba con furia mientras subía al piso de arriba y fue tras él.
- No creo que sepas que es lo mejor para mi, se lo pediría a cualquier otro si no supiera que tu eres el mejor, me lo debes...-. Arcalimo se estaba poniendo una especie de chaqueta marrón oscura y se recogía el cabello rubio con una cinta negra.
- No te debo nada, Alcie. Ya pagué por mis errores y aún continuo pagando-. Dijo con tristeza.- mi mente es incapaz de aguantar la monotonía de este lugar un día tras otro, los míos descubren nuevas tierras y yo me pierdo en mi propio hogar, mi familia me ha abandonado o quizás los abandoné yo. No Alcie, no te debo nada -. Hubo un silencio, Arcalimo estaba de espaldas a Alcie y no se atrevía a moverse.
- Si no me haces ese favor, entonces te pagaré.
- No puedes pagarme con nada...
- ¡Si puedo! Ninguna ley prohíbe a los eldar salir de Aman, nada te impide marcharte, si no es el mar... el mar que yo conozco y se dominar. Enséñame a luchar, Arcalimo, y yo construiré una nave para que puedas marcharte y seguir a los tuyos-. Él la miro extrañado pero en el fondo tenía razón, ahora nadie podía impedirle marchar.
- De acuerdo, que así sea con todas sus consecuencias, a pesar que no entienda tu repentino afán por pelear. Pero antes de nada necesitaras una espada, una de una mano creo que sería la mejor para ti, dame dos días y entonces podremos comenzar.
La casa de Arcalimo regresó a la vida, se limpiaron las ventanas, la fragua se volvió a encender y la gente creyó que al fin el joven volvía a su trabajo. Dos noldor lo ayudaron a crear la primera espada después de la batalla, recta y de doble hoja, hecha de un material semejante al mithril pero más duro y liviano, pero igual de hermoso, tan brillante como un rayo de luz. La empuñadura era de madera de los mallorn y cuero blanco, el pomo era redondo pero plano y sobre este labrado un cisne con las alas extendidas y los ojos eran diamantes. No demasiado adornada, pues las armas no debían estar tan engalanadas si era para entrar en batalla, al contrario que las hermosas espadas de desfile repletas de joyas.
Sobre la hoja hizo grabar " I estel nauva etye sikil, elen nauvar etye men"2 y sobre la empuñadura "Alpael"3
- Es hermosa, tan simple... tan fina... que irradia hermosura-. Dijo uno de los elfos que tenía trabajando con él-. Pero es demasiado corta, tan solo algo más de dos pies.
- Es de la estatura correcta, aprende que cada persona tiene su propia espada. Dudo que muchos puedan levantar la mía-.
El noldor le sonrió desafiante y Arcalimo abrió un gran arcón que había bajo la escalera al piso de arriba. De ella sacó una vaina tan grande que tendría la misma altura que un niño de elfo de un año. Al desenvainarla notó de nuevo la fuerza en sus manos y el peso del mandoble. La empuñadura era negra y el pomo de plata pura, la empuñadura tenía el dibujo de una estrella roja y en la hoja estaba escrito "Alkar Tirionva, Sikil andueva la hehtauval"
- Es Alkar Tirionva, el brillo de Tirion. La luz del oeste no le abandonará... la mas hermosa que mis manos podrán crear jamás.
- Si lo es y dudo que pudiera cogerla pues es la más grande que he visto. No me equivoco si mide cuatro pies.
- Exacto, dos pies menos de mi estatura y calibrada a la perfección-. Dijo sujetando con dos dedos el comienzo de la hoja y la espada permanecía en equilibrio.
- Está manchada, al final de la hoja-. Le señaló el joven, Arcalimo corrió a por un paño húmedo pero demasiado tarde para que su joven aprendiz no viera que era una mancha de un rojo especial. El noldor lo miró mientras limpiaba la espada y en silencio continuó su trabajo.
Al día siguiente, como lo acordaron, Alcie regresó a la casa de Arcalimo pero ya no con los hermosos vestidos elfos, sino vestida como una buscadora de perlas. Llevaba una especie de calzas blancas que le cubrían hasta media pierna, una túnica blanca con las mangas por medio brazo atadas con unos cordones, para que no se movieran y un fajín encima verde claro para que la camisa no se moviera. En el cinturón de las calzas llevaba un puñal dorado.
- Tomar, está será tu espada hasta que la hoja se quiebre-. Alcie cogió la fina espada blanca
- Es preciosa...-. Arcalimo sujetaba la suya-. ¿Por qué la tuya es mas grande?
- Porque soy mas alto y mas fuerte, no me mires así, sabes que es cierto. La tuya es más fácil de manejar, necesitaras un escudo pero eso será mas adelante. Ahora cógela y familiarízate con ella, no te separes de ella mucho tiempo y aprende a tenerle cariño...
Durante mucho tiempo Alcie se instruyó en la lucha con espada, arco y también le gustaba practicar con todo tipo de armas, desde lanzar dagas a utilizar lanzas. Cuando llegaba a la ciudad de los cisnes se encerraba en los astilleros con un grupo de unos diez hombres y construía el barco que pagaría los esfuerzos de Arcalimo. Era muy parecido a los barcos teler, salvo que este no tenía en la proa la cabeza de un cisne y era mas pequeño, de treinta pies de eslora, lo suficiente para Arcalimo y cualquiera que quisiera marcharse con él.
