El hijo de Fëanor
lo Miquel III nos envia su relato en el que nos recrea la vida de Maglor, el hijo de Fëanor. ACTUALIZADO

Muchas son las historias que tratan sobre el segundo de los hijos de Fëanor.
Sin embargo, Maglor no murió en la Tierra Media igual que el resto de sus hermanos sino que vagó durante largos años en las montañas de la Tierra Media arrepintiéndose de los crueles actos que cometió.
Cuándo Beleriand se hundió en el fondo del mar, él fue el último en pisar esa bella tierra, llevándose con él solamente el recuerdo de tiempos mejores. Intento regresar a Aman varias veces pero los supremos Valar le habían prohibido volver hasta que no se lo mereciera.

Años después, se estableció en Harlindon, con el permiso de Cirdam, Convivió con los animales mucho tiempo, y poco a poco fue olvidando su oscuro pasado. A menudo era visitado por el mago istar Rdagast conocido como el Pardo, que le enseñó el arte de hablar con los pájaros y las plantas.
Un día, Radagast le hizo un precioso regalo; le otorgó a Gwaihir, descendiente del mismísimo  Thorondor, señor de todas las águilas, que largo tiempo atrás había abandonado la Tierra Media para ir al occidente, e incluso ayudó a Fingon a rescatar a su hermano Maedhros de las garras del señor oscuro. Pero Radagast le advirtió de que las águilas no tenían dueños, y que no tenian porque obedecer a nadie.
Maglor cuidó de Gwaihir durante años hasta que el ave maduró y fue capaz de ir a cazar solo. Pero una noche, Gwaihir no volvió y Maglor empezó a preocuparse. Dos días después, Maglor salió en busca de su amigo. Lo encontró al cabo de tres días descansando tranquilamente en la desembocadura del Brandivino, junto a un viejo de ropas grises con una larga barba y un sombrero picudo.
Al acercarse, Maglor observó que el viejo sonreía y decía:

- Gwaihir empezaba a preguntar-se si volverías a buscar-le, Maglor.
- ¿Quién eres? y ¿Cómo nos conoces?
- Primero, tengo muchos nombres; unos me llaman Mithrandir, otros Incanus, mi nombre verdadero es Olorin. Aunque lo cierto, es que mi nombre más conocido es Gandalf, Gandalf el Gris - dijo entre risas-. Y a tu segunda pregunta, se de vuestra existencia porque soy íntimo amigo de Radagast, que si no me falla la memoria ya le conoces.
- Así és.
- Y ahora, nos vamos.
- Muy bien, creo que volveremos a vernos!

Al llegar a casa, Maglor se fijó en que Gwaihir tenía una pequeña cicatriz en el costado, de modo que le preguntó al ave como le había sucedido, le contó que cuando salió de casa para cazar, encontró las huellas de un grupo de orcos guiados por uno de casi tres metros. Así que siguió la pista hasta que le descubrieron y el líder, le disparó una flecha, desde una distancia considerable, con una flecha envenenada. Y cayó al suelo desplomado. Así lo encontró Gandalf, que le curó la herida y le dijo que el que lo había atacado, era Gargorath, una criatura creada en la lejana y oscura Utunmo, que largo tiempo atrás fue abandonada y destruida por las fuerzas de los Valar. Le pidió que guardara el secreto. Y así lo hizo.
Utunmo, - pensó Maglor - una fortaleza de hierro negro y frió. Antaño, capital del reino de terror de Melkor el Enemigo Oscuro, plagada de orcos, balrogs y otras espantosas criaturas. Pero como podía ser que esa fortaleza volviera a estar en marcha?
No podía saberlo, ni podía hacer nada...

