Ver publicación (Hola)
Ver tema#414 Respondiendo a: gandalf el beis
Acción
Después de preguntar a Namsis sobre su estado y de que esta me respondiese que se encontraba bien, Aravir y yo vamos a hacer guardia.
Mientras Findon se aleja Aravir me dice que va a ver si hay huellas orcas fuera, y yo le cominico que me quedaré vigilando la cueva.
Pasa media hora y sig...
Acción
Tras las inquietantes palabras de Aravir, mi cabeza divagó, recordando los bosques de Fornost, y el hermoso trabajo de piedra de sus murallas, ocupaban mis pensamientos. Me quité el carcaj para que no me molestara al apoyarme a la pared, y lo dejé cerca, por si acaso había problemas. Aquel lugar parecía acogedor, de todos modos, aunque aquellas colinas, otrora habitadas por mis antepasados, parecían haberse tornado frías y oscuras. Saqué el puñal y pasé el pulgar con cuidado por la hoja. –Esperemos que no tengas trabajo en mucho tiempo –le dije mentalmente. El tiempo pasaba lentamente, y allá afuera nada se movía. Me puse la banda en la cara, pues la nariz empezaba a congelarse. Entre las rendijas observé que ninguno de los cepos de Aravir había sido accionado. Todo estaba en calma. Las manos empezaban a congelárseme cuando de repente oí unos pasos dentro de la cueva, los de Îbal y Aravir.
- Ya era hora, comenzaba a aburrirme de esta guardia, no hay novedades por ahora –dije.
Y allí se quedaron para cumplir su turno. Las manos estaban heladas, por lo que me las puse en las mejillas, aliviándolas. Tras un pequeño paseo, llegué a la cuerda que habíamos tendido, y me puse a escalar. Mientras subía pregunté:
-Hola, ¿y Namsis? –pregunté.
-Estoy aquí, al fondo –me contestó una tenue voz, que parecía temblorosa.
Subo y allí encuentro la silueta del señor enano recostada a la pared. Le doy una palmada en el hombro, para saludarle, con la que este gruñe amistosamente.
- Me han dicho que hablabas en sueños. Yo a veces lo hago.-le digo con una sonrisa intentando animarla, pero ella se esconde en su capucha. Parecía más grave de lo que parecía.
- ¿Estás bien?- vuelvo a preguntar.
- Si, no te preocupes.- oigo a Miquel.- Tuvo una pequeña crisis por algo que decía que se había despertado.
- ¿Despertado? - repito.
Yo no podía dormir, temiendo que algo le pasara a Namsis durante el sueño de Miquel y Ulbar. Transcurrieron unas horas hasta que regresaron Îbal y Aravir.
Nos encaminamos hacia la entrada de la cueva y el aire frío de la mañana nos pega en la cara, despabilándonos.
- Deberíamos salir de esta ratonera. El enemigo ya debe andar lejos. Deberíamos ir a informar a los elfos de Lindon.- Propone Miquel. Miquel rebusca en el abrigo y saca un odre de ron, ofreciéndolo a Namsis, quien lo coge y le da un trago
- ¡Vaya! creo que nuestra influencia empieza a notarse, ¿qué tal ahora?
Las mejillas de Namsis cogen color, y su cara se alegra un poco.
- No me gusta este lugar. Puede que solo haya tenido una pesadilla, o puede que no. Sea cual sea nuestra decisión, debemos movernos deprisa. No me gusta estar aquí sin hacer nada. –dice Namsis.
- ¿qué temes Namsis?- pregunto. Aquel lugar no estaba tan mal, y había servido de refugio eficazmente.
- No lo sé, pero en mis sueños he sentido una poderosa presencia oscura. Algo sabe que estamos aquí. Puede que solo sea una pesadilla pero esa inquietud aún persiste incluso aquí, a la luz del día.
Esto me inquieta, y mucho. Si esto es cierto, estamos en peligro, pero ¿qué hacer?
- ¿La luz del día? lo que tú digas.- ríe Îbal- pero te aseguro que esto no se parece a un amanecer navegando por las aguas de la bahía de Belfalas.
- Tienes razón.- interviene Ulbar.- Debo decir que estoy de acuerdo con el señor enano. Creo que debemos informar lo antes posible de lo ocurrido. Aunque no será nada fácil el camino que nos espera. Y en cuanto a esa presencia oscura, ya nos ocuparemos de eso, si se nos presenta la ocasión.
Miquel asiente sonriente ante las palabras de Ulbar, y Namsis dice:
- Yo también pienso que informar a los elfos es la mejor opción. La verdad es que cualquier ruta que tomemos será igual de complicada.
Yo suspiro, indeciso, y digo:
-¿Ese es el criterio general?, no sé. Dejad que lo pensemos un poco más. -Y el señor enano, mientras asegura el odre medio vacío de ron haciéndolo desaparecer en las profundidades de su abrigo, dice.
-¿Que, además de feo también eres lento pensando? –ante esto sonrío, y digo muy serio: -Tú procura mantener la boca cerrada, es bastante asqueroso ver como se te caen las babas.
Todos, empezando por el señor enano, reímos hasta que comienza a llover y optamos por resguardarnos en la entrada de la cueva.
Entonces una melodía familiar suena, e inconscientemente empiezo a tararearla. De pronto recuerdo, en mi niñez, cuando mi padre me hizo mi primer arco, instruyéndome como a un pequeño soldado, tarareando esta misma canción. Se me erizan los pelos de la nuca, y una sensación de ánimo me invade el cuerpo.