Mientras trabajaba con la madera, a la luz del sol, vio aparecer en el horizonte tres figuras, eran grandes aves, las más grandes que la teler había visto, eran las águilas de Manwë. Mucha gente se junto en la plaza viendo como llegaban y entonces escucharon entre graznidos unas claras voces que cantaban:
Escuchad señores del oeste
Nuevas os traemos
Feanor hace años que ha muerto
A manos de un espíritu de fuego
Los noldor poseen grandes tierras
Pero poderoso señor hay en beleriand
Thingol y la hermosa melian
Protegen el cerco de la maldad
Mas de alguien no pudieron
Uno de los atani penetró
Y el hado quiso que se enamorara
Del mayor tesoro de Thingol
Beren fue enviado al infierno
Por el amor de Luthien
Al señor oscuro arrancó una joya
Y ahora nadie le separara de Tinuvel
También otro de los Atani alcanzó gran renombre
Turín Turambar era su nombre
Más el gran gusano hizo de su vida un largo pesar
La familia de Hurin murió ¡mas escuchad!
El canto no ha cesado, grandes guerras se verán
Los eldar al borde de la muerte están
Más tras la muerte de el rey Elwë
Luthien tubo a Dior y este a Elwing
Otro medio elfo más hay, es Earendil de Gondolin
El destino a ellos les utilizará.
Todos quedaron sorprendidos por las noticias de los segundos nacidos que nunca había visto, las palabras y cantos de las águilas creaban imágenes como si ellos mismos hubieras estado en aquellos lugares y con poco ya conocían la historia completa, asi eran las mentes y corazones de los bienaventurados.
- ¿El rey Elwe ha muerto? -. Dijo uno de los marineros mas viejos
- Así lo temí hace tiempo y ahora veo que mi presentimiento era cierto. Que Mandos Sea justo con mi hermano perdido-. Dijo una voz que era la de Olwë, las lágrimas caían por las mejillas y se dirigió al palacio.
Alcie no llegó a conocer a Elwë, el rey Thingol, y pronto tubo una gran curiosidad por ver a sus hermanos de Beleriand. ¿seria tan diferentes a ellos? ¿cómo sería Luthien, aquella que dicen la mas hermosa de la tierra? Pero borró sus pensamientos de su cabeza y regresó al trabajo en los astilleros.
- El barco esta preparado ¡¡¡Empujad!!!-. dijo un trabajador de los astilleros y cientos de hombres empujaron al barco hasta que por fin tocó el agua, poco a poco se movía hasta que al fin estuvo completamente dentro del agua, hermoso como cualquiera, flotando en la bahía-. Gran trabajo Alcie, aunque no entiendo porque no es un cisne.
- Porque no es para un teler-. Le dijo sonriendo-. ¡¡Gracias por haberme ayudado, saber que Alcie Alquamorë está a vuestra disposición cuando deseéis!!
- Entonces mete esa bonita cabeza bajo el agua para buscar perlas y ya estaremos pagados-. Se escuchó una voz y las risas de los hombres
- Tranquilo, si lo que deseáis son perlas os traeré tantas que hasta los calzones estarán cubiertos de ellas-. Dijo riendo y los demás la siguieron. Poco a poco la gente se fue marchando y tan solo quedaron el barco y ella.
Alcie montó sobre su nuevo caballo plateado y se dirigió hacia la ciudad noldor. Hacía muchos años desde la guerra y la ciudad volvía a rebosar de gente, los niños ya eran hombres, los talleres volvían a funcionar y todo parecía en paz. Al acercarse al taller-hogar de Arcalimo vio que ahora las grandes cristaleras estaban limpias y brillantes, dentro habían cinco noldor forjando desde espadas a cazos y copas, Arcalimo los dirigía a todos ellos y charlaba con otro noldor sobre una espada. Él la saludó cuando la vio entrar y Alcie le dijo con voz clara.
- ¡Lo he acabado!-. Arcalimo dejó instantáneamente de hablar con el otro eldar y la miró con seriedad.
- ¿Acabado?
- Ven esta noche y lo veras con tus propios ojos. Ya está en el puerto listo para navegar.
Alcie tubo que esperar a que el taller cerrara, pero se entretuvo practicando en el jardín con su espada, de la que ahora no se separaba para nada, a pesar de que los teler la miraban de modo extraño pero ella siempre respondía que solo la quería para defenderse.
Cuando la noche ya estaba entrada se apagaron las fraguas de Arcalimo y todos marcharon, pero no a sus hogares, sino que marchaban hacia Valinor.
- Son las fiestas de Valinor-. Dijo Arcalimo respondiendo a los pensamientos de Alcie-. No se porque nunca as ido a ninguna de ellas.
- No me importa tanto como la paz del mar y las estrellas-. Le respondió y fueron bajando la colina de Tuna.