Poco después, Gwaihir marchó a ayudar a Gandalf, y a la compañía de Thorin. Estuvo fuera mucho tiempo.
Al cabo de años, Gandalf  el Gris envió un mensajero a Gwaihir, una mariposa de negras alas llegó desde Isengard, Gwaihir voló hacia allí de inmediato. Volvió con el viejo colgado de su espalda, sin conocimiento.
Guardó cama dos días bajo el cuidado de Maglor, en cuanto se despertó grito:

- Frodo!
- Eh? Que dices? Quien es Frodo?
- Escucha Maglor, no tengo tiempo para explicaciones.
- Un momento, quien eres, en realidad? Responde, viejo!
- Soy un mago, uno de los cinco istar enviados a la Tierra Media para un propósito. Y al parecer, el más grande entre nosotros ha roto una norma.

Meses después, un frágil rumor llegó desde el este, una compañía de nueve compañeros, salió de Rivendel para destruir un anillo.
 Un anillo - pensó, recordando los tormentos que le causaron las joyas - no quiero intervenir.

Pasó poco más de un mes, y Gwaihir volvió a partir para socorrer a su amigo. Volvió de la helada cumbre de Zirak - Zigil helado, aunque esa vez no llevaba
al mago a su espalda.
Antes de que hubiera transcurrido un año, Gwaihir marchó muy al este, más al este que la lejana ciudad de Minas Tirith.
Esa vez Gwaihir no volvió en mucho tiempo, volvió al cabo de diez años, junto al viejo Gandalf. Pero el mago había cambiado sus ropas, ya no eran grises sino blancas y su pelo, liso.

Entonces, le explicó a Maglor  la historia de la Comunidad del Anillo, la destrucción del Sauron y la coronación de Aragorn Elessar.
Le contó también que partía a Aman junto a los Valar, y que podía ir con él, Elrond y Galadriel. Maglor no quiso pues sabía bien que no lo merecía.
Se despidió del mago, y también de Gwaihir, aunque no para siempre. Se iba a las montañas nubladas, le habían nombrado rey de todas las aves, por su coraje y valentía.

Unos días después, Maglor se fue a cazar, de repente, encontró unas  pisadas muy extrañas. Tenían solo tres dedos, o sea que no eran de ningún humano o elfo. Pero descartaba a muchos otros animales, pues eran profundas, más de lo corriente. Reflexionó sobre quien, o mejor dicho, que . Hasta que le vino un nombre a la cabeza: Gargorath.


EL ENCUENTRO

1. Los amigos

Hammerdown el enano reposaba tranquilamente en el Poney Pisador charlando amigablemente con un montaraz llamado Amras, su noble compañero de viaje. El enano llevaba cuatro días de viaje desde las Ered Luin hasta Bree, y desde luego, se alegraba de estar de nuevo al lado de un caliente hogar, gozando de un pinta y de una larga pipa con hierba de la Comarca. Hammerdown nunca había necesitado muchas riquezas, y a diferencia de los suyos, no las precisaba. Su larga barba pelirroja, orgullosa y trenzada, descansaba cómodamente en su pecho. Iba vestido con una capa de viaje con capucha, de color verde. Debajo llevaba un abrigo de piel, unos pantalones de cuero y unas botas negras. Disponía de un hacha llamada Ghostfield, cuyo filo era de mithril. Gozaba de buena fama en los alrededores, pues él se dedicaba a exterminar orcos justamente antes del fin de la Tercera Edad.
Por su lado, Amras tenía una larga espada llamada Burningblade, que le había salvado de numerosos enemigos. La pinta de Amras no era muy distinta a la de su compañero de aventuras, la misma capa del mismo color, chaqueta de piel, pantalones de cuero y botas. Pero él mostraba con honor, su barba de cuatro días, típicas de su profesión y raza.
Los temas de que hablaban estos dos aventureros eran muy variados, desde estrategias para cazar orcos hasta de cómo gobernaba Elessar, allá en Minas Tirith. Pero si había algo que gustase por encima de todo a este par, era la acción. Acción, como en los viejos tiempos, donde la discordia reinaba y centenares de orcos disfrutaban de libertad por la Tierra Media. Mas ahora, la raza de Morgoth estaba ya prácticamente aniquilada y los pocos que eran, no se atrevían a salir de sus cavernas en las montañas, donde planeaban un nuevo resurgir...
Jamás habrían creído a quién les dijese que tan pronto gozarían de orcos, uruk-hai y todas las criaturas que imaginasen, pues otro solitario, un elfo, no tardaría mucho en llegar.
- Hasta mañana, Amras - le dijo Hammerdown, era hora de descansar en una cama caliente.
- Sí, hasta mañana - coincidió el montaraz. - Al alba, te despertaré, tal y como hemos hablado, para cazar lo que encontremos.
Dormían en dos habitaciones distintas, una delante la otra. La de Hammerdown era pequeña, con una sola cama, un hogar encendido, una ventana y un pequeño escritorio que por supuesto no utilizaría. No tenía baño. La de Amras era más lujosa, tenía una cama doble, hogar, un completo baño, y un balcón donde observar la luna, las estrellas, y el bosque de Chet. Los dos durmieron bien esa noche, puede que los valar les concedieran ese descanso en vista de lo que les iba a suceder en los próximos meses.


