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burzumgad
burzumgad
Desde: 11/10/2005

#449 Respondiendo a: Entaguas

Off-topic

Por cierto, se me había olvidado nombrar en una tercera posdata que se nota que te has currado el epílogo, Abârmil. Aunque ya lo había leido desde hace tiempo, el remoloneo y la falta de tiempo me impidió comentarlo. Me ha gustado mucho, tal vez tengas un futuro como DJ(Tal vez ).

Un...

Epílogo

La ceremonia de la coronación del rey Elessar fue todo lo fastuosa que puede imaginarse. Mis camaradas parloteaban y reían; yo, por mi parte me mostraba cauteloso: sabía que, de no mediar la presencia de mis compañeros, más de un concurrente de aquella innúmera multitud caería sobre mí con un arma en la mano.
Más grato fue para mí el banquete posterior, pues allí estaba rodeado de mis amigos, incluídos Farahir y las muchachas de Rohan. Y si que nos divertimos recordando la noche de parranda que precedío a las agitadas batallas finales.
En el dia siguiente oi rumores acerca de la intención de sus majestades de mandar descombrar Minas Morgul. El tema me preocupó y Abârmil, solícito, concertó para mí una audiencia con el rey.
Apenas si había yo visto al soberano en la ceremonia y muy de lejos, y me hallaba muy nervioso en los momentos previos a la entrevista, acompañado de mi amigo el dúnadan, pero su majestad resultó un hombre excepcional, que no sólo atendió a mis súplicas sino que me pidió que, de regreso a Tirith lo anoticiase acerca los mios prometiendome, en caso de obtener yo resultados positivos acerca de mi intención de crear una "nación orca", una substancial ayuda económica.
La compañía pasó algunos días en la ciudad simplemente paseando y recomponiendo fuerzas. Si que nos costó separarnos: es que sabíamos que, una vez que partiésemos, sería ya harto improbable que volviésemos a reunirnos todos de nuevo.
Al fin me abracé con Elder, Aikanáro y Rúmil, mis amigos elfos...entrañables amigos...quién diria.
Con los rohirrims Lanceloth y Barin me despedí entre gritos de júbilo y golpeando mis palmas con las suyas. Felices de esos heroicos y alegres guerreros. Lanceloth bromeó largamente conmigo acerca del trato preferencial que él y los suyos darían a los orcos...a los que declarasen ser mis aliados, claro.
Un par de inclinaciones me bastaron para saludar a las muchachas, reidoras y jubilosas tanto como sus connacionales varones, a los que acompañarían a su patria.
Adan me despidió con una canción, tal su costumbre...y un efusivo abrazo.
Farahir bromeó conmigo tanto para discimular la tristeza de la despedida.
Con Dimas la cosa resultó particularmente difícil: es que yo había cobrado especial afecto a ese enano tan duro en la batalla como alegre y ocurrente en los momentos de ocio y solaz. Juntos recordamos el principio de la travesía, cuando tanto él como yo nos sentíamos solitarios en el seno de aquella extraña compañía. Dimas me aseguró que podía contar con él y los suyos para la reconstrucción que, de seguro, habría de propiciar yo en mis tierras.
Al fin Abârmil me dio la alegría de acompañarme hasta Morgul. Y lo hicimos a buen paso de cabalgadura y con una escolta de lujo: nada menos que la procurada por los hombres del capitán Faramir.
Al fin contemplé, a lo lejos, la singular estampa de mi ciudad: se la veia ruinosa, pues los temblores que siguieron a la destrucción del Anillo Fatal le habían arrancado parte de su torre giratoria, pero también lucía libre de malignidad.
Fue una emoción reencontrarme con los mios, a quienes alguien había anoticiado de antemano de mi llegada. A la cabeza del comité de recepción estaba mi amada Marzdaph, y aquel abrazo justificó con creces toda aquella magna empresa.
Abârmil se quedó en casa largos meses. La comida escaseaba y tan sólo podíamos convidarlo con carne de pequeños animales silvestres, y pan oscuro, pero el montaraz aceptaba todo aquello con el buen talante de un agazajado de banquete real.
Del lado interno de las montañas la torre de Cirith Ungol se mantenía en pie, y también algunos castillitos orcos con sobrevivientes. Un buen principio para nuestro naciente país.
Acompañé a Abârmil a través de las destrozadas llanuras de Gorgoroth, todas recorridas de costurones de roca y fumarolas asfixiantes hasta las inmediaciones del mar de Nurn, dónde los ex esclavos del Poder Oscuro se organizaban como país bajo la supervisión de funcionarios del rey Elessar.
Y bien, había llegado la hora de despedirme del último de mis amigos. Os confieso que los dos lloramos en medio de los llanos abruptos de Mordor iluminados por el alba variopintada. Marzdaph, quién nos acompañaba, también lo hacía.
De lo que sigue hay poco que contar: viajé a Minas Tirith un par de veces, puse al tanto a su majestad de mis acciones, y él me aseguró asistencia total a cambio de un juramento de vasallaje que no podía ser más ventajoso para los mios y para mí.
Tal como me lo había asegurado, Dimas me visitó al cabo de unos años, preocupado por mi comunidad, y si que él y sus arquitectos y picapedreros harían, un tiempo después, un trabajo excelente.
En años posteriores viajé con Marzdaph y nuestro primer hijo, aún pequeño, y visitamos, uno tras otro a mis antiguos camaradas de armas. Esos, fueron mis años más felices.
Umbrías son las montañas, mas la ciudad brilla:Se diría una gran mortaja flotando entre el cielo y la tierra.
Quién se adelante hacia ella procedente de Ithilien la verá brillar cuando aún le resten millas para arribar la misma.
Quién llegue a ella desde el interior de Mordor la advertirá con...