A lo lejos se veía como Tirion estaba casi por completo a oscuras, todos estaban en las afueras o ya en Valimar celebrando las cosechas. Pero los dos eldar se dirigían a Alqualondë y ahora estaban en la playa, caminando por un sendero que llevaba hacia el norte y el portón de la ciudad de los cisnes. Cabalgaban al paso, sin prisa por llegar, respirando el suave aroma a algas y mar. Alcie miraba tranquila la isla de Eressëa, tan pequeña y hermosa, cuando un rayo de luz atrajo su atención, un brillo tan potente que resultaba imposible de fijar la vista en él.
- ¿Qué es eso que viene por el mar? Parece una estrella pero juraría que va sobre un barco, su brillo no me deja ver que es-. Alcie miró a Arcalimo que parecía absorto mirando la estrella navegante, tenía una sonrisa en el rostro y los ojos humedecidos.
- Es un Sillmaril...-. Dijo en un susurro-. Lo reconocería en sueños... ¡¡Rápido, avisar en Alqualondë que viene un barco yo daré la alerta en Valimar!!-. Galopando con el viento sobre el hermoso caballo de Aman Arcalimo desapareció en segundos. Alcie, por su parte se dirigió al puerto.
- ¡¡Ettelië, Falion!!-. gritaba Alcie-. ¡¡Alguien del exterior llega a nuestras costas!!-. todos la miraron extrañados mientras la eldar galopaba hacia el palacio de Olwë. Los guardias le abrieron las puertas y lo encontró en la entrada-. ¡¡mi señor!! Alguien del exterior llega a la costa de Aman ¡¡porta uno de los Sillmaril!!-. el rostro de Olwë era serio y sin decir nada marchó al exterior y de un silbido hizo llamar a un blanco caballo.
- Marcho a Valinor, volveré con nuevas. Presiento que algo está apunto de ocurrir y esta vez nuestros barcos estarán preparados.
Mucho teler subieron a lo alto de sus murallas para observar aquel barco. Era muy semejante a los suyos pero más bastos aunque igual de hermosos. Estaba Fondeado al sur del puerto, pero lo suficiente cercano como para que todos lo vieran. Dentro habían tres hombres, pero otro de ellos, acompañado por una mujer, pisaba ahora las blancas playas de Elende. El hombre llevaba sobre la frente una gema de tal brillo y belleza que a todos les sobrecogió el corazón y la mujer se quedó en la playa, con su hermoso vestido blanco movido por la suave brisa. Ella camino durante horas hasta que sus pasos la llevaron antes las puertas de Alqualondë, que despacio se abrieron. Muchos de ellos se acercaron para ver quien era aquella extraña mujer, pero no tuvieron ninguna duda al mirarla, pues en sus ojos brillaba la hermosura de Luthien y por ello la de su antiguo señor Elwe y Melian la Maiar.
- ¡¡Mi señora!!-. se escuchó entre la gente y todos se arrodillaron. Gentilmente ella les hizo levantar y abrazó a todos ellos como quien se encuentra con un pariente muy lejano.
Durante mucho tiempo les contó las penas de Doriath, la historia de Beren y Luthien, la desgracia del rey Thingol y el Nauglamir, de Turín turambar y Nienor niniel, de la hermosa Gondolin la de los siete nombres y de las penas de los Noldor, de los que tan solo quedaban Maglor, Maderos y Galadriel. El corazón de los Teler se dio cuenta de que el mundo estaba sufriendo, de que el poder oscuro cada día se volvía mas poderoso y que las dos razas necesitaban auxilio si no querían perecer. Muchas horas les hablo sobre las hermosas tierras de Beleriand y todos escucharon, hasta que al fin vieron llegar una poderosa comitiva, pues en cabeza de todo ellos se encontraba Manwë, tras de él Olwë, Ingwë y Finarfin. Fue en aquel momento, en el puerto de los cisnes, cuando Elwing y Earendil decidieron ser juzgados entre los Primeros Nacidos.
- ¡Necesitaremos un navío para que los tripulantes del Vingiloth regresen a su hogar!-. dijo el príncipe Olwë
- Llevaos el mío-. Dijo de pronto una voz cercana a Alcie, no se había dado cuenta que Arcalimo había regresado con la comitiva.
- No sabia que un noldor poseyera una nave
- No hasta esta misma noche. Alcie Alquamore la creó para mi y ahora yo la doy a quien la necesita.
- ¡¡Arcalimo!! ¿no querías regresar?-. dijo en un susurro Alcie
- shhh, hay otros modos de llegar, escucha atenta. Aunque... no tenía intención de irme, no sin ti-. Dijo Arcalimo, Alcie se dispuso a contestarle pero los nobles señores hablaron de nuevo
- Así sea, Los tres tripulantes regresaran a Beleriand y darán el aviso. Tenemos que decir algo, pueblo de Alqualondë, los Noldor y los hombres, los eldar y atani unidos, nos piden auxilio en esta negra hora. Una muerte segura los atormenta a ambas razas y solo un ejercito de gran poderío puede hacerles frente, un ejercito como el de Aman-. Dijo Olwë con su poderosa voz-. Ahora, tal ejercito no llegara si no es con nuestra ayuda. ¿Acudiremos a auxiliarles o dejaremos que perezcan a manos de un enemigo cada día mas poderoso?
Los teler se miraron unos a otros, no deseaban que Melkor avanzará y ganara cada día mayor poder, pero el hecho de auxiliar a los noldor era más duro aun.
