Narración 9

Tras decidir la ruta, el grupo se puso en marcha hacia los Puertos Grises. El solo nombre les alentaba, pero la realidad es que la caminata sería muy larga. Aravir y Findon se adelantaron para explorar el terreno y desactivar las trampas de Aravir, dejando un poco retrasados a los otros. Iban muy cerca del camino por temor a perderse, pero eso sería difícil, porque las huellas del ejército enemigo eran clarísimas. Los tambores enemigos no habían perturbado desde la primera noche la estancia de los amigos en la caverna, pero temían que se volvieran a oír a su espalda. Debían apresurarse todo lo posible. Como no estaban seguros si el enemigo custodiaba el camino, decidieron atravesar las colinas para intentar esquivar la posible guardia del enemigo en el sur, o su regreso desde el norte. Sin más preámbulos, Findon y Aravir se separaron y comenzaron a subir las colinas, seguidos de sus compañeros. Tras varios días de marcha, las provisiones que les quedaban eran escasas, y tuvieron que servirse de los recursos naturales. Afortunadamente, la nieve tenía un uso positivo aunque les helaba los huesos y de ellas sacaron la mayor parte del agua para rellenar sus cantimploras. Todavía no se arriesgaban a hacer hogueras por si acaso, y además la leña no estaba muy seca que digamos. Sin embargo, aquellas yermas colinas eran rondadas por algunos jabalíes y otras piezas, que eran aprovechados de vez en cuando por los arqueros. Esa noche, Aravir había puesto algunos cepos, y se encontraban, tras una semana y media de marcha, en una especie de hondonada, donde hicieron una hoguera con la leña que habían ido guardando para secar. Estaba algo húmeda, pero ardía bien. La distancia de la cueva que había sido su refugio era ahora considerable, y corrieron el riesgo. Findon propuso ir de caza a Aravir e Ibal, pues el jabalí abatido hacía bastantes días empezaba a pudrirse, a pesar de sus esfuerzos, por no tener cómo conservarlo. Ahora al menos con el fuego podrían cocinar algo. Los arqueros fueron en busca de piezas mientras los demás se quedaban junto al fuego, alerta. Sin embargo, el ambiente no parecía hostil de momento, y Ulbar y Miquel más de una vez hicieron reír a Namsis con sus discusiones. Tras una hora, los cazadores volvieron con varios conejos atrapados por los cepos de Aravir, y un ejemplar de jabalí bastante bueno. Los que sabían se pusieron a destripar y descuartizar a los animales. Aquello les proporcionaría alimento para al menos una semana o más.
No sabían con certeza donde se encontraban, pero todos conocían el río Lune, el cual si seguían les llevaría directamente a Mithlond. La cosa pintaba fácil…