Railuhar Dios Protector de los pueblos del este más allá del Cañón de Mirro, llamado dios de los bosques
Mirro Dios protector de los seres mágicos, llamado dios de la magia
Locce Dios de las aguas, llamado El Poderoso
Tsaro dios protector de las montañas, llamado El Vigilante.
Durante la era que precedió a la Era de las Maravillas existió un poderoso reino de hombres y mujeres fuertes y ágiles, el reino de Ármesis. Fue en aquella Era el reino más hermoso del mundo; los hechos que aquí se relatan fueron escritos en los manuscritos llamados Los Agaarsianos de la Tecera Guerra, pues fueron guardados durante muchos siglos por el reino de Agaar, que surgió en el tiempo en que ocurre esta historia, y sobrevivió a la Guerra de Magia, no se sabe de cierto quién es el autor de los manuscritos, pero es para los sabios de este reino la principal fuente de los conocimientos del mundo de aquella época, y es así mismo, respetado como fidedigno por sus constantes referencias a los verdaderos nombres del los reyes del mundo. De los pueblos que existieron en aquella época muchos desaparecieron, pero aún hoy podemos encontrar algunos que tienen su origen en aquellos tiempos; también es de los pocos escritos de la antigüedad que tiene referencias a la lengua antigua, la que se dice fue la primer lengua del mundo, lengua única dada por los dioses a los hombres, para que pudieran convivir y ser felices, la lengua de los nombres verdaderos. Es este el tercer manuscrito cuyo nombre original no se conoce, por lo que los sabios le nombraron, cuando fueron recibidos y después de los primeros estudios, De los Libros de Armesis y los hechos del nacimiento de Agaar.
Ahora sin duda muchos de los hechos nos parecen increíbles, pues hoy en día es más que difícil encontrar un buen adivino y por cierto imposible conocer a un verdadero mago; pero en aquellos días...
LOS GUERREROS
1
Los cielos y la tierra manchados de carmín en el atardecer, mudos testigos del nuevo comienzo, mantenían la calma. El camino largo y sinuoso parecía prometer el recibimiento de los héroes, lo que mitigaba el dolor de la pérdida de Silog. La aldea de Minos era la más cercana, allí sin duda podrían descansar y con un poco de suerte dormir hasta pasada la hora del alba.
Ahora ellos van en busca de su destino. Los legionarios, hombres y mujeres que regresan triunfantes al castillo del rey Auris el centro del reino de Armesis. Heridos, empolvados, cansados, tristes por los compañeros perdidos para siempre, pero felices por la luz de día, que nuevamente ilumina su camino como no lo había hecho en los muchos días que duró la lucha.
Al despertar la comilona ya estaba lista, la fiesta se alargó hasta entrada la noche, pero todos sabemos que la gratitud no dura mucho tiempo cuando tiene un precio. Al amanecer partieron hacia Sinaf donde otra fiesta les esperaba. Por fin después de treinta largos días llagaron al castillo.
Auris miró a su padre, ¡qué viejo parecía!, recostado en el lecho estaba dispuesto a entregar el trono en sus manos. Era un hombre con una larga barba blanca, la cara surcada de arrugas y la mirada demostraba que aún conservaba su sabiduría aunque la enfermedad, por decirlo de alguna manera, le quitara el habla, su razón estaba tan clara como antaño; sin embargo la pena y la larga lucha habían mermado considerablemente su gran fuerza y vitalidad, ahora se pasaba los días en cama, triste y preocupado; así lo encontró su hijo. Se le acercó y con la voz más suave de que era capaz, su poderosa voz de bajo, y le dijo:
* Mi rey, lo hemos logrado; traemos uno de sus colmillos para mostrarlo al pueblo, alabado sea el nombre de Tsaro nuestro protector; sé que me escuchas padre aunque no puedas contestarme, tenía la esperanza de que al morir él, la maldición no tendría efecto y al volver te encontraría sano y salvo, pero su fuerza llega más allá de la muerte y siendo así el reino entero peligra, por esto es que debemos buscar la forma de destruir la maldición, el adivino ha dicho que hay una oportunidad, fue hace dos días en Sinaf, la aldea del grano, si logro reunir a los dioses antes del eclipse y pedirles su ayuda para derrotar a Derón y su maldición, quizá de alguna forma pueda convencerlos. He decidido ir. . .
Los ojos de su padre se abrieron un poco más pero mas tarde parecieron hundirse.
* Por tu reacción mi señor veo que temes por mi y por tu pueblo, pero solo nos queda un camino y es arriesgarlo todo, ¿sabes? En el camino de vuelta parecía mejorar todo, las flores volvían a crecer y los animales a salir de sus madrigueras y de sus nidos, la gente volvió a sonreír y a trabajar llena de entusiasmo y esperanza, ¡yo mismo estaba feliz!, hasta que me encontré con Airda el adivino, él me mostró los detalles, el espacial tono rojo del cielo, Baris a perdido su brillo, y pronostica el nuevo ocultamiento de Barum, muy pronto. El gran dios del agua Locce, debe estar durmiendo porque la lluvia no ha caído aún y las nubes se concentran en los cielos del mar, los animales aunque han salido de sus hogares no emiten ruido alguno. Derón maldijo nuestras tierras padre, después convocó al Caliar, él mismo con la fuerza de Caliar aterrorizó a nuestro pueblo, destruyó tantas aldeas como montañas tenemos y mató a tantos que aunque pasen mil años no se podrá olvidar; el dragón lo ayudó y eso nos a costado muy caro, nuestra esperanza fue entonces que con la derrota del dragón volvería la luz, creímos ganar, pero en realidad solo conseguimos una prorroga. Mi señor debo ir a hablar con Tsaro; si se compadeciera de nuestros pesares podría ayudarnos a convocar a los otros dioses, al Señor de los bosques, al Señor de los cielos y a Locce el poderoso. Si tan solo pudiera pedirles su ayuda tendríamos una esperanza. Me llevaré a mi guardia y los voluntarios que aún tengan fuerza. Mi señor, buscaremos nuestro destino, yo se que no lo apruebas pero. . .
La mano del rey se crispó en señal de aprobación.
Yir era corpulento, llegó al reino de las tierras del sur junto con otros muchos que huían del volcán en su juventud, a su llegada salvó a una linda joven de ser aplastada por una enorme roca. Auris el valiente vio su acción y alabó su valentía, por no ser hijo del reino no podía ser de su guardia, sin embargo lo llevó al castillo y le convirtió en guerrero, su fuerza y valor consiguieron que pronto ascendiera a entrenador y pronto se convirtió en uno de los favoritos del entonces príncipe. Yir tenía un amigo en la guardia del príncipe y aunque todos le respetaban Silog era su único real y sincero amigo, eran como hermanos y compañeros, además con el tiempo se convirtieron en cuñados, pues Yir se casó con la hermana de Silog, Laagar se llamaba, ella lloró amargamente la muerte de Silog, y ni el retorno de la luz en el cielo, ni la victoria y el regreso de su esposo podían consolarla; más cuando Yir le habló de la nueva partida, el temor disipó en parte al dolor.
* Iré contigo.
* No, no lo harás!
* Sé que no podré convencerte de quedarte aquí, no lo hice antes, así que no lo intentaré en vano, pero voy a ir contigo lo quieras o no.
* ¿No lo comprendes? No puedo permitirlo, sería más peligroso, no podría luchar ni seguir adelante sin pensar en como evitar que peligres.
* Ni arriesgarte en vano, ni morir, por eso voy y no te preocupes por mí, sé manejar la espada tan bien como un guardia del rey, ¿recuerdas?
* Incluso mejor que más de uno, pero eso no disminuiría el riesgo, no, ¡no irás!
* Pues te lo pondré de este modo, yo voy contigo o tu no tendrás que preocuparte por volver.
* ¡No irás! Es la última palabra.
Un día antes de salir, el Rey Auris murió. Su hijo asumió el trono, Auris el Segundo fue llamado, pero el pueblo lo llamó Auris el Valiente. La coronación debía esperar, si triunfaba el mundo entero iría a su coronación si fracasaba probablemente no sobreviviría trono alguno sobre la faz de Ar.
Ropas pardas y gruesas, fueron las elegidas por los Armesitas, pues el invierno estaba por llegar. Auris partió el primer día del octavo ciclo de Baris, su reino, el reino de Armesis quedó atrás, como una efímera esperanza, Así que el rey decidió que en ese momento debía hablar y motivar a todos aquellos que decidieron acompañarlo en la nueva lucha. Auris tenía además de valor, una voz que inspiraba a todo aquel que llegaba a escucharla.
* Pueblo de Armesis, valientes de la tierra del norte. La jornada es larga.
* Se escucho un murmullo generalizado, de algo entre temor y fe.
* ¡La última vez trajimos la luz al mundo! - ahora lo que se escucharon fueron vítores para el rey y para el reino.
* ¡Ahora vamos por nuestro futuro! ¡Traeremos la vida al reino! ¡levantemos nuestras voces con nuestro grito de guerra!; ¡Ar-mes!, ¡Ar-mes!. . .
En cada pausa los vivas y los gritos de entusiasmo crecían en fervor.
* ¡Vamos!, ¡por Armesis!
Del desconcierto y el temor a lo desconocido en un instante bajo la influencia de la portentosa voz de Auris, pasaron a la algarabía y los deseos de victoria. En medio de los gritos de guerra, a la voz de ¡Aaar- meeees!, salieron, todos llenos de esperanza.
Yir se colocó al lado del rey, iba montado en su caballo gris de crin blanca al que le gustaba llamar Tormenta, un hermoso ejemplar del oriente. Al acercarse el rey le habló sin voltear a verle como era costumbre entre los dos amigos.
* Veo que trajiste ayuda Yir.
* Mi señor, las aves emigran al sur, lo puede ver en el cielo y ninguna se queda en casa.
* Eres sabio Yir, las aves vuelven cuando las noches se acortan y la lluvia regresa.
* Esperemos volver nosotros también, mi señor.
* Esperemos la victoria Yir, con eso será suficiente.
* Sea
Siempre me han disgustado el sonido de los insectos de la montaña al atardecer, durante la larga noche aprendí a extrañarlo, los graves y agudos con un lejano parecido al crepitar de la leña de encino al fuego. Las inmensas colonias de insectos volvían ensordecedora a la noche, por eso aunque la luz a regresado y las flores recobran su color se que algo anda mal, es algo extraño y silencioso, mis días en aquella aldea me enseñaron más cosas de las que creí cuando abandoné a mi maestro.
Los sueños son recurrentes, y cada día se transforman con mayor rapidez y facilidad en angustiantes pesadillas.
No quisiera abandonar mi morada pero debo averiguar el peligro real de esta situación, por mi bien y el de los aldeanos de la montaña, con los que he acrecentado mis vínculos y mi estimación durante los últimos años. Iré primero al este con un presente, para intentar averiguarlo.
Dejo esta carta para Arib y su familia en el caso de que me visiten o vengan a pedir ayuda.
No sé cuando volveré, pero si mis deducciones son correctas será en uno o dos ciclos de Baris.
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En medio de la noche el ulular del viento al mover las hojas de los árboles del bosque hace decenas de sonidos extraños y desconcertantes, y si sabes donde mirar y lo haces con cuidado podrás encontrar el claro que se abre en mitad del bosque, pequeño y con un bellísimo manantial al centro, extrañamente los animales nunca se pueden ver cerca de allí, y es que es el hogar de las hadas.
Una no muy agraciada figura sin embargo se puede ver cerca del estanque esta noche, algunas pequeñas luces lo rodean.
* Buenas noches, mago
* Noches buenas, hechicero
* ¿Qué nos quieres ilusionista?
* ¿Qué trajiste nos armesita?
* ¿Nos trajiste una estrella acaso?
* ¿Barum brillante, acaso?
El mago buscó las palabras de halago que a las hadas les encantaban y que deseaban oír de todo aquel que se acercara al estanque.
* Hermosas damas de la luz de Baris, aunque la misma Baris a caído en belleza, sé que vosotras sois eternas en belleza y gracia, pues vosotras conserváis su luz con todo esplendor, os traigo la pluma del ave azul de la montaña.
* Tenemos la pluma ya
* Esa pluma no
* Más la pluma del ave azul sí
* Más bellas que Baris
* Más bellas que Barum
* Somos lo más hermoso del mundo
* Las flores no igualan nuestro color
* Las bestias cazadoras no igualan nuestra astucia
* Los vientos no igualan nuestra fuerza
* Aún los dioses nos admiran
* No basta una pluma
* Una pluma no basta
* Os traigo también la luz de agua si os place.
* Luz de agua ya tenemos
* Tenemos el agua de Tsaro
* El agua del ojo de la roca
* El gran Mirro por amor
* Nos dio su agua de Forza
* No basta el agua
* El agua no es suficiente
* Sois los seres más hermosos y nada se compara a vuestra belleza, pero si deseáis algo pedidlo que os traigo también mi promesa.
* La tomaremos
* Responderán por ella
* Tu vida y tus tesoros
* Aún el más pequeño
* Aún el mayor
* Pregunta
* O pide
* Que las hadas
* Te iluminarán
* Barum brilla de nuevo- dijo el mago
* Como nunca debió dejar de hacerlo
* Como antes de la rebelión
* No es importante la luz
* No lo es como el calor
* Sin Barum los dioses mismos
* Temblarían de frío y soledad
* Los dioses han pactado
* Se han reconciliado los irreconciliables
* Desde el principio de los tiempos
* Si la luz ha vuelto ¿por qué no el ruido de los insectos de la montaña?
* Los insectos de la montaña ya no cantan
* No frotan sus patas
* Los encantatontos no hacen sus hogares
* Los brojos de la montaña
* Los brojos ya no chillan
* No chillan más los insectos de la montaña
* ¡Cuanto ha que no han cantado!
* Desde el día de la maldición
* La maldición los ha callado
* No oirás en la montaña el chirrido de los brojos
* ¿La maldición que ocultó a Barum?, ¿Es mayor?, ¿Qué tan fuerte es?, ¿Cómo detenerla?
* La maldición no podrás detener
* No podrás eliminarla
* Sólo Tsaro conoce su lugar
* Sólo Mirro conoce sus palabras
* Sólo Railuhar conoce el secreto
* Sólo Locce conoce el Talismán
* Si los dioses te ayudaran
* Podrías manejar la maldición
* Los dioses no te ayudarán
* No, los dioses conocen tu sino
* Tu sino es ser fuerte
* Un mago poderoso
* Tu destino es ser la catarsis
* Un mago poderoso
* Tu iniciarás la guerra
* Solo un encantador lo hará
* Eres el último hechicero
* Derón era el indicado
* Derón echó la maldición
* Pero ha muerto Derón
* Lo consumió el poder
* Pero no ha muerto la maldición
* Pero yo no quiero comenzar una guerra, hace años que abandoné a mi maestro, soy muy torpe con los hechizos, ni siquiera el fuego puedo controlar. Ayudadme nobles damas, tenéis mi promesa como regalo, y mi vida como garantía.
* Tráenos un presente
* Y te daremos un regalo
* Esa es nuestra ayuda
* Nuestra ayuda y nada más
* Os lo agradezco sinceramente
* La reina lo pedirá
* No debes dudar
* Tenemos tu promesa
* Y tu vida por propiedad
* Aquí llega la reina
* Su real majestad.
Las hadas se apartaron y una luz surgió de la nada en el centro del semicírculo formado por ellas, una luz más hermosa si cabe, más brillante de tonos azules y violetas y destellos de todos los otros colores, conforme crecía se distinguía la forma de hada hasta alcanzar el de un puño, casi el doble de las demás hadas, emitía a su vez una suave música que parecía formada por gotas de lluvia sobre el estanque, privilegio de la reina.
* Nos conocemos mago
* Sí, su majestad.
* Quieres nuestra ayuda.
* Vuestra gracia - dijo el mago inclinándose al frente por debajo de su cintura.
* La aguja del dragón.
El mago perdió el equilibrio y faltó un tris para caer de bruces ante la reina de las hadas.
La reina se fue como había llegado y las hadas entraron al estanque.
El mago volvió antes de lo previsto, y no hacía otra cosa que lamentar su destino a excepción de buscar una salida, pues fue por lana y regresó trasquilado.
Los guerreros llegaron a la provincia de la Montaña, a un pueblo llamado desde siglos Da-ilmar cuyo significado se pierde en su obscuro pasado, pero que algunos dicen es "los vigilantes".
Yir y su acompañante miraron a la gente al pasar entre el griterío.
* Al parecer no hay un alma que esté triste este día.
* Tienes razón, pero nuestra llegada despierta asombro
* No es para menos, todos traemos armas, Auris viene montado en su caballo de batalla, al igual que Rik el jefe de la guardia.
* ¿Conoces a alguien de esta aldea?
* Si
* Quizá podríamos separarnos un poco y averiguar más acerca del camino a la laguna. ¿Qué te parece?
* Me parece que tomemos el camino de la derecha.
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* ¡Arib! ¡Arib! - gritó Yir al llegar a la hermosa cabaña junto al bosquecillo de abetos.
* ¿Quién le busca? - se olló una voz madura desde dentro.
* Yir, el hijo del volcán.
* ¡Viejo amigo!, tiempo ha que no escucho su voz.
* ¡Muchas aves han emigrado!
* Y los pequeños ya han madurado.
Un fuerte abrazo selló el encuentro de los viejos amigos, se extendieron los saludos y antes de la hora de comer la familia de Arib estaba reunida alrededor de la mesa escuchando las nuevas del reino y la razón de la presencia de los legionarios. La familia de Arib comentaba:
* El pueblo está feliz de que Barum salga nuevamente todos los días por el horizonte.
* Para la montaña la luz es vida.
* El mismo Railuhar, debe estar feliz, pues el agua baja fresca de la montaña.
* Los peces vuelven al río
* Las aves salen de sus nidos
* Pero los brojos no chillan
* Lo dijo el mago
* Ahora el rey llega cabalgando
* ¡Y los legionarios!
Poco a poco entre la plática las palabras de los familiares de Arib iban esclareciendo en Yir las ideas que podían tener en aquella parte del reino, la familia de Arib era próspera hasta antes de la maldición y aún era numerosa, las voces de la plática se confundían entre los miembros que conocía perfectamente y aquellos que acababa de conocer, de pronto le sorprendió la idea de que aún viviera un mago, Derón había pregonado su triunfo sobre todos los Brujos, sería seguramente un curandero del pueblo o un adivino, los adivinos no habían desaparecido del mundo; estaban Junar el sabio, Bar-Alcer la golondrina, Airda Soplo de Viento, Lugga el búho; éste debía de tener poca importancia, pues ninguna predicción suya había llegado al rey, que era ávido de la predicción más insignificante, todos los adivinos tenían sobrenombres algunos muy graciosos, se trataba de no darles demasiada importancia, aunque eran respetados lo suficiente para que nadie los llamara así en su presencia, ya que sus predicciones sobre los eclipses, las tormentas, los terremotos, las crecidas, y demás, eran sino indispensables, sí necesarias para el transcurso de la vida en Armesis, mucho más en las aldeas.
Yir decidió visitar al adivino antes que el rey se enterara de su presencia.
* Mi buen amigo Arib, necesitamos de ti.
* Mi espada y mi brazo por mi amigo y mi pueblo.
* Con esta prole no sé dónde encontrarás tiempo para afilar tu espada, pero tu brazo nos puede señalar el camino hacia el adivino.
* Mi espada aún corta más cabezas que las que puedas contar - respondió Arib en tono serio, el silencio se hizo tenso, Y si Yir no estaba de humor, verían otra pelea, como casi siempre que se encontraban los dos amigos.
* ¡Ja, ja, ja! - rió Yir, y se podía sentir el alivio de la esposa de Arib y la decepción de sus hijos mayores - ¡por el volcán!, aún presumes tu destreza.
* Por supuesto, pero no sé a quién te refieres, aquí no tenemos adivino alguno.
* Lo han mencionado hace un instante
* ¿Quieres decir el mago?
* Eso mismo.
* Miren esa vereda que desciende a la derecha del camino, al final se encuentra un claro detrás de los pinos, justo allí está la cabaña del mago
* Laagar, regresa tú con el rey, y cúbreme por favor.
* Está bien
Al despedirse Arib, tocando el brazo de Yir le mencionó en voz baja.
* El mago es mi amigo
* No le haré daño, viejo amigo, solo quiero preguntarle algunas cosas.
* No es un adivino, ya te lo he dicho.
* Eso no importa.
Arib vio a Yir alejarse, y antes de perderlo de vista decidió gritarle.
* Su nombre es. . . - pero no terminó pues Yir ya no le escuchaba.
* ¡Adivino!, ¡adivino!
Gritaba Yir pero nadie contestaba, tardó un poco en decidirse a entrar, cuando al fin lo hizo pensó "al adivino no le importará que lo espere aquí adentro, quizá dirá: que bueno que entró usted, el frío afuera es muy duro, y yo asentiré, y ya está, como buenos amigos".
La cabaña un poco más oscura de lo necesario era, por contraparte acogedora, así que Yir ya estaba cómodo cuando descubrió la carta que por firma tenía un garabato en forma de ojo. La carta aunque interesante no daba pistas nuevas a la misión de los legionarios, Yir decidió regresar con el rey de inmediato. ¡Poc! Se oyó la puerta al intentar abrirla, lo intentó de nuevo, y esta vez lo logró, pudo entonces ver a un hombre de baja estatura delgado con barbas hirsutas de un color indefinible cejas pobladas, ropas ajadas y llenas de polvo, frotándose la nariz con ambas manos.
* Disculpa pero no sabía que estabas del otro lado de la puerta - dijo Yir entre consternado y divertido.
