La espada de unión y muerte

Nagore nos envia un relato de fantasía en el que descubriremos cómo una espada unió a Zöra y Krachek
    
IV

El día siguiente amaneció oscuro y gélido. Zöra se levantó temprano. No habría dormido más de 4 horas, pero poco le importaba. Era feliz, muy feliz. Una radiante sonrisa se asomaba en sus rosados labios.

Sin embargo, esa sonrisa se borró al ver el inquieto rostro de su madre, que sólo podía significar una cosa: malas noticias. Temió que le recriminase lo tarde que había llegado a casa, pero asuntos más graves fruncían su entrecejo.

- ¡¡Zöra!! – Un torbellino de arrubiados caracoles se abalanzó sobre ella.
- Buenos días Marzä – Besó la mejilla de su hermana menor.
- Hija... – La voz de su madre temblaba.
- Marzä, ¿porque no traes un poco de agua fresca de la fuente para mamá? – Le pidió afectuosamente. Cuando Marzä salió del hogar, preguntó - ¿Qué ocurre, madre?
- Ha estallado la guerra...
- ¿¿Cómo?? Pero si no había problemas...
- Eso parecía pero los Orones se han sublevado y los nuestros lucharán contra ellos en ayuda a los de las Montañas.
- ¡¡Los Orones!! – Exclamó Zöra acongojada. Era el pueblo de Krachek. ¿¿Cómo reaccionarían ante él?? ¿¿Cómo un enemigo?? ¿¿Qué papel tomaría Krachek?? - ¿Cuando partirán?
- Esta tarde lo más tardar – Contestó con la cabeza gacha.
- Madre, ¿padre ha de acudir? – Inquirió temorosa.
- No, vuestro padre no ha sido llamado.
- Menos mal – Su padre, a pesar de su gran habilidad con la espada, era considerado mayor para luchar. Aquel descarte heriría el orgullo de su padre, no así el de su madre y el de ella que preferían que no acudiera. Suspiró aliviada. Krachek... Debía verlo. Y ahora – Madre, ahora vuelvo, he de hacer algo.

Dejando a su madre con la palabra en la boca, salió de su hogar a toda velocidad.
Debía encontrarlo pero no sabía dónde buscar. Angustiada, recorrió la ciudadela sin hallarlo. Sólo vio a los herreros y a otros muchos gremios más trabajando a destajo para tenerlo todo presto al atardecer. Pero ni rastro de Krachek. << Oh Krachek, ¿¿dónde estás?? ¡¡Por favor, ven a mí!! >> - Rogaba para sí. No obstante, sus súplicas no fueron oídas. Entonces una arriesgada y desesperada idea cruzó su mente. Sonrió.

Los padres de Zöra, en compañía de su hija menor Marzä, despedían a los soldados que en aquel preciso instante, partían. Krachek Udal, el guerrero Orón, tras un breve y conciso comunicado, había optado por luchar en aquel bando convirtiéndose en el enemigo de su pueblo. No dio explicaciones y nadie se las pidió.
Muchos de aquellos jóvenes jamás regresarían y solo unos pocos afortunados, vivirían para contarlo.

Cuando el nutrido grupo dejó de verse, entraron al hogar. El padre se adelantó y se encaminó a su alcoba.

- Cariño, ¿dónde se encuentra mi armadura? La dejé aquí esta mañana  - Súbitamente  intercambiaron miradas de horror. Con la mirada se dijeron todo, pero era demasiado tarde.


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