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adan_eadur
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Desde: 17/07/2005

#344 Respondiendo a: Aikanáro Telrunya

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Hola a todos camaradas, estoy orgullosa de las 4 acciones posteadas hasta el momento, yo tengo mañana un examen de recuperación y el viernes otro tambien,asi que hasta el vierne spor la tarde o sábado por la mañana/tarde no creo que postee,porque además hay q elaborarlo bien y currarselo,...

Acción

La velada pasó agradable y llegó el momento de acostarse. Casi todos íbamos algo borrachos y poco a poco la sala se fue despejando. Cuando la fiesta terminó me entretuve en quitar las cuerdas y la caja de La Kithara, que volvía a ser un arco. La miré pensativo, quizás la próxima vez que la tañera serían tiempos más felices. Cuando acabó la operación vi que Farahir hablaba distendidamente con las mujeres. El efecto de la espumosa hacía efecto en mi y se me cerraban los párpados, pero pude coger las monedas de mi bolsa para pagar a tabernero. Comenzamos a hablar y al rato estábamos él, Farahir, las mujeres y yo sentados en una mesa con un café entre las manos para despejarnos. Hablamos de la guerra que ya había empezado, en todos los lugares a la vez. Les dimos noticias de la batalla en Rohan al tabernero. El nos dijo que las últimas noticias decían que los orcos estaban intentando cruzar el río; y que un tal Faramir los capitaneaba y les cerraba el paso.[quote]Pero hay más. Los rumores de los soldados dicen que hay algo más que orcos atacando. Una especie de espíritu que nubla el corazón de los hombres y les hace huir.[/quote] En seguida pensé en quién podría ser el extraño espíritu, pero aun así se lo pregunté:[quote]-¿Y qué o quién podría ser ese terrible espíritu que tanto amedrenta?
Todos dice que es el Rey Brujo, el espectro que gobierna Minas Morgue, puede que sean más, unos ocho o nueve…[/quote] Fue entonces cuando oí de nuevo el fantasmagórico aullido de la muerte. Todos nos revolvimos en nuestros asientos, e incluso Farahir, un noble Dunedain tembló. Ya estaba presto para avisar a nuestros compañeros que dormían en la habitación, pero Farahir tuvo una idea mejor. Preguntamos al hombre dónde había una herrería y nos indico que en la Calle de los Lampareros. Fuimos hacia allí. A nuestro paso veíamos caras asomadas a las ventanas mirando el cielo, creyendo que el aullido y la negra sombra que sobrevolaba la ciudad anunciaban la muerte. Llegamos al lugar que debido a la hora nocturna estaba cerrado. Aporreamos un buen rato la puerta hasta que una voz se oyó desde el otro lado:[quote]-¿Quién es?¡voy armado!- dijo la voz que salía de la herrería.
- Somos clientes suyos, si nos abre la puerta. Queremos armaduras para el combate que se avecina. Le pagaremos bien.[/quote] El desconfiado herrero nos abrió la puerta. Allí elegimos armaduras para todos excepto para Dimas, que tenía la mejor armadura imaginable. Tras desembolsar la fortuna (entre esto y la taberna me había quedado sin dinero) salimos presurosos del lugar. Quedaba un rato para el alba, pero Minas Tirith era un hervidero. Soldados que andaban de arriba abajo. Mujeres con niños subiendo a niveles superiores y hombres tapiando las puertas de sus casas. Nos encontramos con las hermanas Rihirrim que venían de los establos de coger los pertrechos de guerra. Juntos observamos como, provenientes de las puertas, llegaba soldados heridos y magullados. Eran la retaguardia que había comenzado a replegarse. Estaba ya maneciendo cuando llegamos por fin a la taberna donde estaban nuestros compañeros. Había sido una noche sin dormir y con borrachera incluida; así que estábamos para el arrastre. Rápidamente nos dirigimos a las murallas, a contener la ofensiva. Los orcos cavaban trincheras de fuego en el Pelennor mientras se iban acercando a lo lejos las torres de asedio. Y más lejos aún esperaban su turno los grandiosos y míticos Mumakils. Cogí mi arco de Lórien y disparé hacia el fondo cuando las huestes del Ojo ya se acercaban. El cansancio me nublaba la vista y me costaba apuntar. Los orcos alzaron escalas y torres de asedio. Saqué mi espada presto a asestar estocadas mortales. Miré a mi alrededor y vi a las rohirrim no muy lejos. Me fije en la maestría de Aradna, sujetando la espada con la diestra y la lanza con la siniestra. Los orcos ya se abalanzaban y comencé a manejar la espada tan hábilmente como podía. Asesté dos golpes mortales a varios orcos y me abalancé hacía un Uruk por un momento el lance estuvo parejor, pero finalmente logre undir mi hoja en su vientre…


"La libertad no hace felices a los hombres. Los hace, sencillamente, hombres"
M. Azaña (Presidente durante la República)