* Yo no sabía que había un ladrón en mi casa - dijo el mago sorprendido y molesto.
* ¿Eres el adivino? - preguntó Yir haciendo caso omiso del insulto.
* No soy adivino
* No importa, he venido a buscarte
* ¿A qué me quieres?
* Pensé que el rey pronto vendría aquí.
* ¡¿El rey Auris?!
* Auris el segundo, Auris el valiente
* ¿A muerto el padre?
* Fue la maldición, pensé que lo adivinaríais
* No soy adivino
* Así como vistes . . .
* No importa como visto ¡no soy un adivino!
* No te enojes, de acuerdo, pero dime. . . ¿ya arreglaste el mundo?
* ¿Leíste mi carta?
* La dejaste para quien te visitara
* Bien, pues no, no lo he hecho, ¿satisfecho?
* ¿Y que te ha hecho falta?
* Una aguja
* ¿Y crees que con eso se arreglará el mundo?
* No lo sé, pero puede ayudar
* Bueno pues buena suerte
* Gracias, la necesitaré
Mientras hablaban ambos iban calmando y al mismo tiempo analizándose, Yir decidió que el personaje no tenía importancia así que le daría un consejo para su charla con el rey, porque era seguro que el rey iría hacia allí tan pronto como supiera de su existencia y convencido como estaba de que todo los magos habían sido destruidos por Derón también clasificaría a éste como un adivino. Por otro lado, el mago había decidido que definitivamente el hombretón no era de ninguna manera un ladrón, parecía más bien uno de los guardias del rey, así que los legionarios andarían por aquellos lares.
* Cuando el rey venga será mejor que tengas una predicción
* Ya dije que no soy adivino
* Eso no le importará a él, así que será mejor para ti que cuentes con una.
* No soy un adivino, ¿no lo entiendes?, que cabeza plana.
* Si lo dices por mi acento, si vengo del volcán, pero solo una vez lo perdono, no lo vuelvas a decir.
* No lo dije por el acento, solo es que no soy un adivino.
* Claro lo que tu digas, pero el rey no le importará, así que prepárate.
* No estaré tengo que conseguir esa aguja.
* El rey vendrá hoy mismo o quizá mañana, si no lo hace podrás buscar lo que quieras donde quieras, pero más te vale estar aquí el día de mañana. Deberías hablarle de los dioses pero no le digas nada en claro. Ahora me despido, con el rey no se juega ¿entiendes?
* Si por supuesto.
* Adiós adivino.
* ¡No soy adivino! - pero Yir ya se iba alejando y apenas alcanzó a escuchar las quejas del mago.
El campamento fue alegre pues el rey estaba de buen humor y dejó que los juglares cantaran y los prestidigitadores entretuvieran a los guerreros. Las tiendas eran levantadas rápidamente con palos, lazos y pieles que montaban sin mayor dificultad, la tienda del rey era solo un poco mayor que las demás, sin embargo tenía junto a ella otra que se utilizaba para las reuniones con sus consejeros, ésta parecía ser más grande porque no contaba con ningún otro mueble a excepción de una pequeña mesa que se utilizaba para redactar. Mientras el rey se encuentra en su tienda los guerreros encienden hogueras, si se encuentran en un lugar poblado llaman a quienes les lleven alimentos y diversión, si el rey lo permite por supuesto. Así, a veces los campamentos son verdaderas fiestas, mientras que otras son la antesala del funeral.
En la tienda del rey, Ferson el nuevo jefe de la guardia aconsejaba al rey en presencia de algunos de sus favoritos.
* Señor no debe buscar al adivino, cada día que pasa puede ser la diferencia entre al triunfo o la derrota.
* Entre la vida y la muerte.
* Eso es lo que quiero decir.
* ¿Tu que opinas Masir?
* El adivino no dirá nada nuevo.
* ¿Y cómo invocaremos a Tsaro una vez que lleguemos a la laguna de Baris?
El silencio se hizo mientras la pregunta del rey flotaba en el aire. Los ojos de Ferson se dirigieron a la entrada, Yir estaba llegando, en ese momento el rey decidió y anunció:
* Mañana a primera hora visitaremos al adivino
Las miradas de los consejeros se encontraron interrogantes, pero ya nada se podía hacer. El rey despidió a todos y llamó a Yir.
* Querido amigo donde estuviste - en esas palabras del rey no había sospecha, pero si una buena carga de acusación y duda real.
* Me buscó acaso mi señor - ahora Yir debía pensar rápido pues su ascendencia en campaña no podía distraerse con juegos políticos.
* Quería que organizaras la primera partida
* La partida saldrá antes del amanecer - Yir lo dijo aunque aún no había hecho los arreglos necesarios.
* No te conviertas en indispensable - no importaba que Yir hiciera o no los trabajos con anticipación, solo dos cosas importaban, una que partiera al amanecer y la segunda que quedara claro que las decisiones las tomaba siempre el rey.
* No es mi intención, mi señor.
* Bien, mañana saldrá al mediodía la segunda partida.
* ¿Y mi señor cuando alcanzará al campamento?
* Partiremos al atardecer, acamparan a la orilla de la laguna, sed fuertes.
* Y valerosos.
* Y juiciosos.
* Traje conciencia - dijo Yir recordándose más que hacerlo con el rey, que su compañera había viajado con él.
* No lo hemos olvidado.
* ¿Ferson guiará a la segunda partida? - Preguntó Yir sin importarle ya la política, pues el recuerdo de Silog estaba aún fresco y su muerte pudo haberse evitado si Ferson, hubiera actuado rápido, al tratar de quitar a Silog de la inminente caída del Dragón.
* ¿Aún no has olvidado los errores del pasado?
* Su lentitud nos costó cara.
* Tu juicio fue más duro la última vez que hablamos de ello.
* Estaba ofuscado.
* Todos necesitamos la unidad para poder triunfar, no lo olvides, necesito que lo entiendas.
* Lo entiendo y lo recordaré, mi señor - ya estaba claro, el príncipe se estaba convirtiendo en rey y tampoco quería juegos de política y una campaña como la que estaba a punto de comenzar, nadie sabía lo que les esperaba a todos, pero se presentía en general una lucha mucho mayor que la última vez, un desafío a algo más grande que un dragón o un mago malvado, la unidad era la base del triunfo si es que había la posibilidad de triunfar.
* Ahora somos el Rey pero aún no conseguimos convencerte de obedecer a ciegas, pero confío en ti y en tu sentido común, no me decepciones.
* No lo haré, es mi promesa.
Los astutos ojos verdes, de un verde más obscuro que el de las agudas hojas de un abeto, miraban pasar a los guerreros, ellos con largas espadas y ellas con anchas espadas y todos con ligeros escudos, con las ropas holgadas y llenas de polvo, apenas podían distinguirse unos de otras por los adornos en sus brazos y el tipo de espada que cargaban, aunque esta división no siempre resultaba acertada, los escudos más o menos adornados no tenían un orden u origen común como si el ejército de su majestad fuese improvisado, lo cual se acercaba mucho a la verdad.
Laagar estaba montada en su caballo, cuando vio una silueta obscura entre los árboles moverse rápidamente y adelantase un poco a los jinetes, más de pronto la perdió de vista, miró a Yir y observó que sus ojos seguían la figura entre los árboles de la derecha, le pareció que Yir sonreía así que no se preocupó más por el origen de la silueta lo más seguro era que se tratara de uno de los hijos de Arib que mantenían a su padre siempre bien informado de lo que pasaba en el reino desde hace muchos años, y por el interés que mostró toda la familia cuando Yir y ella llegaron a visitarlos.
* Parece que nos siguen.
* Lo sé.
* Deberías decirlo a la legión o lo atacarán.
* Eso espero.
* ¿Lo pondrás a prueba?. . .
Subir la montaña era un trabajo duro y de varias jornadas, si llovía los deslaves podían ser peligrosos, en el bosque había lobos gigantescos, aunque en muy pocas ocasiones se les llegaron a observar, las historias de estos animales hacían temblar a más de un guerrero, antes de llegar a los lindes del bosque debía hacerse la primara parada.
* Comandante
* ¿Qué pasa Garde?
* Alguien nos sigue
* Yo no veo a nadie
* Se quedó atrás, en los árboles.
* Entonces no te preocupes por una sombra.
* Es que puede ser un duende de la montaña.
* Vamos, todo el mundo sabe que los duendes no existen.
* Si el brujo ocultó a Barum, ¿por qué no habría de crear duendes?
* ¿Y para qué los crearía?
* Para impedirnos nuestro trabajo.
* El brujo está muerto y bien muerto. Murió antes de que nosotros decidiéramos venir a la montaña, por lo que de haber creado duendes lo debió hacer antes de morir cuando todavía no sabía que nosotros vendríamos aquí, ¿por qué querría impedir algo que no se haría? Tu lógica resulta contradictoria y no convencería a un niño de seis años.
* Pero comandante. . .
* ¡Silencio!, sólo estén alerta.
* Sí, señor.
La fogata esa noche no era muy grande, así que los cuerpos de los legionarios estaban más juntos que de costumbre, y más callados.
Cerca de allí, platicaban Yir y su compañera, hablaban del ánimo de los legionarios.
* Tus guerreros no se sienten muy seguros en la montaña de la laguna.
* La fogata es muy pequeña para ahogar el frío.
* El frío está en sus corazones.
* Es que recuerdan al dragón.
* Creí que era por el duende.
* Se nos ha adelantado.
* ¿Cómo lo sabes?
* Me lo ha dicho.
* Mientes, he estado cerca de ti todo el camino.
* Las frutillas.
* ¿Qué tienen que ver esas frutas?
* No crecen en las rocas.
* Había unos setos cerca del camino.
* Y había unas frutillas sobre algunas rocas.
* ¿Cómo sabes que es su señal?
* Su padre se la enseño.
* Y tu se la enseñaste a su padre.
* Es segura, las frutillas desaparecen en la noche.
* Las aves se las comen.
* O los roedores.
* Me pregunto si habrá venido por su cuenta o lo mandó su padre.
* Yo también, pero lo más seguro es que Arib tenga mucho que ver en esto.
El rey llegó a la cabaña del mago, y como había predicho Yir, confundió al mago con un advino. Cinco guardias acompañaban al rey y dos de ellos entraron junto con él a la pequeña cabaña.
* Rey, señor mío.
* ¿Creí que todos los adivinos tenían mesas redondas?
* No soy adivino, soy tan solo un aldeano
* No opinan lo mismo en el pueblo
* No conocen la profundidad de la magia
* ¿Acaso tu sí?
* No quise decir eso - el mago miraba inquieto a los guardias que veían distraídamente las repisas del lado este de la cabaña y cuando uno de ellos iba a tocar uno de los frascos, sin pensar dijo -!hey! deja eso. - y se arrepintió inmediatamente después, pensando: "imbécil, ahora el rey se enojará y no puedo prever lo que hará".
* No te distraigas adivino
* No lo soy, su majestad
* Pues en la aldea te llaman nigromante, podrías ser un mago- el rey atribuía su negativa, erróneamente, a que el adivino había vislumbrado solo malas noticias y no quería ser reprimido por esa causa, pero la paciencia del rey tenía un límite.
* Ya no hay magos - dijo el mago a la defensiva, ya que con la maldición de Derón los Magos no estaban bien vistos en aquellos tiempos, y durante mucho más creía el mago.
* Nigromantes tampoco, y eso te deja en desventaja, solo te queda una alternativa ¡a d i v i n o!
* Solo conozco algunas hierbas, remedios de las montañas
* ¡No trates de engañarme!, dinos lo que queremos saber ¡ahora!, o creo que diré a mi pueblo que seguías a Derón.
* ¿Puedo preguntar que desea conocer su majestad?
* Eso está mejor, ¿hemos elegido bien el camino?, ¿los dioses no escucharán?
* Los dioses son propicios en el Templo de la Piedra Verde, si llega hasta allí, su misión irá por buen camino...
* ¿Pero...
* Pero deben prepararse para una batalla
* ¿Quién será nuestro enemigo?
* No lo sé, es decir, no lo alcanzo a observar
* ¿Y sabes que nos pedirá a cambio esta vez?
* Eso depende
* ¿Depende de qué?
* De que dios les sea propicio
* Seguro será Tsaro, es nuestro benefactor, solo a él alzamos nuestras plegarias
* ¿Y qué les ha pedido? mejor aún ¿qué les pidió la última vez?
* La muerte de un enemigo
* Los enemigos de un dios, por lo general son amigos de otro dios
* Éste no
* ¿Quién puede ser?, ¿acaso un ser de la obscuridad?, no habrán luchado contra uno grande ¿verdad?
* No fue un ser de la obscuridad, fue uno mágico
* Continúe por favor
* Fue un dragón
* Por todos los dioses, pelearon contra un dragón ¿y ganaron?, pero que imbécil, por supuesto que ganaron, de lo contrario no estarían aquí, pero ¿qué dragón?, ¿cuándo?, ¿en dónde? - la mente del mago trabajaba a toda velocidad, pero se tropezaba una y otra vez "¿sería mi dragón?" y "¿sería posible tanta suerte?" eran las preguntas que no permitían elaborar claramente sus pensamientos, mientras tanto el rey había adivinado, una inquietud en el mago y decidió que no quería hablar más con este aprendiz de adivino.
* Parece que te interesa mucho
* Su majestad, no puedo negar que el dragón es una criatura interesante - pero el daño estaba hecho el rey no querría complacer su curiosidad
* Bien puesto que trato de ser un rey justo desde el primer comandante hasta el último de los aldeanos, haré un trato contigo, dime que pedirá el dios y te contaré un poco
* ¿Cómo puedo yo...
* No juegues conmigo adivino, mi paciencia no es tanta
* Bien, bueno, quiero decir, mi señor, le diré... Tsaro pues... - las ideas fluían lentamente - no le pedirá otro dragón, y bueno...
* ¡Termina de una buena vez!
* No lo sé, los dioses pueden pedir cosas extrañas, cualquier caso, una esfera de luz, o la vida de una doncella, paja del este o fuego de Barum.
* ¿Cuál? ¡dilo ya!
* El fuego - precipitación y arrepentimiento, demasiado tarde
* ¿Ves? No era tan dif... ¡¿qué?! ¡el fuego de Barum! ¡ estás loco!, ¡ y ¿cómo demonios le íbamos a dar ningún fuego de Barum!
* Eso no lo puedo decir - dijo el mago como defensa, pero nuevamente se arrepintió justamente después de hablar, el rey se hallaba exaltado y ya no era en lo más mínimo predecible.
* ¡Si, por supuesto!, te diré una cosa adivino, si el mundo se acaba espero de todo corazón que tu seas el primero en caer al vacío y la obscuridad
* Así será - "¿qué más da?" pensó el mago, nunca me dirá lo que quiero saber
* No te pases de listo, tu cabeza puede rodar antes de que el mundo se acabe.
* Es de mala suerte matar a un adivino, mi rey.
* ¡Adiós!
* Señor...
* ¿Sí?
* ¿El dragón? - el rey dio una señal a un guardia para que respondiera la pregunta del mago, que el ya comenzaba a dudar que fuese un verdadero adivino, y después salió de la cabaña aún tremendamente disgustado, pero sobre todo por que como lo había sospechado desde un principio la visión de aquel personaje era mucho más incómoda de lo creíble.
* Aguja - fue la respuesta que dio el guardia antes de dar un puntapié al escabel del mago y salir, dejando al mago en el suelo, molesto, contuso, confuso y alegre de alguna extraña manera, con todos los sentimientos volando en su cabeza sin detenerse, a pesar de las tremendas ordenes que giraba el mago, tardó mucho en reponerse, levantarse y acomodar los frascos movidos por los guardias, parar el asiento y sentarse a meditar en lo que podía hacer para averiguar el paradero del objeto de su interés.
"Maldición si no lo hubiera hecho enojar, ahora mismo podría estar en camino de la aguja del dragón. Necesito saber donde se encuentra e ir por ella, no tengo mucho tiempo, si no doliera tanto" pensó el mago, y recordó también como dejó la magia...
El mago, cuando decidió serlo, se encaminó a la aldea de los brujos, difícil de encontrar por que nadie en realidad sabía su exacta localización, aún los magos no la conocían del todo, por estar protegida por hechizos para perder al viajero, hechizos que movían los árboles de lugar todas las noches, así que el paisaje aunque parecido siempre era diferente al amanecer, las estrellas no podían mirarse por lo cerrado del bosque, solo podía uno saber que se acercaba cuando dejaba de oír los ruidos de los animales, pues como es de todos sabido los animales no se acercan a los lugares mágicos, a no ser que ellos mismos sean mágicos en cuyo caso salir de caza cerca de la aldea de los magos es un atrevimiento de consecuencias impredecibles. De cualquier manera él corrió el riesgo de buscar la aldea de los magos, el único requisito para ser aceptado en la aldea era encontrarla, eso era lo que el había escuchado desde su niñez, pero al llegar a la aldea se enteró de otras pequeñas peticiones, ocho para ser exactos eran los requisitos, el que él conocía era el primero, el segundo era más difícil de conseguir, pues este sí tenía tiempo límite, en el transcurso de la caída de un pluma de águila tirada desde la columna mágica del centro de la aldea de la altura de unos cuatro hombres, debía encontrar al respuesta a un enigma, enigma que era planteado por el brujo más viejo de la aldea este enigma era algo como esto "cae la lluvia y la ve caer, vuela el águila y la ve volar, está y no está pero sabes que existe", el tercero más difícil aún por que debía medir su fuerza de voluntad, debía mirar a Baris toda la noche sin pestañear una sola vez, la cuarta, más difícil aún, debía comprobar que tenía imaginación debía encontrar algo nuevo y cierto que decir de Baris, la quinta, por supuesto, más difícil que la anterior, encontrar un tutor en el transcurso de un solo día, la sexta, sin menospreciarla pero la más sencilla de todas, debía decir por que quería ser un mago, la séptima era entrar a la Caverna, nadie puede decir si era una prueba sencilla o difícil pues para cada mago era diferente, la Caverna de la aldea de los magos tiene vida propia y de ella depende la prueba que impone a los aspirantes, algunos salieron sonriendo, otros medio locos, unos más tristes o enfurecidos, algunos jamás salieron, pero ninguno jamás, ha dicho que pasó adentro de la Caverna, el mago recordó el apodó de aquella increíble cavidad en las faldas del Monte de las Luces Fatuas, le llamaban La broma de los dioses, porque se decía que los dioses le habían hecho tal cual era y la magia nada tenía que ver con su aspecto y profundidad, y tampoco con su extraña naturaleza. La última prueba era por todos conocida, por todos los magos claro está, como la prueba de fuego, la más difícil de todas las pruebas puesto que no dependía del aspirante en turno ni de el mago que realizaba la prueba, la definitiva por que no importaba si había pasado las anteriores, si no pasaba ésta el aspirante era expulsado de la aldea y su nombre olvidado por todos, la prueba de fuego, por que era además una prueba que utilizaba éste valioso elemento, la mencionada prueba consistía en que un mago diestro en las artes del fuego encendía una flama mágica, con ciertos ingredientes muy bien seleccionados, después invocaba a un dios para pedir su anuencia, se ponía frente al aspirante con la llama entre las manos viraba después a la derecha y pedía al viento del sur su fuerza para el hechizo, viraba nuevamente un cuarto de vuelta y pedía al viento del poniente que brindara su velocidad para el hechizo, viraba nuevamente a la derecha y pedía al viento del norte que les facilitara su grandeza para el hechizo y por último de frente al aspirante nuevamente, pedía al viento de oriente su sabiduría para que el hechizo se cumpliera, cuando los vientos respondían, lo cual podía durar unos instantes o todo un día, el mago que realizaba el hechizo depositaba el fuego mágico en las manos extendidas del aspirante que de pie y sin pronunciar palabra esperaba que todo cuanto había realizado no se fuera al fondo del foso por no poseer la magia, si el fuego en sus manos se tornaba azul el mago era aceptado si la flama se volvía roja el aprendiz era expulsado.
Entonces surgió su primera sospecha, la llama era azul pero antes de extinguirse se volvió blanca, mas blanca que la nieve, los magos se asombraron pero nadie supo que decir, y en los pergaminos nada había escrito sobre ello, se pregunto a los dioses, se preguntó a las hadas, se pregunto a los duendes, también lo hicieron con las brujas del mar, hasta se intentó hablar con los dragones, pero nadie contestó, los dioses no los escucharon, las hadas se negaron a contestar, los duendes se hallaban recogidos en la montaña y nadie los había visto en mucho tiempo y no respondieron tampoco al llamado, las brujas no los escucharon y los dragones se enfurecieron y lanzaron grandes bocanadas de fuego y humo pero no contestaron nada. Finalmente el nuevo aprendiz fue admitido, después de todo la llama se puso azul, y aunque había cambiado después su color el cambio tan solo fue de unos momentos, y nadie parecía estar dispuesto a averiguar más sobre el enojoso asunto.
