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Ver tema#328 Respondiendo a: lo Miquel III
Off-topic
¡¡¡¡¡¡BIEEEEEEEEEEEEEEEENNN!!!!!
Fua, no veáis lo que me ha costado meterla.....bufff....
Narración 6
Todos los supervivientes, pocos por cierto, se preparaban para el viaje. Cuando estuvieron hechos todos los preparativos, se encaminaron hacia el túnel, de gran tamaño. Incluso cabía un caballo con su jinete encima. El grupo siguió por el túnel, dejando atrás fuego y muerte, y algunos hasta se alejaban perdiendo a su familia. Miquel y Ulbar parecía que se iban de mala gana dejando allí a tanto orco. Findon iba con la cara tapada una vez más, tirando de su caballo, en la cabecera del grupo junto con Aravir, que parecía decaído. Îbal y Namsis iban detrás de estos dos en silencio. Todo el grupo de supervivientes avanzaba solemnemente por el túnel sin mediar palabra. Después de un rato, una ráfaga de aire frío dio en la cara a la cabecera de la compañía, que salió al exterior, donde se encontraron con unas tierras yermas y secas, con algún que otro árbol.
-Debemos refugiarnos por estas montañas. –El rey las señaló. Eran las Quebradas del Norte. Nos encaminamos hacia allí, ya montados en los caballos. Findon, Aravir y los pocos exploradores que quedaban se fueron a explorar la zona, mientras el resto de la comitiva avanzaba hacia las montañas. El aire que soplaba era frío, pero soportable. Finalmente, llegaron a las faldas de las Quebradas del Norte y montaron campamento allí. Al día siguiente continuaron marcha penosamente, arrastrando los pies, y al día siguiente también. Finalmente, esa noche hicieron noche cerca de las montañas de nuevo. A la luz de la hoguera se sentaron cansados tras la larga caminata Îbal, Namsis Miquel y Ulbar, los dos primeros sentados mirando el cielo la oscura y fría noche y el enano y el gondoriano aburridos lanzando anillos de humo. Findon y Aravir entraban en ese momento en el campamento. El primero traía al caballo herido en los cuartos traseros y tan pronto como llegó sacó el puñal y le examinó y curó la herida, sin advertir que sus compañeros estaban allí. Aravir se dirigió a avisar al rey para que pusiera a su ejército a punto.
-¿Qué ha pasado? –le preguntó Namsis a Findon.
-El fuego nos ha delatado. Unos 150 trasgos se dirigen hacia aquí.
-¡Por fin movimiento! –dijo Ulbar.
El señor enano sacó el hacha, que destelló por la luz del fuego.
No tenían barricada alguna, y sin tiempo para montarla, los trasgos se empezaban a aproximar por un llano, al que seguía una pendiente, que daba a la pequeña meseta donde estaban acampados. Encendieron hogueras en lo alto de la pendiente y se retiraron con los caballos de las hogueras, para no ser vistos claramente por los trasgos. A todos les fue entregado un arco, y cuando los trasgos aparecieron en la pendiente, todos soltaron y casi la totalidad de trasgos cayó. Luego se produjo una carga de caballería que dejó combatiendo a unos 5 trasgos, que cayeron bajo el poderoso embate de las armas de Ulbar, Namsis y Aravir. Findon, Miquel e Ibal no habían tenido tiempo de atacar cuerpo a cuerpo, y el señor enano regruñó por lo bajo.
-Esto es una advertencia de lo que vendrá. No podemos quedarnos aquí, si lo hacemos tendremos más compañía.
Al día siguiente siguieron hacia el norte y alcanzaron a ver la bahía helada de Forochel, de un color blanco puro, con el Gran Mar de fondo. El rey envió a sus hijos a Lindon, para que pidieran refuerzos y ayuda. Levantaron campamento en aquellas gélidas tierras, y esta vez construyeron una pequeña barricada.
-Estos son tonterías –dijo Namsis. –Tendríamos que marchar al oeste, y llegar a los Puertos Grises. Aquí nos moriremos de hambre y frío.
-Sí, yo en cuanto se acabe el ron deserto-dijo Ulbar riendo.
