De Nienna y Olórin: Un fragmento del mito de los Istari
Nuestra amiga Nuria nos ha enviado un relato completo, que consta de tres partes, en el cual se habla sobre Olórin, uno de los tres Istari y también de Nienna... y, de amor.

Prólogo

…El más sabio de entre los Maiar era Olórin. También él vivía en Lórien; pero sus caminos lo llevaron a menudo a casa de Nienna, y de ella aprendió la piedad y la paciencia…

(J. R. R. TOLKIEN “El Silmarillion”)


“…Muchos de los que viven merecen morir, y muchos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos…”

J. R. R. TOLKIEN (“El Señor de los Anillos - La Comunidad del Anillo”)


“…No os diré: no lloréis; porque no todas las lagrimas son malas…”

J. R. R. TOLKIEN (“El Señor de los Anillos - El Retorno del Rey”)


Primera parte

Olórin era siervo de Irmo, Vala y Señor de los Sueños, y habitaba su morada, en el reino de Lórien. Pero tan grande era su inclinación por lograr sabiduría, y tan humilde su vanidad para importarle convertirse en un sencillo alumno; que sus ideales cambiaron y, después de conseguir que su amo le consintiera partir, sus pasos lo condujeron a morar la Casa de Fui Nienna.

Me agrada tu espíritu, mi fiel” Le dijo así Irmo “Pero difíciles son los dones con los que ambicionas ilustrarte, porque la Senda del Dolor y la Privacidad son las únicas metas que sigue mi hermana mayor. Y habar veces que no verás esperanza, al sentir tu alma desquebrajarse, y el ahínco que portas ahora, morirá como una candela en la tormenta.  Porque te veras en haciendas distintas a la paz que duerme en Lórien y tendrás que sufrir por el conocimiento que ansias. Pero si dispuesto estas por continuar, tienes todas mis bendiciones. Y no temo por ti, ya que en buenas manos te dejo, las de Nienna, puesto que, de todas las criaturas que habitan los subsuelos o las elevadas esferas de Arda, no hay ser que la compare en benevolencia y gentileza”.

Entonces cruzó las rondas de los Reinos de la Noche, al oeste del Oeste en los términos de la tierra, y llegó a Hanstovánen, el Puerto de las aguas negras, donde el sol nunca se refleja sobre el mar y las gaviotas no cantan melodía alguna. Y a presencia de la dama de ese mundo fue conducido Olórin, el maia.  Gratamente fue recibido por ella, cuyo nombre es Fui Nienna, porque la causa del luto es su menester; pero también la llaman Kwalmë-Tári, la Reina de la Muerte, porque es una de las tres mujeres Arathar, las exaltadas entre su pueblo, sólo igualándola en belleza y sabiduría Varda, la blanca del cielo, y Yavanna, la que ama los árboles. Y en todo su esplendor la vio él; porque sentada en su trono (con la única compañía de la bestia del cuerno Tyelperinwë) la Fëantári, la que aclaman la Plañidera, lo acogió con gentileza y su efigie cautivó a Olórin, que la vio hermosa y profunda como la medianoche.

Y las cualidades del maia también agradaron a Nienna más de lo que ella misma esperaba; porque vio en él ansias de aprendizaje, como muchos deseos por ayudar a los demás; puesto que Olórin era un ser sencillo y caritativo, virtudes agraciadas que no le fueron indiferentes a ella.

“¿Qué conocimientos persigues? ¿Qué deseas de la que mora en el crepúsculo perpetuo?” dijo Nienna, cuyo velo negro ocultaba su boga “Porque si ambicionas riqueza imperecedera, la gloria sobre tus semejantes o poder para ser, entre los Ainur, tan eminente que sus corazones se vean obligados a agasajarte; ya puedes partir y no dignarte a importunarme en mi retiro. Aquí nunca hallaras eso. Pero mi alma me dice que no eres así, y tu, en verdad, aspiras a algo que va más allá de lo puritano, porque en ti veo mucho amor que dar.”

“Si la Señora cree en mi voluntad, hoy prometo seguir moralmente sus enseñanzas.” Fue la contestación de Olórin y a Nienna le sorprendió su forma de dirigirse a  su persona, con recato inconmensurable aunque, por igual, con una idoneidad que lo ensalzaban; y eso la llenó de satisfacción. "Ya he conocido la erudición de los otros ilustrísimos Valar y ninguna ha llenado mi vacío. Puede que solo el Camino de la Privacidad pueda otorgarme lo que ansió”.         

