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Hiniglin
Hiniglin
Desde: 17/11/2001
En alguna de mis eventuales búsquedas por internet, he encontrado recientemente este interesante artículo escrito por el famoso periodista y presentador de Tv Pepe Navarro. Una opinión más que podemos sumar a la lista de los muchos artículos dedicados a Tolkien, sobre quien también opinó en alguna ocasión el filósofo Fernando Savater en otro interesantísimo artículo. Aquí os lo dejo para vuestro interés; posiblemente, tal vez nada que no sepamos ya, pero que resulta una curiosidad más.

¿Hay sitio para otro dios?

Dios va a tener problemas. Y Tolkien no se esconde. ¿Enfermo? ¿solitario? ¿abandonado? ¿aburrido? ¿genio? ¿demiurgo? O... simplemente, ¿casado y bien casado? Sesenta años de matrimonio -con Edith- dan mucho de sí... Tanto, como para crear los Sagrados Evangelios de la Tierra Media. Sus fieles se escondían en las cañerías cibernéticas y en Sociedades Secretas, para dar rienda suelta a la religión más subversiva y peligrosa que puedan temer las mentes correcto-pensantes: la imaginación. Millones y millones de devotos han seguido los mandamientos de su Sagrada Biblia, "El señor de los anillos". Durante años en las catacumbas; hoy, el Profeta, ha sido entronizado bajo los focos de Hollywood. Y ya es oficial, o lo que es lo mismo, legal... Y Dios va a tener problemas. "Está escrita con la sangre de mi vida, gruesa o delgada, como sea, y no puedo hacer otra cosa" escribía J.R.R. Tolkien, en una carta a su editor, después de 12 años de intenso trabajo sumergido en la creación de "El señor de los anillos". Antes, casi una año antes, cuando acabó la primera redacción, no pudo menos que llorar ante el manuscrito. Más de una década de desvelo, de lucha interior, para dar por concluido uno de los más ricos mundos inventados por una mente mortal.

Me atrevería a decir que, después de Dios, Tolkien ha sido de los pocos -por rotundo y completo- creadores de realidades humanas. O casi humanas. En siglos anteriores al veinte, todas la aventuras de nuestra civilización estaban marcadas por la búsqueda, la exploración y la conquista. El mundo padecía de expansión aguda -lógica y hasta excusable-. Estaba ávido de tierras por incautar. Concluidas todas las exploraciones posibles, agotadas todas las pesquisas terrenales, el hombre se lanzó a explorar el espacio. Pero, gente como Tolkien, estaba ocupada en la aventura de pensar. Por eso, el erudito profesor británico, se pasó más de una década inventando una mitología propia, seres genuinos, mundo mágicos, universos paralelos, atmósferas alegóricas. Promulgó el respeto a las diferentes razas y reverenció el amor a la naturaleza... "En un agujero en el suelo vivía un hobbit"... Así empezó todo, como un onírico afluente de la única aventura posible de cuantas nos restan: la del pensamiento. La expedición del hombre hacia el terreno más desconocido posible, el situado de piel hacia adentro. La incomprensión que padeció Tolkien, cuando publicó su obra, estribaba en ser considerada una novela fantástica -históricamente, tildado de género menor-. Curioso, altamente curioso, saber que la necesidad mortal de inventar mundos es directamente proporcional a su capacidad para destruirlos. La diferencia es que, lo segundo, hiere mientras que lo primero, cura.

La imaginación, esa hermana tonta de la inteligencia, es curiosamente la antorcha del avance humano. El pepito grillo que nos obliga a caminar y abundar en los áridos páramos de nuestro interior. El mismo Tolkien dijo en una ocasión: "En una vida hay hechos insignificantes, más significantes y verdaderamente significantes"... Soñar, imaginar y crear, son, sin duda, los hechos más significantes, y aún determinantes, de cualquier vida humana. Lo único que nos salva de la decadencia, que nos redime de la insignificancia en que nos sumergen las cosas mundanas... Yo no sé si la vida es sueño, pero de lo que sí estoy seguro es que la vida, sin un sueño, no merece ser vivida.
En pie, aventureros.