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Findon
Findon
Desde: 30/01/2007

#83 Respondiendo a: Findon

Off-topic (aclaración)

Ola, Ulbar, k tal?
Entiendo ke te hayas hecho un lío con la narración. Los jinetes creo que no los mencioné anteriormente:
-Cuando Miquel dice en su primera acción que los montaraces habían tomado posiciones fuera de la ciudad y que otros muchos efectivos se habían quedado...

Narración 3 (versión buena)

El grupo finalmente se retiró después de combatir con fiereza hasta las puertas semiabiertas de la fortaleza. Los arqueros que protegían la plaza en lo alto de las almenas del fortín de la ciudadela les proporcionaban cobertura mientras corren para ponerse a salvo. Finalmente, consiguen entrar en la ciudadela y suspiran aliviados.
-¡Menuda demostración! –comenta Aravir, sentándose en un peldaño de una escalera cercana.
-¡Ya te digo! –le responde el señor enano.
Namsis por su parte, está limpiando con sus vestiduras la negruzca sangre de los desafortunados orcos que tuvieron la mala suerte de encontrarse con su acero. Aravir bebe un trago de la cantimplora, e Îbal observa distraído a los demás soldados restantes de la defensa. Pero Findon había desaparecido.
-¿Dónde se ha metido Findon? –pregunta Namsis.
Todos se encogen de hombros, y en ese momento ven a Findon cargado con varias cantimploras.
-¡Tomad, valientes guerreros!-les tiende las cantimploras, y sin tardar en abrirlas, Ulbar las huele y dice:
-¡Es cerveza! Gracias, la necesito.
-Esto es para usted, señor enano-dice Findon tendiendo una cantimplora grande a Miquel. –El ron que te prometí.
Todos comienzan a dar cuenta de la bebida, y una vez terminado el refrigerio, vuelven a la actividad. No menos de 500 soldados se habían reunido en la ciudadela, pero las huestes del rey Brujo los aplastarían si no recibían ayuda pronto. De todas formas, antes del ataque, el rey había enviado a la caballería hacia el norte, para auxiliarlos en caso de urgencia. Los caballeros todavía no habían recibido la orden de atacar, así que todavía quedaba una esperanza.
Aravir preguntó a uno de los oficiales cuándo atacarían, y él le respondió que sucedería esta noche, con una descarga de flechas incendiarias en la oscuridad, que sería vista por ellos y cargarían contra el enemigo.
Todos subieron a la muralla, y desde allí contemplaron cómo el resto de la ciudad se incendiaba por momentos.
Los miembros del grupo que pertenecían al reino de Arthedain, como Îbal, Findon o Aravir y Namsis rechinaron los dientes, impotentes de no poder defender los que habían sido sus hogares casi toda su vida. La ciudad estaba en llamas y muchos orcos rondaban por las calles. Al anochecer, como estaba previsto, los arqueros dispararon contra los enemigos a gran altura una descarga de flechas incendiarias, entre las que estaban las de Findon e Îbal. Se oyeron varios cuernos hacia el norte y un gran estruendo, provocado por los cascos de los caballos. Desde los muros de la ciudadela, los compañeros observan el espectáculo: una masa que avanza con rapidez toma de improviso a la masa oscura por el flanco izquierdo, pero todos obviamos que no podrían eliminarlos.
-¡Todo hombre capaz de manejar un caballo, que se presente en el establo! ¡Vamos a ayudar a nuestros compatriotas! –arenga a los soldados el rey.
Nosotros no nos quedamos atrás, y cada uno toma un caballo, excepto Miquel, claro, que tiene que ir montado con alguien. Sube a un caballo con Ulbar y las puertas de la ciudadela se abren, con la desolación al frente más de 400 jinetes salen por las puertas al galope, derribando a cualquier orco que se interpone. El camino hacia la puerta queda despejado, sin embargo, el exterior está lleno de enemigos. Afortunadamente, pocos mantienen la línea de la puerta, confiándose, y los cogemos de improviso, arrollándolos. Penetramos muy profundo en las líneas enemigas, pero pronto los trolls y semitrolls derriban a muchos jinetes de los caballos. Sabiamente, un oficial ordena la retirada a la ciudad y unos 200 jinetes a los que se unen 500 de las tropas que cargaron desde el norte se atrincheran en la ciudad, cerrando las puertas y dejando a los orcos que todavía estaban en la ciudad encerrados. Rápidamente, sacan sus aceros y comienza la caza al orco dentro de la ciudad.

Eso es todo. Cualquier duda, la preguntáis.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.