Ver publicación (50º Aniversario de Las Dos Torres)
Ver tema#1 Respondiendo a: Gwaihir
Hoy se cumplen 50 años desde que se publicaron Las Dos Torres.
Sería absurdo "felicitar" a un libro por su cumpleaños, pero si quiero desde aquí mostrar mi reconocimiento hacia el segundo volumen de El Señor de los Anillos, el peor tratado con diferencia en las películas, y también...
Qué difícil es buscar la parte favorita. Sé cuál es la que menos me gustó la primera vez: la batalla del abismo de Helm. Me pareció larga y tediosa. Pero, extrañamente, en las siguientes relecturas me fue pareciendo cada vez más corta que la anterior.
Pero vamos allá:
En ese momento el viejo aceleró el paso y llegó con sorprendente rapidez al pie de la pared rocosa. Entonces de pronto alzó los ojos, mientras los otros esperaban inmóviles mirando hacia abajo. No se oía ningún sonido.
No alcanzaban a verle el rostro; estaba encapuchado y encima de la capucha llevaba un sombrero de alas anchas, que le ensombrecía las facciones excepto la punta de la nariz y la barba grisácea. No obstante, Aragorn creyó ver un momento el brillo de los ojos, penetrantes y vivos bajo la sombra de la capucha y las cejas.
Al fin el viejo rompió el silencio.
-Feliz encuentro en verdad, amigos míos -dijo con una voz dulce-. Deseo hablaros. ¿Bajaréis vosotros, o subiré yo?
Sin esperar una respuesta empezó a trepar.
-¡No! -gritó Gimli-. ¡deténlo, Legolas!
-¿No dije que deseaba hablaros? -replicó el viejo-. ¡Retira ese arco, Señor Elfo!
El arco y la flecha cayeron de las manos de Legolas y los brazos le colgaron a los costados.
-Y tú, Señor Enano, te ruego que sueltes el mango del hacha, ¡hasta que yo haya llegado arriba! No necesitaremos de tales argumentos.
Gimli tuvo un sobresalto y en seguida se quedó quieto corno una piedra, los ojos clavados en el viejo que subía saltando por los toscos escalones con la agilidad de una cabra. Ya no parecía cansado. Cuando puso el pie en la cornisa, hubo un resplandor, demasiado breve para ser cierto, un relámpago blanco, como si una vestidura oculta bajo los andrajos se hubiese revelado un instante. La respiración sofocada de Gimli pudo oírse en el silencio como un sonoro silbido.
¡Felicidades, libro!
Pero vamos allá:
En ese momento el viejo aceleró el paso y llegó con sorprendente rapidez al pie de la pared rocosa. Entonces de pronto alzó los ojos, mientras los otros esperaban inmóviles mirando hacia abajo. No se oía ningún sonido.
No alcanzaban a verle el rostro; estaba encapuchado y encima de la capucha llevaba un sombrero de alas anchas, que le ensombrecía las facciones excepto la punta de la nariz y la barba grisácea. No obstante, Aragorn creyó ver un momento el brillo de los ojos, penetrantes y vivos bajo la sombra de la capucha y las cejas.
Al fin el viejo rompió el silencio.
-Feliz encuentro en verdad, amigos míos -dijo con una voz dulce-. Deseo hablaros. ¿Bajaréis vosotros, o subiré yo?
Sin esperar una respuesta empezó a trepar.
-¡No! -gritó Gimli-. ¡deténlo, Legolas!
-¿No dije que deseaba hablaros? -replicó el viejo-. ¡Retira ese arco, Señor Elfo!
El arco y la flecha cayeron de las manos de Legolas y los brazos le colgaron a los costados.
-Y tú, Señor Enano, te ruego que sueltes el mango del hacha, ¡hasta que yo haya llegado arriba! No necesitaremos de tales argumentos.
Gimli tuvo un sobresalto y en seguida se quedó quieto corno una piedra, los ojos clavados en el viejo que subía saltando por los toscos escalones con la agilidad de una cabra. Ya no parecía cansado. Cuando puso el pie en la cornisa, hubo un resplandor, demasiado breve para ser cierto, un relámpago blanco, como si una vestidura oculta bajo los andrajos se hubiese revelado un instante. La respiración sofocada de Gimli pudo oírse en el silencio como un sonoro silbido.
¡Felicidades, libro!
Un consejo es un regalo muy peligroso, aun del sabio al sabio, ya que todos los rumbos pueden terminar mal. ¿Qué pretendes? No me has dicho todo lo que a ti respecta; entonces, ¿cómo podría elegir mejor que tú? Pero si me pides consejo te lo daré por amistad.