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Ver tema#429 Respondiendo a: lo Miquel III
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Namsis ahuyenta al tumulario, yo no bajo la guardia hasta al cabo de varios segundos. Al ver la cara de satisfaccion de la maga, suspiro aliviado. Entonces, Ulbar nos dice que "¡¡a correr!!", y eso hacemos el resto de la noche.
Llegamos a un valle, se asomaban los primeros rayos del sol, cu...
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Tras el duro combate con el tumulario, me quedo atento y oigo cierto escándalo en la lejanía. Les indico a mis compañeros que debemos continuar, aunque sé que el combate contra el tumulario se merecía un descanso no podemos parar. Nos ponemos a correr dirección oeste, a toda prisa, sin mirar atrás de momento al menos yo. Al cabo de unas pocas horas, el sol se asoma tímidamente por el este, y al parecer estaba tranquilo todo, solo en apariencia. El señor enano sugiere un trago, algo que Ulbar apoya con alegría. A mí no me gusta nada el ron y más por la mañana, pero el calor que te da en las mejillas anima a correr y a buen paso. Saca pues el odre el enano, y una flecha se clava a unos centímetros de este. Yo me echo al suelo, y me arrastro a unos arbustos, y Aravir hace lo propio por el lado contrario. Nos hacemos señas y avanzamos a ver quien era el arquero oculto. Tras unos momentos, Aravir y yo nos encontramos en unos arbustos y al ir a sacar Aravir el arco le dtengo, no es un orco. El enano, que había empezado a insultar sin descanso al desconocido, desvariaba cada vez más y sus insultos eran tan ridículos que me costaba no reírme. El enemigo bajó del árbol entonces y caminó sigiloso hacia donde estábamos. Cuando estuvo cerca le saltamos encima.
-Lo tenemos! -gritó Aravir.
Los demás vinieron corriendo, el enano hacha en alto, pero le quitamos la capucha al desconocido y vimos que era un elfo. Le soltamos justo a tiempo para evitar que el hacha de Miquel no le partiera en dos. Hicimos las presentaciones pertinentes, sujetando al enano para que no se lanzase contra el elfo hasta que se calmó de una vez. Nos contó que trabajaba para Círdan vigilando las rutas de acceso a Mithlond. Se disponía el enano a sacar el odre cuando se oyen rugidos a lo lejos. Huargos? Pienso. Puede ser. Entaguas, pues así se llamaba el elfo, Ibal y yo subimos a los árboles. Namsis estaba detrás murmurando algo, y Aravir Ulbar y Miquel al frente. Tan pronto como aparecieron los huargos con sus jinetes en lo alto de la colina, solté mi arco y voló mi flecha con las de mis compañeros, y las tres se cobraron la vida de tres enemigos. El combate comenzó. Yo disparaba certero sin piedad, mientras por el rabillo del ojo observaba a Namsis. Un orco parecía que la había visto como un peligro en potencia y se encaminaba a ella con sus soldados, dificultado enormemente por Aravir, Ulbar y Miquel. Uno escapó al bloqueo, pero lo eliminé de un flechazo en las costillas, a la altura del higado. No pasó mucho tiempo cuando Namsis gritó y unas llamaradas salieron de la vara y derribaron a los orcos y huargos. Se revolvieron de dolor en el suelo, aturdidos. Y yo bajé del árbol y grité lo que pensaba. A por ellos sin piedad!!! -saqué mi puñal y comenzé a clavarlo en gargantas de orcos tirados en el suelo, a toda prisa, antes de que se levantaran. Cayeron sin dificultad. Por fin el enano sacó el odre y le dio un buen trago a gusto y se encendió la pipa. Bueno, pues vamonos. -dijo sonriente y colorado el enano cuando terminó. Yo estaba apoyado en un árbol y no pude evitar sonreír.
Tras el duro combate con el tumulario, me quedo atento y oigo cierto escándalo en la lejanía. Les indico a mis compañeros que debemos continuar, aunque sé que el combate contra el tumulario se merecía un descanso no podemos parar. Nos ponemos a correr dirección oeste, a toda prisa, sin mirar atrás de momento al menos yo. Al cabo de unas pocas horas, el sol se asoma tímidamente por el este, y al parecer estaba tranquilo todo, solo en apariencia. El señor enano sugiere un trago, algo que Ulbar apoya con alegría. A mí no me gusta nada el ron y más por la mañana, pero el calor que te da en las mejillas anima a correr y a buen paso. Saca pues el odre el enano, y una flecha se clava a unos centímetros de este. Yo me echo al suelo, y me arrastro a unos arbustos, y Aravir hace lo propio por el lado contrario. Nos hacemos señas y avanzamos a ver quien era el arquero oculto. Tras unos momentos, Aravir y yo nos encontramos en unos arbustos y al ir a sacar Aravir el arco le dtengo, no es un orco. El enano, que había empezado a insultar sin descanso al desconocido, desvariaba cada vez más y sus insultos eran tan ridículos que me costaba no reírme. El enemigo bajó del árbol entonces y caminó sigiloso hacia donde estábamos. Cuando estuvo cerca le saltamos encima.
-Lo tenemos! -gritó Aravir.
Los demás vinieron corriendo, el enano hacha en alto, pero le quitamos la capucha al desconocido y vimos que era un elfo. Le soltamos justo a tiempo para evitar que el hacha de Miquel no le partiera en dos. Hicimos las presentaciones pertinentes, sujetando al enano para que no se lanzase contra el elfo hasta que se calmó de una vez. Nos contó que trabajaba para Círdan vigilando las rutas de acceso a Mithlond. Se disponía el enano a sacar el odre cuando se oyen rugidos a lo lejos. Huargos? Pienso. Puede ser. Entaguas, pues así se llamaba el elfo, Ibal y yo subimos a los árboles. Namsis estaba detrás murmurando algo, y Aravir Ulbar y Miquel al frente. Tan pronto como aparecieron los huargos con sus jinetes en lo alto de la colina, solté mi arco y voló mi flecha con las de mis compañeros, y las tres se cobraron la vida de tres enemigos. El combate comenzó. Yo disparaba certero sin piedad, mientras por el rabillo del ojo observaba a Namsis. Un orco parecía que la había visto como un peligro en potencia y se encaminaba a ella con sus soldados, dificultado enormemente por Aravir, Ulbar y Miquel. Uno escapó al bloqueo, pero lo eliminé de un flechazo en las costillas, a la altura del higado. No pasó mucho tiempo cuando Namsis gritó y unas llamaradas salieron de la vara y derribaron a los orcos y huargos. Se revolvieron de dolor en el suelo, aturdidos. Y yo bajé del árbol y grité lo que pensaba. A por ellos sin piedad!!! -saqué mi puñal y comenzé a clavarlo en gargantas de orcos tirados en el suelo, a toda prisa, antes de que se levantaran. Cayeron sin dificultad. Por fin el enano sacó el odre y le dio un buen trago a gusto y se encendió la pipa. Bueno, pues vamonos. -dijo sonriente y colorado el enano cuando terminó. Yo estaba apoyado en un árbol y no pude evitar sonreír.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.