El mago, mas tarde, supo que algo en el era diferente pues al mover poco después un pequeño vaso con telekinesis, sintió un calorcillo que recorrió su brazo izquierdo, al principió creyó que era la sensación de poder del que hablaban todos los magos, pero cuando los demás magos narraron sus experiencias, no hubo uno que sintiera este tipo de calor, emociones, cosquillas, frío, palpitación, hormigueo, pero siempre satisfactorio, muy pocas veces doloroso, únicamente con grandes hechizos para lo cual se requería grandes esfuerzos. Siguió aprendiendo pero conforme pasaban los meses la situación se volvía cada vez más difícil, casi no hacía prácticas y únicamente podía encontrar descanso en el sueño lo cual no era tampoco muy placentero por que la mayor parte de las noches se acostaba sabiendo un número de hechizos y se despertaba con el conocimiento de un número mayor de hechizos, sin saber la razón y sin ningún esfuerzo. Los otros magos no tardaron demasiado en enterarse de los avances extraordinarios del nuevo aprendiz, y empezaron a sospechar algo raro, todo eso empeoró las cosas, los magos casi nunca se sienten bien cuando están desconcertados, el nuevo aprendiz era un tema recurrente en las juntas y había un mago al cual ningún mago quería tener de enemigo, pero que era tolerado por su sabiduría y sus grandes poderes, Derón era su nombre, y témanme era su apellido, el mago supo por su tutor que Derón se había interesado en él, no quiso saber más y dejó al día siguiente la aldea de los brujos, aún no era un verdadero mago y nadie se lo reprocharía, la mayor parte de los magos no lo notarían y los demás quizá lo olvidarían en uno o dos meses.
En su estancia de un año en la aldea solo hizo cuatro hechizos, aún le quedaban siete años como aprendiz y a no ser por el incidente de la iniciación, de verdad se habrían olvidado de él. El último hechizo que realizó en la aldea incendió su mano, esto fue lo que motivó el interés de Derón y también fue causante de la huida del mago.
LA MONTAÑA
En la obscuridad, atrapados por el silencio de la noche interrumpido solo por sus pasos, los legionarios caminaban despacio, estaban a punto de llegar al campamento, un deslizamiento provocado por alguna extraña criatura del bosque, un duende a decir de muchos, tuvo la desgracia de terminar con Avart, lo cual puso nerviosos a muchos más, y temerosos a los que quedaban.
Las pláticas en el campamento se oían en voz muy baja.
Arol lo vio.
También Emco.
Quizá no debimos venir hacia acá.
Y si volviéramos.
Era horrible.
Ferson no supo que decir.
Deberíamos esperar aquí mismo el amanecer.
¿Que haremos?
En el campamento podremos descansar.
Aún la cima está muy lejos.
Tarda mucho en amanecer.
¿Escuchaste eso?
Baris se ha escondido.
Comandante, los hombres están nerviosos.
Ya falta poco, en cuanto vean la luz del campamento se calmarán.
Deben descansar.
Los pondrá más nerviosos esperar en la obscuridad.
Debería hablarles usted comandante.
No, llegaremos a tiempo, aunque lleguemos arrastrándonos.
Si comandante.
Apúralos, diles que sólo faltan cinco estacas.
Comandante, son diez.
No importa cuanto falte tu diles lo te ordené.
Lejos de allí otra plática se llevaba a cabo, el rey y su consejero Serl hablaban de su empresa.
Ferson debe estar al llegar – decía el rey, calmado y sentado en su corcel, cabalgando tranquilamente cuesta arriba, olvidando ya su enojo.
Es un buen comandante – Serl había sido consejero del padre de Auris, y a la muerte de éste se convirtió inmediatamente en el consejero de Auris el valiente, aunque debía ganarse aún su confianza, tenía gran ascendente sobre él ya que en sus años al servicio del padre siempre apoyo los comentarios acertados del hijo y superaba en sabiduría a mucho de los estudiosos del reino, aún los adivinos le respetaban, pero Serl no era un adivino era en cambio un hombre viejo de extraordinario sentido común y con más experiencia en las cuestiones del reino que el rey en persona.
El mejor después de Yir.
Pero Yir no es hijo del reino.
Más aún, si es posible, admiro su lealtad.
Le envió su majestad al frente de la expedición.
Pero Ferson nos escoltará en la laguna.
Él no lo sabe.
Lo sabrá mañana.
Al medio día.
Estarán descansados.
Y se emocionarán.
Su grupo vitoreará al rey.
Su rey los alentará.
Mi señor es tan sabio como su padre.
Serl, por este halago tan bien dirigido por encima de mi a mi padre me doy cuenta que además de buen consejero eres un consumado cortesano.
No puedo cuestionar a mi rey, más si pudiera había de pensar si en sus palabras hay un dejo de ironía.
Te conviene no ser demasiado inquisitivo.
Callo y obedezco.
Todos los horizontes impresionan por las mañanas en el reino de Armesis, "el llanto de las hadas" es como se le llama al rocío de las mañanas, es acompañado por una bruma a través de la cual se puede mirar a Barum, el naranja resultante convierte las copas de los árboles en el espectáculo más hermoso en todo el reino, y la mejor forma de admirarlo es desde la cima de una montaña.
No existe entre todas las montañas, una donde se vean más hermosos amaneceres, que en la montaña de la laguna. Y donde la paz domina y el viento respeta el silencio es en la roca de Baris. Sentado bajo su sombra Fure esperaba la llegada del rey, cuando sucediera podría decidir que hacer, llevar el mensaje a su padre, o seguir vigilando hasta que los legionarios llegaran a la laguna, por el momento admiraba el amanecer extasiado, lleno de amor por su bosque y su montaña, lleno de gozo por el retorno de Barum esa mañana, sin duda su pérdida reciente había acrecentado el valor de cada uno de sus rayos de luz y calor.
¿Que me darás a cambio? – decía con empalagosa sonrisa Arib frente al mago.
Necesitas una nueva yunta, podría arreglarlo.
Mi hijo vale un poco más – y la sonrisa crecía un poco más a cada frase.
No te lo estoy comprando.
Es una empresa peligrosa.
Yo no dije eso.
Pero quieres al más veloz, y al más hábil de mis hijos.
El trabajo lo requiere.
El más veloz y el más hábil.
Eso dije.
Y no sabes cuanto tiempo será.
Menos de dos ciclos de Baris.
Las flores retoñarán, y la tierra necesita cultivarse. La comida no cae del cielo.
Eso lo sé.
¿No querrás convertirlo en mago?
La magia ya he abandonado.
Un mago es siempre un mago.
No escuchas las noticias de Armesis, no hay más magos en el mundo. En el este, en el oeste, en el sur y en el norte, todos los magos fueron derrotados por Derón en los días en que los ríos ascendieron a las montañas.
Yo te conocí antes de aquellos días de magia, antes de la larga noche, aún antes de que los vientos trajeran a Caliar el monstruo nocturno del mal, te conocía ya cuando el río de la montaña empezó a salir de su cauce y a regresar a la cima de la montaña, tu mismo me dijiste que esa clase de hechizos no podía durar mucho tiempo, y cuando las bestias del bosque bajaron a la aldea asustados por quien sabe que demonios de las sombras, tu ya estabas instalado en esta cabaña que perteneció a Rolm el anacoreta, yo mismo te di sus señas, fui yo quien descubrió una fría noche de invierno el fuego de tu brazo al acercarme me dijiste la verdad, eres un mago pues tu brazo no sufrió daño alguno, ni siquiera tus ropas sufrieron más que si hubieran estado todo el día bajo los cálidos rayos de Barum en el verano.
Está bien, no será un mago, no aprenderá ni un solo sortilegio, ni un pase, vamos ni siquiera un pequeño truco, lo prometo.
No importa, lo que ofreces no es suficiente.
Dime entonces tu que prefieres, no tengo pertenencias pero si te lo puedo dar será tuyo, pide.
Quiero esos cristales, y solo te servirá mientras yo no le llame para el trabajo de la granja, que será en dos ciclos si Tsaro y Barum son propicios.
Te refieres a los frascos de mi repisa.
Por supuesto.
¿Y para qué quieres el extracto de unas plantas?
No quiero las plantas, quiero los cristales – otra sonrisa.
¿Que guardarás en ellos? – preguntó el mago con el relajamiento de sus ansias porque la inocencia de Arib demostraba que aunque versado en las artes del campo y los secretos del bosque, aún tenía mucho que aprender con respecto de la magia y sus secretos.
Se los daré a Kassa – una sonrisa más pronunciada.
¿Y para qué los usaría tu compañera?
No lo sé, pero estoy seguro que así no estará más disgustada conmigo – la guardia del mago estaba todo lo baja que Arib hubiese deseado.
¿Y por qué está enojada contigo? – "además es un buen amigo sabe que es algo importante y solo quiere que lo entienda y no preocupe a su familia más de lo debido".
Te lo diré cuando me entregues los cristales – una sonrisa más.
Está bien te los daré, pero no a cambio de una respuesta sino por los servicios de tu hijo.
De acuerdo, estará aquí.
¿Porqué Kassa está enojada contigo?
Oh esta bien te lo diré, por que mandé Fure a seguir a los legionarios – la sonrisa contenida apenas.
Un momento – la perplejidad – ¿Fure, no es el nombre de tu hijo mayor? – el desconcierto.
Sí – la risa contenida apenas.
¿No es el más rápido? – el temor.
Sí – la carcajada contenida apenas.
¡¿Y no es el más hábil?! – el enojo.
Sí – pero ya no se puede contener más tiempo y estalla en risas.
¡Me has engañado! – la furia, el mago se levantó dando un salto, tiró de una patada su propio banco, y se lanzó al frente tomando a Arib por sus ropas y acercándose cara a cara.
No tires tu banco – dijo Arib entre risas – calma – dijo como diciéndoselo así mismo – ¡espera! – atinó a decir.
¡¿Y qué tengo que esperar?!, ¡¿eh?!
Déjame explicar...
¿Y bien?
Lo que pasa es que, lo que no quiero es que Kassa pierda el control cuando le diga que Fure se irá otra vez, a él le espero hoy, y mañana estará contigo.
Comprendo – dijo el mago, tratando de serenarse, aunque de todos modos había sido objeto de una broma pesada.
¡Ja, ja, ja! – reía con todas sus fuerzas Arib el "abareto" que en antigua lengua de las montaña quería decir "guía sabio".
No fue gracioso.
Hubieras visto tu cara.
Aún así, no es gracioso.
Ya lo creo, ¡oh sí, por mis botas!, ja, ja.
El Rey llegó a la laguna, y mientras el campamento se hacía, en casa del mago era recibido el primogénito del abareto. Fure era un muchacho joven, aunque al mago le había sido imposible adivinar su edad al verlo, pareciera algunas veces maduro como un hombre de treinta y tantos, y otras veces un jovencito que apenas rebasara la mayoría de edad, mientras que su cuerpo era de un joven de veinticuatro y veinticinco años fuerte y ágil, más por las anécdotas que contaba su padre y algunas otras que había oído ocasionalmente de otros visitantes podría ser mayor de los cuarenta.
El rey llegó a salvo – decía Fure a una pregunta directa del mago, su padre no le había explicado en que consistiría su servicio, más su sentido común no lo había puesto en guardia con el mago.
¿Se lo dijiste a tu padre?
Es una de las cosas que me ordenó que vigilara.
¿Qué más te ordenó tu padre?
Que avisara a un viejo amigo de mi presencia y vigilara los sonidos del bosque profundo entre otras cosas.
¿Los sonidos del bosque profundo?
Quiere saber si han despertado nuevamente los duendes.
¿Quién habrá sido tan estúpido de despertar a semejantes criaturas?
No lo sé.
¿Tu padre lo sabe?
No lo creo.
Bueno no importa, ¿Cuanto tiempo, tardarías en llegar a su campamento?.
Dos días en ir, dos días en volver.
Muy bien, esto es lo quiero que hagas, el rey y sus legionarios hace no mucho tiempo mataron a un dragón, en alguna parte están los restos del dragón...
Y quieres saber donde está
Si, no, es decir, solo me interesa una parte de sus restos, la cola del dragón, la aguja del dragón.
Un dragón aguja – dijo Fure pensativo como recordando algún mal encuentro.
Parece que no te sorprende.
Bueno un dragón siempre es difícil de matar, y lo es más un dragón aguja, pero ningún dragón es invencible.
No los conoces a todos, jovencito.
No conozco a ninguno; personalmente.
¿Lo harás?
Sí
¿Tienes alguna idea?
No.
¿Pero lo harás?, es muy importante ese talismán.
Lo haré, algo se me ocurrirá en el camino.
¿Partirás hoy mismo?
Sí, después de ver a mi padre.
Buena suerte, y que los dioses te sean propicios.
Gracias, nos veremos en dos o tres días – Fure se alejo de la cabaña del mago rápidamente y de pronto cerca de los arboles que la rodeaban desapareció.
La luz se colaba por entre las pieles de la tienda de Yir, Fure pretendía despertar a Yir tocando su hombro por encima de las pieles que le cubrían con la punta de sus dedos.
¿Quién me quiere? – Sonó una voz a sus espaldas. El salto de sorpresa que lo acompañó fue dado por Fure, con una rápida mirada descubrió a Yir en la penumbra, y con voz ya casi calmada dijo:
Fure hijo de Arib.
¿Otro mensaje?– dijo Yir recordando el mensaje que Fure había colocado en el camino y que solo él pudo comprender.
Una encomienda – contestó Fure seguro de que Yir lo apoyaría para conseguir la información que el viejo necesitaba.
¿Para mí? – la curiosidad empezaba a escocerle el codo izquierdo como siempre.
No, para ti una petición.
¿Que recibiré a cambio?
Eso depende de mi padre
¿Tengo la palabra de tu padre?
Justo y limpio – eran las palabras de su padre cuando hacía una promesa y era lo que necesitaba en ese momento, más tarde se lo explicaría, y tal vez el castigo no fuese excesivo.
Muy bien, ¿cuál es tu petición?
Vengo a conseguir una información precisa.
¿Sobre qué?
Acerca de la localización de unos huesos, mm..., de un hueso un especial.
Y ese hueso es de...
Un dragón
¡Vaya por Kassar!
Un dragón único.
Y ese dragón sería de color azul y rojo.
Con la cola más larga y fuerte que jamás haya existido.
La aguja del dragón, ¡el espolón!
Parece que nadie se sorprende de su muerte.
Muchacho la batalla fue dura y más que sorpresa me causa amargura pues en ella he perdido parte de mi corazón.
No quisiera molestar a Yir el hijo del volcán, sin embargo no puedo seguir adelante sino oigo esta hazaña de los labios de quién la vivió, quizás acaso así se mitigue un poco el dolor.
En alguna otra ocasión.
Bien, pero es una deuda – Fure recibió como respuesta un asentimiento con la cabeza a la vez que Yir le indicaba que prosiguiera también con mímica – ese es el motivo de mi visita.
¿Cómo puedo yo ayudar?
Quizá conozcas a alguien que sepa donde enterraron los restos del dragón.
La aguja fue separada del cuerpo.
¿Estará en poder del rey?
No, está en otra tumba.
¿Otra tumba?
Como lo oyes.
Y esa tumba ¿alguien la conoce?
Sí
Y ese alguien es...
Primero debo saber una cosa
¿Sí?
¿Que era eso de los duendes en tu mensaje?
Quería decir que no hicieran nada que los fuese a despertar.
Pero si los duendes no existen.
Te equivocas.
No lo voy a discutir.
Podría mostrarte uno.
¿Podrías?
Si me lo pides.
Será mi pago, pero tiene que estar vivo.
Bien, pero estará a una buena distancia, no quisiera hacer nada que perturbara su sueño.
De acuerdo.
La tumba es de un gran guerrero llamado por muchos "el cazador".
Silog
El mismo.
Ahora comprendo tu dolor.
Calla, yo mismo llevé su cuerpo y la aguja del dragón hasta el círculo de Tsaro.
¡¿Quieres decir que ahora están en el fondo de un foso al que nadie a bajado jamás?!
Exacto.
Bueno, saber donde está la aguja fue muy sencillo comparado con recuperarla.
Aún me debes algo.
¿Cuándo?
Debo acompañar al rey durante el tiempo que se encuentre en la montaña.
¿Quizás durante su regreso? No tomará mucho tiempo.
No puedo asegurar cuanto tiempo estaremos aquí.
Bueno te buscaré en cuanto termine los asuntos que me trajeron hasta aquí, entonces me dirás cuando volveremos a la montaña.
De acuerdo.
Bueno, es hora de irme.
Saluda a tu padre de mi parte.
Así lo haré – Fure salió de la tienda de Yir sigilosamente y nadie, a no ser Yir y Laagar, se enteraron de su presencia en el campamento del rey. Y mientras Yir pensaba en los duendes y sus historias, Fure meditaba sobre el porque Yir no se preocupó de quién buscaba la aguja y para que la querría, además el Foso sería un lugar muy difícil de librar para que el mago tuviera aquel preciado talismán, para que querría el viejo la aguja si él mismo decía que ya habría abandonado la magia, "bueno, ya se verá" se alejó de la tienda con ese pensamiento.
Los guardias estaban apostados alrededor del bote que llevaría al rey hasta el islote de la laguna, donde se encontraba el templo de Tsaro. El rey se levantó al alba y vigilaba la laguna, la niebla se levantaba alrededor de la isla y en realidad nadie sabía lo que les esperaba en aquel lugar, los dioses podía o no escucharlos, probablemente en este momento estaría ocupados en algún lugar del mundo y se molestaran demasiado por la interrupción de los mortales, o tal vez los estaban esperando y pronto le darían una respuesta. El ir a aquel lugar era como lanzar una moneda al aire y esperar que cayera, nadie puede saber lo que caerá, a menos que hagas trampa, ah como le gustaría hacer trampa ahora, antes de embarcarse.
Los hombres están apostados, su majestad.
Perfectamente, Ferson, prepara la escolta que nos acompañará a la isla.
A sus ordenes, su majestad.
Camino a la barca el rey observaba el ánimo de los legionarios, hombres y mujeres miraban con esperanza la partida del rey, aquellos que se encontraban a las órdenes de Ferson además estaban alegres y vitoreaban, los demás lanzaban tan solo sus miradas de "buena suerte" y señalaban al cielo con sus manos empuñando las espadas.
Carson acompañaba al rey muy de cerca y para alejar de sus pensamientos la próxima prueba hablaban de los hombres más no de los dioses.
Un buen guerrero mi señor.
Un buen comandante querrás decir.
Eso mismo, mi señor.
Carson...
¿Su majestad?
No he visto nada más que a Ferson y Masir ¿dónde está Yir?
Llamarlo ahora convertiría los vítores en dudas.
Entonces que le lleven un mensaje.
Si lo llevara un hombre de Ferson.
No, eso sería muy obvio, no funcionaría para mantener el ánimo, dejaré en todo caso un mensaje para Yir y uno más para Orak, así el asunto queda resuelto.
Mi señor, la luz de la mañana ilumina su majestad.
Déjate de halagos y trae a los mensajeros que ya casi llegamos a la laguna.
El camino hacia la isla era después de un largo y tranquilo trecho de aguas cristalinas una serie de zigzagueos, pues las aguas cerca de las isla eran bajas y peligrosas llenas de plantas acuáticas que hacían parecer a los alrededores de la isla un pantano, si los misteriosos sonidos no intimidaban a quien se atreviese a cruzar ese paraje lo haría seguramente la niebla, que espesa y grisácea traía con sigo un olor no identificable, no malsano pero sí sofocante y áspero.
Pero una vez que se atraviesa la niebla, el paisaje cambia y se torna claro, la isla tiene una costa sin playa, una serie de rocas superpuestas en forma de dique, que por alguna razón nadie podría definir si fue la naturaleza, o quizá, también cabe esa posibilidad, fue el mismo Tsaro dios de la montaña quien las colocó así.
En el lado este de la isla se encontraba una escultura, sin duda hecha por el hombre, con la forma de una gran ave de alas replegadas del tamaño de dos hombres, el ave vigilaba el horizonte, en sus garras tenía sujeta una cuerda enroscada que rodeaba una columna de iguales dimensiones que el ave, más el color de la piedra cambiaba haciéndose más clara dando la impresión de que alguna vez fueron de distintos materiales. Junto a la estatua se encontraba el desembarcadero que consistía en seis pilotes y una escalinata que descendía hasta bajo el agua, los pilotes a su vez surgían del agua conectándose a la escalinata en el fondo de la misma, así que los pilotes se encontraban a la distancia de un bote de la orilla de la isla.
El grupo de Ferson desembarcó y se alineó para recibir al rey, estaban contentos por acompañar al rey, pero aún sin quererlo, temerosos por lo que pudiera pasar en el templo de Tsaro.
El templo de Tsaro era en realidad un espacio abierto con siete columnas organizadas en círculo alrededor de una esfera de roca sólida semi–enterrada. Había una antiguas baldosas que cubrían el suelo hasta tres pasos después del círculo de columnas, las columnas eran oscuras de un color negro brillante, ese tipo de roca no se podía encontrar en otra parte que no fuese en el templo, quien lo construyó en tiempos perdidos, se olvidó de dejar dicho donde se podía conseguir mas de aquella magnífica roca.
Los guardias se quedaron fuera del círculo, al templo solo entraron el rey, Serl el primer consejero, y los adoradores, cuatro viejos monjes que dedicaban su vida a los dioses y a Tsaro particularmente.
Pasó la mañana tranquilamente, el rey observaba los preparativos para convocar a los dioses, pasado el medio día empezaron los cambios; el cielo que presentaba algunas pocas nubes en el oriente, se empezó a nublar copiosamente, después las nubes comenzaron a obscurecer con una velocidad increíble, estos signos no pasaron inadvertidos para los oradores todos los hombres miraban el cielo extrañados, poco después aparecieron en el cielo las primeras aves negras, volaban en círculos sobre el templo, y aumentaban en número con forme la tarde llegaba, pero los dioses no se hacían presentes, solo signos, solo eso.
Al caer la noche empezó a llover. Los oradores aceptaron el fracaso, los dioses no aparecerían por allí, y los símbolos presagiaban un peligro que no conocían, pero lo que los decidió a volver al castillo fue aquello último; antes de que las aves negras se perdieran de vista en la obscuridad creciente, un halcón surcó el firmamento por el oeste y las aves modificaron su vuelo circular, al principio fue un caos, pero en un momento todas las aves tomaron una sola dirección, hacia el este.
