Freaky Tours: Elfenomeno en la exposición de las películas en Londres
Nuestros compañeros Seoman y Aldo hicieron un viaje a Oxford para visitar la tumba de Tolkien y otros lugares del entorno en que vivió nuestro querido maestro, y también Londres, donde se encontraba la exposición (en el Museo de Ciencias) de las películas de New Line. Aquí tenemos la segunda parte, en la que Seoman nos cuenta lo que vieron en en Museo de Ciencias.
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Cuando ahora o en el futuro hable del viaje a Londres me vendrá a la memoria este viaje aunque haya ido muchas más veces. Para mí será "el viaje" por varios motivos. Por estar rodeado de amigos, porque ha sido mi primer viaje, a solas, con mi hijo hobbit Pablo y por las actividades que compartimos, pero sobre todo, por la sensibilidad que se respiró en la visita a la tumba de nuestro maestro J.R.R.Tolkien. Fue un momento inolvidable en el que nuestro amigo Aldo consiguió en la despedida, emocionarnos al leer a los pies de Tolkien el capítulo de la despedida de Bilbo de La Comarca, en su fiesta de cumpleaños. La última palabra, adiós, desató en nosotros un sentimiento entre el agradecimiento y la tristeza que me es imposible describir fielmente con palabras. Gracias desde aquí a Aldo por ese instante.

De lo que allí hicimos ya dará Aldo más detalles, de la visita al Eagle & Child ( la comida desastrosa es lo de menos), de los árboles plantados a su memoria por la Tolkien Society, del banco conmemorativo en el Jardín Botánico... en fin, que lo describirá Aldo con su habitual maestría. Yo me encargaré de contar de la mejor forma posible lo que vimos en el Science Museum ( "esaiens musíum" se pronuncia, cosa que aprendí después de varios intentos). La exposición sobre las películas de la trilogía es magnífica, enorme, muy completa, bien distribuida . Paso a los detalles.

La entrada te recibe con dos estatuas de los Argonaths flanqueando la puerta. Como dos Colosos de Rodas te invitan a pasar entre ellas para entrar en un mundo de fantasía. Los 3 metros de altura que debían tener sumado a la belleza de las azafatas me hicieron sentir reconfortado ante la perspectiva de lo que se me venía encima. A la entrada y de frente ya aparecen trajes de los protagonistas, los que realmente han sido usados por ellos, no son copias, ni réplicas, son los auténticos, los de verdad, los deseados por todos. El traje de Aragorn , el de Frodo, el de Arwen, el de Legolas...todos como aperitivo. Lustrosos y ajados a la par, algunos hasta con telarañas, se exhibían orgullosos con sus accesorios, hebillas, guanteletes, cinturones, botas y bolsas. A los lados unas pantallas respondían a tu voluntad para explicar el desarrollo de los personajes en las películas y anécdotas sobre su creación, todo en inglés, en ese inglés de los ingleses que sólo ellos entienden, y no nos vamos a quejar porque en realidad el idioma es suyo. Nosotros lo solucionábamos yendo en busca de nuestro libertador idiomático Aldo.

Si bien todo era impresionante y conseguía que hasta un nazgûl volador se hubiera podido colar en nuestras bocas de lo abiertas que estaban, la verdad es que las dos piezas que lograron asombrarnos en primer lugar fueron la armadura de Sauron y la barca en la que estaba Boromir en cera, de cuerpo entero, con la espada entrecruzada en sus dedos y el escudo y el cuerno de Gondor como única compañía. Una imagen muy emotiva. Boromir a sólo un metro nuestro y parecía real, un cadáver fresco, recién muerto, incluso casi vivo e igual a Sean Bean Que se lo digan a mi hijo que me preguntaba si era de verdad, o más bien si era de mentira. La figura de Sauron sobrecogedora, imponente, altísima y brillante. A estos trajes iniciales se les unían los de Saruman, Gandalf, Gimli, Galadriel y los del Rey Brujo, todos ellos trajes de telas preciosas. El de Galadriel de brillante adamante jaspeado relucía en la oscuridad preeminente de la sala, adornada a su lado con su corona y con la de celeborn, ambas de delicadeza exquisita, y con brazaletes y joyas y broches, todos ellos de factura hermosa en exceso, pues tanta hermosura provoca ladina envidia. El traje de Arwen también me pareció extraordinario en su sencillez. Que lástima, pensé, que las mujeres no vistan con esas ropas hoy en día, pues trajes como el de Arwen son la quintaesencia de la belleza y la elegancia.

