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Findon
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Desde: 30/01/2007

#87 Respondiendo a: Namsis

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A lomos de nuestros caballos, nos lanzamos al galope tras el grito de Aravir. Los orcos que no caen pisotaedos por los caballos, se derrumban rapidos movimiento de las armas que ni siquiera ven llegar. Al llegar hasta puertas exteriores, llego a ver el caballo que montaban Miquel y Ulbar qu...

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Tras llegar a la ciudadela, todos reposan tras el fiero combate, yo voy a por un refrigerio de cerveza para mis amigos, que la reciben con agradecimientos. También le devuelvo al señor enano el ron que le prometí. Esa misma noche, los arqueros dan la señal a los caballeros que estaban al norte de la ciudad con una descarga de flechas incendiarias para que comenzaran con la carga. Yo vi junto con mis compañeros a la masa de caballos que se movía rápidamente hacia los orcos, pero no podrían diezmar ellos solos a las tropas enemigas. Montamos todos en caballos y yo digo ante las puertas de la ciudadela:
-¡Tenemos dos prioridades, limpiar de enemigos la avenida desde las puertas exteriores hasta las interiores, y tomar el control de las puertas exteriores hasta que la caballería haya logrado entrar!
Veo cómo Ulbar y Miquel sonríen contentos por la proximidad de la batalla.
-¡Por Arthedain! –grita Aravir.
Con el camino de la ciudad hasta la puerta atestado de orcos nos abalanzamos como una masa arrolladora hacia el enemigo.
Yo desgarro con mi daga a todo orco que se pone a mi alcance, y finalmente llegamos a las puertas, abiertas por los orcos. Miquel y Ulbar desmontan y se ponen a combatir con los orcos.
No entiendo qué hacen, pero veo como un tupido grupo de orcos les hacen frente y yo también desmonto. Veo que casualmente todo el grupo ha desmontado, y se encamina en ayuda de Ulbar y Miquel. Mientras, los caballeros que han salido de la fortaleza junto con nosotros salen por las puertas de la ciudad, para ayudar a la caballería de apoyo que había cargado desde el norte. Pero nosotros nos dirigimos hacia donde está el mecanismo de las puertas, para cerrarlas una vez estuvieran dentro nuestros camaradas a caballo.
Alguien pide un voluntario para ir a avisar de cuando han entrado todos. Yo me ofrezco, y por el camino mi daga trabaja de lo lindo, abriéndome paso. Finalmente llego a la puerta y me asomo hacia fuera, esperando a que entren los caballeros. Empiezan a entrar, y Ulbar impaciente me pregunta:
– ¡FINDON! ¿FALTA MUCHO?
-¡¡Un poco todavía!! !No me agobies! ¿Quieres? –le respondo.
De nuevo tengo compañía, pero la elimina de un tajo certero. Una vez han entrado, le digo a Ulbar:
-¡¡Ahora, cerrad las puertas!!- digo asomando la cabeza por la trampilla.
Las puertas se cierran y los enemigos que han quedado dentro de la ciudad se quedan encerrados. Las trompetas tocan a retirada a la ciudadela para la reorganización. Los compañeros salen al exterior, pero todavía hay muchos orcos dentro, que nos hacen frente, amenazantes. De pronto, Aravir dice:
-¿Y nuestros caballos?, ¿donde están nuestros caballos?- pregunta Aravir.
-Bueno, no nos iba a salir todo bien, ¿no?, creo que toca correr.- ríe Ulbar mientras miramos a nuestros alrededor.
-¡¡Pues va ser un paseo interesante!!- exclama el señor enano divertido.
En ese instante, yo miro una larga lanza que hay tirada en el suelo, y miro a Aravir, que parece entenderme. Entonces grito:
- ¡¡Adelante, acabemos con ellos!! – y cojo de un extremo la lanza, mientras Aravir la coge del otro. Desenvaino mi daga y al compás comenzamos a correr hacia delante, arrollando y destripando orcos, con el resto de compañeros detrás, rematando a los que caen al suelo. No puedo evitar una sonrisa al oír al señor enano:
- ¡Lo veis inmundas criaturas, no necesitamos ningún caballo para que acabéis pisoteados por nosotros!
Aravir y yo seguimos arrollando con este método improvisado a todos los enemigos que se interponen en nuestro camino. Ya casi se ve la puerta de la ciudadela, defendida por los lanceros aliados. Casi acabando la fila de trolls, aparece un troll, al que por supuesto no podemos derribar. Suelto el cabo que sostenía de la lanza y le digo a Aravir:
-¡Lánzasela al troll! ¡Yo intentaré acertarle con una flecha!
Aravir, al instante, clava la lanza en el costado del troll y yo le disparo una flecha sacando rápidamente el arco. Le acierto en el ojo, y éste se revuelve, derribando orcos y chillando de dolor. Aprovechamos la confusión para retirarnos en la fortaleza. Cerramos las puertas y nos preparamos para cazar orcos dentro de la ciudad, esta vez con caballos a nuestra disposición.
Un oficial anuncia:
-¡Ahora sanearemos la ciudad de los orcos que hayan podido quedar! Lo haremos lo más rápidamente que podamos, de lo contrario, fabricarán escalas y volverán a penetrar en la ciudad.
Limpiamos y afilamos nuestros aceros para la nueva andanada.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.