Los hombres hacían rápidos preparativos los primeros en terminar ayudaban a los últimos, todos lanzaban furtivas miradas al cielo, las aves ya no estaban en el cielo o al menos no se podían ver, el rumor del cataclismo fue creciendo poco a poco. Por fin el rey habló y lo que dijo fue suficiente para que todos se pusieran en guardia, los hombres más agotados volvieron su mirada al cielo una vez más,
Legionarios...– esperó un segundo y la respuesta no llegó, todos estaban bastante silenciosos, el único sonido que se oía era el de la lluvia que aumentaba su presión sobre los guerreros – los días de batalla no han terminado, el fin de todos está cerca, la guerra comenzará, y debemos estar preparados, volveremos al castillo y mientras tanto los mensajeros recorrerán el reino convocando a todos los pueblos para armarse y defendernos juntos contra el mal que nos amenaza, que amenaza al reino entero.
Alguien se atrevió a preguntar.
¿Quién es el enemigo?
Un silencio que precedió al mal augurio no sería olvidado jamás por ninguno de los que lo presenciaron. En el momento en que el rey se preparaba a contestar un trueno espantoso y gigantesco llegó del cielo. La tormenta había comenzado.
Será mejor así – dijo el rey en voz baja, como hablando consigo mismo, y añadió en un grito, tratando inútilmente de sobrepasar el sonido de la lluvia que arreciaba – volvamos a casa que no hay tiempo que perder.
En el bosque, en lo más profundo del bosque, la lluvia empezó a caer suavemente pero los árboles no se alegraron, y los animales se ocultaron rápidamente en sus nidos y madrigueras. Antes de la media noche las nubes ya cubrían todo el cielo sobre el bosque, hasta el horizonte. La lluvia se había convertido en tormenta, y los relámpagos se sucedían con mayor frecuencia. Al llegar la media noche surgió un olor pútrido de las raíces de los árboles muertos, y de las escondidas cuevas, la tierra tembló y se abrieron las bocas de los silos, los animales salieron de sus hogares, al menos salieron aquellos que el miedo no había paralizado, y huyeron de aquel bosque. El mal había despertado, los duendes no dormirían más, las promesas se rompieron, y los hilos del destino comenzaron a moverse.
EL DRAGÓN
Los dragones son seres excepcionales, Fure, nacen fuertes y crecen durante veinte o cien años según su raza, pero una vez que alcanzan la madurez no envejecen más, son ágiles y poderosos, su aliento es de fuego, su voz de trueno, son inteligentes y virtuosos en el vuelo, viven en grandes y profundas cuevas, otros viven en las montañas al borde de los más grandes abismos, cuando te enemistas con uno de ellos la muerte te asecha a cada paso que das, su piel es tan dura que ninguna flecha puede atravesarlos, y tan ligera que les permite levantar el vuelo en cualquier momento, sus garras y dientes pueden en cambio, atravesar cualquier escudo hecho por el hombre, sus ojos atraviesan la obscuridad y su oído escucha el débil sonido de un insecto a grandes distancias, se ha sabido de algunos que tienen poderes mágicos, estos son los más peligrosos, puesto que conocen el pensamiento de aquellos seres que hablan con ellos, no hables nunca con un dragón Fure.
El camino fue exhaustivo para el mago, Fure en cambio parecía oler el viento con alegría, decidieron galopar en cuanto la lluvia amenazó con convertirse en tormenta, por la mañana seguía lloviendo y el paso tuvo que ser más lento, sin embargo al atardecer del tercer día estaban ya cerca del foso, las cuerdas que cargaron eran ligeras y resistentes, no platicaron durante el camino sino algunas palabras para decidir por este o aquel camino. Al mediodía del quinto día de camino llegaron al foso comieron un poco antes de comenzar el descenso, el mago le habló a Fure de los dragones, Fure sabía que los dragones no eran especialmente malvados, solo que no gustaban de los hombres, aunque en cambio toleraban medianamente a las mujeres, en especial los dragones ala–roja, su padre también sabía de dragones, aunque Fure no sabía si lo que su padre conocía de ellos lo había aprendido del mago o de alguien más.
Bajaron ayudados por las cuerdas, conforme las sombras les envolvían el aire para el mago se volvía fétido y pesado, como si estuviera contaminado por el olor de la carne en descomposición, pero si de verdad el dragón estaba muerto su carne no podría descomponerse, al menos no normalmente, la sensación de entrar a un calabozo era cada instante más fuerte, el roce de sus cuerpos con la húmeda superficie de las angostas paredes del foso se tornaba insoportable, y el ruido de su respiración parecía ahondarse y enriquecerse mientras más se adentraban a la obscuridad de la última morada del dragón.
El mago cavilaba acerca de la presencia de los seres elementales en aquel lugar, si había alguno podían oír cualquier cosa que ellos dijeran, las hadas seguramente sabían donde se encontraba el dragón cuando le mandaron por él, si algún duende dormía cerca de allí podrían despertarlo tan solo diciendo algo inconveniente, de pronto oyó su nombre justo por debajo de él, a la distancia de un brazo.
Fa, ¿qué pasa?
¡Insensato! No puedes hablar ¿no te lo he dicho?, no sabes lo que puede provocar, y por todos los dioses no vuelvas a pronunciar mi nombre, es demasiado peligroso.
Perdón, es que por un momento te quedaste quie...
¡Calla! ¿Oíste eso?
No, lo que pasa es que...
Silencio, no digas más hasta salir de aquí.
De acuerdo
Cuando llegaron a un remanso del foso, la cuerda estaba a punto de agotarse, así que basándose en señas decidieron que Fure subiría para soltar una cuerda, sus estimaciones acerca de la profundidad del foso habían fallado. En la soledad, el mago pudo escuchar mejor los sonidos de la obscuridad, existía lejano el ruido que provocaba Fure al subir, pero hacia abajo había otros sonidos menos alentadores, sonidos sin explicación lógica, que solo podían provenir de el cadáver de un dragón mágico, el dragón aguja no solo había asolado al pueblo sino que había hecho un pacto con Deron, a quien tampoco los hombres del reino agradaban, en que consistía el pacto, nadie lo sabía, sin embargo, Fa el curandero lo sospechaba, o lo comenzaba a sospechar, no podía permitir que Fure cometiera otro error, afortunadamente él no conocía su nombre verdadero, su nombre de mago, el nombre que la orden le había concedido el día de su iniciación, el nombre mágico que los astros habían anunciado el día de su nacimiento.
En cuanto Fure llegó a su lado lo mandó nuevamente a la superficie, ordenándole, lentamente a base de señas que cuidara la entrada y se asegurara que también funcionara de salida, pues el peligro era mayor del esperado.
Bajó más de lo que hubiera imaginado, la cuerda alcanzó el fondo por tan solo dos cuerpos, y eran las cuerdas más largas que habían podido conseguir. Una vez que tocó el fondo comenzó el sonido, despertaba sus instintos de supervivencia, el batir de unas alas invisible, unas alas que no movían el aire, unas alas que pertenecían a seres de las sombras, seres que se encontraban junto a Deron cuando el dragón fue atacado, esto último salvo a los legionarios de las heridas mortales de las Alas del mal, los demonios de las sombras, ¿cuanto tiempo tenía? Como podía saberlo, no era un adivino, ya lo había dicho las suficientes veces para tratar de engañarse ahora, así que se ahorró el cálculo, su única oportunidad era huir inmediatamente, pero eso en realidad, no resolvería nada, así que recurrió a la osadía, prendió la antorcha nuevamente y miró hacia el cadáver del dragón, pero ahí no había ningún cadáver, en su lugar había el cuerpo de un hombre muerto quizá desde el mismo día en que el dragón murió, un entierro glorioso para cualquier guerrero, y el hueso de la cola del dragón separado del resto del cuerpo, en ese momento las sombras aparecieron, pero no eran sombras ocasionadas por la débil lumbrera del mago eran sombras que no se posaban sobre ninguna superficie, sombras que parecían absorber la luz que de la exime antorcha surgía, rodearon al mago cuando se inclinaba a tomar la aguja del dragón, se la arrebataron en el instante en que tocaba el talismán, y con el hueso en su poder lanzaron su ataque contra el mago, el frío de la espada de las sombras rozó al mago, pero no rasgó la piel sino el vestido, su reacción aunque lenta le alcanzó para nombrar el hechizo, con la mano izquierda hizo un signo y con la derecha apuntó en dirección a la sombra más cercana, su voz sonó fuerte y poderosa en aquellas terribles profundidades, tan fuerte resonó el hechizo que Fure alcanzó a escuchar el eco apagado de su voz.
Una luz cegadora, surgió como un rayo de la mano derecha del mago la sombra que recibió el hechizo de pleno, se eclipsó como absorbiéndose a si misma, y cuando la luz del hechizo desapareció no quedaba rastro de aquella sombra, había fuego en el brazo derecho del mago, sin embargo, el fuego no consumía la ropa, parecía surgir de su brazo y atravesar sus ropas, el mago a pesar de la situación notó que no había dolor; las sombras se apartaron del mago dieron vueltas alrededor de él y en un momento decidieron que no debían atacar nuevamente, el mago se sintió aliviado cuando las sombras se alejaban por el foso, su primer pensamiento fue "Que talismán tan poderoso", pero de inmediato recordó a Fure, "Si lo encuentran en la boca del pozo le matarán sin miramientos, allí va otro hechizo".
Esta vez no hubo luz ni grandes voces, tan solo apareció de la nada una nube que envolvió a Fure, él en la superficie estaba recostado en la orilla del precipicio, miraba con asombro hacia el fondo del foso cuando la nube lo cubrió se levantó y caminó hacia atrás tratando de deshacerse, inútilmente, de la nube azul que lo cubría, cuando de pronto, surgieron las sombras del foso, volaban rápidamente, se elevaron mas allá de las copas de los árboles, por momentos parecían materializarse pero así eran aún más terribles pues su forma cambiaba constantemente y la consistencia variaba del humo negro y rojo, a la piel verde, negra y ocre; y de la piel a la sombra. Fure se olvidó por un momento de la nube y siguió con la mirada aquellos fantásticos seres, que despertaban en él, el temor y el instinto de huir ante el peligro mortal, sin embargo sus piernas no le respondían por primera vez en su vida, sintió en ese momento que todo su mundo cambiaba, si esto podía hacer la sola presencia de aquellos seres, que sería enfrentarlos en lucha, sin duda que eran mucho más poderosos que los duendes y los dragones, poco a poco llegó a su mente el recuerdo de la nube que parecía se hacía más tenue, quizá era la nube la que le impedía moverse, pero unos momentos antes de que aparecieran las sombras si podía caminar, aquello no era lógico, así que desecho esa idea, la sombras seguían desvaneciéndose y el seguía sin poder moverse, en cambio cuando perdió de vista a las sombras las piernas comenzaron a moverse en dirección contraria a la que las sombras había tomado, como si apenas entendieran lo que su mente había pedido con tanta prisa anteriormente. Por fin la nube se desvaneció por completo y fue entonces cuando Fure recordó al mago, no sabía que podía haber pasado con él, pero era su deber ir al fondo del foso.
LA FRONTERA
En el fondo el mago llevaba colgando del cuello una pequeña bolsa que Fure no había visto antes, no quiso preguntar que era lo que llevaba ahí, pero se hizo una mala idea, no habló recordando las palabras del mago, pero le dio a entender su preocupación, el mago no respondió muy bien pero por lo que Fure pudo entender quería que él cargara el tesoro recién conquistado, cosa que no agradó mucho a Fure, pero de alguna manera supo que no había ninguna alternativa.
Por fin, cerca del ocaso, llegaron a la superficie, cargaron los caballos y partieron rápidamente de aquel lugar, hacia el oeste. El mago fue el primero en hablar.
* ¿Tienes muchas preguntas?
* Más de las que puedo guardar.
* Ya estamos a una buena distancia del foso y la noche empieza a caer, descansemos un momento, hagamos una rica cena y platiquemos unos momentos, ¿qué te parece, Fure?
* Tus palabras son de convencimiento al instante.
* Bien empecemos por una sencilla.
* ¿Qué llevas en esa bolsa?
* Algo que necesitaremos.
* ¿Adónde vamos?
* Al mar
* ¿Vamos tras las sombras?
* Si
* ¿Y qué eran esas sombras?
* Eran mucho más que sombras.
* Eso me pareció.
* En los primeros días del mundo los dioses se repartieron la tierra, el mar, el cielo y a los seres vivientes. Cuidarían de ellos y verían por el bienestar del mundo, pero, hubo entonces una disputa por el reino de Argal, era el reino más hermoso en todo el mundo, y dos dioses que hoy nadie sabe quienes eran; excepto ellos, quizá; bien, pues los dioses pelearon por el reino, al final el poder de uno de ellos fue mayor que el otro y el reino fue dado al vencedor, pero poco tiempo después, el dios que perdió se vengó y creo unos seres sin alma, sin cuerpo, que tan solo debían existir para destruir al reino de Argal, esa fue la condena de Argal, por haber elegido al otro dios, pero las Alas del mal...
* ¿Así se llaman?
* Es uno de sus nombres, pero déjame continuar, o ¿no quieres oír el resto?
* Por supuesto.
El mago se acomodó un poco mejor junto al fuego revisando de cuando en cuando que la comida llegara a su punto.
* Bien, en que me quedé... a sí, las sombras no quisieron desaparecer, cuando Argal fue abandonado por los pocos habitantes que sobrevivieron, la desolación, el engaño, el miedo y la furia eran para ellas su alimento, los dioses estaban desunidos y no pudieron encontrarlas en mucho tiempo, y cuando al fin dieron con ellas su propia fuerza las mantenía unidas y ya era demasiado tarde para eliminarlas, dicen que las Alas del mal solo serán destruidas cuando los dioses se reconcilien.
* No sabía que estuvieran en guerra.
* No lo están, solo que no están en paz tampoco, según los sabios del este, la guerra de Deron fue la tercera y quizá no a terminado del todo y los dioses deben decidir si al final dejarán el mundo con las mismas reglas o cambiaran el mundo tal como lo conocemos hoy, pero esa es otra historia.
* Te enfrentaste a ellas.
* Si, y sólo pude vencer por que les tomé desprevenidas.
* ¿Cómo lo hiciste?
* Esos demonios creían que los magos ya se habían extinguido.
* ¿Creí que no harías más magia?
* Las cosas han cambiado
* ¿Cómo?
* Toque un talismán
* ¿El que llevas en esa bolsita?
* ¿Lo notaste?, bien pues no, este es otro tipo de talismán, mucho menos poderoso, aunque proviene del mismo lugar.
* Del dragón
* Exacto. El dragón aguja, era un dragón muy poderoso, sobre todo al final.
* Los hombres del reino le vencieron, eso es lo que se dice.
* Por supuesto que lo vencieron, sino, la luz de Barum nunca hubiera regresado, pero lo vencieron por la culpa de Deron.
* ¿Cómo lo sabes?
– No estoy seguro, pero sospecho que el dragón aguja hizo un trato con Deron, si él ayudaba a destruir el reino de Armesis, el más grande y poderoso de la tierra del oeste, Deron le daría en cambio la protección de los demonios de las sombras.
* Las alas de mal.
Si las moltabias. El problema fue que Deron no pensaba morir tan pronto a manos de los Armesitas, Caliar lo protegía, pero al morir las sombras tomaron su pago y se llevaron el cuerpo y el alma de Deron, eso fue la perdición del Dragón Aguja,
* Pero las sombras estaban en el foso
* Si, más solo eran tres.
* No, eran dos.
* Eran tres, pero una fue destruida.
* Creí que no podían ser destruidas.
* Ya te dije que no tenían guardia, y eso fue mi salvación.
* ¿Cuantas sombras son?
* Nadie lo sabe, pero pueden ser más de cien, o quizá solo sean quince.
* ¿Tú cuantas crees que sean?
* He leído que su número haciende a treinta y nueve.
* Treinta y ocho.
* Con un poco de suerte.
* ¿Pagaban su deuda, aún cuando Deron estaba muerto, al igual que el dragón?
* Deron pago su deuda después de muerto.
* Ya veo.
* Bien, las sombras se llevaron el objeto que vinimos a buscar.
* ¿Por eso las seguimos?
* Sí.
* Tengo otra pregunta.
* Dime
* Antes de que las sombras aparecieran, una nube azul me cubrió de pies a cabeza, ¿sabes algo de eso?
* Mjm, yo la envié, para volverte invisible a sus sentidos, cualquiera que sean.
* ¿Ya veo?, gracias.
* Era mi responsabilidad, ahora cenemos y descansemos un rato, mañana será un día arduo, ya contestaré después tus dudas.
– De acuerdo.
El camino a la frontera del reino fue largo y penoso. Al llegar a la aldea de Fermut sus caballos no podían continuar con esa carrera, pues el camino estaba anegado, a lo lejos parecía más un río que un camino; decidieron descansar un poco en Fermut, a unas seis jornadas de la frontera y del Paso de la montaña. La única casa de huéspedes del lugar estaba vacía, su taberna atendía a tan solo tres parroquianos, que los miraron entrar como analizando sus intenciones.
* Extraña noche para viajar – dijo uno de los parroquianos.
* Extraña y solo eso – respondió Fure.
* También peligrosa – dijo el segundo parroquiano.
Entonces Fure notó que los aldeanos eran extrañamente distintos a los que él conocía, sus ropas eran más claras de lo acostumbrado, sus cinturones tenían más color y sus capas parecían también diferentes, como si estuvieran hechas para protegerse más de la lluvia que del frío.
* ¿A qué se refiere?
* Los caminos están anegados.
* ¿Cómo es que lo saben?
* Venimos de Arat
* ¡¿Del otro lado de las montañas?!
* Salimos hace veinte días en una mañana soleada.
* Ya veo.
* Y llegamos hace unos momentos, mi nombre es Fascim, y el de mis compañeros Argom y Lusma.
* Yo soy Fure y el es Fa, vamos hacia el oeste.
* No podrán ir por el paso de la montaña
* Es el camino más corto, y no podemos perder tiempo.
* Los caballos no subirán.
* Gracias, pero ir hacia el sur supondría treinta días más como mínimo, y no podemos darnos ese lujo.
* En ese caso será mejor que se preparen, en Arat podrán conseguir nuevas cabalgaduras.
* Gracias, nuevamente.
* Buenas noches.
* Buenas noches.
La noche pasó, pero la tormenta en cambio, arreció. Salieron al alba, y como habían dicho los viajeros del oeste el camino estaba anegado, el riachuelo de la montaña se había convertido en un verdadero río, y eso los retrasó mucho más de lo que habían esperado, los caballos apenas pudieron pasar, pero perdieron varias cosas en el transcurso. El peligro real fue cuando llegaron al Paso, los caballos no podían pasar y tuvieron que apearse, para llegar al puente de cuerdas, parecía estar a punto de romperse, utilizaron una de las cuerdas para asegurarlo, pero la madera estaba demasiado resbaladiza, el mago casi cae al precipicio, salvándose por un verdadero golpe de suerte, su capa se atoró un trozo de madera destrozada. Del otro lado, sin caballos, con la capa rasgada, continuaron el camino, la lluvia crecía en fuerza, y se tornaba en una tormenta como nadie había visto nunca. Si llegaban a caer, no sabían si podrían detenerse, y casi era una muerte segura, los pasos se hicieron cada vez más lentos, pero detenerse en aquellas circunstancias, era tentar al destino. Al llegar el anochecer, las nubes estaban tan cerradas que no se podía ver absolutamente nada, el mago para salvarlos volvió a trabajar, se aferró a una rama mientas el agua corría bajo sus pies, en cualquier momento el deslave se precipitaría, y sin duda quedarían sepultados, si no podían ver el seguir adelante era imposible, así que avanzó solo un poco más casi a ciegas, Fure se había detenido, pero siguió lo mejor que pudo al mago sin embargo se quedaba rezagado a cada momento, a Fure le pareció que el mago buscaba algo. Por fin le dio alcance, el mago estaba exhausto pero sostenía con firmeza una rama como tratado de arrancarla.
* ¡Espera, la cortaré con la espada!
* ¡En la base!
* ¡Está bien!
El golpe fue certero, y el mago la sostuvo con ambas manos, y pronunció unas palabras, que la lluvia ocultó a los oídos de Fure.
El extremo de la rama se encendió, el fuego mágico los guiaba, y ahora podían encontrar un camino, la esperanza renació en sus corazones, con renovadas fuerzas siguieron adelante, debían bajar de la montaña, el tiempo apremiaba.
Después de mucho caminar, con solo la luz de la antorcha, llegaron a la boca de una pequeña cueva, la cueva estaba ocupada, pero las pequeñas bestias no hicieron nada contra ellos, quizás por la antorcha, o tal vez, por el cansancio y miedo que la tormenta les provocaba. El temido deslave se sucedió, pero el refugio les proporcionó una oportunidad, la tormenta no menguaba, sin embargo, tenían que continuar, arriesgándose, antes del amanecer partieron nuevamente, la antorcha seguía encendida.
El amanecer llegó, pero no proporcionó la claridad acostumbrada, las nubes lo cubrían casi todo, pero la antorcha ya no era necesaria. Un poco antes del atardecer, llegaron a la aldea Arat, los lugareños estaban refugiados en sus casas, así que tuvieron que buscar con paciencia, y a pesar de su cansancio, un lugar donde conseguir refugio y monturas. Descansaron toda la noche.