2. La emboscada.

Un ruido sordo despertó al enano, era Amras que le llamaba para despertarle y avisarle de que había llegado la hora de marcharse hasta la noche a cazar. Alegre, el enano despertó y se levantó con fuerzas y ganas para ir a cazar. A pesar de ser temprano, en la posada ya había actividad, los encargados  limpiaban el vómito de la noche anterior, cuyos amos acababan de llegar.Tomaron un desayuno rápido y se fueron, no sin antes llenar la bolsa de provisiones.
Hammerdown lamentó que no hubiera orcos, pero el oso no era una presa fácil, al menos eso le había apuntado Amras...
- Bien, escucha, estate atento. El oso no tardará en pasar por aquí; cuando cruce esos dos árboles, yo le disparo con el arco y tu le saltas encima desde esa rama - dijo Amras señalando una rama fuerte, bastante elevada.
- Creo que lo podré hacer - descolgó el hacha de su espalda y la utilizó para trepar el árbol que le habían indicado.
- Espera...- dijo Amras susurrando, al ver que la presa se acercaba - ... un poco más....¡¡ya!!
Hammerdown se abalanzó sobre el oso, al tiempo que Amras le lanzaba una única flecha. El plan fue llevado a cabo a la perfección, con un solo
problema; el enano había descuartizado al pobre animal, no quedaba nada para comer ni para usar para protegerse del frío, nada.
- ¡ Pero hombre! - dijo Amras, frustrado
- ¡¿Qué?! He hecho lo que me dijiste, he atacado a muerte. - contestó el enano disgustado.
- Yo no te dije que lo descuartizaras cual asesino, si no que, con sigilo, le saltaras encima y le mataras con un golpe.
- Oh sí! Claro claro! Usted perdone, gran cazador! El hecho es que está muerto y ya está, problema arreglado.
- Imagina si hubieras hecho bien tu trabajo, imagina la carne que podría salir de eso.
- ¡Bah! Tonterías, a no ser que este oso tenga por sangre cerveza, no perdemos nada.
Amras ignoró el comentario, dejaron al oso allí tirado, despreocupados por su suerte. Continuaron el viaje no mejor de cómo comenzó, si el oso había quedado hecho trizas, imaginaos la suerte de los conejos y las ardillas. Pero el enano no se daba por vencido, con la ayuda del montaraz, conseguiría cazar una pieza como es debido, aunque sospechaba que el problema no era suyo, sino de Ghostfield, su hacha.
La noche cayó sobre ellos como un manto de oscuridad, y acamparon en los lindes más norteños del bosque de Chet. Hicieron fuego y comieron gustosos lo que Amras había cazado, que no era poco, y lo adornaron con especies que habían traído de la taberna. Disfrutaban aquella vida, sin orcos, sí, pero con paz.  Nadie les molestaba ni les decía qué hacer, sólo estaban ellos y la Tierra Media. Aquella noche no durmieron, se habían quedado junto al fuego hablando de el % de orcos que habían quedado después de la Guerra del Anillo.
- No, creo que son el 20% de los que fueron - defendía Amras.
- Al contrario, al contrario, son alrededor del 40.
- Veras, amigo mío, si fuesen....- un ruido de pasos despertó la atención del montaraz, y el enano no tardó en darse cuenta de que a los pasos les acompañaban unas voces que ya había oído.
- ¡¡Orcos!! - gritó contento.
- Uruks - añadió Amras.
Y así era, un grupo poco numeroso de uruk atravesaba un claro en el bosque, Amras podía ver en sus miradas el pánico que uno siente cuándo algo te está a punto de atrapar. Los dos amigos se dispusieron al combate, no hacían  falta palabras para saber lo que tenían que hacer, atacar sin piedad. En los años anteriores al fin de Sauron, habían combatido en multitud de peleas, batallas y guerras, por lo que no les faltaba experiencia en el arte de guerrear. No tardaron en llegar a su posición y sin dudar tendieron una emboscada a los monstruos.
Hammerdown agarró su hacha y la descargó con toda su potencia contra uno, cuya velocidad y la potencia del golpe le destrozaron por completo y lo partieron en dos. Desenganchó el arma y se protegió del ataque de uno de ellos que blandía una espada rota pero no por eso menos peligrosa. No resultó problema para el puño del enano, que fue descargado con todo su esplendor justo en la rodilla del ser, que fue doblada en dos.
Amras tampoco lo hacía mal, entre estocada y estocada se había encargado ya de unos 5 uruks. Pero no tardó en ver a una criatura que se acercaba a él, medía unos dos metros , y sus pies eran enormes. Tenía una espada oxidada pero potente y resistente y en la otra mano una maza de piedra viva. Esa monstruosidad fue capaz de aniquilar a sus compañeros de viaje para llegar donde estaba el joven montaraz, este lo advirtió y se puso en guardia. Pero tan solo fue capaz de parar un golpe con su Burningblade, que salió disparada y fue a clavarse a un árbol cercano. Amras estaba indefenso y el uruk levantaba su espada, lentamente. Los segundo se hicieron eternos para Amras que estaba seguro de presenciar a su verdugo.