- ¡¡por favor!!-. gritó desesperadamente Elwing-. Vuestros hermanos Sindar siguen luchando por sobrevivir en este mismo instante. ¡¡ayudarnos!!
La hermosa voz de Elwing pareció reconfortar el corazón de los teler y poco a poco fueron aceptando ayudar con su gran flota a los ejércitos de Aman. Pero Alcie permaneció callada en todo instante, hasta que Olwë y Elwing en persona fueron hacia ella, que tenía la mirada fija en el suelo.
- Pequeña Alcie... ¿nos ayudaras? Tu también tienes un barco, el que construimos a cada familia que había perdido a alguien. Nunca lo usaste, pero sigue siendo de tu posesión.
- Alcie...-. Dijo la hermosa dama-. Todos hemos perdido a alguien en nuestras vidas, todos de un modo injusto, pero no hemos de pagarla con aquellos que estaban cegados y embrujados. Mirad a Hurin, nadie tubo la culpa de lo que pasó.
- No mataré a nadie a no ser que toquen mi nave.
- Nadie te obligará a mas y dudo que muchos de los teler deseen luchar-. Dijo el príncipe.
Durante la noche y el día siguiente y aún la noche siguiente, miles de Vanyar llegaron al puerto blanco. Los noldor se apresuraban a afilar sus espadas y cargar con lo necesario para el largo viaje. Dos días tardaron en completar la enorme flota de miles y miles de barcos, tantos que las águilas apenas veían el mar entre ellos. El mar no se encrespó ante su paso y el viento siempre soplo fuerte y a su favor. Alcie gobernaba un barco, habían diez teler por cada uno mas dos centenas de guerreros, caballos, repuestos, alimentos y todo tipo de artículos necesarios. Tras cuatro días de veloz navegación vieron a lo lejos las tierras de Aquende.
Por un momento Alcie se sorprendió de lo hermosas que eran y las miraba absortas, sus bosques y ríos que por segundos deseó navegar.
- ¿Verdad que es hermoso?-. dijo Arcalimo detrás de ellas y no pudo mentirle
- No parece que haya una guerra
- Pero la hay, aunque es en el norte. Dicen que hay dragones en el norte, justo donde nos dirigimos-. Alcie lo miró con miedo-. Pero no ocurrirá nada, tenemos a Thorondor con nosotros, nos ayudará.
Las tropas bajaron a tierra y todos los que hay se encontraban, en especial los Atani, quedaron sorprendidos ante la hermosura de aquellas gentes, tan bellos todos y tan peligrosos a la vez.
- ¡Alcie! Algo debo deciros-. Le dijo Arcalimo-. Lo siento y perdonarme por el daño causado-. Dijo y una gran voz sonó
- ¡¡Todas las tropas noldor seguir al estandarte de Fingolfin hacia el norte, tenemos que atravesar Beleriand en pocos días!! ¡¡Los Vanyar al centro, seguir a Eonwë!! ¡¡Marchar!!-. Arcalimo se despidió con una ligera inclinación y todos los teler y algunos sindar se quedaron en la bahía de Balar, viendo al gran ejercito marchar hacia las tierras del norte.
- Tan solo nos queda esperar-. Dijo Nendaro, uno de los hombres de Alcie sentándose en el barco, ahora tan solo quedaban cuatro teler.
Alcie se sentó y comenzó a coser unas pequeñas redes que habían traído, por si necesitaban pescar para abastecerse. Mientras se entretenía intentando no pensar en la guerra del norte escuchó una curiosa voz, un acento extraño pero que podía entender con claridad. Miró hacia la playa y vio a dos niñas de cabellos oscuros, mirando con curiosidad el barco.
- ¡Aiya!-. les gritó desde la proa, las niñas la miraron y sonrieron.
- ¿es cierto que venís de la tierra de los Valar?-. dijo una de ellas
- Bueno, así es.
- ¿Y es verdad que somos parientes?
- ¿De que raza sois?-. dijo Alcie
- Yo soy Sindar, pero mi amiga es atani-. Alcie se quedó sorprendida, ambas niñas parecían completamente iguales, en altura y apariencia.- mi nombre es Beniel y ella es Lûin-. Alcie no podía dejar de mirar a la niña mortal, era la primera vez que viera uno de ellos.
- ¿Cuántos años tenéis?-. le preguntó Nendaro, que parecía igual de intrigado.
- Yo tengo catorce y Lûin tiene ocho. Vivimos con los Sindar porque los orcos nos echaron de nuestras casas-. Dijo la niña elfa
- Cuan diferentes son las cosas aquí ¿verdad Alcie? Aparece una nueva raza que tan solo es diferente por el don de la mortalidad, míralas... parecerían hermanas-. Las niñas se despidieron agitando las manos y corrieron por la costa.
Se cuenta que los Teler no bajaron a tierra y permanecieron en sus barcos-. Dijo Hîrbein en la hermosa noche de Rivendell-. Totalmente un error, es cierto que muchos no bajaron a tierra, pero debían hacerlo si quería llenar los odres de agua potable, reponer alimentos para el regreso al hogar. Los días pasaban sin noticias del norte y de vez en cuando regresaba un jinete para avisarles de las batallas que había ocurrido. Muchos sindar, silvanos, vanyar y teler hicieron una gran amistad. Sobretodo un grupo en especial, que con el paso de los días fue haciendo fuertes lazos. Eran Alcie y Nendaro, Ettelie, la valiente de Alqualondë como la llamaban y Tinwiel, una Vanyar experta curandera.