Pensaban era imposible que hubiera tanta agua en los cielos, pero la tormenta continuaba al tercer día, eran muy pocos los momentos en que parecía amainar, más solo era para arremeter con mayor fuerza; fue en ese amanecer que comenzaron a caer los rayos con una regularidad inusitada, el mago empezó a sospechar que los relámpagos los seguían, pues había notado la noche anterior que los habían dejado atrás, en la montaña, y ahora estaban aquí, rodeándolos, así se lo dijo a Fure antes de partir.
* Los rayos nos siguen
* La tormenta está en todo el cielo, puede ser casualidad.
* Quizá, pero no estoy muy convencido de ello. Recuerda que aparecieron cuando encendí la antorcha.
* La antorcha, es cierto. ¿porqué tardaste tanto en encenderla?
* La madera
* Era un árbol como cualquier otro. Un sauce.
* No sólo un sauce, era uno joven, no más de dos hombres de altura.
* ¿Y eso buscabas, cuando te adelantaste?
* Sí.
* Creo que algo como eso sospeché.
* Bien, en marcha.
* ¿Hacia adonde iremos?
* Hacia el mar, ¿podrás guiarnos?
* Sí. En todo caso sospecho que tú si podrás.
* Mejor no averiguarlo, no quisiera utilizar más la magia.
* ¿Cuál es el problema?
* Los rayos en medio de la tormenta - Con esta frase partieron, en medio de una tormenta inverosímil, amenazante.
LAS BRUJAS
El mar estaba enfurecido, en el horizonte solo se distinguían las negras nubes de la tormenta, las olas rompían con una fuerza increíble, y a cada momento la sensación de peligro acechaba, como acechan las fieras en la noche, listas a atacar a su indefensa presa.
El mago podía sentir que el poder del talismán menguaba, su contacto con él fue efímero, y sin embargo suficiente para animarlo a continuar su búsqueda, ahora estaban en el borde de la tierra y pronto sus sospechas serían aclaradas.
Por dos días cabalgaron a la orilla del mar embravecido, el rastro se perdía pues la fuerza del talismán menguaba, conforme pasaba el tiempo; dos días en los que las nubes cubrían los cielos, y Barum asomaba solo en escasas ocasiones como el ladrón ocultándose de la justicia. Por la mañana del tercer día el mago detuvo las monturas y señaló una pequeña luz que parecía pertenecer a una morada.
* Cuidado – fue su única palabra y señaló después la espada de Fure.
Se acercaron lentamente, el refugió se fue haciendo evidente a través de la lluvia, era alto y poco común, con grandes ventanales a ambos lados de un pórtico de hierro fuerte, con formas de hojas y flores exóticas de otro metal como adorno, de paredes grises y gastadas, tejado rojo y de muchas caídas, la lluvia incesante caía a borbotones por varios sitios alrededor de la casona, las ventanas las cubrían gruesas cortinas negras a excepción de una por la que asomaba una luz de hoguera, la que había visto el mago a una gran distancia, después del pórtico había un rellano vacío y oscuro, de forma circular que extrañamente velaba el sonido de la lluvia, como si se lo embullara en las fauces de una bestia gigantesca, al fondo se encontraba una puerta de madera, oscura como el ébano, con adornos también de flores de una madera distinta, sin embargo el conjunto de flores formaban una silueta incomprensible, como de un animal o varios unidos.
Nada más tocar la aldaba el sonido hizo que el mago supiera que habría problemas, un sonido inquietante como la voz de una fiera agonizando, pero antes de poder retirarse la imagen de una forma femenina asomó por la puerta interior de la mansión, y las luces de un hogar cálido y acogedor sobrepasaron su preocupación.
* Buenas tardes – saludó
* Buenas tardes buen hombre – respondió la dama en un tono educado y deferente.
* Noble dama, somos viajeros que la tormenta a atrapado, si nos permitiera secarnos, tan solo unos momento frente al fuego aligerarían nuestra pena.
* No es este un mesón, el pueblo queda cerca ya, siga adelante caballero.
Fure miró al mago y entendió por su rostro que no iba a insistir, más él estaba harto de la lluvia y la mujer tenía una voz encantadora y su forma no era desagradable tampoco, de ninguna manera el mago iba a arruinar el primer momento agradable en días, así que se adelantó a decir:
* Fa, no eres cortés, estamos seguros de que en el poblado encontraremos albergue, y agradecemos su gentileza, sin embargo estamos dispuestos a agradecer monetariamente la hospitalidad que puedan brindarnos durante tan solo unos momentos.
La mujer pareció sorprenderse al escuchar las primeras palabras de Fure, pero se repuso rápidamente, antes de que terminara de hablar miró hacia adentro como consultando a alguien, e inmediatamente después abrió por completo la puerta, salió al rellano y quitó los candados del portón de hierro. Cuando salía Fure hizo un guiño al mago y después observó atentamente a la mujer, que era de una belleza extrema, vestía ropas sueltas y transparentes, despedía un aroma de flores, sus labios carnosos estaban pintados de carmesí, el pelo era rojo como el fuego, la piel blanca como la nieve y su caminar suave y elegante, no era amor sino pasión lo que despertaba aquella belleza, deseos carnales puros y desbocados.
Al entrar contemplaron una imagen de historias fascinantes, los muros, todos estaban decorados con pinturas de paisajes exuberantes, la luz de las lámparas deslumbraba como si fuese de día dentro de la habitación y de noche fuera de la casa, parecía ser que la casa entera fuera aquella habitación, sin embargo había grandes puertas en cada pared pero sin adornos, semiocultas por grandes cortinas floreadas, al parecer eran de la misma clase de cortinas que por fuera se veían negras. Otras dos mujeres igualmente hermosas, y vestidas ligeramente, saludaron a los recién llagados, y acercaron fuentes de manjares a los viajeros que sentaron en almohadillas esparcidas junto al hogar.
Las hermosas mujeres poco hablaron pero sirvieron vino y se sentaron junto a los mojados hombres a los que desvestían despacio, al ritmo de una música que provenía de alguna otra habitación, la música era lenta y rítmica de cuerdas y percusión, secaron y mudaron a los hombres que se iban sumergiendo en la atmósfera como en un sueño lúdico–erótico, las señoras miraban sin cesar al mago que a diferencia de Fure recelaba aún de las mujeres. Al fin Fure intentó iniciar una plática.
* Decidme, bellas damas si no cometo una falta al preguntar ¿cómo es que tienen tan bello puerto de calma y felicidad.
* No cometes una falta sino que es tu buen tino el que nos da la oportunidad de explicarnos antes de... – dijo una de las señoras que se encontraban junto al mago, más la mujer que los había dejado entrar la interrumpió diciendo.
* Presentarnos formalmente, en efecto esta casa es hermosa, pero no todo lo que ve el ojo es real, y para demostrarlo mira otra vez esa pared – hizo una pausa para que los invitados voltearan hacia la pared norte de la habitación – los higos que muestra parecen estar maduros y sin embargo al examinarla detenidamente la planta que los da tiene sus raíces podridas, y tan solo una mordida de un fruto de dicha planta causaría la muerte, es la higuera de Difa la perdición de los glotones, o hambrientos que llegan a la isla perfecta.
* ¡Lo sabía! – dijo el mago levantándose rápidamente, pero perdió el equilibrio por un repentino mareo, que era muy fácil de explicar después de deducir quienes eran sus anfitriones.
* Ya no puedes hacer nada Asceta – dijo la tercer mujer que tenía el pelo negro como la noche.
* ¿Que pasa aquí? – se atrevió a preguntar Fure que retiró su mano de la pierna de la mujer que se encontraba a su lado
* Son las mujeres de Difa – dijo el mago intentando incorporarse nuevamente, solo que esta vez con más calma.
* ¡Brujas! – dijo Fure tratando de sobreponerse a su propio asombro. La verdad es que no parecían aquellos monstruos de los que no sólo los niños se asustaban al oír sus historias. Pero pronto su asombro se convirtió en temor. Las mujeres se acercaron hasta tomarse de las manos y comenzaron a pronunciar palabras extrañas que nunca habían oído Fa y Fure.
* Hass esaan usttu amliio orkka a ess pijbbe, hass esaan usttu , hass esaan usttu – y los vestidos transparentes se pegaron a sus cuerpos cambiando de color y de textura la primer bruja pronunció entonces dos palabras más – Ectta obiruus – y sus ropas verdes terminaron por envolverla en una piel de escamas brillantes a la luz de la hoguera que iba aumentando de tamaño mientras las transformaciones se llevaban a cabo.
* ¡Vámonos! – gritó el mago mientras tambaleándose se acercaba a la puerta, Fure trató de seguirlo pero sus piernas se negaban a obedecerle.
* ¡No puedo levantarme! – gritó mirando con horror las metamorfosis de las brujas.
* Malnihjtassi elbbo – dijo la segunda, los vestidos se llenaron de plumas, y sus brazos se convirtieron en alas.
* Emmu cosryanny – y la tercer bruja se convertía en un lobo gigante
* Nos han envenenado – dijo el mago tratando de alcanzar la puerta que parecía alejarse más a cada paso que daba.
La serpiente se interpuso entre la puerta y el mago, la arpía atacó a Fure que se trataba de defender con su espada pero sin las piernas no duraría mucho, y el lobo se preparaba para saltar. Las luces se disminuyeron su intensidad, la habitación se oscureció mientras que la música había perdido sus cuerdas pero el ritmo de los tambores se acentuaba, un extraño olor lleno la atmósfera, el olor de las fieras enardecidas por la batalla. El mago notó todos estos cambios que aparecían simultáneamente, ya no le importó el dolor pues solo la magia podría salvarles.
* Camusti elvao... cae y mata – fueron sus palabras, entonces varias cosas se sucedieron, el brazo izquierdo del mago se encendió, la ropa que usaba cayó junto a él como rechazada por el fuego, la luz cobró nueva intensidad, el sonido de los tambores dominó el ambiente un instante hasta que una lámpara del techo se desprendió como escupida por el mismo y cayó sobre el lobo que ya saltaba hacia el mago, la arpía se hizo a un lado tratando de esquivar los cristales que habían estallado al caer, el mago miró la ropa tendida en el suelo de mármol pero antes de poder hablar de nuevo la serpiente aprovechó su descuido y le lanzó un coletazo mandándolo varios cuerpos hacia atrás por los aires.
* Cuidado – gritaba Fure demasiado tarde y al ver que la serpiente atacaba nuevamente, lanzó su espada sobre ella con todas sus fuerzas sin importarle que ya la arpía volvía sobre él.
* Corba sin–nis ewbo llaghie – dijo el mago desnudo golpeando el suelo con su mano derecha, pero nada sucedió, la espada lanzada por Fure dio en el blanco, la cabeza de la serpiente quedó clavada en la pared detrás del mago, pero la arpía clavó sus garras en la pierna de Fure y con su pico estaba por atacar al corazón.
* Corba sin–nis ewbo matcum – pronunció el mago intentando otro hechizo escupiendo hacia el ave maligna.
La curación duró toda la noche, el mago había visto las demás habitaciones, nada parecía extraño; una cocina muy grande con todos los utensilios comunes y una despensa bien surtida, cualquier cantidad de especias, plantas medicinales, jamones, frutas, vinos, además de algunas cosas que no podía identificar; tres recámaras con camas gigantescas, con muchos cortinajes de telas finas del este; y un salón donde se encontraban muchos instrumentos musicales de muy diversas clases, en su mayoría de percusión; el estilo de la construcción no parecía de ninguna clase que él hubiera conocido; sin embargo las dimensiones interiores no coincidían con las exteriores, la casona desde afuera no parecía tan grande.
El mago no quiso tomar nada de los tesoros que guardaba la casa, pero algo lo impulsó a tomar el pequeño flautín dorado, del salón, la preciosa armadura de escamas y una pequeña faltriquera de una de las habitaciones, por contener magia, magia que no pertenecía a aquel lugar, también tomo algunas hierbas que eran muy difíciles de conseguir, comprobó su calidad y pureza, y lleno su saco medicinal.
Antes de salir de allí el mago descubrió algo más, detrás de una de las cortinas que cubrían las paredes de los pasillos que llevaban a las habitaciones había marcas de humo, una espacie de hollín marcaba la forma de una puerta, pero el mago no encontró modo de abrirla, seguramente el truco solo lo habían conocido las brujas. Lo que hubiera detrás de la puerta oculta debía estar en el centro de la casa, así lo dedujo el mago por la colocación de las habitaciones.
Fa el mago, estaba tentado a cuidar a Fure hasta su recuperación, pero en la mansión respiraba un extraño olor por la noche, extraños sonidos se oían por toda la casa, y las velas y antorchas se negaban a encenderse, solo la hoguera proporcionaba luz y un poco de calor, cuando al finalizar el segundo día en la casa de las brujas Fure recobró el conocimiento, Fa supo que se salvaría así que subió con mucho cuidado a Fure advirtiéndole que no debían pasar más tiempo ahí, la casa por sí sola era peligrosa, más tarde podrían platicar, ahora era necesario llegar a la ciudad, pueblo o aldea más cercana. El camino no era muy largo pero les llevó el resto del día llegar allí, Akamis era el nombre que los aldeanos deban al pueblo, unas cien familias que vivían de la pesca y que ahora no podían salir empezaban a pensar que el hambre acabaría con la gente que no se fuera, pues la lluvia no había parado y las naves que se habían atrevido a desafiarla no regresaron.
Fue muy difícil convencer a los pobladores que cuidaran a Fure hasta su regreso mas el mago sabía que unos cuantos días aliviarían al joven y le dejó dinero para que no tuviera problemas con ellos, más tarde podría partir a Coramur el puerto del desierto, que se encontraba justo en el límite de Armesis, allí el mago trataría de embarcarse si Fure lo alcanzaba partirían juntos, si no, estaría libre de volver a Da–ilmar.
Fue aún más difícil encontrar una embarcación dispuesta a partir en medio de la lluvia que amenazaba con convertirse en tormenta, pero afortunadamente los rayos habían cesado. El mago por supuesto ocultó el lugar de su destino, pues sabía que era virtualmente imposible que alguien aceptara ir camino de Difa, pero el rumbo que pidió era muy alejado. Los marineros no sospecharon pues el rumbo era distinto, pero el mago sabía que una vez mar adentro la tormenta los empujaría al sudoeste, no esperaba que Fure pudiera llegar antes de zarpar, sin duda el castigo que recibió lo mantendría en cama tres o cuatro días más.
Más de dos ciclos de su astro nocturno, Baris, habían pasado desde que partiera en busca de las hadas, la luz de su astro rey, Barum, decrecía conforme las nubes de la tormenta se adentraban en la tierra desde el desierto sin montañas se intuía claramente que todo Ar–mes se la estaba pasando muy mal.
Las órdenes del capitán fueron claras, la partida se pospondría un día más y si la tormenta no amainaba al amanecer no podrían zarpar, el barco no pasaría tan cerca del Arrecife de Oga con esos vientos.
* Capitán, entonces rodeémosle – propuso ingenuamente el mago, utilizando toda su concentración para tratar de influenciar al capitán, una vez en el mar no importaría mucho el arrepentimiento.
* Quizá tenga razón, bien por la tarde veremos el cielo, venga usted aquí después de comer – dijo el hombretón, Yigmol se llamaba y una espesa barba negra le cubría la cara, los ojos eran pequeños y obscuros, sus marineros decían que por eso podía ver tan claramente por las noches.
* No, será mejor que espere en el barco, por si tenemos la oportunidad de partir en algún momento – susurró el mago, mirando al mismo tiempo intensamente al capitán.
* ¡No! será mejor que espere aquí abordo, si tenemos la oportunidad partiremos de inmediato.
* ¡Oh lo que usted diga capitán! – dijo el mago sentándose a descansar, poco tiempo después se quedo dormido.
* ¡Señor, señor, despierte! – lo empujaba un mozalbete.
* ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Zarpamos ya?
* No señor, le buscan en el muelle.
* ¿Cómo?, ¿Quién?
* Fure es su nombre y dice que viajará con usted, el capitán quiere saber si pagará por él.
* Dile al capitán que sí, que suba al chico aquí.
* Bien – dijo el muchacho saliendo del camarote improvisado en que se alojaba el mago
Fure se encontraba bien, no parecía haber sido herido tan gravemente, las cicatrices aún estaban rojas, pero resistirían el viaje. El mago empezó de inmediato otro tratamiento para acelerar la curación.
* No hay mucho que contar muchacho – contestaba el mago
* Pero yo quiero saber que pasó, no puedo recordar nada después de que lancé mi espada, vemos dijiste que mas tarde hablaríamos, y no creo que haya otra oportunidad mejor, quizá de esta no salgamos.
* ¿A que te refieres? – preguntó intranquilo el mago
* A que creo saber a donde vamos.
* A Volmar a buscar los peces de su Bahía – contestó el mago, mirando hacia la puerta fijamente, Fure se levanto y observó por fuera nadie los escuchaba, cerró de nuevo la puerta y susurró
* Peces azules.
* Calla – contestó el mago en el mismo tono, después agregó– sigues siendo imprudente.
* ¿No atiné, acaso?
* Pareces más adivino que yo.
* Con el disfraz que llevas puesto, por supuesto – le sonrió Fure pues el mago parecía un comerciante de los puertos, con ropas demasiado sueltas y llamativas para el gusto de cualquier mortal, se había colocado un ridículo sombrero que parecía estar hecho de telas de dos o tres colores que no había visto nunca antes de su llegada al oeste, después de unos instantes de espera la risa del mago no apareció, sino una especie de mohín, entonces Fure agregó – además yo no sé por que el rey te confundió, un curandero es como cualquier otro y nunca vestiste como un adivino.
* Prefiere ver a un adivino que a un mago, quiere creer que la magia ya no existe, les pasa a muchos, tu mismo no lo creías firmemente, a pesar de las historias de tu padre.
* Si, ya veo – contestó Fure.
* Hablando de nuestro destino, creo que el llegar no será el problema.
* Salir con vida, si que lo será.
* Sin duda.
* Pero Fa no me has contado de la casona.
* Muchacho busca en mi alforja, tengo algo que quiero mostrarte, ya que tanto interés tienes.
* ¿Que es esto? – dijo Fure mientras sacaba una cota de piel dura y curtida.
* Es una armadura de dragón.
* ¿De dónde la... ¡ah, ya entiendo!
* La arreglaron aquí mientras buscaba el barco, pero no es eso lo que quería mostrarte – Fure la miraba fascinado, flexible y al mismo tiempo resistente como el mejor escudo, la tocaba cariñosamente, nunca había tenido una cota, ha decir verdad nunca la había necesitado, pero los tiempos cambian, su pierna y el brazo izquierdo eran la prueba, cualquiera de esas heridas en otra zona de su cuerpo podrían haber sido mortales, aunque no podía decir que la armadura fuese perfecta pues una lámina de hierro sustituía a una escama que al parecer se perdió, o rompió – anda pruébatela – dijo el mago interrumpiéndose.
Fure miró un instante al mago y sonrió mientras se quitaba frazada y camisola, se ciño firmemente la cota con la ayuda del mago.
* Perfecto – señaló Fa
* Perfecta – afirmó Fure
* Busca debajo de la capa en la alforja anda.
* Una flauta dorada – dijo Fure al sacar la capa y mirar el fondo de la bolsa.
* De oro – corrigió el mago – pero junto a esa insignificancia, hay una pequeña bolsa – agregó después de ver la expresión de Fure al admirar la belleza del instrumento musical.
* No parece gran cosa – insinuó divertido Fure, pues sabía que el mago no llamaría insignificancia al flautín de oro, si no fuera por que el contenido de la faltriquera fuese muy superior.
* Sácala y ábrela – verás unas pequeñas piedras oscuras, ¿sabes lo que son?
* Piedras negras, no parecen muy interesantes – dijo Fure un poco decepcionado a la vez que intrigado.
* Lo son, vaya que lo son – le contestó el mago que se sentía muy orgulloso de su hallazgo.
* Pero ¿qué es lo que son?
* Son las Ean–virtiel
* ¿Y que se supone que quiere decir eso?
* Son las piedras del poder perdidas.
* ¿Son mágicas?
* No exactamente, verás, tienen el poder de Tsaro, que las entregó a nosotros en el principio de los tiempos.
* Si, ¿pero que hacen?
* En realidad nadie lo sabe con exactitud, pero la descripción es correcta, no se como es que las brujas las obtuvieron, pero estoy seguro que no fue de forma honorable.
* Creo que tú tampoco fuiste muy meticuloso – induciendo que el mago las había hurtado de la casa de las brujas.
* ¡Esas piedras pertenecen a los magos por derecho!
* Bueno, bueno – respondió Fure en tono conciliador – pero explícame, si no sabes que hacen ¿para qué pueden servir?
* Dije que nadie lo sabe, más no que nadie lo pueda averiguar – dijo el mago, sin embargo tuvo la sensación de que su tono no era lo bastante convincente, aún para él.
* ¿Cómo podríamos averiguarlo?
* Con un poco de suerte – ahora definitivamente no estaba seguro.
* Está bien. Pero no me has contado que fue lo que pasó.
* De acuerdo muchacho, guarda de nuevo las piedras. Pasó de esta forma – el mago se acostó tratando de colocarse en la posición más cómoda para contar una historia que ya no quería recordar – cuando entramos no podíamos saber que eran unas brujas, pero algo en la casa me parecía sospechoso.
* Todas esas pinturas al principio me desconcertaron – interrumpió Fure.
* Bueno, en realidad fue la luz tan intensa, y cuando la música comenzó a tocar sabía que no era natural.
* ¡Magia!
* No, en realidad no, la brujería no es una magia real, es una burda imitación de la magia y no es tan poderosa tampoco, nunca pude sentir magia en ese lugar.