3.El encuentro.

Hammerdown presenció la escena con pavor, una espada se levantaba sobre la cabeza de su amigo y él no podía hacer nada para detenerla, de pronto, una mano paró el golpe que hubiese significado el fin del montaraz. Un uruk, medio metro más alto que el anterior, estaba a su lado.
- Gargorath, ¿qué haces? - gruñó el verdugo
- Nos podría ser de gran ayuda, recuerda al elfo que nos sigue, está muy enfadado por lo de la aldea hobbit - Dijo, esbozando una sonrisa - Este hombre nos podría servir de señuelo. En cuanto al enano, puedes matarlo si quieres.
El enano sí sonrió al ver que el uruk se le acercaba, sólo quedaban seis uruks. Dos de ellos enormes pero los otros no se quedaban cortos. Uno de ellos tensó un arco y le apuntó al corazón pero el enano era rápido, y lo desvió con un toque de Ghostfield. Mientras, el uruk se le acercaba sin parar hasta que estuvo lo suficiente cerca, entonces golpeó con su martillo al enano al tiempo que le lanzaba una poderosa estocada; el enano no tuvo más remedio que parar el golpe con su yelmo y desviar la trayectoria de la estocada con su poderosa hacha, y dando una vuelta se la clavó en la espalda. El uruk cayó muerto al suelo, tan poderoso que parecía y sin embargo sólo fue necesario un golpe en la espalda para silenciarlo.Gargorath contempló complacido la escena, pues su hijo nunca le había caído demasiado bien. Se giró hacia los cuatro restantes del grupo y les ordenó:
- Matadle.
Pero algo sorprendió al gran uruk cuando se giró de nuevo; el montaraz se había reanimado y blandía la espada preparado para combatirle. Empezó con una estocada potente y bien dirigida, pero Gargorath se apartó velozmente y golpeó con el puño la cara del montaraz, cayó al suelo a unos metros de distancia a causa de la potencia del impacto. El uruk, sabiendo que iba a ganar, no se molestó en ir a buscarlo, sino que desenvainó una cimitarra élfica, en perfectas condiciones, y se preparó. El aspecto de Gargorath era calmado, mientras que Amras no se sostenía en pie y estaba magullado por todas partes. Fue el uruk quien inició el ataque corriendo a gran velocidad, su ataque iba planeado para ser el único pero no contaba en la resistencia del montaraz, que agarró a Burningblade con las dos manos, con mucha fuerza, y desvió el ataque de Gargorath hacia abajo, al tiempo que se adelantaba y daba media vuelta para ir directo al nuca, pero el uruk adivinó el contraataque y se agacho, de modo que solamente perdió algunos cabellos.
- ¡Maldito! - gruñó Gargorath. - Te mataré, y luego me comeré tus restos.
- Primero tendrás que pillarme, feo. - contestó el montaraz, orgulloso.
Los ojos de Gargorath se volvieron rojos de sangre, y emitió un grito tan poderoso que obligó a los presentes taparse los oídos, dejando claro que nadie se burla del aspecto de un uruk.
- Feo, feo, feo - repitió el montaraz