Pasaba un mes desde la partida del ejercito y de vez en cuando notaban como la tierra temblaba bajo sus pies y el mar se encabritaba, fue cuando regreso el primer grupo de hombres y a cual en peor estado. Tras ellos corría una tropa de huargos persiguiéndolos. En ese momento Tinwiel, Nendaro, Alcie y Ettelie se encontraban frente a una fogata en la playa, pero corrieron hacia los heridos. Alcie desenvainó su espada y Nendaro sujetó con fuerza un alto tridente plateado y corrieron para ayudar a los jinetes. Los huargos eran entonces más altos y fuertes, pero también las armas eran afiladas y lanzaron estocadas atravesando las peludas gargantas. Cuando el jefe de ellos atacó a Alcie, el tridente de Nendaro se le clavó en el estomago y le traspasó hasta la espalda, el resto de lobos huyeron cuando cuatro de sus compañeros caían en el suelo.
- Arcalimo es un gran maestro, tendré que pedirle que me enseñe a mí también-. Dijo Nendaro riendo
Todos los jinetes tenían graves quemaduras, las ropas negras y los rostros oscuros por el hollín, las espadas parecían derretidas en algunas partes. Por otra parte los caballos no estaban en mejor aspecto que sus jinetes, muchos silvanos les ayudaron a curarles las graves heridas. El único que se mantenía en pie y totalmente lucido era un noldor de Gondolin.
- ¡¡ayudadnos!!-. gritó desde el caballo.
- ¿¿Qué ha ocurrido??-. preguntó Nendaro
- Balrogs-. Dijo el noldor y todos comprendieron el estado de los soldados. Tinwiel pronto dio orden de movilizar a todos los curanderos y comenzaron a transportarlos, recogió la larga melena dorada en una rápida trenza y se dispuso a trabajar-. Habían una veintena de ellos cuando nos ordenaron que nos retiráramos y ya habían caído muchos. Soy Altaro, capitán de la casa de Turgon.
- ¡Alcie, Ettelie!-. gritó Tinwiel desde una tienda y todos corrieron. Dentro había un elfo que parecía de peor estado de todos-. Contra la ira de un Balrog está el poder del agua ¿Tenéis algas de Elende?
- ¡¡Claro!! Siempre llevamos algunas-. Dijo Ettelie y corrió veloz hacia su barco.
- Dos hombres han muerto nada más llegar. ¡pobre raza! Tan valientes y hermosos y de tan breve vida-. Dijo Tinwiel mientras limpiaba las quemaduras del elfo-. Alcie, necesito Asea Aranion o Athelas, como las llaman aquí, podré calmarle el dolor. ¿cómo se llama este elda?
- No es un elda, es un quendi, un Silvano. Su nombre es Dawgil-.
Alcie corrió hacia el bosque de la costa mientras Tinwiel repetía el nombre del silvano, intentando sanarle. Cuando regresaba, con un gran manojo de hierbas en la mano, Ettelie ya había llegado.
- Aquí hay Asea Aranion, también he traído otras tantas que he visto por el bosque.
- Creo que con esto podremos salvarle-. El silvano no paraba de hablar en una lengua que no comprendían, cubierto de quemaduras por el rostro y los cabellos rubios quemados apenas sobresalían dos dedos de su cabeza.
Toda la noche veló Altaro a su compañero herido y a sus otros amigos que habían venido con él. De la veintena que llegaron al campamento apenas ocho amanecieron con un resquicio de vida, entre ellos el silvano Dawgil, que parecía dormir tranquilo. Al día siguiente, algunos de los elfos ya se encontraban lo suficientemente sanos como para pasear ayudados y los dos hombres mortales se recuperaban favorablemente. Dos días después abrió los ojos el silvano, y sobresaltado se incorporó.
- ¡¡Tranquilo, estas a salvo!!-. le decía Ettelie, el silvano la miró sorprendido.
Los silvanos se maravillaron de Thingol y Melian, porque en ellos veían la luz de occidente, pero cuando Dawgil vio por primera vez a Tinwiel, una Vanyar con la fuerza de la juventud y el brillo de Valinor, quedó maravillado y hubo que convencerle para que creyera que aun continuaba en Endor y no en las estancias de mandos. Segundos después Altaro entraba en la tienda de Dawgil.
- ¡Dawgil! Por la gloria de lo valar ¡Estas vivo!-. dijo abrazándolo
- Por un momento creía haber muerto y estar ante la belleza de los maiar-. Dijo mirando a la curandera.
- Esta es Tinwiel de los Vanyar, vino con el ejercito como curandera. Este caballero es Dawgil, servidor de Luthien Tinuvel cuando estaba con vida y luego de Dior y Earwen en Ossiriand-. Nendaro entró rápido a la tienda y miró sorprendido a Dawgil.
- Tenéis que salir, en el cielo hay águilas mensajeras-.
Todos corrieron, incluso Dawgil ayudado por Altaro y al mirar al cielo azul vieron tres águilas volando en círculos.
