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Findon
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Desde: 30/01/2007

#436 Respondiendo a: Entaguas

Acción

Tras el duro combate, todos parecían cansados. ''Blandengues'' pensé para mis adentros. De repente, un orco al que creíamos muerto se levantó del suelo, y se dispuso a atacar al señor enano... disparé una flecha justamente cuando el orco estaba delante de las grandes narices del enano. El en...

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Tras vencer a la patrulla de huargos, di los últimos pases con el trapo al puñal para limpiarlo y lo guardé. Entaguas comenzó a correr, y yo detrás de él. Continuamos durante toda la noche con un ritmo cansino, y Entaguas, estaba más fresco, aún así lo advirtió. Se volvió y nos dio lembas. Le di las gracias asintiendo con la cabeza y comí aquella extraña galleta. Me devolvió gran parte de las fuerzas.
El enano, como no, no podía comer a palo seco, así que se dispuso a sacar el odre de ron, pero Ulbar le empujó suavemente, lo que hizo que algo de ron cayera al suelo. El enano se puso rojo de ira, pero Namsis le empujó suavemente hacia delante y el enano no se resistió. La marcha continuó y yo noté que bajábamos una pendiente. Debíamos de estar dejando las colinas de Evendim.
-Espero que mis compañeros elfos no traigan peores noticias que yo-comentó Entaguas. Por fin bajamos al pie de las colinas y yo miré atrás. No creo que vuelva a frecuentar estas colinas, me dije. Seguimos andando y Namsis comentó algo de que le dolían los pies, y vi a Miquel que se ponía para llevarla.
-Pero no te humilles, señor enano. ¿Quieres que te pongamos otro apodo? –rió Aravir. El enano enfadado blandió el hacha detrás de Aravir, que corría mucho más que él, todavía riendo. Finalmente el enano se cansó. Esa noche nos resguardamos en una roca, y encendimos una pequeña fogata. Yo me senté sintiendo la humedad de mis ropas en los huesos. La hoguera no las secaría completamente, pero no me importaba. Me recosté contra una roca y saqué algo de jabalí, repartiéndolo entre todos. Cerré los ojos, aunque de vez en cuando entreabría uno, para ver a mis compañeros. De pronto de nuevo sonó esa melodía que habíamos cantado. Yo no estaba muy animado. Me miré la palma de la mano, y empezaron a cantar más fuerte. Abrí los ojos, eran Aravir y Ulbar, y los demás parecían que empezaban a cantar. Yo me puse en pie, llevando las manos hacia la hoguera para que se calentaran, pero mi boca no se abrió para cantar. Sin embargo un nuevo ánimo despertaba en mí. Le di una palmada a Entaguas en el hombro y le señalé hacia delante con la cabeza. Éste asintió y comenzó a correr. Los demás cuando se dieron cuenta recogieron todo a toda prisa y nos siguieron a buen ritmo. Faltaba muy poco para llegar a Mithlond.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.