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dimasalang
dimasalang
Desde: 14/09/2004

#453 Respondiendo a: burzumgad

Off-topic.

¡Hola, master Entaguas!
¡Hola, camaradas, Lancaloth, Elder, Dimas, Abârmil, Adan, Barin, Rúmil, Aikanáro...!(os aclaro que el orden de los nombres está puesto al azar y todos ocupáis el mismo lugar en mi pensamiento y afecto)
¿Cómo os halláis?
Yo, realmente emocionado. En algun...

Epílogo

Dimas acudió con sus compañeros a los fastos de la coronación de Elessar en una Minas Tirih que poco a poco se desperezaba de su anterior postración de los tiempos de Denethor. Como si una nueva Edad hubiera nacido, lo que a la postre se verificó, los rayos del sol bañaban el Mindolluin y hacían refulgir a la ciudad blanca, espolón soberbio varado en el inmenso Pelennor. La compañía pasó varios días de reposo y atenciones en la capital de Gondor hasta que fue llegando el momento de las despedidas.
Con un gran macuto a cuestas, en que el enano incluyó pertrechos del viaje y algunas adquisiciones de última hora en la ciudad, se dispuso a partir. Emocionante y triste fue el momento de las despedidas. Dimas era consciente de que sus compañeros habían dejado de serlo para convertirse en algo mayor: en amigos, porque no otro apelativo se podía dar a aquellos que habían sangrado con él y habían arriesgado sus vidas en ocasiones sin cuento. Aunque su corazón se había forjado en mil batallas desde Azanulbizar a las profundidades de Moria, pasando por las recientes del Pelennor y la Puerta Negra, era ésta, la de los adioses, la batalla que más odiaba el viejo enano. Y ello porque era muy consciente de que esta pequeña comunidad nunca se volvería a juntar en los lindes del mundo. Ceremoniosa y vibrante fue la separación de los amigos elfos, Elder, Rúmil y Aikánaro, a quienes deseó un futuro feliz, en la Tierra Media o en las Tierras Imperecederas del oeste a donde habían comenzado a partir los de su pueblo. Iguales sentimientos compartió Dimasalang con Abarmil, culto y cumplido, y Adan, que entonó un himno elegíaco que conmovió más de un corazón. Para Barin, Lanceloth, Farahir y las rohirrim también dedicó el enano sendas reverencias.
Más sentida fue la despedida con Burzumgad, con quien había compartido desde el principio un especial afecto. Ambos recordaron el primer encuentro en el Bosque Negro, cuando la daga élfica del enano se iluminó ante la presencia del orco. Gracias a Burzumgad, Dimas comprendió la nobleza de los orcos y la tiranía de sus dictadores, y sobre todo que este pueblo se merecía un destino mejor que el de la aniquilación. De todo lo que había hablado con Burzumgad el enano recordaba especialmente aquella historia que el orco le relatase al poco de conocerle sobre Gashdag y Dig en la batalla de Azanulbizar, que tanto había impactado al enano. Momentos antes de partir, Dimas sacó de su macuto su hacha de doble filo con inscripciones rúnicas, y, sin dudarlo, se la entregó a Burzumgad como prenda de amistad.
[quote]- Ésta es la primera y última vez que me separo de mi hacha en los últimos treinta años. Recíbela como prenda de amistad y rúbrica de paz entre nuestros pueblos. En su filo, en rúnico antiguo están escritas las inscripciones: “No hay libertad sin sacrificio”.[/quote]
Tras estas palabras, y no sin congoja en su corazón, Dimas cruzó el enorme portón de Minas Tirith, mirando una última vez para atrás. Varios días después pudo llegar por fin a su morada de las colinas de Hierro. Allí salieron a recibirle su esposa Dugna, y sus hijos Ancar y Zanar, quienes habían luchado junto a los elfos en las Montañas Nubladas. Por ellos se enteró de la muerte de Dáin, pie de hierro, rey de Erebor, en las luchas contra las huestes de Sauron y de otras desgracias y alegrías acontecidas durante su ausencia.
Dimas encontró paz y felicidad junto a los suyos. Al poco de llegar cumplió su juramento y envió una armadura engastada con joyas de la vieja ciudad de Nogrod a Lorien para los familiares del desaparecido Bronceliande, en pago a la hospitalidad élfica y en cumplimento de su promesa. Igualmente a los pocos años visitó a Burzumgad a sus tierras para ayudarle en las tareas de reconstrucción, labor que igualmente acometería en Minas Tirith al frente de una compañía de fornidos mineros.
En los años que le restaron de vida realizó numerosos viajes y conoció en profundidad las culturas de la Tierra Media, logrando la reinstalación de los enanos en Moria, que se convirtió en un paraje de luz, música, mithril y poesía. Al final de sus días, Dimas -hijo del general Thranios, capitán imbatible de la Guardia de Durin III de Khazad-Dûm- comenzó a escribir sus memorias a orillas del río Entaguas, en donde tantas cosas había vivido tiempo atrás, dedicando un largo capítulo a una aventura que tanto le marcó en el pasado junto a un orco, varios elfos y hombres. Dicen las crónicas enanas que en posteriores edades del sol, con todos los protagonistas de esta historia ya fuera de los márgenes del espacio y del tiempo, las hazañas narradas se convirtieron en mito, y el mito en leyenda imperecedera...
"Así lucharemos a la sombra"- dijo Dieneces en las Termópilas al saber que los persas harían una nube con sus flechas.