El fin de la guerra se acerca
El señor oscuro al fin caerá
Los valar moverán cielo y tierra
¡salir de la tostada costa y navegar!
Pues los montes caerán
Los valles se inundaran
Navegan diez leguas y desde ahí los quendi lo verán
- ¿que nos marchemos?-. dijo Altaro
- No, quiere que nos alejemos-. Dijo Alcie que se acercaba al grupo corriendo-. ¿no lo habéis entendido? ¡¡Los valar van a cambiar la tierra!!
- ¡¡Todos a los barcos!!-. grito nendaro y corrió por las casas y tiendas llamando a la urgencia-. ¡¡rápido, marchar todos a los barcos!!
Nendaro y Alcie montaron en la nave de la última, Ettelie acompañó a Altaro, Tinwiel y Dawgil a la suya. En minutos, todos los elfos que había en la bahía de Balar se habían montado sobre las naves teler y marchaban.
- Diez millas...-. Dijo Alcie sujetando el timón-. Creo que ya estamos ¡¡Soltad anclas!!-. gritó y tres marinos obedecieron, las pesadas anclas cayeron al mar.
- Estamos fondeados-. Informo Nendaro-. Que tendrán en su pensamiento los valar. A pocos metros de ellos estaba Ettelie con su nave.
- ¿qué harán los Valar con esta hermosa tierra?
Desde el mar no se apreciaba con claridad, pero un ligero terremoto hacía temblar la tierra. Poco a poco vieron como las casas temblaba cada vez con mas violencia hasta que se fueron cayendo, primero los techos y luego las paredes. El bosque lejano temblaba como un gran monstruo verde y los árboles comenzaron a caer y derribarse, pero eso no fue suficiente. Escucharon un crujido, como el de madera, pero tan fuerte que ni tapándose los oídos podían dejar de escucharlo, vieron que una gran raja se abría en la playa, tan profunda que el agua comenzó a entrar en ella. La raja fue haciéndose cada vez mas y mas grande, las naves teler se balanceaban con el agua, hasta que se hizo tan grande que parecía un cañón entre montañas y el agua entraba como un río encabritado. De este gran cañón comenzaron a salir cientos como este, miles de ellos, el bosque se dividió en miles de fragmentos, el agua lo inundaba todo ante las atemorizada mirada de eldar y atani. La noche vino pero no terminó ahí, un fugaz recuerdo del ocultamiento de valinor llegó a la mente de los elfos de Aman, pero cien veces mas estruendoso. Amaneció y lo que vieron dejó sin palabras a cada uno de los tripulantes de los miles de naves teler, ante ellos no había nada, tan solo agua.
- ¡¡Arcalimo!! Lleva a tus hombres al flanco derecho, no sabemos que podemos encontrarnos por el camino-. Dijo Fingolfin mientras el gran ejercito caminaba entre los bosque de Beleriand.
Ya habían encontrado grupos de orcos y hombres por el camino, pero habían acabado con ellos con gran facilidad, si todo seguía así dentro de poco tiempo podrían regresar a casa.
Después de días da camino, estaban llegando a Nan Dungorthe, el valle de la muerte, donde el cinturón de melian perdía su poder y se decía que estaba encantado, pero la belleza de Aman era imposible de combatir y las criaturas oscuras no se acercaban.
- Podemos dividirnos en dos, unos que entren por el río sirion y otros por el paso de Anglon-. Dijo uno de los capitanes
- No es posible, el paso del anglon está cerrado, todas las huestes de Angband no estarán esperando. El sirion es mas seguro desde que Luthien consiguió vencer a la oscuridad-. Respondió otro
- Podemos pasar por el sirion y vigilar Echoriath desde Gondolin, hay pasadizos que aun sobreviven-. Dijo un capitán de Turgon
- Pasaremos, pues, por el río sirion hasta el marjal de Serech, después llegaremos a Eithel Sirion, donde espero que nos ayuden los cielos, una ultima marcha hacia Dor Daedeloth y llegaremos al fin a Angband-. Dijo Eonwë y todos marcharon esperando el momento de enfrentarse contra el mal.
El sirion Parecía secarse por momentos, las aguas antes caudalosas huían, como sabiendo de la batalla que pronto acontecería. Todos los hombres miraban las montañas por donde pasaban, esperando una emboscada, pero nada les ocurrió. La mañana se hizo noche y el amanecer no llegó, una gran nube oscura, negra como el hollín, los cubrió por completo.
- Son las chimeneas de Angbar, melkor sabe que venimos.- dijo un Sindar a Arcalimo. Este miraba el cielo con odio.
- Que nos espere entonces, pues aun no conoce el valor de Aman.
Daedeloth se alzaba ante ellos como una pradera negra, al fondo veían Angband y todo parecía extrañamente quito, no había ningún movimiento.
- ¿Por qué no salen a recibirnos?-. dijo un Vanyar
- Ahora nos atacará con fuego, esperad unos instantes. Eso ya lo ha hecho en otras batallas.- Todo el ejercito de Aman y Beleriand esperaba y Eonwe se adelantó unos metros, sacó un gran cuerno y sopló con furia, un sonido que se escuchó hasta el oeste del oeste.