Fue así como ese espíritu de Lórien habitó Hanstovánen y sirvió humildemente en las estancias de la Dama, tanto tiempo que los hombres no podrían contarlo con edades... Y Olórin aprendió mucho de Nienna, tanto como nunca creyó posible, puesto que ella le abrió los ojos al dolor que residía en el mundo y este jamás le fue, desde entonces, indiferente. Así, tanto sufrimiento lo hicieron fuerte, vigoroso en valor y misericordia, porque la fuerza de Olórin, guiada por la Valie, nacía de la profundidad de sus ansias por hacer el bien, de acabar con el angustia terrible que soportaban los habitantes del Mundo y sobrellevar junto a ellos sus penalidades. Porque la Dama llora, sin embargo nunca por su soledad en aquel retiro misterioso, y muchos menos por su persona; sino porque ella padece las penurias de Arda al ayudar a sostenerlas.   

 A pesar de todo, duro fue habitar morada tan estéril o fría, cuyas ventanas siempre miraban al muro sombrío del mundo; y hubo momentos, como Irmo profetizó, que el maia lloró amargamente porque recordaba las hojas añiles de los árboles del Sueño y los cálidos manantiales de Estë. Además, poca compañía tuvo, ya que los otros habitantes del puerto eran tristes e insípidas sus conversaciones, tan distantes todos como si anduvieran por tierras despojados de memoria. Entonces Nienna lo reconfortaba con palabras conmovedoras y le permitía abandonar Hanstovánen durante días, para que tornara a transitar por el reino de Lórien y su añoranza desapareciera. Pero Olórin nunca se queda allí mucho tiempo, porque ama tanto los Reinos de la Noche que pronto vuelve al lado de la Valie, y a ella también añora cuando no la ve y sola no quiere dejarla; puesto que él conoce lo pesada que es la carga de sobrellevar la Dolencia de la Creación y sólo desea ayudarla a resistirla.

Pronto lazos profundos fueron los que a Olórin y Nienna vincularon, porque rara vez se separaban y juntos recorrieron las playas sombrías; haciendo que, estos parajes de los Reinos Lóbregos de los Fëanturi, ya no parecieran tan tristes. Y Nienna, a pesar de la fama ermitaña como Dama del Luto, se regocijaba con la charla de su compañero; puesto que él le hablaba de la belleza de Lórien y alejaba de su mente las sombras, describiéndole justamente como eran las aguas del lago Lórellin o cual rojas las amapolas que crecen allí. Así, tanto confió la Valie en él, que un día lo llamó:

“Hoy te mostrare una de mis más bellas y amargas labores, de la que sólo soy digna  por la gracia del Destino” le habló de tal forma la Plañidera y lo condujo, arrastrando su largo manto de lobreguez, por el embarcadero de Hanstovánen. Allí lo hizo esperar, mientras ella tomaba con delicadeza un pequeño candil cuya luminiscencia plateada recordaba vagamente a la “Errante” de los Cielos Nocturnos. Entonces cuentan que Olórin sintió la brisa del mar; la cual no transportaba la fragancia de las olas ni el sabor de la sal, sino el frío de las lapidas y el bálsamo de los huesos. Solo entonces pudo ver una figura en el horizonte, de negras velas y silencioso movimiento, puesto que no era otra cosa que el Mornië, el Barco de la Muerte. Y el conductor que guiaba este velero negro, con reservada actitud, no podría ser otro que el mismo hijo de Nienna: Morion el Enterrador, cuyo rostro es de calavera inmutada y sus manos de afilados dedos, digna efigie de un vástago tenebroso. Porque su padre es el perverso Enemigo Oscuro del Mundo (Que tanta vileza ha engendrado que ya nadie puede perdonarle, ni siquiera la Plañidera). Mas, Morion niega seguir las potestades del legado paterno y al lado de su madre permanece…

Allí atrancó el velero y muchos de los habitantes de la Casa de Nienna embarcaron. Entonces Olórin supo que no eran Ainur como él, sino fallecidos, los Fantasmas que moraban  ese lugar a la espera de su postrema marcha.

