Sueños de Invierno
V
Ante mi podía ver numerosas mesas, adornadas y repletas de comida. Sentados a las mesas, los nobles del reino engullían todo lo que los sirvientes les llevaban como si llevaran meses sin comer nada. Era la sala en la que mi padre solía celebrar los banquetes en las ocasiones especiales, y yo estaba sentado en su trono. En el centro de la sala un bardo, acompañado por un laúd, cantaba una canción para entretener a los comensales:
Como lo eres tú para mí
Y robarte esos besos
Besos de invierno
Sueños de invierno
Quisiera llenar tu soledad
Entrar en tus sueños y hacerlos realidad
Y robarte esos besos
Besos de invierno
Sueños de invierno
Quisiera congelarme con tus lágrimas
Hibernar junto a tu piel
Pasar el invierno contigo
Y robarte esos besos
Besos de invierno
Sueños de invierno
Abrí los ojos. Ya no estaba en la sala de banquetes, estaba en un bosque, rodeado de enormes árboles. Y lo único que oía era el sonido del viento moviendo las hojas de los árboles. A mi lado, apoyado junto a un árbol, se encontraba mi compañero. En ese momento me di cuenta de que no sabía su nombre, no habíamos tenido mucho tiempo para hablar
-¿Cómo te llamas?
-¡Hola!, por fin despiertas –me saludó a la vez que se acercaba a mí-. Ten cuidado al moverte, esos arqueros te alcanzaron en el brazo. He intentado curártelo, pero no deberías hacer muchos esfuerzos hasta que te viera un médico. Por cierto, mi nombre es Nevhir
-Yo soy Wirl –me presenté-. Parece que estamos a salvo. ¿Por qué dejaron de perseguirnos?
-Supongo que buscarnos en este bosque les habría llevado demasiado tiempo. Además podrían haber salido mal parados.
-Supongo… ¿Sabes donde estamos?
-Nos encontramos en el bosque de Gilit. En unos días podríamos llegar a mi ciudad natal.
-Eso sería genial. ¿De dónde eres?
-De Glashet. Se encuentra hacia el sur, no muy lejos del río Biga. Pero…hay un pequeño problema.
-¿Qué ocurre?
-Fui desterrado hace poco más de un año. Se supone que no puedo volver.
-¡Oh! Bueno, iremos de vuelta a Naan
-No. No importa. Naan está demasiado lejos, no aguantarías con el brazo es este estado, además, no tenemos provisiones, ni siquiera un arma para poder cazar algo de comida. Debemos ir a Glashet.
-De acuerdo. Yo me encuentro bien, cuando quieras empezamos a andar.
A decir verdad, me dolía bastante la herida del brazo, pero no serviría de nada quedarnos allí sentados. Nevhir se internó en bosque y yo le fui siguiendo como pude. El bosque resultó ser mucho mas grande de lo que yo me esperaba, además, no era fácil avanzar, los árboles eran muy numerosos y crecían muy juntos. A medida que nos adentrábamos en el bosque, los árboles iban perdiendo sus hojas, y la hierba, su color. Parecía como si estuviéramos entrando en otro mundo, como si estuviéramos entrando en el Invierno. Después de cuatro días andando casi sin descanso, mi cuerpo parecía que iba a derrumbarse en cualquier momento. Llegamos a un lugar en el que el terreno comenzaba a elevarse y Nevhir decidió descansar antes de comenzar a subir.
-Ya estamos cerca Wirl –me dijo-. Solo tenemos que subir esta montaña y encontraremos las murallas de Glashet.
-No se si voy a poder Nevhir, cada minuto que pasa me duele más la herida. Creo que se ha infectado.
-Tranquilo, queda muy poco. Una vez en Glashet, nuestros médicos te atenderán y sanarás rápido.
Esa noche apenas pude dormir, pero las fuerzas que pude recobrar fueron suficientes. En cuanto apareció el sol, nos pusimos en marcha. Fue realmente difícil subir la montaña, no solo por lo empinada que estaba, sino por la cantidad de nieve que cubría el camino. Se nos hundían los pies hasta más arriba de los tobillos. Aproximadamente a la mitad del camino, comenzó a nevar, lo que hizo aún más difícil la escalada. Nunca había visto nevar tan abundantemente. Pero mereció la pena.
En cuanto alcanzamos la parte más alta, pudimos ver al fondo la impresionante muralla que rodeaba la ciudad de Glashet. Pero hubo algo que llamo mucho más mi atención, y que me confirmó la idea de que en algún momento habíamos entrado en otro mundo, un mundo blanco y precioso. De pie, a pocos metros de mi, se encontraba la mujer mas bella que había visto nunca. Sus elegantes ojos negros me miraban. Y una larga melena le colgaba hasta la cintura. Su pelo era de color blanco. Nieve. No pensé que un rasgo propio de la vejez pudiera ser tan atractivo. Parecía un sueño. Sueños de Invierno.