La tierra comenzó a temblar y la lava salió despedida de los volcanes, pero esta no tocaban al Maiar, que se erguía solo como una roca frente al mar. Un reguero de lava corrió por la llanura, pero los Sindar, Silvanos y Noldor de Beleriand ya conocían sus pasos. Pero nunca se esperaron lo que les vino, pues se fijaron que no era lava lo que corría hacia ellos, pues tenía forma humana, una espada de fuego en una mano y en la otra un largo látigo.
- ¡¡¡Balrog!!!-. gritó alguien
- Arcalimo.- le dijo Elnaro, capitán de Tirion.- que tus gentes se ponga frente a los hombres, valientes pero débiles, cuidad de ellos.
Arcalimo corrió al flanco derecho extremo, donde los hombres se apostaban, y se puso en primera fila, viendo como decenas y decenas de Espíritus de fuego se acercaban hacia ellos.
Dura fue la batalla, pues poderosos eran los Balrog, pero mas poderosas eran las brillantes espadas noldor. Los Balrog atrapaban con sus látigos a los elfos y quedaban consumidos por las llamas, los hombres morían en el mismo campo de batalla y por instantes la guerra se inclinaba hacia el mal, pero Eonwe descargó su ira contra estos, cortando sus látigos y atravesando sus cuerpos con la luz de Aman, que era como fuego para ellos. Una tropa de hombres, los más heridos de ellos, fueron a la Bahía para curar sus heridas, entre ellos Dawgil y Altaro. Pero la guerra seguía en e norte, los Balrog cedían y cada vez quedaban menos. Los noldor cortaron brazos y piernas, cuando las puertas de Angband se abrieron y estas quedaron bacías. Los Balrog huyeron y se escondieron en las montañas, heridos y magullados, mientras hordas de orcos les atacaron.
- ¡¡no romper la formación!! ¡¡Arqueros, disparar a discreción!!.- fue la hora de los arcos y las flechas, en la noche oscura no podían verse y miles de orcos perecieron ante ellas, como una lluvia sin fin-. ¡¡Cargar y adelantar!!.- gritaban los capitanes.
Los orcos eran fuertes, pero nada podían hacer contra ellos. Mucho murieron en ambos bandos, pero la furia fue tanta que los Noldor y Vanyar llegaron frente a las puertas de Angband y los orcos formaron una muralla frente a ella. Pero pronto se abrieron las puertas de nueva y los orcos, previendo lo que ocurriría, marcharon en todas las direcciones.
Primero vieron una gran zarpa, como diez veces el tamaño de un elfo, luego una cabeza y al fin el cuerpo entero. Un poderoso dragón salió y todos quedaron petrificados. Los Sindar y Noldor ya habían luchado contra ellos, prepararon sus lanzas para atacarle cuando la bestia dio un gran rugido y abrió dos grandiosas alas. Tras el salieron una veintena mas que abría sus alas y alzaban el vuelo, mirando sonrientes a los elfos que se sorprendían de ver aquellos dragones voladores. El fuego los cubría por completo y sus flechas prendían en el aire, desapareciendo como pequeñas mechas, nada podían hacer contra ellos.
- ¡¡Hacia atrás!!-. gritaban los capitanes, los hombres eran los que mas sintieron aquel ataque.
Una gran humareda cubría el cielo, las nubes gritaban y lanzaban rayos por doquier y los dragones se escondían en estas para lanzar un mayor ataque. Todos perdieron la esperanza en aquel negro momento, cada vez tenían que retroceder el terreno ganado, hasta que entre las negras nubes se abrió un claro y la luz poniente entró de lleno en el claro de la batalla. Todos miraron, notando el calor esperanzador del sol y un graznido los sacó de aquel momentáneo sueño. A lo lejos vieron que el claro se oscurecía, pero no de nubes malignas, sino por cientos de figuras aladas que corrían hacia ellos, al frente una potente luz, como una estrella viviente y todos los noldor, primero, gritaron de alegría.
- ¡¡¡Earendil!!! ¡¡¡Eärendil Elenion Ancalima!!!.- gritaron las voces y las águilas se apresuraron a atacar a los dragones.
Ahora los dragones no sabía a quien atacar, defendiéndose de las águilas y atacados desde la tierra por flechas y lanzas. Earendil, sobre el Vingiloth, luchaba como una espada en el aire y con el Sillmaril en la frente, hiriendo los ojos de las bestias.
La noche llegó y pasó, los dragones abatidos caían pesadamente sobre el suelo, matando a cualquiera que se encontrara debajo. Pero cuando el amanecer comenzaba a despuntar y el cielo clareaba, tan solo quedaba un dragón en el aire, era Ancalagon y Earendil luchaba con fiereza, cuando al fin la afilada espada le atravesó y Ancalagon pereció entre un grito de angustia, cayendo sobre las montañas de Angband.
Nadie creyó que la guerra había acabado, porque aun había uno dentro de la fortaleza, pero el sol brillaba y un viento fresco de occidente sopló y los corazones se alegraron. Nadie pudo verlos, pero todos notaron la presencia de "alguien" entre ellos, Eonwe se dirigió hacia las puertas, que estallaron en añicos, y la presencia que notaban penetró con él, era el poder de los Valar. Pronto miles de personas salieron de las mazmorras, llorando al ver la hermosa luz del sol. Hermanos perdido se reencontraron y el valle se llenó de lagrimas, pues miles de personas volvieron a verse. La tortura recibida nunca olvidaran, pero el mal había pasado. Escucharon gritos y alaridos en el interior, donde Eonwe había rebanado los pies a Melkor, atada a la cadena Angainor y quitado los sillmaril de la corona. Todo había acabado para el mayor de los Ainur.