“Al Mornië solo subirán hoy las almas de los Atani, los mortales que abandonan el Eä para no regresar” dijo así la Plañidera y tomó la mano de él, para conducirle a popa “Mañana volverá el barco en busca de las almas de los Quendi, que aquí esperan. Existen trazadas dos rutas en la Kwalvanda, el Camino de la Muerte, una para cada raza, porque lo perdurable y lo perecedero no deben de realizar nunca el último viaje. Ven ahora conmigo, quiero mostrarte el primero de los distintos  destinos que aguardan a los hijos de Eru”

Y mientras navegaba  Olórin comprendió quien era verdaderamente la Dama del Luto, la cual, allí plantada y con la vista perdida en el horizonte oscurecido, no habló; pero permaneció en adorable solemnidad y, quien la hubiera visto entonces, diría sin miedo que en ese momento superaba en beldad a cualquier mujer que caminase los muchos reinos del Eä, divinos o terrenales: Ciego es, tanto en vista como en corazón, quien piense en ella como una simple ermitaña, apartada de la abundancia de Valinor; o como una sufridora de desesperado porte, que llora por las desgracias que azotan a la Creación. Pues Fui Nienna es la misma Guardiana de la Muerte y Kwalmë-Tári es el título que porta. La Muerte Natural tanto de los efímeros hombres, que fallecen verdaderamente; como de los bellos eldar, que  vuelven una y otra vez a la existencia si así es su deseo. Cuida de las almas que hasta Hanstovánen llegan, guiadas solamente por las negruras de su largo manto, las cuales se extienden, como alas crepusculares, más allá de cualquier mar o país olvidado.

“Y doliente es mi sino, Olórin. Mas yo misma lo elegí, hace ya indudables períodos valarianos. Y de dicha elección no me arrepiento ni me arrepentiré, aunque me rodeen ideas presuntuosas y piense, por un efímero momento, en renunciar al resabio de las lagrimas y vivir sólo de regocijo; maleándome para la eternidad” continuó ella. “La Muerte Natural es un hermoso regalo, sobretodo la que padecen los Atani al ser auténtica. Hermosa, si duda, a pesar de que ellos mismos no saben valorarla porque amargo es su gusto y abrumador el camino: Esta muerte humana carece de materia, ya que todo perece en este mundo y lo creado se destruirá, menos lo que será eterno al no pertenecer a lo terrenal. Es el Eru, y la Llama Imperecedera que forma al alma, la cual se disuelve para volver su origen perpetuo”        

A la Casa de los Muertos, la fortaleza alzada de Mandos, llegaron por la trazada Kwalvanda y los fantasmas descendieron, uno a uno, con los ojos perdidos en pensamientos vacantes. En aquella residencia han de estar para recibir el juicio final que porta la Voz del Destino, Námo, el magistrado de los Valar y el Primogénito de los Fëanturi. El mayor de los parientes de sombra es este portavoz de miserias y gozos, por tanto le debe pleitesía su propia hermana menor, Nienna, aunque ella sea reina en haciendas sin parangón. Por su mandato, ella obedece y trae ante su  presencia a los Hijos del Eru, los que al mundo han abandonado por la sombra del fallecimiento. Y los muertos la rondan y la claman, ya que Nienna fortifica sus almas o trasforma el calvario en conocimiento. Pero Mandos, como la Dama del Luto le explicó, es solamente una potestad como Hanstovánen, un lugar de transito para algunas almas, que volverán a partir hacia nuevas esferas cuando su juicio termine…