-Deberíamos decirle algo al rey –dijo Aravir. Y dicho esto se encaminó hacia su tienda, donde vio al rey hablando a dos piedras que tenía en las manos y Aravir silenciosamente volvió a salir.
Todos los supervivientes, pocos por cierto, se preparaban para el viaje. Cuando estuvieron hechos todos los preparativos, se encaminaron hacia el túnel, de gran tamaño. Incluso cabía un caballo con su jinete encima. El grupo siguió por el túnel, dejando atrás fuego y muerte, y algunos hasta se alejaban perdiendo a su familia. Miquel y Ulbar parecía que se iban de mala gana dejando allí a tanto orco. Findon iba con la cara tapada una vez más, tirando de su caballo, en la cabecera del grupo junto con Aravir, que parecía decaído. Îbal y Namsis iban detrás de estos dos en silencio. Todo el grupo de supervivientes avanzaba solemnemente por el túnel sin mediar palabra. Después de un rato, una ráfaga de aire frío dio en la cara a la cabecera de la compañía, que salió al exterior, donde se encontraron con unas tierras yermas y secas, con algún que otro árbol.
-Debemos refugiarnos por estas montañas. –El rey las señaló. Eran las Quebradas del Norte. Nos encaminamos hacia allí, ya montados en los caballos. Findon, Aravir y los pocos exploradores que quedaban se fueron a explorar la zona, mientras el resto de la comitiva avanzaba hacia las montañas. El aire que soplaba era frío, pero soportable. Finalmente, llegaron a las faldas de las Quebradas del Norte y montaron campamento allí. Al día siguiente continuaron marcha penosamente, arrastrando los pies, y al día siguiente también. Finalmente, esa noche hicieron noche cerca de las montañas de nuevo. A la luz de la hoguera se sentaron cansados tras la larga caminata Îbal, Namsis Miquel y Ulbar, los dos primeros sentados mirando el cielo la oscura y fría noche y el enano y el gondoriano aburridos lanzando anillos de humo. Findon y Aravir entraban en ese momento en el campamento. El primero traía al caballo herido en los cuartos traseros y tan pronto como llegó sacó el puñal y le examinó y curó la herida, sin advertir que sus compañeros estaban allí. Aravir se dirigió a avisar al rey para que pusiera a su ejército a punto.
-¿Qué ha pasado? –le preguntó Namsis a Findon.
-El fuego nos ha delatado. Unos 150 trasgos se dirigen hacia aquí.
-¡Por fin movimiento! –dijo Ulbar.
El señor enano sacó el hacha, que destelló por la luz del fuego.
No tenían barricada alguna, y sin tiempo para montarla, los trasgos se empezaban a aproximar por un llano, al que seguía una pendiente, que daba a la pequeña meseta donde estaban acampados. Encendieron hogueras en lo alto de la pendiente y se retiraron con los caballos de las hogueras, para no ser vistos claramente por los trasgos. A todos les fue entregado un arco, y cuando los trasgos aparecieron en la pendiente, todos soltaron y casi la totalidad de trasgos cayó. Luego se produjo una carga de caballería que dejó combatiendo a unos 5 trasgos, que cayeron bajo el poderoso embate de las armas de Ulbar, Namsis y Aravir. Findon, Miquel e Ibal no habían tenido tiempo de atacar cuerpo a cuerpo, y el señor enano regruñó por lo bajo.
-Esto es una advertencia de lo que vendrá. No podemos quedarnos aquí, si lo hacemos tendremos más compañía.
Al día siguiente siguieron hacia el norte y alcanzaron a ver la bahía helada de Forochel, de un color blanco puro, con el Gran Mar de fondo. El rey envió a sus hijos a Lindon, para que pidieran refuerzos y ayuda. Levantaron campamento en aquellas gélidas tierras, y esta vez construyeron una pequeña barricada.
-Estos son tonterías –dijo Namsis. –Tendríamos que marchar al oeste, y llegar a los Puertos Grises. Aquí nos moriremos de hambre y frío.
-Sí, yo en cuanto se acabe el ron deserto-dijo Ulbar riendo.
-Deberíamos decirle algo al rey –dijo Aravir. Y dicho esto se encaminó hacia su tienda, donde vio al rey hablando a dos piedras que tenía en las manos y Aravir silenciosamente volvió a salir.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.