* Pero, ¿y las transformaciones?
* Brujería, pero déjame continuar, – Fa hizo una pausa, tratando de retomar el hilo de la historia, y después continuó – la comida era excelente y el vino exquisito, pero cuando el mareo se convirtió en dolor supe que había veneno en ellos, traté de advertirte pero necesité un esfuerzo muy grande y tardé mucho tiempo en actuar, cuando al fin pude recobrar el dominio de mi mismo el peligro era inminente, así que no me quedó más remedio que utilizar la magia, así comenzó la lucha, cuando arrojaste tu espada la arpía ya estaba sobre ti.
* Pero ¿porqué no pasó nada con tu segundo hechizo?
* No pudo pasar, faltaba un cayado.
* No sabía que tuvieras un bastón.
* No lo tengo. Pero existen algunos hechizos que necesitan canalizar a través de madera de PaloRosa de un bosque mágico.
* ¿Bosque mágico? – preguntó Fure, cada vez más sorprendido.
* Oh, existen algunos, pero son muy difíciles de encontrar, hay incluso Bosques dentro de otros bosques, bueno en realidad no sé si alguno haya sobrevivido a la guerra de la magia – el mago hizo una pausa preocupado, pero una idea se le vino a la cabeza, un cayado, más adelante si regresaba a aquellas tierras buscaría un trozo de aquella madera, su mente regresó lentamente a la conversación –. Ya está bien no interrumpas más muchacho, veamos en que iba... ¡ah sí! tres horribles heridas te provocó la arpía, pero afortunadamente logré herirle antes de que devorara tu corazón, herida y con la muerte de sus compañeras ya no pudo controlar su transformación y pude acabar con ella, no te voy a decir que aspecto tomaron entonces los cuerpos de esas bestias, por que ni yo mismo quiero recordarlo, pero si te voy a decir que el olor que despidieron fue nauseabundo, hecho que me ayudó puesto que devolví de inmediato todo lo que había entrado por mi cuerpo, me puse una capa y salí por mi alforja, para tratar de preparar una infusión a tiempo, el tiempo que gané con la medicina fue suficiente, pues en su cocina tenían el antídoto, que no tardé demasiado en descubrir, sin embargo tus heridas eran demasiado profundas para pensar en moverte, esperé el tiempo suficiente para que algo de magia y los sueros te restablecieran lo suficiente para que no fuera peligroso transportarte, en el transcurso visité la casa pero solo estas cosas me atreví a sustraer; el flautín tiene una extraña magia, la única verdadera magia que había en aquel lugar del mal, puede dormir a cualquiera que escuche su música,la armadura y las Ean–virtiel. Pero el mal sigue habitando en la mansión, si algún día te encuentras perdido cerca de allí no arriesgues tu vida entrando a ella.
* Buen consejo, ten la seguridad de que no lo haría aunque fuese el último refugio, pero dime cómo encontraste las piedras.
* Fue en realidad una casuali...
En ese momento unos golpes en la puerta interrumpieron al mago.
* ¡Zarpamos señores!
Las palabras fueron como activar un resorte en el mago se levantó haciendo una seña a Fure para que permaneciera en el camarote, y saliendo de allí se dirigió a cubierta.
Las olas crecían, aunque la tormenta había amainado después de largo tiempo de azotar a la embarcación, el viento no cejaba de llevar al barco hacia el sudoeste, el rodear los arrecifes para el capitán había sido la peor decisión de su vida en el mar, el mercader era su condena y a cada momento su odio crecía. El mercader fue llamado nuevamente a cubierta, la tercera vez durante el corto viaje, pero esta vez no era una opinión lo que quería, sino echarlo por la borda junto con su compañero, quizá los dioses perdonarían así su osadía.
El fin estaba próximo y nada se podía hacer, sin duda el pequeño bote no resistiría la tormenta, pero el mago tenía más suerte que la que Fure pensaba pues el barco del que fueron arrojados, nunca llegó a puerto. Utilizó una vez más su magia aunque el fuego que surgió de ambos brazos sintió que le consumía, sin embargo parecía no quemar nada en realidad. La barcaza terminó por volcarse antes de vislumbrar la isla de Difa.
La sensación de desesperanza sobrecogió al mago cuando perdió de vista el cuerpo de Fure, dos fuertes golpes lo habían derrumbado cuando se resistió a que los colocaran en aquel bote, el mago presintió que luchar contra los hombres del barco era innecesario y solo resultaría en la muerte de todos más tarde o más temprano, el mar estaba enfurecido y la magia no fue suficiente esta vez, aún cuando Fure pudo flotar por unos momentos después de una corta lucha se hundió para una muerte segura, el mar los había vencido y el talismán no sería recuperado. Recordó su pesadilla cuando intentaba alcanzar los maderos del destrozado bote que salieron a flote, el mar embravecido lo envolvió, sintió como todo su esfuerzo no era nada contra la furia del mar, cuando era atraído inexorablemente hacia el fondo perdió la noción de la realidad, vio como unos extraños hombres, peces o monstruos luchaban por sus cuerpos, el mar podía ser terrible y cruel pensó el mago, como además de arrebatarle todo, antes de tomar su vida también le quitaba la razón, sintió que su vida era un fracaso la magia de su raza era un castigo y su perdición, lo único que podría recordar con valor en su vida eran sus dos encuentros con las hadas, las hadas que al final le habían traicionado, pues le mandaron a la muerte. Entonces oyó por primera vez la voz de los dioses, un dios le habló él supo que era Railuhar por que su voz era como el murmullo de los bosques en los días de viento.
* Fae – le dijo una voz dentro de su cabeza – aún no ha terminado tu misión, las brujas son maldad y engaño, son poderosas, cuídate del Templo de los peces azules no entres allí.
El silencio lo envolvió todo, la determinación de continuar fue lo último que llenaba su espíritu antes de perder el conocimiento.
Abrió los ojos, la arena le escocía todo el cuerpo, las nubes cubrían por completo el cielo pero Fa sabía que era de noche, trató de levantarse pero una debilidad inesperada le obligó a tenderse nuevamente, oyó entonces unos espasmos en punto cercano que no pudo identificar, trató de dominar su cuerpo de nuevo y giró su cabeza buscando la fuente de aquel sonoro hecho de que estaba con vida y que además no estaba solo.
* ¡Por todo los magos de Da–ilmar!, muchacho estás con vida– la alegría le devolvió las fuerzas a Fa y se arrastró hasta el lugar donde Fure arrojaba agua salada por la boca, en medio de convulsiones que no dejaban duda, estaba vivo y podía mantenerse en cuatro puntos para escupir el agua.
* Fa eres un gran mago, lo juro por las botas de mi padre – dijo Fure lentamente en medio de las convulsiones que le daban la sensación de que sacaría por completo su estómago en cualquier momento, no estaba preparado para escuchar lo que el mago iba a decir a continuación.
* No he sido yo – espetó el mago, las convulsiones de Fure se detuvieron de inmediato, sus ojos se abrieron mostrando duda, diversión, incredulidad, sorpresa, curiosidad y miedo, sucesivamente.
* ¿Dónde estaremos? – preguntó al mago, pero este evitó su mirada - ¿Cómo es que...
* No importa, si lo averiguo te lo haré saber – dijo Fa el mago levantándose, esperó un momento para orientarse, Barum estaba cerca del horizonte, era el atardecer estaba seguro, pero las nubes lo cubrían todo, los vientos venían del mar, era casi imposible orientarse en esas circunstancias, pero algo llamó su atención en la cima que se levantaba tierra adentro.
Una extraña cúpula se erguía entre la jungla, blanca como la nieve, ribeteada con colores dorados. No podía saber que era aquello pero tuvo un mal presentimiento. Más pronto se borró, mucho más cerca, a unos cuantos pasos estaba su alforja, las piedras no se habían perdido para siempre, busco otro amuleto y también allí estaba, envuelto en una pequeña bolsa negra, era una gran esfera cristalizada por algún procedimiento alquimista, aunque había perdido el rojo intenso original, aún conservaba parte del color que había pertenecido al ojo de Fomlyr–quo el Dragón aguja. Lo tomó entre sus manos y pronunció tres palabras en voz baja, el fuego surgió nuevamente de sus brazos sin quemar la ropa, el dolor le hizo postrarse, y soltar el amuleto, Fure que ya se disponía a ayudarle se detuvo repentinamente al ver que la esfera brillaba intensamente, y se hacía más pequeña hasta alcanzar el diámetro de una uña, el mago se levantó trabajosamente llamó con una seña a Fure que cada día aprendía más a entender las señas que el mago acostumbraba hacer. Fure se acercó vigilando siempre la joya, pues el creía que eso era, Pero el mago lo sacó de su error, se quito un collar que le colgaba del cuello y en una cápsula que aparentaba ser un medallón mellado, encerró el amuleto indicándole con señas que era el ojo del dragón. Fure no dijo nada pero era evidente su sorpresa cuando el mago tendió el brazo dándole el collar.
* Pero Fa – protestó Fure sin mucha convicción.
* No es un regalo, te explicaré en el camino, andando – y dicho esto se encaminó hacia los matorrales que crecían cerca de la playa, con Fure siguiendo sus pasos.
* Te irás siguiendo la costa hasta encontrar alguna embarcación pequeña – le decía el mago, la protesta de Fure interrumpió bruscamente sus palabras.
* Yo no volveré a un barco jamás.
* Oh, si que lo harás muchacho, y cuando confirme mis sospechas querrás subirte más rápido que un halcón en picada.
* Quieres decir que... – empezó a conjeturar Fure pero viendo que el mago asentía supo que era posible que hubieran llegado a Difa la Isla de los peces azules, destino de los náufragos del mar de Oga y hogar de las brujas, no quería creerlo pero el mago añadió.
* Difa.
Hubo silencio un largo trecho, el mago sopesaba los sentimientos de Fure y cuando vio que dominaba el deseo de ajustar cuentas era lo suficientemente fuerte, volvió ha hablar.
* Cuando la encuentres pensarás un plan para apoderarte de ella, no te dejes ver, no sé hasta que punto nos conocen, cuando estabamos en aquel lugar me llamaron asceta como si ese fuera mi nombre, no quiero que corras riesgos innecesarios, si puedes apoderarte del barco en completo silencio adelante, sino espérame, lo intentaremos juntos, prepara entonces algún plan, yo te encontraré por medio del medallón, cuando lo haga me devolverás ¿si?
* Claro.
* Perfecto, es tiempo de separarnos, que Tsaro guíe tus pasos– dijo el mago caminando deprisa y perdiéndose entre la maleza.
* Suerte – se despidió Fure.
El camino en realidad no existía por ningún lado pero la dirección era la correcta. Extraños animales de los que nunca había oído hablar aparecían por todas partes, bestias oscuras, aves, roedores y serpientes que en la mayor parte de los casos se confundían con el paisaje, excepto al moverse, hacía calor en aquel lugar, a pesar de la lluvia que apenas atravesaba por entre las copas de los árboles, y mientras más se acercaba a la cúpula más caliente estaba el ambiente. De pronto el follaje abruptamente se interrumpía, como si la plantas temieran crecer cerca de aquel lugar, el mago no estaba preparado para lo que vio, sobre una base de roca gris se alzaba la cúpula, parecía inverosímil que alguien hubiese podido colocar la cúpula sobre la roca, estaba hecha en una sola pieza, la base no era precisamente un templo, lo cual calmo un poco la ansiedad del mago, pero no del todo.
La gran roca de la cúpula no tenía entrada, puerta o ventana pero al acercarse el mago pudo darse cuenta de un par de detalles, primero el calor parecía emanar directamente desde la piedra, y segundo la roca estaba unida a la montaña en su parte posterior, allí el mago encontró una escalinata angosta y gastada, subir por ella era peligroso con buen tiempo, bajo la lluvia triplicaba como mínimo el peligro, pero el mago se arriesgó, los escalones seguían el contorno de la roca, aquí y allá faltaban peldaños, las piedras sueltas parecían buscar el pie del mago, al llegar justo atrás de la cúpula se abría un orificio en la roca, en el que apenas cabría un hombre, había huellas de sangre alrededor de la boca de la oscura abertura, el mago no quiso preguntarse la procedencia del líquido rojo. Estaba a punto de entrar cuando el recuerdo vívido de que el agua lo cubría por completo y se ahogaba irremediablemente, lo sacudió, atónito recordó como en sueños unas palabras "No entres al Templo de lo peces azules".
Que había adentro no lo sabía, pero de algo si estaba seguro no entraría allí aunque un dragón hambriento apareciera a sus espaldas. De todos modos adentro estaba el talismán, podía sentir su fuerza, su poder; de alguna manera debía sacar el talismán, la cuestión era como.
La lluvia aumentaba gradualmente, y comenzaron los truenos de nuevo a atormentar los sentidos. Bueno allí estaba sólo debería atraer un rayo sobre la cúpula y seguramente la quebraría o por lo menos podría intentarlo algunas veces, bajo la escalinata, aunque a una ocasión resbaló pudo detener la caída a tiempo, antes de romperse el cuello.
Buscó unas rocas apropiadas y las ordenó sobre la tierra mojada, formó un triángulo con tres de ellas, y colocó dos más dentro del triángulo, dibujó con una vara un círculo alrededor del triángulo, después partió la vara en dos arrojando los trozos a la cúpula, se hincó detrás del círculo de frente a la cúpula, haciendo varios signos con ambas manos pronunció el nombre del trueno y esperó.
La luz fue intensa pero el resultado desalentador, la cúpula permanecía intacta, el mago entonces se dio cuenta de una cosa el agua de la lluvia no tocaba la cúpula, como si un hechizo la protegiera, pero no había magia allí, así que era brujería o el mismo Locce dormía adentro, el solo pensamiento hizo que le temblaran los adoloridos brazos, bajo la lluvia señaló la cúpula y pronunció un hechizo
– Addio–mol eega vo eega pormes–at – esta vez el dolor le hizo caer y revolcarse en la tierra. Pero el hechizo funcionó y la luz fue más brillante que la del rayo, oyó como la lluvia caía por primea vez sobre la roca, escuchó también como las gotas de lluvia se evaporaban con el contacto del templo, la niebla lo envolvió y cuando intentaba levantarse escuchó un sonido más.
Un alarido surgió detrás de la roca "Seguramente he hecho enfadar a alguien" pensó el mago acompañando su pensamiento con un silbido como que había escuchado frecuentemente a Fure, un silbido que había aprendido a comprender que significaba peligro.
Las sombras del mal salieron volando por detrás de la cúpula Fa pudo ver como una de ellas llevaba la Aguja del dragón, tres sombras la seguían, la situación no era alentadora, así que el mago utilizó el recurso más lógico, se escondió y gracias a la niebla logró ocultarse a tiempo.
Las Sombras descendieron cerca del símbolo que el mago había hecho para el primer hechizo, hablaron entre ellas o dicho de otra forma se comunicaron a través de una especie de sonidos que semejaban al viento cuando silba en los acantilados. El mago se sabía descubierto no tardarían en buscarlo, así que decidió correr el riesgo y aventuró un golpe sobre quien cargaba el talismán. Una nube se formó con la niebla alrededor de un árbol junto al claro, el árbol cayó sobre la sombra que llevaba el talismán, la niebla se hizo tan densa que nadie podía ver más allá de un paso, el mago se acercó sigilosamente tratando de controlar su propio dolor y tomó el Talismán pero al intentar arrancarlo de aquel humo negro, éste se revolvió tornándose firme como la piel y levantó el tronco para salirse de debajo de él, después formó un brazo sosteniendo el talismán, el mago fue levantado en vilo, pero el dolor había desaparecido casi al instante en que tocó el talismán, pensó en atacar a las sombras pero ahora que estaban alertas vencerles sería imposible, así que pensó en cortar el brazo que lo levantaba e iniciaba un ascenso, lanzó un hechizo sobre aquel brazo, pero nada paso así que se soltó, la sombra al ver que se escapaba lanzó un fuerte golpe que el mago se salvó de recibir por un pelo. La caída fue estrepitosa pero Fa no sintió ningún dolor, ahora sabía porque el árbol no le había hecho nada al forka, la sombra sostenía el talismán y este le protegió. Debía escapar rápidamente pero decidió que no utilizaría la magia sino hasta que la situación fuese incontrolable, pues su poder solo lo podía controlar cuando tocaba el talismán, y nuevamente este hecho solo duró unos instantes, "Si lo toco otra vez no lo soltaré hasta ponerlo a los pies de las hadas" pensó el mago mientras corría para perderse en la jungla.
Era extraño pero el amuleto parecía estar abordo, el barco era muy grande para controlarlo entre dos, pero debía localizar a Fure y la única forma de hacerlo era subir y encontrar el ojo del dragón.
Subió a bordo sigilosamente, sintiendo la fuerza del amuleto, el barco estaba vacío y no había señal de Fure, al bajar a los camarotes encontró a Fure en el de popa, cuando lo vio se encontraba plácidamente dormido, así que se acercó tranquilamente y lo tocó en el hombro pero no era Fure, sino solo unas almohadas acomodadas de forma inganiosa, con su capa entre las sábanas, Fure llamó al mago desde su espalda.
* Creí que no vendrías – bromeó Fure mientras se limpiaba las uñas con un cuchillo muy adornado.
* Dime ¿porqué entraste en esta monstruosidad? – le contestó Fa un poco molesto por verse sorprendido.
* Tú querías un barco.
* Pero, este no lo vamos a poder controlar.
* Pues es el único que hay por aquí.
* Estoy seguro que no, vámonos de aquí, busquemos al norte.
* ¡¿Regresaremos por el mismo camino?! – preguntó Fure sorprendido.
* Eso no lo sé, pero debemos ir al norte.
* No lo has encontrado – dijo Fure un poco triste y decepcionado.
* Te equivocas – corrigió el mago, alcanzando a distinguir que había atrás de las palabras tristes de Fure, agregando un momento después –, el talismán estaba aquí pero las moltabias se lo han llevado
* ¿Las qué? – preguntó Fure confundido.
* Las sombras del mal.
* ¿Acaso las has visto otra vez? – Preguntó Fure incrédulo.
* Más que vuelto a ver – comentó Fa envuelto en su capa dispuesto a salir, recordando su último encuentro con los forkas.
Al salir a cubierta descubrió que en la aldea algo había cambiado, ahora parecía estar iluminada, al contrario de como se encontraba cuando la atravesó para llagar al barco, llamó a Fure con una seña y le mostró el espectáculo, Fure le comentó fascinado por las luces.
* Son hermosas – no podía quitarles la vista de encima, pero un poco después agregó –, ¿qué crees que sean?
* Son fuegos fatuos – y al decir esto levantó su capa con el brazo izquierdo, advirtiendo a Fure – no las mires te están llamando pero no regresarás con vida.
* ¿Brujas? – fue lo único que Fure atinó a decir cuando por fin pudo cerrar los ojos.
* Si – fue la escueta respuesta del mago, sujetó entonces el hombro izquierdo de Fure con su mano derecha. Miró un momento a Fure y descubrió una nueva espada en su cintura, no hizo ningún comentario, solo movió un poco hacia atrás el hombro de Fure. Ambos giraron, y Fure abrió los ojos, el mago señalaba el mar y hecho a correr, Fure lo siguió.
El frío del mar lo envolvió nuevamente, mucho antes de lo que deseaba, que era específicamente jamás. Las olas parecían quererlo devorar, pero el mago lo volvió a la realidad, llamándolo desde bastante distancia, hacia la costa, peligrosamente cerca de la escollera, pero el mago sabía lo que hacía, se dijo Fure, aunque sin mucha convicción, comenzaba a estar molesto consigo mismo por estimar tanto al viejo, pero ahora no era el momento de discutir el viaje, quizá más adelante, quizá, se repitió.
* Toma mi brazo, saltaré, no te sueltes – dijo el mago pronunciando dos palabras extrañas que Fure no pudo distinguir entre el rugido del mar, frente al muro que trataba de detener su feroz embestida.
* Calmeer hoion–ya – pronunció el mago y salió del agua como el salto de un delfín, llevaba a Fure sujeto con la mano izquierda, pero el fuego de sus brazos, ni siguiera calentó un poco el entumecido brazo de Fure, mientras que el mago no sintió dolor alguno, estaba feliz, por ese hecho, pero no podía distraerse, las brujas sabrían tarde o temprano por donde habían huido, debían llegar a la playa antes de que los vieran, pues sobre la escollera destacaban como insectos sobre lino blanco.
La carrera se había alargado demasiado, si no encontraban alguna solución serían destruidos, devorados, o quizá algo peor, pero el mago estaba seguro que cerca de donde habían despertado la tarde anterior, los furkas le llevaban gran ventaja, las brujas les pisaban los talones, un día sin alimento era peor cuando el sueño no lo acompañaba, era medio día estaba seguro pero Barum no podía verse y la costa comenzaba a parecerse demasiado en todas direcciones.
Al fin lo encontró, una pequeña barca, se encontraba allí en la orilla, blanca, perfecta, pero tendría que detener a las brujas, llamó a Fure que estaba unos pasos atrás de él, y con señas le indicó que fuese a la barca e izara la vela, Fure intentó protestar, pero Fa en tono imperioso le espetó.
* ¡Deprisa, no hay tiempo que perder!
Fure corrió con un esfuerzo más, apenas pudo ver cuando el mago se detenía a dibujar algo en la arena. Izó la vela pero el viento imperante haría imposible salir de la isla, a menos que...