“Ahora te preguntaré: Si tan bella ofrenda resulta el suspiro final, ¿por qué los hombres temen morir? ¿No sabes la respuesta a tan sencilla cuestión? Ocurre por la presencia del llamado Morgoth, el maligno semejante de mi estirpe Vala. Él osó envenenar muchos agraciados dones otorgados a los Segundos Nacidos, tejiendo infernales augurios o desesperación malsana donde anteriormente no acaecían; incluida la misma Muerte, la cual es ahora sufrida y abominada, tanto como a su horrible persona… ¿Pero cómo pervirtió El Don de los Hombres de tal terrible forma? Fácilmente, pues se dijo a si mismo que, como podía suministrar la Vida (una vida horrenda forjada en las mazmorras de Utumno), bien podría arrebátala igualmente, designando la Muerte a su voluntad (una muerte innatural privada de sentido). Y Así será, puesto que Muerte es sinónimo de Morgoth, y no de Nienna, por lo menos hasta que la esperanza retorne y la verdad sea vista de nuevo, ya que mi destino es enmendar donde él corrompió. Por ello, en donde hubo amor hacia mi persona, del cual un niño nació para colmar mis dichas, ahora solo hay odio. Porque ya has de saber que Morgoth me amó una vez, cuando florecíamos como espíritus jóvenes y las tinieblas no cobraban imagen en mi mente. Pero muy atrás quedan estos recuerdos y nunca (aunque esa fuera mi estrella) anhelaría que lo que me abandonó, retornase a mí”

“Afligidas son las palabras con las que se expresa, demasiado, inclusive para pertenecer a la Plañidera” dijo el maia tras oírla, con el corazón abrumado al sentir una cerrazón doliente sobre su hado y el de ella “¿Qué razón existe para que un simple siervo las escuche de labios de su señora?”

Fue en aquel momento cuando Olórin apreció que los ojos rojos, por las lagrimas, se tornaron esplendentes, casi idealistas, y que una sonrisa difusa se dibujó en la cara de la Valie. Pero no podría asegurar si era realidad o puro espejismo, puesto que el extenso velo que la enlutaba, ocultaba por igual su faz; tanto como si ella anduviera en distantes parajes y no junto a él. Si así había sido, Olórin no lo sabia, aunque eso era lo que más ansiaba descubrir; ya que sintió su alma desgarrándose con sólo una mirada de ella, y ese daño resulto apacible y divino, más de lo deseable.

“La razón hoy me es desconocida” habló Nienna  “Mas, suficiente es mi vejez y largos los periodos de mi linaje; por lo menos para hacerme conocedora de que la providencia de las cosas es el cambio continuo. Y ese cambio esta incluso en nosotros, los Sagrados; dictándome hoy, con enunciados inexplorados por mí alma, que tú, Olórin, tendrás el fuego de donde emergerá esperanza. Pero esa expectativa me es lejana, y sumirte en preocupaciones o anhelos no es mi labor. Vayamos ahora a la hogar de mi hermano y de su noble esposa, la tejedora incansable; porque debemos procurarles los saludos correspondientes a su rango y comer, juntos, en su mesa…”

Pero Námo no recibió con gusto a Olórin, aunque nada dijo y a su casa le permitió el acceso: Su semblante pálido decía mucho de sus pensamientos, aunque, como Vala, tenía el don de ocultarlos en lo profundo de su entidad. Y Námo leía en los corazones, tanto de vivos como de muertos, y lo que estaba escrito en el de Olórin no fue de su agrado. Porque el maia, aunque superior en dones a cualquier hijo del Eru, no podía compararse a sus Señores, los Valar que a la Creación rigen, y Námo vio en él que amaba a Nienna como mujer entre todas las Ainur.

“Grande es la presunción de este vulgar vasallo que a la Casa de Irmo, mi pariente, pertenece” Pensó para si el juez de Mandos “O solo es un loco por osar enamorarse de mi hermana. Porque muy profundo es el linaje de nuestra familia Fëantur y por iguales sólo tenemos a los otros Señores de Occidente. Y, aunque la herida de Morgoth sangre en su corazón, no existirá más deliberación para Nienna que la de unirse en esponsales a uno de los Valar. Nunca a un lozano e imperfecto Maia, por magnos que sean sus meritos; puesto que, por semejante, yo no lo aspiró a ver”


Segunda parte

No pasó ni una estación, cuando Olórin, requerido por los dos hermanos Fëanturi, viajó de nuevo a Mandos. Allí no le recibieron amablemente; sino que solo distinguió, afligido y apesadumbrado, el semblante adusto de Námo y las palabras de reproche de Irmo, su amo.

“¿Tan mal en mi casa te he tratado que con tales ofensas me pagas?” Le dijo el Señor de los Sueños, mirándole con sus ojos resplandecientes como fuego.  “Bien engañado me has tenido: Si hubiera sabido cuales eran tus finalidades, nunca habría permitido que tu vista posase sobre los Reinos de la Noche. ¿No comprendes, infeliz, que entre Nienna y tú nunca acaecerá nada más que servidumbre y acatamiento divino?”

