El viento soplaba en mi cara

Tal y como lo define el propio Alma Errante, esta es una de sus creaciones de prosa poética, que esperamos que disfrutéis.
El viento soplaba en mi cara, me hallaba en algo parecido al éxtasis, mi mente hacia tiempo que quedó sepultada en lo profundo de mi ser, mi corazón palpitaba enloquecido y mi cuerpo se derretía ante aquella hermosa visión, ella caminaba con ligereza de ave, sus pies desnudos bailaban en la fresca hierba evitando pisar las florecillas silvestres, si, sin duda ella era una flor, una delicada flor silvestre, la mas bella flor que hubiera visto nunca; ignoraba su nombre y su edad, mas ese detalle me era indiferente, solo deseaba que esos momentos duraran eternamente, que ella no cesase de mover su blanca figura al son de esa música silenciosa, tuve la certeza de que jamás me moverían de allí mientras ella bailara aquella suave danza frente a mi, el sol aun no terminaba de salir y la luna se hallaba estática en el horizonte opuesto, ambos querían permanecer donde estaban rememorando su vieja historia de amor, al igual que yo deseaban que el momento fuera eterno, no sé cuanto tiempo transcurrió, cuanto tiempo pasaron la luna y el sol en su estática posición, cuanto tiempo pasé observando a aquella ninfa, ni cuanto bailó ella entre sus hermanas las flores, ciertamente pudieron ser días, horas,¿segundos quizá?, no, no quería saberlo, solo quería seguir contemplando al viento enredarse en los rubios cabellos de la muchacha, de súbito, como si el cielo quisiera dotar de más magia al momento, el sol y la luna ascendieron en el cielo hasta encontrarse, entonces una repentina oscuridad lo envolvió todo dejando paso a una dulce y blanca luz que inundó el paisaje sin dejar lugar para las sombras, cuando volví la vista a la muchacha la vi quieta, observando en el cielo la unión de los dos astros; sus finas ropas flotaban en el aire al igual que sus dorados cabellos; momentos, horas o segundos después volvió la vista hacia mi, me traspaso con su limpia mirada de ojos cristalinos y me invitó a acercarme, recorrí lentamente el trayecto, cuando estuvimos frente a frente me tomo de las manos y nos elevamos hasta convertirnos finalmente yo en su sol y ella en mi luna.