El mago detuvo su camino, esperó pacientemente a que las brujas se acercaran. Lo primero que debía impedir es que descubrieran la barcaza, así que ese fue su primer hechizo, después debía buscar un truco para engañarlas, detenerlas allí, y por último debía llegar a la barcaza, salir rápido con viento encantado y rumbo norte. El truco sería muy difícil pero confiaba en que las brujas no percibirían el engaño demasiado pronto. Buscó algo en la playa, un tronco del tamaño de un brazo serviría, y lo enterró en la arena, buscó en su alforja y encontró una hoja de trueno, la tomó con su mano izquierda, tomó un hilo de cáñamo que guardaba y lo enredó en una pequeña vara, hizo un símbolo en la arena, dio tres pasos hacia atrás y esperó.
Las brujas lo encontraron en medio de la playa de pie como resignado, pero no se confiaron, era el Asceta, Locce lo había advertido iría a su isla para tratar de destruirlas, era poderoso porque era mago y el último de ellos. Las brujas lo rodearon, lo miraron con los ojos inyectados de odio y temor, pero juntas el temor se disipaba, no podía vencerlas, en iniciaron su ataque, era inútil esperar.
* Asceta, llegó tu fin – dijo una vieja que se adelantó en el círculo formado por decenas de brujas, y alzó su brazo para arrojar polvo sobre el mago, pero el mago sopló un poco, mencionando una palabra, de sus brazos surgió fuego y de su boca una brisa que recogió el polvo, éste regresó a la bruja, ella se cubrió los ojos pero era demasiado tarde, el polvo tocó su cara, de inmediato manchas negras cubrieron su piel, dio angustiosos gritos de agonía, después de unos momentos se revolcó en la arena y murió maldiciendo al mago. Varias brujas se desconcertaron ante el poder del mago, otras más se reunieron en tercias, comenzaron a danzar y a cantar, aquel canto el mago no lo había escuchado, pero la danza la reconoció, varias se adelantaron pero algunas al tocar el signo que el mago había dibujado en la arena se comenzaron a quemar en medio de gritos de dolor, el mago sonrió, y las brujas enloquecieron maldijeron al mago le arrojaron toda clase de polvos, ramas, piedras, y líquidos, las que se convertían en horribles bestias mortales se arrojaron hacia el mago para destrozarle con garras y fauces, con todo lo que habían adquirido por medio de la brujería.
Cuando el mago sonrió supo que el momento había llegado, soltó la hoja de trueno y dijo en voz baja las palabras, la hoja de trueno giró en un remolino alrededor del mago, el humo cubrió al mago y cegó toda visión dentro del círculo. El mago se arrodilló, en un instante y mientras el humo negro le cubría metió la mano en la arena para tocar el tronco, dijo un corto hechizo, y cuando la primer bruja llegaba a él, sonrió de nuevo.
Fure llegó a la barca izó la vela y pensaba en que un poco de magia le ayudaría a hacer zarpar el barco, cuando una nube azul lo cubrió, miró hacia donde se encontraba el mago, había terminado de dibujar en la arena y dio tres pasos largos hacia atrás, en silencio, como esperando, la nube azul dejaba que Fure viera pero sabía que a él no lo verían, miró su nueva espada que tenía el puño de hierro, con una perla incrustada en el, era un trabajo fino, sin embargo firme y fuerte, estaba hecha para la batalla sin duda, pero presintió que solo estorbaría al mago si salía de la nube, así que decidió esperar el momento oportuno para salir, de su escondite, si el mago había puesto una nube azul en el bote, tal vez no deseaba que la brujas supieran de su existencia, sin embargo esta vez la nube podía él verla más claramente, el símbolo en la arena brillaba, parecía que los colores eran más claros, a pesar de que la noche estaba por cubrirlo todo con su manto. Vio Fure a las brujas venir desde el otro lado de la costa, "fuegos fatuos" había dicho el mago, Fure se cubrió el rostro, cuando creyó que estarían muy cerca del mago volvió a mirar, las brujas rodeaban al mago, eran más de cincuenta pero el mago brillaba en medio de ellas, de pronto las brujas empezaron a danzar alrededor del mago y a convertirse en horribles seres de múltiples brazos y garras, con alas de murciélago, sucio pelambre de roedor, con grandes cuernos, bestias de fauces babeantes de enormes colmillos, asquerosas serpientes deformes, aves extrañas y malignas, feroces bestias la mayoría desconocidas por Fure, otras brujas rompían el círculo precipitándose sobre el mago, de pronto el humo lo envolvió todo, un humo negro que crecía y crecía, el mago salió de él unos momentos después, las brujas lo verían y comenzarían su ataque nuevamente, Fure estaba a punto de salir de la nube para ir en su ayuda cuando una voz muy cerca le dijo muy bajo:
* Espera.
La voz le pareció conocida, y se sorprendió grandemente cuando reconoció en ella a Fa.
KILRGURRERG
1
Volver a casa, era algo más fácil decirlo que hacerlo, las nubes se formaban en el horizonte, presagiando una terrible tormenta que llegaría desde el oeste, ¿cómo podía llegar del oeste, si todos los signos presagiaban un mal desde el este? Se preguntaban los monjes. Bajaron la montaña y los mensajeros fueron mandados a todo el reino, las armas que no hace mucho habían guardado, debían sacarse de sus fundas, el camino se llenó de rumores, los hombres del frente veían el oscurecer con temor, y al amanecer las nubes estaban más cerca. Cuando los primeros hombres vieron el castillo el valle de Mesis recibió las primeras gotas de lluvia, los vientos arrastraban las nubes oscuras hacia el este y el cielo se cubría de nuevo. La lluvia fue la señal para el enemigo.
Los duendes llegaron desde el bosque negro. Auris fue enterado a tiempo, pero el ejército con el que contaba era insuficiente para contraatacar, así que decidió poner los muros del castillo entre los duendes y su gente, con los mensajeros llagarían más guerreros al castillo y podrían regresar al bosque.
Pero el ataque del bosque fue la confirmación del mensaje, Serl estuvo presente cuando el monje entró en la sala. La sala del rey estaba dividida en dos partes, una adornada con estandartes del ejército, grandes ventanas dejaban entrar la luz de Barum cuando atardecía, directamente sobre un trono de roble, levantado sobre un templete de mármol, había asientos del lado izquierdo del trono, detrás del trono unos cortinajes, espléndidamente decorados cubrían una mampara que dividía la sala, la segunda parte de la sala era esta pequeña habitación detrás de la mampara, era casi circular, tenía un trono también, pero este era mucho más pequeño, tanto más, que hacía perecer al rey más imponente, y menos al recinto, no tenía más asientos, y lo iluminaban dos antorchas en los extremos laterales del trono, el cual se encontraba al nivel del piso sin templete así que si los consejeros o cortesanos se acercaban demasiado tendrían que mirar al rey hacia abajo, pero el rey no miraba hacia arriba como lo había visto de su padre, y nunca nadie que él supiera se acercó mucho al rey en aquella habitación.
El monje miró a Serl aconsejar en voz baja al rey, pero no quiso conjeturar sobre la naturaleza del consejo, así que comenzó su nueva explicación.
– Los cielos se encapotaron al atardecer – comenzó un poco nervioso – pero eso no significaba mucho entonces, cuando la aves aparecieron todos creímos sinceramente en que algo malo nos anunciaban los dioses, por último la formación y la llegada del halcón nos parecieron inconfundibles – Kolma hizo una pausa para mirar las reacciones del rey y su consejero, y continuó: –. La tormenta significa que una guerra comenzaría, ya lo hemos visto, las aves significan que los hombres de Armes se encontrarán otra vez – ahora sí, los ojos del rey se abrieron un poco más, pero el consejero permanecía inmóvil –, la llegada del halcón es el regreso de Caliar, más fuerte y poderoso, pero no regresará para atacarnos, sino para destruir algo más que los dioses nos han ocultado, más la desbandada hacia el este significa que el mundo cambiará y el cambio vendrá desde sus costas.
* Has dicho muchas cosas interesantes Kolma – dijo el consejero, después de mirar al rey despacio y profundamente, comprendió que las noticias no lo habían tomado desprevenido, salvo por un pequeño detalle, los reinos del este.
* He dicho lo que el cónclave a decidido sobre los acontecimientos de la laguna.
* ¿Dime, los otros hombres vendrán en son de paz, o con estandartes de guerra?
* Eso no lo podemos saber.
* ¿Y, no han hablado los dioses sobre la maldición de Deron?
* No, de acuerdo a las señales, es todo lo que han dicho los dioses
* ¿Pero no es … – comenzó Serl una nueva pregunta pero el rey lo detuvo levantando el brazo derecho, como una señal.
* Ocultas algo, monje – dijo el rey con una mueca de intriga.
* Mi rey, ¿cómo po … – se disculpaba el monje, pero el rey le interrumpió.
* ¡Silencio! – gritó el rey, sus ojos se encontraban inyectados en sangre, tantos años siguiendo a los adivinos, consultándolos, escuchándolos, no solo había seguido sus consejos, había aprendido a leer entre líneas, el monje no era un adivino, tanto más era fácil de predecir.
* Dime donde está tu pequeño secreto – el rey intencionalmente introdujo un tono meloso en sus palabras, casi dichas en voz baja, pero éstas no tomaron al monje desprevenido, y Kolma permaneció impávido –, vendrá una gran guerra dijiste – continuó el rey como meditando las palabras, pero sin dejar de mirar un instante a Kolma – por que no dijiste nada sobre la lluvia.
* Es parte de la guerra mi señor, habrá muchos muertos, para todos los bandos.
* Entonces serán más de dos, no es verdad.
* Si – contestó Kolma, pero aún con pleno dominio de sí mismo.
* Y estos serán… – dijo el rey tratando de que el monje terminara la frase.
* No es posible saberlo, señor.
* No es posible – repitió el rey en voz baja, después se movió hacia adelante un su asiento, subiendo la voz tan sólo un poco, añadió como distraído, volteando hacia Serl pero mirando de reojo a Kolma –, y el círculo roto significa…
* El fin de A… – se interrumpió Kolma, pero ya había sido atrapado, y nada podría detener al rey.
* Sigue, no te detengas – dijo el rey, nuevamente meloso, pero el monje ya quería hablar, y bajo la mirada.
* Continúa – insistió Serl, el monje seguía callado.
* Es una orden – dijo el rey con desprecio.
* El fin de Armesis – dijo el monje, conspicuo y atribulado.
* ¡Traición! – gritó Serl. Pero el rey no sonreía.
El cónclave fue disuelto, los monjes encarcelados, y el creciente poder que llegaron a tener, sería disuelto con el advenimiento de esta nueva guerra, los duendes aparecieron por el norte y el este, procedentes de las Montañas Blancas y la Sierra del Cañón. Miles de personas huían de los duendes, los pueblos fueron arrasados rápidamente.
2
Yir salió al frente de un contingente a defender el Bosque negro, allí rescató a muchos hombres, Arib pudo llegar hasta él. Pero el bosque pronto se convirtió en un lugar de terror, los lugares que se pensaban seguros eran atacados intempestivamente, y al final tuvieron que retroceder. Fue la primara derrota del ejército de Armesis.
Mientras tanto, más y más guerreros llegaban al castillo, se formaba un verdadero ejército, los pueblos se parapetaban, y las aldeas más pequeñas se abandonaban. Pero la lluvia llegó en esos primeros días, los pocos alimentos que sobrevivieron a los días de Auris I estaban en peligro, el rey pensó en ello, y el mar parecía de poco apoyo, pues la pesca decrecería simultáneamente, cómo alimentar un ejército, era el principal problema en esta guerra, si no se terminaba pronto las predicciones de los monjes lamentablemente serían ciertas.
El ejército se formó en cuatro divisiones, Fersón al frente de la primera división, Olige comandaría el segundo ejército, Yir el tercero, y Auris el cuarto. Ferson defendería el norte, Yir el este, Olige se quedaría en la retaguardia, tratando por todos los medios de defender el abastecimiento del ejército desde el oeste, Auris esperaría al noreste para defender las posiciones de Yir y Ferson.
Al finalizar el primer ciclo de Baris en guerra las defensas de reino estaban todavía abastecidas pero esa situación no duraría mucho, los duendes avanzaban inexorablemente por dos frentes. Entonces llegó el rumor, que pronto se convirtió en certeza, demasiado pronto, los duendes habían construido una serie de túneles por todo el noreste, llegaban desde las montañas e iban con rumbo al centro del reino, era imposible saber hasta donde se extendían pero el peligro de dividir al ejército estaba latente, y si no se podía abastecer al norte o al este, era inevitable su ruina.
El rey mandó replegar al ejército, para formar un solo frente con la cuarta división, Yir llegó por la mañana con las fuerzas de la tercera división considerablemente diezmadas, pero el aviso llegó demasiado tarde hasta Ferson, el ejército de los duendes cortó la retaguardia de la primera división y lo atacó con furia. Algunos hombres pudieron escapar y lo que contaron de los duendes fue horrible, la batalla fue devastadora, salían de la tierra por centenares de hoyos, donde antes no había sino arbustos o simplemente hierba, atacaban con grandes hachas, y largas espadas de extrañas formas, la mayoría eran más grandes de lo que habían visto hasta entonces, como si se hubieran reservado, para enloquecer a los hombres, estos duendes no tenían la piel verde o amarilla, sino que era roja como el fuego, traían armaduras que resistían a las flechas, y sobrepasaban por dos cabezas la altura y corpulencia del mejor hombre.
De los jefes que lograron escapar solo tres sobrevivieron a sus heridas, Valgor, antiguo soldado de la guardia, Espal guerrero de Euno y Vsia guerrera de Fermut.
3
Del oeste llegaron nuevas noticias, que propagaron el rumor en el ejército de la desgracia de Armesis. El mar se había calmado y con la calma la tormenta se dirigía al norte, pero habían llegado también las mujeres de Difa, “brujas”, era el murmullo de los guerreros.
* ¿Has oído las noticias? – preguntó Laagar
* Si – dijo lacónicamente Yir
* Serán brujas de verdad.
* Nada me sorprendería ahora – Yir se había vuelto taciturno desde la muerte de Arib, Laagar trataba de consolarle cada vez que descansaban, pero el humor de Yir iba de mal en peor, si la guerra no terminaba pronto Laagar presentía que Yir nunca se recuperaría, así que cuando llegaron las noticias de que el ejército de los duendes avanzaba desde el norte lo tomó con la resolución de ganar o morir.
* Debemos de luchar hasta el fin, esta será la última oportunidad para Armesis – le dijo a Yir
* Quizá sea la última oportunidad de Armes – contestó él.
* El rey irá al frente, lucharemos al este del bosque negro.
* El rey no ha querido escuchar, tener el bosque a un costado significa una trampa, estoy seguro.
* Pienso que tiene un plan – dijo Laagar, confundida por la mala disposición de Yir.
* Eso espero – contestó Yir, sin mucha convicción.
* Oh Yir, sabes que te amo, y eso no lo cambiaran todas las guerras del mundo.
Yir quiso contestar, pero le esperanza le fallaba, así que pasó un amargo momento antes de decirle:
* Laagar, yo también te amo, el mundo quizá no será el mismo nunca más, pero te seguiré amando, nunca seremos derrotados porque tú serás mi esperanza.
* Y tu la mía, hasta el fin de los tiempos.
4
El túnel era oscuro, y olía a humedad, la lluvia había de complicarlo todo, no podían seguir avanzando con ellos, pero los humanos estaban débiles y la guerra pronto habría de llegar a su fin, Magror se encontraba a su lado e informaba de las disposiciones del ejército, Kilrgurrerg pensaba mientras tanto en una gran batalla, la hora de la venganza había llegado, habían dejado las nieves eternas para siempre. Por fin después de un largo monólogo el informe llegaba a su fin.
– …Cuatrocientos soldados en los túneles del sudoeste. Estas son nuestras fuerzas mi señor – terminó Magror.
* Bien – empezó Kilrgurrerg, después de un largo silencio señaló el mapa que se encontraba sobre la mesa, en el Bosque Negro, había muchas señales en rojo, que indicaban las salidas de los túneles, en otras partes del mapa, había más señales rojas al final de largas líneas negras que indicaban el curso de los túneles, aunque muchas marcas rojas habían sido borradas recientemente, y otras marcas de color negro con formas de cruces entrelazadas indicaban derrumbes en los túneles.
* Aquí, en el bosque coloca las fuerzas rojas, con lanzas y espadas, el resto del ejército atacará desde el norte, nada de sigilo, quiero que se den cuenta claramente que avanzamos con el grueso del ejército.
* ¿Caerán tan fácilmente? – se aventuró a cuestionar Fragga, quizá por ser el mejor general de Kilrgurrerg.
* Obedecerás así te mande a beber en el estanque de las hadas.
El color negro de su piel se volvió gris por un momento, no quiso seguir el rumbo de la incipiente discusión, así que contestó humildemente con una pregunta: – ¿Mandaré los lanceros al frente?
* Si, atacarán insertándose por todo el flanco, y con todos los demás les cortarás la retirada, no quiero que nadie escape.
* ¿No apoyaré entonces a los lanceros?
* ¿Acaso no quedó claro? – preguntó Kilrgurrerg con aspereza, que contrario a la costumbre esta vez no se convertía en furia.
* Muy claro señor – fue la repuesta de Magror.
* Que nadie se quede en los túneles – continuó Kilrgurrerg viendo a Crarg el segundo general que estaba presente.
* Si señor – fue su única respuesta, la que más agradaba a Kilrgurrerg.
* Trece túneles hay en el oeste – añadió Kilrgurrerg señalando en el mapa el este del Río Armesis –, Brarkar, tú te encargarás de que nadie cruce el río, y detendrás la llegada del resto del ejército enemigo que viene en camino.
* Si señor – contestó el último general, y todos salieron dejando a Kilrgurrerg meditar su plan nuevamente, los riesgos eran altos, pero al final, creían ciegamente en la victoria, los hombres eran débiles, y sus fuerzas ahora eran muy superiores.
5
Las fuerzas de los hombres eran insuficientes y la segunda división no llegaría a tiempo, del bosque surgieron los duendes rojos, Yir reunió sus fuerzas y trató de detenerlos, pero eran demasiados y muy poderosos, atravesaron la línea con relativa facilidad, y otros cortaron la retirada del ejército, todo estaba perdido, pero un milagro ocurrió, el cielo se despejaba, la luz de Barum debilitaba a los duendes, la esperanza renació en Yir, a atacó con su diezmada caballería a las huestes que cortaban la retirada logrando abrir sus líneas los hombres del ejército que tuvieron la suficientes fuerzas le siguieron, nada podía cambiar ya el rumbo de la batalla, el río estaba tomado por los duendes, y la esperanza de la segunda división se diluyó, los guerreros de Yir vieron como el círculo volvía a cerrarse a sus espaldas, Armesis había sucumbido, Yir miró a Laagar a su lado, y a los pocos soldados que cansados y heridos, no podían admitir su derrota, estuvo a punto de mandarlos a la muerte, pero en el último momento comprendió el destino del reino, y ordenó replegarse, llamó a su gente y las dijo abatido:
* La guerra ha terminado, podemos morir aquí inútilmente – y trató de entonar sus palabras siguientes con un poco de fuerza y esperanza –, pero hay una esperanza, miren hacia el sur, el cielo se ha despejado, podemos ir hacia allá, y tratar de organizar una resistencia, a donde todos los hombres puedan llegar para luchar desde allí contra estas bestias del mal.
Sus palabras entraron lentamente en las mentes de los guerreros, pero al final sabían que Yir hablaba con la razón, aunque la esperanza era mínima siempre era mejor que una muerte inútil.
Así la última hueste de Armesis huyó hacia el sur y más allá del foso del dragón, encontraron descanso y nueva esperanza, pues los duendes no los siguieron sino que avanzaron hacia el oeste y ese fue el fin del reino del oeste, el pueblo de Tsaro dios de la montaña, al finalizar el segundo ciclo de Baris después de la maldición de Deron.
6
Kilrgurrerg observaba detenidamente el carnaval de sangre, cuando el último hombre estaba siendo destajado, su cabeza colgó al final en la punta de una lanza, los duendes reían y gozaban de su victoria, pero Kilrgurrerg no sonreía.
Posó su vista en Fragga, levantó su brazo izquierdo y lo señaló, se hizo el silencio y todos miraron a Fragga sin decidirse a apoyarle y apartarse de él, más cuando el rey habló parecía estar apestado.
* Dime ¿Algún armesita sobrevive?
* Ninguno mi señor
* ¿Nadie escapó? – preguntó nuevamente Kilrgurrerg.
* Nadie, señor.
* Bueno, bueno – continuó; Fragga era su mejor general, demasiado bueno llegó a decirse a sí mismo, pero no cometía errores, así que ascendía y ascendía desde la construcción de los túneles, pero su momento había llegado, Kilrgurrerg no permitiría que llegara a pensar en derrocarle, ya muchos duendes tomaban su partido, y el seguir hacia el oeste representaba un peligro para su reinado así que decidió poner en claro quien gobernaría Brajhterg –, ¡Magror! – llamó en voz alta, sin cambiar el tono zalamero con que había empezado la conversación – ¿cuántos fueron?
Al escuchar la pregunta Fragga intentó desenvainar la larga espada pero uno de sus guardias ya le había tomado la delantera, y una enorme hacha caía sobre su cabeza.
El líquido verde que hacía las veces de sangre en los duendes salpicó a cuantos se encontraban cerca, muy despacio el rey caminó hasta Fragga, y en un tono sin emoción dijo:
* Mentira, escaparon hacia el sur, debiste haberles perseguido hasta que no quedara uno vivo.
Después de eso ningún duende se sintió seguro en su puesto, y el rey Kilrgurrerg cambió de nombre, entre los duendes se le llamó Kilrgurrerg el cruel. El rey se enteró sin duda, pero no pareció disgustarle el sobrenombre.