Yo nunca pretendí importunar al que debo vasallaje y, si lograra enmendar el agravio, con complacencia lo haría. Pero lo que ofende a los Feänturi es mi corazón, Alto Señor de Lórien. Y es un músculo tornadizo y caprichoso; capaz de regir naciones, encumbrar a los hombres hacia la gloria o ahondadlos en la consternación. No soy patrón de los actos guiados por el corazón, como no existe sobre Arda hombre o mujer que lo sea; ni siquiera los mismísimos Valar. Mas, os mentiría si expresase que soy victima de tales designios; porque de amarla no me arrepiento, ni alcanzare a arrepentirme. Pero nunca rogaría por poseer la más preciosa joya de los hermanos del Crepúsculo, puesto que bien se cual es mi lugar”.

“Tu voz es una falsa constante, Maia” le injurió entonces Námo. El Señor de Mandos muy alto personificaba, erguido con todo su poder, con la rabia y la humillación centelleando en su cara. Y esa furia divina se acrecentó; porque Olórin no menguaba en valor, ni en desafió; aunque se mostraba sumiso como él más leal de los súbditos. “Necio serias al codiciar cambiar lo incambiable: Nienna ya estuvo con uno de los nuestros, Morgoth; el que solo infidelidad y desgracias nos acarreó. Mas, Vala era y el más grande; tanto en plenitud como en conocimientos. Y solo otro de los nuestros volverá a desposarla, si ese fuera el designio de mi hermana. Así será,  puesto que ella esta muy por encima de ti y los de tu casta. Ama a otra, no existen pocas de los tuyos y bien hermosas sobre Valinor habitan, pero olvida la quimera por la que suspiras.”

Ahora bien, aunque sabido es que Olórin era sabio y bien dotado en artes como en astucias, las palabras de Námo cierta lógica albergaban; y él, por mucho que lo intentará, no seria un digno igual al esplendor de la casta valariana. Eso lo entristeció y sus ojos distinguidos se apagaron, igual que nubarrones ocultando al Azul Celeste; puesto que una gran bruma negra había velado cualquier ilusión que poseyese, si es que alguna vez poseyó, en su ser. Entonces llego la Reina de Mandos, la tejedora Vairë. En sus aposentos trabajaba, con gracia y decoro, hasta que el altercado a sus oídos llego. Su presencia detuvo tanto a su marido como a su cuñado, porque de parte de Olórin estaban:

“Nunca pensé, ni en los años que las oscuridades nos sumió en desdicha, que oiría tales palabras venidas de tus labios” Dijo Vairë a Námo, y el Rey de Mandos se perturbó, porque, ningún día, en cuantos vivió y recordaba su infatigable memoria, tan duro semblante se había marcado en la faz de su amada “¿Cómo te atreves a llamar mentiroso a Olórin, cuando él te ha mostrado que alberga su espíritu y no ha negado los agravios? ¿Y que agravio son esos? ¿El amor hacia tu hermana? ¿Veis insulto ahí?”

“Vemos insulto no en el amor, sino en el atrevimiento de asemejarse a nuestro linaje y al intento de deshonrar a mi hermana”

“¿Es que acaso los sentimientos conocen de estatus y castas? ¿No se rigen solamente por la ley de Eru? Debería enaltecerte que alguien ansía cortejar a tu hermana de tal noble forma, y más tras repararla afligida y lacerada por yerro del malintencionado Morgoth.  Sois vosotros los que deshonráis a Nienna, y no Olórin. Mucho ha cambiado el mundo para que sean hombres los que velen y dicten sobre el destino de las mujeres. Más todavía en el amor. Y muy necias hemos sido al acatar vuestros propósitos, puesto que no hemos sabido conservaros en vuestro sitio”

“¿Y cual sitio es ese, mi señora? ¿Un lugar que germina en tus fantasías? Vuelve a tus quehaceres o trenzaos, ya que sólo ahí eres indispensable; y olvida mis asuntos. La obligación de un hermano es velar por su pariente, proteger su decoro y velar por su dote…”