Por su parte, el enano se lo pasaba mejor que su compañero, ya había aniquilado a los orcos y estaba desenganchando el hacha del cráneo de un pobre desventurado. Advirtió la situación de su compañero y fue a ayudarlo. El uruk desenvainó una segunda cimitarra y se dispuso a combatir contra los dos oponentes, no parecía cansarse nunca y de hecho, no lo estaba. Y los minutos se convertieron en horas, luchando sin tregua hasta el borde de la muerte por cansancio, y el uruk también se le notaba algo cansado. Y a si fue que entre estocada y estocada, los compañeros cayeron rendidos al suelo.

- Ha sido un buen combate. - dijo el uruk. Levantó las cimitarras y de pronto, abrió los ojos en gran medida, cayó al suelo con tres flechas en la
espalda.


4.El refugio

Amras despertó completamente reanimado y con vendajes en las heridas. Estaba en una sala que ya conocía. El enano roncaba felizmente a su lado, con el pulgar en la boca y los ojos medio abiertos. El hombre esbozó una sonrisa y se levantó, aquello era la Cima de los Vientos, Amon-Sul. Había un fuego encendido, a su lado unas mantas tapaban a un niño, y más allá, el uruk Gargorath yacía inconsciente con los ojos vendados y las piernas y las manos atados. Se acercó al borde de la derruida sala y vio a un hombre que estaba subiendo la cima a gran velocidad y con una sonrisa de satisfacción en los labios. Llevaba una camisa de seda blanca, desabrochada hasta la mitad, un arco colgado de su espalda junto al carcaj, y dos cimitarras élficas enfundadas en unas fundas hermosas, eran las de Gargorath. El pelo del elfo - porque era evidente que era elfo- era oscuro y largo.
Por fin llegó a la cima, y sonriendo al montaraz le saludó:
- Hola, soy Maglor, hijo de Fëanor, sigo el rastro de Gargorath desde hace una semana; vosotros me habéis facilitado la caza.
- Tuviste suerte de que nos encontráramos cerca, Maglor, estábamos cazando osos cuando nos encontramos la banda. Por cierto, soy Amras y mi amigo enano se llama Hammerdown.
- Recordaré vuestros nombres, pues me harán falta en los días venideros. El tuyo - dijo a Amras - me será fácil de recordar.
Amras se extrañó, pero decidió preguntar acerca de la historia del bebé que había junto el fuego.
- Cuando empecé la persecución contra la banda, encontré una aldea hobbit que había sido arrasada por ellos, intenté buscar supervivientes, y tras perder un día entero, encontré a este pequeño, en las inertes manos de su madre. Decidí llevarlo conmigo, pero aún no le he puesto nombre, pues supongo que soy su padre adoptivo.
Se sentaron y hablaron amigablemente de sus vidas y sus objetivos, cuando de pronto el enano despertó de golpe, y en menos de un segundo, agarró su hacha se puso de pie y gritó:
- ¡¡Orcos!!