* Ciento veinte – fue la respuesta de Magror, casi sin inmutarse pues sabía el resultado con anticipación.
* Tú les perseguirás con tu guardia.
* Sí señor.
Kilrgurrerg sonrió, su rostro se contrajo en una terrible mueca, tan terrible era que ningún duende se atrevió a imitarle.
Mandó a Magror al sur a por los hombres que habían viajado hacia allá, avanzó hacia el oeste y tomó el castillo en un solo día, se instaló en él y tapió todas las ventanas, derrumbó las torres más altas, el castillo de Armesis se volvió sombrío y tenebroso, comenzaron las excavaciones bajo el castillo para unir a los túneles de las montañas con el valle. Preparó a su ejército para tomar el oeste.
Cuando el rey estuvo satisfecho salió hacia las montañas del oeste con todo su ejército.
No tardaron mucho en organizarse para una segunda ofensiva, y en poco tiempo llegaron a la frontera del este aquí estaban los últimos pueblos que se le oponían y arrasaría con todo, cuando menos su sed de venganza se saciaría un poco, y la muerte del último de ellos traería la gloria a su nombres por siempre entre los duendes.
El camino se volvía cada vez más pesado pues la lluvia estaba destruyendo los caminos, cuando al fin llegaron al pie de la montaña del paso supieron que no podrían seguir adelante, cambiar el rumbo hacia el norte suponía rodear hasta el río Rorce que, lo más probable, estaría demasiado crecido para cruzarlo, el por otro lado era un camino muy largo y tampoco se podía saber si era posible cruzar el acantilado. Así decidieron esperar a que la lluvia amainara.
Acamparon al pie de las montañas, no podrían cruzarlas pues cualquier posible camino había sido destruido por las lluvias, así que esperaron a que el tiempo cambiara, para buscar una nueva ruta, pero los duendes se desesperarían muy pronto si no se avanzaba, e ir al sur no suponía ningún avance, pues la cañada no era fácil de librar y el norte podía guardar también sorpresas en el caudaloso Rorce.
En la tarde oscura del tercer día de espera llegó un guardia hasta Kilrgurrerg.
* Mi señor, bajan de la montaña tres hombres.
* ¿Cómo pueden bajar? – contestó el rey, aunque sin sorpresa.
* No lo sé señor, los vigías les han descubierto hace un momento, parece que se dirigen directamente hacia acá.
* Observadles hasta que puedan ser capturados, si vienen a hablar tráiganlos aquí, quiero averiguar si conocen un paso seguro.
* Sí, señor.
Las grises capas de los hombres impedían que se les viera el rostro.
Los supuestos hombres eran en realidad tres viejas mujeres que se cubrían con las capas, y sus capuchones les cubrían el rostro, todas llevaban cayado como de pastores, que utilizaban como bastón de apoyo.
* Descúbranse ante el rey Kilrgurrerg, rey de la gloriosa Brajhterg - dijo un guardia tras los hombres bajando con un ademán de odio sus capuchas hacia atrás.
* Son viejas hembras - dijo uno de los guardias junto al general Brarkar
* ¿Por donde han venido ratas? - preguntó despectivo el rey, pero las mujeres no contestaron - tengo medios para hacerles hablar, cantar o aullar si lo deseo.
* No venimos a jugar contigo - dijo una de ellas
* ¿Que quieren los hombres en mis dominios? – interrogó, pero no dejó que contestaran, y continuó en tono imperativo – ¿no saben acaso que la muerte les aguarda?
* La muerte es nuestra consejera Kilrgurrerg, rey de los duendes – contestó una de ellas, su voz era aguda y desabrida como el rechinar de un gozne oxidado.
* Así que desean morir – dijo el rey mirando a las mujeres como queriendo herirlas de muerte.
* Todos moriremos algún día, pero ahora venimos a ofrecerte un regalo – respondió la segunda vieja, y su voz hacía recordar el silbar del viento entre los juncos de un estanque.
* Un regalo – Kilrgurrerg en verdad se había interesado, pero sin demostrarlo, añadió – saben que lo único que pueden ofrecer los hombres es la muerte para mi esparcimiento ¿acaso ustedes podrían soportar diez veces una muerte lenta? En ese caso si que me gusta su regalo.
* Venganza – dijo la tercera mujer, en ella la voz parecía no provenir de su boca sino de algún lugar incierto, era fuerte y grave, más grave que la del mismo rey.
Los guardias empuñaron sus armas y se disponían a atacar pero Kilrgurrerg los detuvo con una seña, ahora realmente intrigado preguntó con más fuerza y lentitud que la vieja:
* ¿ V e n g a n z a ? – un silencio prolongado irrumpió, la primer vieja contestó cerrando los ojos y levantando su brazo derecho como para mostrar algo, que nadie sabía con certeza que era.
* Tu sed de sangre y muerte te han llevado a destruir al objeto de tu infortunio en el pasado, no te ha dejado en cambio mirar lo que podrías hacer con esas bestias que llevas al matadero, su esclavitud y lenta, muy lenta muerte llenaría tu espíritu más aúnque su carne sacia tu hambre, la construcción de tu reino liberaría a tu ejército de tan duro trabajo, les proporcionaría placer azotarles hasta morir de cansancio y amargas lágrimas, a ti en cambio te llenaría de gloria, serás más encumbrado y venerado que el mismo Kringa el negro.
* Esclavizarle, atormentarle por el resto de los tiempos - dijo la tercer mujer, con su voz fantasmal.
Kilrgurrerg casi sonreía, no parecía que un hombre pudiese pensar así, pero allí estaban aquellas hembras dándole una de las mejores ideas que había escuchado en mucho tiempo, y venía del hombre y no de sus generales. ¿qué pedirían a cambio aquellas ratas?
Los ojos de Kilrgurrerg se abrían y el futuro promisorio le cambió los planes, que tanto tiempo había soñado, en un instante. Poco importaba si lo que prometían esas horrendas criaturas fuera cumplido por ellas o no, ahora tenía que capturar a los hombres y esclavizarles, pero no fue eso todo lo que prometieron las mujeres.
* Para eso no necesitaría su ayuda.
* Oh por supuesto que no - dijo la primera, después de una pequeña mirada a los generales añadió acercándose, como queriendo decir un secreto - pero para hacerlo fácil si y para mantener la esclavitud sin la muerte de tus esclavos también, y para cruzar estas montañas mañana así como para cruzar el Cañon de Mirro y para cruzar el desierto.
* Más allá de Armesis – continuó la segunda vieja – está el mundo entero. ¿Cómo cruzaras el Cañon de Mirro? ¿y el desierto? Los hombres te darán esa oportunidad, úsalos para construir un puente en las montañas, conquista el este y después mira hacia el norte y abre el camino vedado al hombre con sus propias muertes.
* Me prometes el mundo entero – interrumpió el rey de los duendes, tratando de contener su emoción, sin ser muy convincente.
Kilrgurrerg estaba en verdad sorprendido, aquí estaban estos pobres seres, débiles y estúpidos, mostrándoles el mundo, cosa que ningún duende le había ofrecido, dándole una lección de ambición y venganza, tanto lo estaba que no se dió cuenta que su máscara de indiferencia se le había caído por completo.
* Únicamente te digo tu destino.
* ¿Y es ese su regalo?
* Nuestro regalo es, si lo aceptas, poder – contestó la vieja.
* ¿Cómo pueden ofrecerme eso ustedes, bestezuelas?
* Si nos dejas ayudarte mañana no lloverá, y cuando vuelvas al este, lo harás hasta el Cañón y se construirá un puente sobre el precipicio, y cuando captures el este le quitaremos la esperanza al hombre para que abran con sus muertes el camino del desierto, y aún llevarás tu gloria a las puertas del reino del dragón por que nosotras las abriremos para ti.
* Bien si mañana no llueve hablaremos de su ayuda.
* Mañana te veremos en el paso de la montaña, nosotras debemos calmar la tormenta, mañana hablaremos en el paso de la montaña – respondió la segunda bruja.
* Mañana no lloverá, en la cima te esperaremos y volveremos a hablar, el camino te será abierto ante tus ojos – dijo terminante la vieja de la intrigante voz etérea, dicho esto las mujeres se retiraron, y ningún duende les cerró el paso.
Kilrgurrerg hizo una seña y los guardias las dejaron pasar, los generales salieron como de un letargo cuando las capas se perdían entre los árboles, iban a hablar pero esperaban que el rey les diera pie, pero Kilrgurrerg solo se levantó del banco en que se había sentado, miro a sus generales y dijo con voz baja pero firme:
* Mañana - y caminó hacia su tienda.
La mañana era diferente, las nubes se alejaban hacia el norte, cuan pequeña hubiera sido su venganza, mientras que ahora la nueva perspectiva le infundía vida como si el fuego se avivara en sus entrañas, no solo alcanzaría la gloría sino la inmortalidad, jamás su nombre sería olvidado en Ar, los mismos dragones se postrarían a sus pies, tenía que averiguar el poder de aquellas viejas y tenerlo con ellas o mejor aún, sin ellas, pero si no podía ser así pactaría pero sólo al final cuando las otras dos opciones no se pudieran cumplir, ahora su objetivo no era el oeste sino el este más allá del Cañón de Mirro, los reinos del este.
A los duendes no les desagrado el cambio de clima a no ser por la luz, pero a Kilrgurrerg le llenó de sueños de poder y gloria, quizá las viejas pidieran algo a cambio, pero si podían detener la lluvia podría obtener ese mismo poder, tal vez más, y sería el más grande de todo Ar desde el principio de los tiempos.
Pero las brujas no le darían ese poder, pues pertenecía a Locce, en cambio pactaron por la independencia de Difa y las tierras al oeste de las montañas, si Kilrgurrerg aceptaba les quitarían la fuerza de espíritu a los hombres, le ayudarían a construir el puente, a conquistar el oeste, a atravesar el oeste, además de ponerle en contacto con Locce que los guiaría hasta cumplir su destino, y un arma, un arma embrujada, el Mazo de Kilrgurrerg.
7
* ¡A mi no me importa quién lo dejó escapar! ¡Tú lo pagarás!
Una espada impregnada de sangre seca le atravesó pecho y espalda. El duende negro cayó sin vida frente al rey. La penumbra cubría los detalles de su rostro, pero los guardias sabían que sonreía, Kilrgurrerg siempre sonreía ante la muerte.
Mientras los guardias sacaban el cuerpo de Magror, gritó:
* ¡Llamen a Ekarg!
Kilrgurrerg había ganado, ahora Armesis el reino más importante de todo Ar había caído, ya no existía y pronto el castillo no sería nada más que un recuerdo.
En el oeste sólo las brujas sobrevivían, las pocas aldeas de las montañas no llegarían al invierno, los esclavos llegaban por cientos, en realidad la bruja cumplía su palabra, cosa que extrañaba al rey. Al norte solo Docas y Colma podían resistir más de una semana, pero el sur...
El sur era distinto en el sur los bosques nuevos, y las tierras nuevas hacían que los mapas de los hombres no sirvieran de nada, toda la tierra del sur había cambiado recientemente, y los rebeldes atacaban y se escondían, eso no era una guerra, y no podía hacer otra persecución a gran escala, al menos no durante su alianza con las brujas, simplemente no podía dejarlas a su espalda.
Sin duda con esos hombres podría comenzar el puente de las brujas, con un puente semejante podría conquistar también el oriente, y el oriente se convirtió en su obsesión desde que la idea del puente llegó a sus oídos.
* ¿Mi amo? – preguntó un duende rojo, había subido rápidamente los siempre frágiles escalafones del poder en los clanes de los duendes, gracias a su furia en la batalla, algo que hasta Kirlgurrerg reconocía, y a su ansia de sangre sin escrúpulos, algo que los demás duendes del clan rojo respetaban y sobre todo temían.
Kirlgurrerg le miró un momento antes de hablar, o gruñir en todo caso, pues quería enviarlo en persecución del grupo de rebeldes que habían escapado hacia el sur, pero las brujas ya estaban en camino y seguramente no tardarían más de dos días en llegar, la rapidez de movimiento de las brujas era algo que siempre había impresionado al rey, aunque estaba lejos de admitirlo. Las brujas querrían que los esclavos estuvieran preparados para el viaje hacia el cañón, lo que distaba mucho de ser cierto, pues el hambre y el dolor de las heridas que los duendes gozaban en impartir a diestra y siniestra, los matarían en la primer jornada.
* La esclavos, deben estar preparados para partir después de mañana, te hago responsable de que así sea.
* Si, mi amo – respondió el jefe de los duendes rojos, sin asomo de duda, la tarea sería difícil, sin embargo le daría la oportunidad de romper muchas cabezas, sobre todo de duendes, y eso le agradaba, los hombres parecían haber perdido su arrojo, y ya no era tan divertido matarles, los duendes en cambio gustaban de atormentarles y cuando supieran que ya no podrían hacerlo, al menos abiertamente, se disgustarían en serio; eso le daba la oportunidad de establecer la disciplina, a su manera claro está, Ekarg salió de la cueva sin volver la espalda a su amo, e iba pensando “los Firngrru–et van a sentir la fuerza de mi hacha”, sin duda los duendes azules sufrirían algunas bajas antes de que se cumpliera el plazo de Kirlgurrerg.
8
La cueva era fría y oscura, pero la oscuridad no era lo peor, porque lo peor venía con las antorchas, con las antorchas llegaban los duendes, los niños lloraban y todos los demás gemían al acercarse las antorchas, algunas veces sólo los golpeaban, pero en otras ocasiones se divertían masacrando a quien osara presentarles cara, arrancaban a los niños de los brazos de sus madres o bien se llevaban a las madres mientras otros mataban a sus hijos, si alguien era llevado por los duendes, hombre o mujer, jamás volvía.
Lara pensaba que nadie sobreviviría, sus hijos murieron en la guerra, su compañero murió cuando fueron capturados, decapitado por la horrible espada de un duende. Sólo tenía un motivo para vivir, y ese era ¡venganza!
Primero escucho las voces, gritos y gruñidos que antecedieron a las antorchas. Muchos lloraron, otros gemían pero la mayoría callaban y miraban solo una pequeña porción de suelo. Los duendes venían.
La luz iluminaba sus rostros deformes, asquerosos, de color verde, los rumores decían que estos eran los que gustaban de la carne de hombre.
Tomaron un cuerpo cansado en la entrada de la cueva, sin duda el hombre ya no tenía deseos de vivir, habría perdido toda esperanza.
Otros dos se acercaron a un pequeño grupo de seis personas que reculaban hacia la pared, uno de los duendes agarró a un joven muchacho, que se resistió muy poco, antes de ser arrastrado, pero en ese momento se oyó un gruñido en la entrada, de la caverna, varios golpes y el claro sonido de un cráneo al romperse.
Un duende muy alto casi de tamaño de hombre adulto, el color de la piel del duende no lo había visto Lara jamás, el duende era rojo grisáceo con grandes llagas por todo el cuerpo, él gritó una orden en su distorsionado y repugnante idioma. Los otros duendes dejaron al muchacho tumbado en el suelo de la caverna y salieron del recinto, entre murmullos de desconcierto y enojo.
Otros cinco duendes rojos entraron, y dejaron en medio de la cueva una tabla rebosante de alimento, alimento que, poco después comprobó Lara, sabía decididamente mal, pero era la primera vez desde que ella llegó allí, que la comida alcanzó para todos, aunque por supuesto algunos comieron más que otros.
Nadie sabía por que lo habían hecho, pero el hambre pudo más que cualquier otro sentimiento, en pocos momentos no quedaba nada sobre la tabla.
Afuera en otra caverna, mucho mejor iluminada, el clan Firngrru–et, los duendes azules, miraban con irritación y desconcierto a Ekarg el jefe de los Grolck–et, los duendes rojos.
* Kilrgurrerg, me ha encomendado el cuidado de las bestias humanas, así que nadie las tocará sin mi consentimiento, la vigilancia, alimentación y supervisión de las bestias quedará a partir de este momento a cargo de los Grolck. Si alguien se atreve a desafiarme, probará el filo de mi hacha.
Los ojos rojos de los duendes parecieron encenderse un momento, pero Ekarg no se inmutó, poco a poco el desafío se fue enfriando, hasta que comenzaron los murmullos Ekarg supo que nadie se levantaría contra él en esos momentos, unas horas de calma, al menos hasta la hora de comer se mantendrían todos quietos, pero la próxima vez debería mandar más de diez soldados a llevar las raciones a las cavernas de los esclavos, de eso estaba completamente seguro.
9
* Lara – Esteb era un niño dulce que soñaba con hadas, delgado y despierto, de pelo castaño, la había consolado una vez, casi al entrar en la caverna, ahora lloraba él, y Lara sabía por que, su madre por fin había expirado, lo abrazó queriéndole consolar, aunque no podía decirle nada, se prometió a si misma que le cuidaría.
El niño se durmió entre sus brazos, llorando hasta perderse en un sueño inquieto.
Lara despertó con el niño aún entre sus brazos, el sonido de los pasos en la entrada de la cueva precedió a una lucha corta y sangrienta. Tres duendes rojos abatían a otro azul, entre gritos y gruñidos, hasta que el azul murió con la cabeza separada del cuerpo. Después entraron otros duendes cargan en hombros una enorme tabla llena de alimento; dos veces en un día, era algo que no había visto antes, algo sin duda estaba ocurriendo entre los duendes, algo que tarde o temprano llegaría a comprender, pero no se preocupó mucho tiempo por eso, despertó a Esteb y corrieron a la tabla, el alimento era peor que el de la mañana, bueno ella creía que el anterior había sido en la mañana, porque en realidad dentro de esta caverna medir el tiempo era algo difícil de hacer, muy difícil.
Sorprendentemente, una vez más el alimento fue suficiente, Lara no sabía si esta era la única caverna de prisioneros, pero creía que no, porque de vez en cuando había escuchado algunos gritos humanos a lo lejos, quizá transportados hasta allí por el laberinto de cuevas.
10
* Setecientos cincuenta, señor – Los esclavos contados por Ekarg, eran aún muy pocos, además una cuarta parte no soportarían el viaje, pero el duende se guardó mucho de decírselo a su rey.
El rostro de Kilrgurrerg, no mostró ninguna reacción, pero Ekarg sabía que no era de su agrado, aunque se esperaban más esclavos en los próximos días, procedentes del norte; además las brujas también traían a sus esclavos, quizá tres mil o un poco más.
Los Orkgr-et o duendes negros, habían mandado un mensaje, la campaña del norte estaba casi completa, sólo Docas y Colma resistían, pronto llegaría el primer destacamento con esclavos, Brarkar al mando. Magror el primer general aún tenía que terminar el trabajo, el sitio duraría dos semanas como máximo.
Mientras tanto en el sur Crarg mantenía en asedio a los rebeldes, el sucesor de Fragga sin duda se había vuelto el segundo general, así que mandaría a Brarkar al frente este con las brujas para empezar la construcción del puente, para poder preparar él mismo las fuerzas de invasión, ¿Cuánto habían dicho las brujas que tardaría la construcción? ¿Tres... cuatro semanas?
Las primeras brujas llegaron al amanecer del tercer día, volaban por encima de los árboles, la mayor parte vestían con largas túnicas rojas; de algunas, en cambio, sus ropas eran transparentes. Veintisiete eran en total, tres de ellas se acercaron a la entrada de la cueva.
Los duendes que la custodiaban les impidieron el paso más después de oír unas cuantas palabras de las tres mujeres se apartaron de su camino, las brujas entraron a las cuevas si detenerse a causa de la oscuridad reinante, continuaron con paso firme mientras los duendes se apartaban de su paso cada vez, de la misma forma que los primeros.
Después de una hora de caminata dentro de los pasadizos llegaron a la cueva del rey, ésta vez los guardias resistieron un poco más pero al final también retrocedieron.
* Las esperaba – comentó Kilrgurrerg, el rey estaba calmado y por su expresión parecía no sorprenderle el hecho de que las tres mujeres llegaran hasta él de esa forma.
* Los esclavos deben estar preparados para el atardecer – dijo una de ellas, con una sonrisa encantadora, que sin embargo sonaba más a un hecho que a una petición o a una orden.
Kilrgurrerg asintió con un movimiento de su manaza. Después llamó a uno de los guardias y le ordenó que hiciera llegar el mensaje a Ekarg.
El rey no podía olvidar su encuentro anterior con las brujas del oeste, como había dejado de llover, y el sendero hacia la cima, estaba seco como si no hubiera llovido en meses, los árboles y arbustos se apartaban a su paso, lenta pero inexorablemente, sin embargo a él le pareció que andaba más aprisa que nunca, la brujería es poderosa y él deseaba ese poder.
Después de una larga pausa, hasta que avisaron que sus órdenes fueron cumplidas, Kilrgurrerg se dirigió nuevamente a las brujas, que en ésta ocasión no eran las tres ancianas de la montaña, sino tres jóvenes mujeres que sin duda serían humanas hermosas, sus ropas eran semitransparentes y en sus ojos no había corneas.
* Al atardecer un destacamento de doscientos guerreros guiará a los esclavos por la superficie, además se encontrarán en una jornada con un grupo que viene de norte con más esclavos.
* ¡Perfecto! – musitó una de ellas.
* Nosotras nos quedaremos contigo – agregó la más alta de ellas, aunque la diferencia de estatura entre ellas apenas era perceptible.
* Te daremos poder – acabó la última con una sonrisa maliciosa.
* ¡Perfecto! – ahora fue el turno de Kilrgurrerg.
El rey de los duendes entregó su mazo a las brujas y las despachó, añadiendo que se reuniría con ellas en cuanto los esclavos partieran al encuentro de los otros dos grupos.