“¡Bajo mi techo no me hablarás ni me humillarás de tal forma!” Gritó entonces la Tejedora y Námo sintió haberla herido porque la amaba, y quiso hacérselo saber. Pero Vairë no se calmó sencillamente, y fría, más que el hielo puro, fue su contestación. “Me iré lejos de ti, puesto que no me respetas; aunque sea para el sufrimiento de los dos y nos pese para siempre esta decisión. Pues no podría vivir en los parajes donde no soy reconocida, y menos como una igual. Porque no soy tu sirvienta, Námo, sino tu mujer y compañera”

Entonces Námo le rogó que no partiera y ella se quedó, puesto que el cariño hacia él no podía desaparecer así por una simple disputa. Y dicen que la dama resplandecía, como las hojas del estío tras el rocío, y sus ropas moradas la envolvían entera, mientras los sonidos nocturnos llegaban con la brisa. Así, Námo se enterneció al ver la perfección de su Reina, y admiró su fuerza y templanza para desafiarlo.

“Di lo que goces en expresar, mi señora. Sobre Nienna y Olórin” Le habló su esposo y ella le miro con ternura; ya sin ápice de desagrado en su interior, porque nunca existió tal sentimiento malcarado en su corazón “Lo que desees, se hará: Si mi hermano no lo considera incorrecto”

“Será así, no me opondré” contesto Irmo, el anhelante  “Porque tu eres el Primogénito de los hermanos Fëanturi y, si tu ánimo lo acaricia, que sea tu esposa quien decida. No expondré nada en contra” 

Y la Reina de Mandos tomó a su esposo de la mano, y debatió en silencio durante un tiempo. Fue así porque Vairë tiene el don de la profecía; y muy hondo buscó, dentro de los anales de la historia futura. Mas, si vio algo más allá de las tinieblas, no lo comentó:
“Nada se hará: En ninguno de nosotros reposa en Destino de Olórin, y lo que ha de transitar, transitará inexcusablemente. Que vuelva a Lórien y retorne a sus tareas abandonadas, puesto que mucho tiempo ha morado en Hanstovánen. Con la separación, conoceremos las emociones que guarda aprensivamente la Enlutada. Si solo prorroga de Olórin servidumbre, lo sabremos pronto, y él, por muy quejumbrosa que sea la revelación, la acatará sin reservas. Pero si, por recóndita que sea la posibilidad, Nienna consienta, solo a ella le atañera resolver que acontecerá después…”

Mas, el filo de un puñal no hubieran herido tanto a Olórin como el verse obligado abandonar Hanstovánen y los Reinos de la Noche. Ahora bien lo sabían todos los espíritus que Lórien habitaban, porque él pasaba los días errando sin alma y alegría, casi enfermo, gris como las aguas turbias de un profundo manantial. Porque, ni la belleza de los árboles, ni el súbito cantar de los pájaros; hacían olvidar a Olorin a  Fui Nienna. Todo lo contrario, puesto que, ese mundo de Sueños y Descanso, bien poco recordaba al de la Noche y la Piedad que tanto amaba  y añoraba.

Y este sufrimiento de Olórin fue probado por Irmo, su amo; doliéndole  profundamente porque era sensible, bueno y nunca ajeno al dolor de los demás. Irmo, Señor de la Paz y los Anhelos,  le estremeció sentir que estos dones no residían ya en su siervo, al que en el fondo tenía en alta estima. Entonces el arrepentimiento llegó al corazón del Señor y muchas lágrimas por Olórin vertió; y tanto cariño sintió por él, que ya nunca le rehusaría la mano de su hermana puesto que, como pariente, ahora  le agradaba.

Así a su esposa se lo hizo saber y Estë, la Curandera de la centelleante melena plateada, le acalló dulcemente, posando su mano blanca en los labios de Irmo:
“En ti ya no existe tal decreto, sino que ahora mora en Nienna. Solo la fortuna puede ahora decirnos que les atañerá; aunque miento al indicar eso, porque Vairë, tu cuñada, es la Adivina de los Valar, y conoce más de lo que menciona. Lo sé porque un nuevo telar esta elaborando, y mi esencia me dicta que tiene relación con Olórin… Pero a mis deliberaciones no compensaría dar oídos; porque surgen más de mis emociones, que de mi racional mente”
De este modo terminó y nada más se habló.