Caía la noche, y ella esperaba sonriente el momento en que él regresara. Lo veía allá arriba, brillando poderoso, con el Silmaril en su frente. Pero esta vez, Elwing no salió a su encuentro, pese a que habían acordado que ella volaría hacia él, como tantas otras veces.
Cuando él entró en el jardín de su hogar, tenía el hermoso semblante preocupado. La luz del Silmaril, tenue ahora, iluminó a su esposa, que descansaba sentada junto a unas margaritas. Cuando iba a preguntarle qué había ocurrido, descubrió que ella reía, por lo que su preocupación disminuyó. Y entonces bajó la vista, y descubrió que estaba jugando con una gatita. Se arrodilló, besó a su esposa y acarició el lomo del bello animal, que ronroneó agradecida.
La gata, según le contó Elwing, había llegado a las costas aquella misma tarde. Elwing la encontró maullando lastimeramente en la playa, mirando hacia el mar. Sin embargo, no protestó cuando Elwing la recogió en su regazo, pero su pena no parecía disminuir. Al levantarse, observó una alta y esbelta mujer de cabellos dorados dirigirse hacia ella, sonriendo. Era Galadriel, señora de los Noldor, quien después de saludar con amabilidad, se fijó en la gatita.
- Esta gata guarda en sí un destino que nos afecta a todos, dama Elwing. He estado toda la tarde intentando acercarme, pero me ha evitado continuamente. Si te ha permitido a tí recogerla, debe ser por alguna razón que no logro entender.
Cuando escuchó este relato, Eärendil se puso en pie. Tenía el semblante serio, pues conocía la capacidad de la dama Galadriel de ver más allá. Juntos, Eärendil y Elwing, se encaminaron al Taniquetil, e iniciaron el ascenso hasta llegar a Ilmarin, donde solicitaron audiencia con el Gran Señor de Valinor. Allí, relataron el encuentro con aquella diminuta gatita, y las palabras de la señora de los Noldor. Manwë habló entonces.
- Poderoso es, en verdad, el hado que rodea a Mistinguet, pues ese es su nombre. Posee en sus ojos la luz de quien descubre nuevas cosas, y quien ve más de lo que los ojos de los Eldar o los Edain pueden descubrir en cada lugar. Su sitio está aquí, junto a nosotros - dijo, mientras la hermosa Varda se ponía en pie y se acercaba a recoger al animal de brazos de Elwing.
Pero la gata comenzó a maullar, de nuevo, lastimeramente. Varda se sorprendió al principio, pero, acercando su rostro al del animal y mirándolo directamente a los ojos, le dijo: "¿Qué te preocupa? Háblanos, pues yo, Varda, Señora de las Estrellas, te lo permito".
Entonces la gata pareció comprender, y pronunció una única palabra: "Liberty".
Manwë comprendió entonces: "No, tu destino no está aquí con nosotros, sino con quienes tú eliges, pues el nombre que has pronunciado marcará también tu destino, y tu destino es la Libertad. Libertad para tí y para nosotros, pues tú acompañarás a Eärendil en sus viajes de hoy en adelante, y custodiarás con él las Puertas de la Noche. Y el día que la Sombra regrese, serás tú, Mistinguet, quien primero lo vea. Y será gracias a tí que podremos vencer por fin el mal, y serás recordada en canciones. Eärendil, llévala ahora contigo, y permítele que contemple el mundo desde la cubierta de Vingilot. Y lleva la luz a quienes ha dejado ahora en Arda, para que la recuerden con amor, y sonrían al contemplar la luz del Silmaril".
Horas después, Elwing se despedía de su esposo y de Mistinguet, pues la hora en que Vingilot debía haber zarpado se había retrasado ya. Tras besarla en la frente, entregó la gata a Eärendil, que subió al barco con ella. Y, descansando en el brazo de Gil-Estel, la gatita parecía sonreir mientras miraba hacia adelante.
El sábado 16 de octubre de 2004 ocurrió un hecho que ninguno de los sabios ha logrado explicar aún: El llamado Lucero del Alba, que otros conocen como "Venus", retrasó inexplicablemente la hora a la que debía surgir por el horizonte. Un mínimo retraso que palió brillando con más fuerza que en los días precedentes, de forma también inexplicable.