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Findon
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Desde: 30/01/2007

#64 Respondiendo a: ulbar

Off-topic

¡¡Me he equivocado!!. Tendria que haber cambido el enunciado y poner ""Accion"", ya sabeis. Lo siento, a veces me pasa esto con las prisas

Acción

La batalla comienza, y los enemigos consiguen acercar las torres de asedio a la muralla, invadiéndola. Yo sigo disparando a los trasgos que consiguen subir por las murallas, derribándolos en pleno salto. De repente, las torres empiezan a expulsar orcos, y la resistencia en la muralla pronto se hace insostenible. Junto con Îbal, disparo la última flecha a un orco que salía de una torre de asedio y me cuelgo el arco a la espalda, sacando el puñal, que destella al salir de la funda. Veo a mis camaradas, que combaten contra unos orcos que salen de una de las torres de asedio, conteniéndolos a duras penas.
-Vamos, Îbal –le digo a mi compañero arquero. Pero éste ha desaparecido misteriosamente.
Me encojo de hombros, y corriendo hacia delante, me quito la capucha. Mis amigos mantienen una línea que no podrá resistir mucho debido a la proximidad de la torre de asedio. Todos luchan con furia, incluso Namsis, que lanza cuchilladas a los orcos con una destreza y rapidez impresionante. Yo no pienso quedarme atrás, y me lanzo al ataque con un grito de furia, haciendo trabajar a mi puñal, desgarrando a los orcos que se oponen a mi avance.
Ulbar me pregunta:
-¿Dónde está Îbal?
-No sé, le perdí de vista cuando veníamos hacia aquí. –le respondo.
Tras este comentario, Ulbar da un grito de asombro, acerca de algo que sucede a mi espalda. Me giro y veo a Îbal con una antorcha en una mano y un odre de vino en la otra, saltando de almena en almena. Miquel pregunta acerca de lo que está haciendo, y yo respondo:
-¡¡Yo que sé!! –aunque empezaba a hacerme alguna idea.
Tomando impulso, tira el odre de vino encima de la torre y después tira la antorcha, prendiendo la estructura de la torre. Acto seguido, salta a la muralla, derribando algunos orcos de un empujón, pero estos no tardan en rodearle. Él se defiende como puede, y Namsis grita, diciendo lo que todos pensamos:
-No va a aguantar mucho más- y se lanza al ataque despedazando orcos.
El resto la miramos asombrados, hasta que yo digo saliendo de mi estupefacción:
-¡A por ellos!-grito, y todos nos lanzamos al ataque, y pasamos como una ráfaga de acero sobre los orcos.
Después empiezan a salir orcos incendiarios de la torre en llamas, hasta que ésta se derrumba. Todos alzamos las armas en señal de victoria, pero Namsis nos dice que todavía falta una torre más en el sector. Avanzamos ahora formando una compacta línea que a los orcos les será difícil de romper. Los soldados de Arthedain caían sin poder contener a los orcos que surgían de la torre. Caminando hacia el grupo de orcos que se dirigían furiosos hacia nosotros, suena el sonido de un proyectil de catapulta.
-¡A cubierto! –grito, y todos los compañeros se cobijan en la muralla, a salvo del impacto.
Apoyo la oreja sobre el muro y oigo el retumbar de los golpes de los proyectiles contra el muro. Pero debían de dar mucho más golpes para derribar aquella muralla que mis antepasados habían construido hace muchos años. El ataque cesó un poco, y nos lanzamos al ataque del grupo de orcos que subía por la torre. Una vez más combatimos contra ellos con furia. Aravir desgajaba con su Anket gargantas de orcos, y Ulbar y Miquel combatían hombro con hombro, picándose entre ellos por ver quién mataba más. Îbal combatía haciendo relucir su espada numeroreána y Namsis, que nos había sorprendido a todos, con una vara en una mano y la espada en la otra se movía con habilidad, dejando a los orcos con las armas en alto. Yo, por mi parte, hincaba mi puñal en los cuerpos deformes de los enemigos. Bajé la guardia por un momento y oí un rugido a mi espalda. Era un impresionante semitroll, que tenía levantada su maza para golpearme.
-¡Al suelo, Findon! –me gritó una voz. Yo obedecí y vi cómo una daga se clavaba en la garganta de mi enemigo. Adiviné que se trataba de Aravir.
-Gracias, Aravir. Te debo una.
Seguimos avanzando destripando orcos, hasta que llegamos a la torre de asedio enemiga.
-¿Cómo la eliminamos ahora? –preguntó Namsis. ¿Alguien tiene algo más de alcohol?
Miramos instintivamente a Ulbar y a Miquel.
-Venga, os devolveré lo que utilicéis en los almacenes. –les dije.
-Vale, está bien.-dijo el enano. Sacó una cantimplora, la abrió y me la tendió. La olí.
-¡Es ron! Esto servirá. Que alguien traiga un madero ardiendo de las fogatas para los calderos de aceite. -Esparcí el ron por la torre, mientras mis amigos eliminaban a los que me entorpecían.- ¡Adelante, Ulbar, cuando quieras!
Ulbar lanzó la antorcha a la torre y ésta se prendió con facilidad.
-Buen ron, señor enano –comentó Îbal.
El enano gruñó, y todos vimos con satisfacción cómo la torre se derrumbaba con un crujido, después de expulsar varios orcos en llamas. El sector este de la muralla, pero el oeste ya estaba invadido en su totalidad por enemigos. Oímos un crujido y vimos cómo la puerta se abría.
-Los orcos han debido abrila. ¡Debemos llegar a la ciudadela! –dije.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.