Expuestas con destreza las armaduras, sí señor. En dos zonas estaban colocadas en fila las armaduras de, atentos, un soldado de Gondor que imponía casi más que el mismo Sauron, la de un arquero Elfo, la de un Elfo de la Primera Edad junto a la de un Orco de Moria y un Jinete de Wargos. A estas maravillas de los encargados de vestuario de la trilogía se les unían los trajes de Faramir, más armaduras de orcos y una figura aún más imponente que las del gondoriano y Sauron juntas, la de un Lurtz soberbio, gigante y amenazador, terrible en las distancias cortas, como la colonia Brummel. También me preguntó mi hijo si era de verdad, a lo que le contesté que no se acercara por si acaso, pues ni yo lo tenía claro. En un rincón casi desapercibido, y era mejor así, te cogía desprevenido una figura de más de 3 metros de alto de un Troll de las Cavernas con cara de pocos amigos, que mira que es una pena que a ser feo haya que añadirle poner cara de malo. Con el brazo en alto con una maza y un Orco pequeño pero seguro que peligroso a su lado, estaba colocado en un diorama gigante de las Minas de Moria, de una belleza arrebatadora, lúgubre y oscura. Justo enfrente un vacío, y está explicado, en el que debía estar la torre de Orthanc en formato, así lo llaman, gigantura. Pero por desgracia estaba siendo usando en la filmación de escenas adicionales en Nueva Zelanda. Al lado, a escasos centímetros una figura entera semiacabada de Bárbol , o más bien un esbozo de lo que acabó siendo, junto a un busto gigante, esta vez sí, de Bárbol a tamaño gigante, que era un prodigio de técnica y arte.

A lo largo de la visita se sucedían las vitrinas con todo tipo de armas, arcos esbeltos y largos como cañas de azúcar, repujados con grabados élficos maravillosos y con las flechas aún más hermosas. Cuchillos grandes y pequeños, vistos en las películas y no vistos, lisos y grabados, lanzas élficas, puntas de flechas sueltas, punzones, o lo parecían y casi todas las espadas de la trilogía, Dardo, Narsil, Andúril, las espadas de los Rohirim, del Rey Théoden, de Eowyn, de Eomer, la de Arwen , más espadas Élficas y más arcos y más flechas y más cuchillos, en fin que por armas no sería. Todas bellas, todas cerca nuestro y algunas... pues algunas hasta se podían tocar para comprobar como eran de diferentes los acabados. De la misma espada hacían hasta tres acabados distintos en función del uso que se les daba en el rodaje. Ni decir tiene que las tres eran iguales en apariencia a pesar de estar hechas en materiales tan dispares como el plástico y el acero.

Podías admirar, porque admiración es lo que todo lo que allí había y despertaba, el bastón de Gandalf, la vara de Saruman, la Palantir de Orthanc, decenas de pergaminos y libros cuya perfección levantó expectación entre todos los presentes, y fue de las cosas que me dejó más grato recuerdo, fíjate tú. Quizás otra de las obras expuestas más espectaculares fuera una maqueta enorme, gigantesca más bien, del Molino como lo ve Frodo en el Espejo de Galadriel. En una palabra, bestial. El Anillo Único tenía su propio espacio alejado , o mejor dicho, aislado de lo demás. En una especie de privado en forma de cueva oscura estaba flotando en un tubo alto de metacrilato el Anillo Único en tamaño king size. Bonito pero no espectacular, resultaba agradable por el juego de luces y voces que lo acompañaba.

La exposición, resumiendo, está muy bien resuelta, resulta espectacular y acaba siendo de visita obligada, sobre todo para los que viven en Gerona o en las cercanías pues con Ryanair (mierda de compañía que nos dejó tirados en el aeropuerto al regreso aunque esa es otra historia) el vuelo a Londres ida y vuelta puede salir por 11.000 pesetas de las de antes o por 67 euros de ahora. La entrada cuesta 13 libras (o sea unos 20 euros) y el viaje entre aeropuerto y museo ...hummm...no me acuerdo que fuimos en coche de alquiler. A la salida una tienda grande pero no completa ponía a la venta merchandising de las pelis pero ni era una oferta excesivamente variada ni los precios competitivos. Por aquí se pueden encontrar las mismas cosas, más caras pero se lo quedan españoles... Sí... lo sé... compré cosas... vaaaale.... no es lo misssssmo... bueno... no pude reprimirme.

Seguro que me olvido cosas porque no se podía llevar cámara de fotos, prohibidísimo estaba, tanto que había vigilantes y cámaras de seguridad por todos lados y porque no tomé notas al no llevar el bolígrafo y el bloc de notas necesario y perceptivo en estos casos.

P.D. me olvidaba que en un pasillo de la exposición te hacían unas fotos en las que se podía ver el efecto del distinto tamaño que tienen los personajes en la película. Vamos, lo de los hobbits. La foto es cutre pero tiene su gracia. Se consigue con lentes especiales y cambiando los objetos de tamaño. Te ríes y de momento es la única foto que se puede sacar de allí... de momento... porque... ¡volveré!