Los Días Antiguos
La noche cubría el mundo entero, mientras el sol y el viento
aún dormían, y las estrellas eran el único lucero
que alumbraba la tierra de la fantasía.
En esa niñez de los días, cuando aún no había despertado el sol,
nació el hermoso pueblo de la alegría, de la danza y la canción.
Así eran los Elfos, de alma inmortal: los Primeros Nacidos
de la existencia.
De mente sabia y mirada angelical; hadas mágicas
de la inocencia.
Cerca de un gran lago, felices vivían,
y por bosques vírgenes se demoraban,
y entonces con árboles y criaturas
en lenguas secretas hablaban.
Pero pronto apareció el primer Señor Oscuro
trayendo a sus espaldas la envidia y la maldad.
Un ejército de criaturas trajo consigo
para cubrir la Tierra de terror y oscuridad.
Un tesoro tenían los Elfos que él codició:
Tres joyas que eran estrellas a la luz del día.
Por todos los reinos la sombra del mal sembró,
cambiando canciones por llantos de melancolía.
Así, cayeron reyes que sólo las canciones recuerdan,
y legendarios reinos élficos fueron destruidos.
Pero Morgoth creyéndose vencedor no alcanzó a ver
que sus enemigos no se dieron por vencidos.
Dejando a un lado las arpas y forjando brillantes espadas,
caminaron entre campos de ceniza y regiones desoladas.
Cabalgaron sin temor hacia las tierras del Señor Oscuro,
y llegaron cantando en la noche, con la luna en sus escudos.
Dura fue la batalla, y grandes fueron las hazañas
de los hijos del Oeste.
Pero eran inferiores en número, y no pudieron soportar tanta muerte.
Fue entonces cuando, desaparecida la esperanza, un ejército
llegó del Gran Mar.
Eran los Valar, que viendo el terror de esa hora maldita
habían decidido ir a luchar.
Tal fue la ira de los dioses, que temblaron montañas,
Y con balrogs, orcos y dragones no tuvieron piedad;
Morgoth fue sometido, y aquí terminó la Primera Edad.
En edades posteriores el pueblo de los Eldar menguó poco a poco,
pues su destino no es este mundo sino un lugar remoto:
Es la tierra de Aman, donde las hojas no caen en otoño, ni los pájaros lamentan la llegada del invierno.
Donde la hierba es siempre verde, y se respira paz y armonía;
En Aman, hogar de Valar y Elfos hasta el fin de los días.
Y hasta que llegue ese final, bajo el cielo de este mundo triste
nos quedaremos los hombres, condenados a la fatiga y la muerte,
lamentando no poder ver más a ninguno de la Hermosa Gente.
Pues los Eldar se fueron hace tiempo por el Mar hacia el olvido;
Ahora, el remoto valle misterioso, ni tiene misterio ni está perdido.
Y el bosque que antaño una Dama conservara encantado,
ya ni tiene encanto, ni lo cubren sombras de árboles dorados.