-Está bien, no se hable más, digo con la mano en el mentón: -A Mithlond pues, Eru quiera que lleguemos con vida.
Todos responden con vítores y se preparan para la marcha.
Tras las inquietantes palabras de Aravir, mi cabeza divagó, recordando los bosques de Fornost, y el hermoso trabajo de piedra de sus murallas, ocupaban mis pensamientos. Me quité el carcaj para que no me molestara al apoyarme a la pared, y lo dejé cerca, por si acaso había problemas. Aquel lugar parecía acogedor, de todos modos, aunque aquellas colinas, otrora habitadas por mis antepasados, parecían haberse tornado frías y oscuras. Saqué el puñal y pasé el pulgar con cuidado por la hoja. –Esperemos que no tengas trabajo en mucho tiempo –le dije mentalmente. El tiempo pasaba lentamente, y allá afuera nada se movía. Me puse la banda en la cara, pues la nariz empezaba a congelarse. Entre las rendijas observé que ninguno de los cepos de Aravir había sido accionado. Todo estaba en calma. Las manos empezaban a congelárseme cuando de repente oí unos pasos dentro de la cueva, los de Îbal y Aravir.
- Ya era hora, comenzaba a aburrirme de esta guardia, no hay novedades por ahora –dije.
Y allí se quedaron para cumplir su turno. Las manos estaban heladas, por lo que me las puse en las mejillas, aliviándolas. Tras un pequeño paseo, llegué a la cuerda que habíamos tendido, y me puse a escalar. Mientras subía pregunté:
-Hola, ¿y Namsis? –pregunté.
-Estoy aquí, al fondo –me contestó una tenue voz, que parecía temblorosa.
Subo y allí encuentro la silueta del señor enano recostada a la pared. Le doy una palmada en el hombro, para saludarle, con la que este gruñe amistosamente.
- Me han dicho que hablabas en sueños. Yo a veces lo hago.-le digo con una sonrisa intentando animarla, pero ella se esconde en su capucha. Parecía más grave de lo que parecía.
- ¿Estás bien?- vuelvo a preguntar.
- Si, no te preocupes.- oigo a Miquel.- Tuvo una pequeña crisis por algo que decía que se había despertado.
- ¿Despertado? - repito.
Yo no podía dormir, temiendo que algo le pasara a Namsis durante el sueño de Miquel y Ulbar. Transcurrieron unas horas hasta que regresaron Îbal y Aravir.
Nos encaminamos hacia la entrada de la cueva y el aire frío de la mañana nos pega en la cara, despabilándonos.
- Deberíamos salir de esta ratonera. El enemigo ya debe andar lejos. Deberíamos ir a informar a los elfos de Lindon.- Propone Miquel. Miquel rebusca en el abrigo y saca un odre de ron, ofreciéndolo a Namsis, quien lo coge y le da un trago
- ¡Vaya! creo que nuestra influencia empieza a notarse, ¿qué tal ahora?
Las mejillas de Namsis cogen color, y su cara se alegra un poco.
- No me gusta este lugar. Puede que solo haya tenido una pesadilla, o puede que no. Sea cual sea nuestra decisión, debemos movernos deprisa. No me gusta estar aquí sin hacer nada. –dice Namsis.
- ¿qué temes Namsis?- pregunto. Aquel lugar no estaba tan mal, y había servido de refugio eficazmente.
- No lo sé, pero en mis sueños he sentido una poderosa presencia oscura. Algo sabe que estamos aquí. Puede que solo sea una pesadilla pero esa inquietud aún persiste incluso aquí, a la luz del día.
Esto me inquieta, y mucho. Si esto es cierto, estamos en peligro, pero ¿qué hacer?
- ¿La luz del día? lo que tú digas.- ríe Îbal- pero te aseguro que esto no se parece a un amanecer navegando por las aguas de la bahía de Belfalas.
- Tienes razón.- interviene Ulbar.- Debo decir que estoy de acuerdo con el señor enano. Creo que debemos informar lo antes posible de lo ocurrido. Aunque no será nada fácil el camino que nos espera. Y en cuanto a esa presencia oscura, ya nos ocuparemos de eso, si se nos presenta la ocasión.
Miquel asiente sonriente ante las palabras de Ulbar, y Namsis dice:
- Yo también pienso que informar a los elfos es la mejor opción. La verdad es que cualquier ruta que tomemos será igual de complicada.
Yo suspiro, indeciso, y digo:
-¿Ese es el criterio general?, no sé. Dejad que lo pensemos un poco más. -Y el señor enano, mientras asegura el odre medio vacío de ron haciéndolo desaparecer en las profundidades de su abrigo, dice.
-¿Que, además de feo también eres lento pensando? –ante esto sonrío, y digo muy serio: -Tú procura mantener la boca cerrada, es bastante asqueroso ver como se te caen las babas.
Todos, empezando por el señor enano, reímos hasta que comienza a llover y optamos por resguardarnos en la entrada de la cueva.
Entonces una melodía familiar suena, e inconscientemente empiezo a tararearla. De pronto recuerdo, en mi niñez, cuando mi padre me hizo mi primer arco, instruyéndome como a un pequeño soldado, tarareando esta misma canción. Se me erizan los pelos de la nuca, y una sensación de ánimo me invade el cuerpo.
-Está bien, no se hable más, digo con la mano en el mentón: -A Mithlond pues, Eru quiera que lleguemos con vida.
Todos responden con vítores y se preparan para la marcha.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.