- ¡¡Marchar ahora al este!! Con toda la rapidez que los pies puedan daros.- gritó Eonwe y todos obedecieron, en medio día se encontraban en la frontera de Maderos y a la noche ya estaban sobre las montañas grises.
Un terremoto hizo temblar las montañas, muchas piedras caían de estas que mágicamente se desviaban de donde ellos estaba, grandes grietas aparecieron por todos los lugares y los ríos se secaron o se desbordaron. Una gran ola de agua cubrió cada rincón, aparecía de cualquier brecha inundándolo todo, hasta temieron que llegara a las montañas grises, pero el agua se paró a los pies de Eonwe y no subió. Al amanecer no quedaba nada de Beleriand, las Falas, el bosque Taur-im-duinath, Hithlum y Doriath habían desaparecido y de las montañas grises tan solo quedaba el lugar donde estaban, que pasaría a llamarse Ered Lindon, lugar de los puertos grises.
Todos se asombraron, pero muchos lloraron la perdida de sus hogares y sus hermosas tierras. Sobretodo los Sindar, que no había conocido otro lugar mas que Menegroth y otra tierra mas hermosa que los bosques de Doriath.
Acamparon en lo que quedaban de las montañas grises, en un puerto natural y los Teler fueron llegando poco a poco. Tinwiel fue la primera en bajar, corrió hacia los heridos y pronto montó un lugar para lo enfermos. Aquella noche todos descansaron como si hubiese sido la primera vez que lo hicieran, mas no fueron todos. La noche despertó a los elfos con un grito de furia, eran Maderos y Maglor. Habían matado a los vigilantes de la tienda donde se guardaban los Sillmaril y al coger las joyas les quemaba las manos. Todos se apartaron cuando, como si una locura los atrapara, corrieron con el sillmaril quemándole la mano y nada mas se supo del ultimo resquicio de la familia de Feanor.
Al amanecer, recogieron los Vanyar sus tiendas y regresaron a los barcos. Fue cuando Alcie vio entre la gente a Arcalimo, tenía una fea herida en el rostro, pero seguía trabajando igual que los demás.
- No pudieron acabar con tigo.- le dijo la Teler al noldo.
- No quería dejarme vencer-. Le respondió sonriente-. Me contaron que te fue útil la espada mientras estabais aquí.
- Si... y por ello te estoy agradecida-. Los dos se miraron sin saber que decirse, hasta que al fin el noldo habló.
- Gil-Galad y Cirdan han decidido quedarse, también la dama Galadriel y el joven Elrond. Me han pedido que me quede con ellos, para que conozca esta parte de la Tierra Media.
- Es lo que siempre quisiste, me alegro por ti-. Le dijo Alcie
- ¿pediría este noldo demasiado, si quisiera que le acompañaras?
- Este no es mi hogar, Arcalimo. Mi corazón no pertenece a este lugar. No somos tan parecidos como crees, no ahora.
- Aun no me has perdonado-. Dijo seriamente, pero Alcie se dirigía ya a su nave.
- Lo haré... la próxima vez que nos veamos-. Dijo ya arriba del barco cisne. Nendaro soltaba amarras y el barco se fue alejando de la Tierra Media, de Mithlond.
Antes de la marcha, los Teler, Noldor y Vanyar hicieron regalos a sus hermanos de la nueva tierra, joyas, espadas y muchas cosas hermosas. Como recuerdo para aquellos que no regresaban ahora, o que se quedaban, como el caso de Arcalimo.
La nave regresó a Eressëa, donde muchos vivirían a partir de ese momento. La primera edad del sol había acabado y comenzaba una segunda. Los hombres fueron premiados y del mar surgió Elenna, también llamada Númenorë o Numenor. Ahí vivieron en paz los hombres amigos de los elfos. Mientras en la Tierra Media, los elfos corrían por las nuevas tierras.
Durante un tiempo todo estaba en silencio, el sol ya despuntaba en Rivendell y los dos elfos seguían caminando. Hîrbein, con las manos en la espalda, acariciaba un delicado anillo de plata y una pequeña perla blanca.
- ¿Quiere decir que Arcalimo estuvo aquí? ¿En la Tierra Media?
- Si, durante muchos año vivió con Cirdan, sin decidirse a partir o permanecer un tiempo mas. Pero luego fue a Eregion con los suyos.
- Todavía no habéis contado la historia de vuestro anillo-. Dijo la silvana sonriente-. ¿no sería como aquellos que los Teler y Vanyar regalaron?-. Hîrbein sonrió y tras un silencio le respondió.
- Eso, como ya dije, es otra historia que un día os tendré que contar.
Los dos llegaron al hogar de Elrond y en la sala del fuego se separaron, para recoger sus pertenencias y marchar al fin al hogar de los hogares, a Aman.
1 Nombre que se daban a si mismos los Teler. "Cantante"
2 [La esperanza será tu luz, las estrellas serán tu camino]
3 Estrella-Cisne en lengua Teler