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Findon
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Desde: 30/01/2007

#441 Respondiendo a: ulbar

Accion (¡Muahahaha!)

Seguimos caminando con paso cansino. Han sido dias de dura marcha. Pero al fin parece que nuestra meta ya se divisa. Nos paramos un instante al atardecer y Entaguas se sube a un arbol. Desde lo alto de su copa nos informa de la cercania de Mthlond. Ya era hora. Entaguas se reun...

Accion (¡Muahahaha!)

Por fin oigo buenas nuevas cuando Entaguas dice desde un árbol que Mithlond se ve a lo lejos. No mucho rato después encontramos una vía empedrada de gran perfección y logro ver a algunos elfos por los árboles que flanquean la calzada haciendo la guardia. Esa vez me quedé en la parte trasera del grupo. No pasó mucho tiempo cuando habíamos llegado a las puertas donde Entaguas montó una escena para que nos dejaran entrar, pero de hecho los guardias no habían puesto pegas apenas. En unas segundas puertas sólo saludaron a Entaguas con la cabeza. Yo iba a lo mío, examinando la arquitectura elfa, casi desconocida para mí. La ciudad bullía de actividad. En unos minutos llegamos ante lo que parecía un cuartel elfo. Entaguas se puso a hablar con un oficial, que parecía demasiado concentrado en el trabajo. Escuché un extraño ruido. Era el señor enano roncando. No tardó en despertarse tras una pequeña patada de Ulbar. Yo me recosté a la pared y me puse a examinar la arquitectura elfa, mirando al techo. No escuchaba lo que decía aquel oficial. Sólo necesitaba un colchón para descansar mi espalda, que ya era hora. Escuché algo de ir a Gondor. ¿A Gondor? Un poco lejos, pero si había que ir…
-Bueno, pero primero debemos hacer una ruta tabernero-turística por esta hermosa ciudad –dijo Ulbar, ante lo que reprimí una sonrisa.
Todos fuimos pues aunque el general elfo nos dio permiso algo corto según mi opinión, pero en fin… Nos encaminamos hacia una taberna, a la que nos condujo Entaguas, que al parecer tenía grandes conocimientos acerca de la ubicación de las tabernas de la ciudad . Entramos pues en la taberna e inexplicablemente unos elfos se levantaron de sus sillas ante nuestra llegada. Me senté en una silla en el rincón, con la capucha echada pero examinando todo el bar. Sin apenas darme cuenta tenía una cerveza delante de mí. Le di un pequeño sorbo y la dejé de nuevo sobre la mesa. Ulbar ya llevaba unas 6, compitiendo con el señor enano. Yo no estaba muy por la labor.
-¡Que alguien pare a Ulbar, después no sé si podrá marchar en línea recta! –comenté riendo.
Pero esta gente bebía y bebía, parecían pozos sin fondo. Yo llegué a la mitad de mi cerveza, y decidí terminarla para pedir otra ronda. Le di un trago y le dimos las jarras al señor enano que se ofreció a ir por una ronda. De nuevo me ensimismé examinando a la gente de aquel lugar y por algún extraño motivo el techo. No parecía muy sólido. En fin, no sé que pasó que pronto me encontré allí sentado, viendo como Ulbar, Entaguas y el señor enano se daban de ostias con unos elfos. Yo negué con la cabeza y seguí con mi cerveza, tranquilamente. Luego vinieron más elfos, al parecer de la guardia, pero al ver que la cosa se complicaba cogí mi silla y me puse a repartir sillazos al que se ponía en medio. El señor enano nos pidió ayuda para subir a la barra y Aravir y yo le ayudamos a subir. Se puso a lanzar barriles, uno de los cuales me rozó la capucha. Aquello chorreaba de cerveza, de maldiciones y de golpes por todas partes. Mi fiel silla seguía en mi mano y le crucé la cara a un elfo que intentaba atacarme. Todavía atareado, vi como Entaguas corría con un barril debajo del brazo, hacia la salida. Pero estaba bloqueada. Todo el bar calló y el silencio fue roto por alrededor de un centenar de pies cuyos dueños corrían enfurecidos hacia nosotros. De nuevo mi fiel silla me sirvió bien y de nuevo nos vimos obligados a retroceder. Otro elfo que parecía conocernos nos señaló y el enano se hartó y tiró una mesa contra él, que impactó en la columna maestra del edificio.
-¡La columna cede! –dije. No me puse a escuchar a nadie más. Sólo oí vagamente un “vaya mierda de edificio” y “salvemos la cerveza”, cosas con lo que estuve totalmente de acuerdo. Subimos las escaleras de la taberna y vimos una ventana al final de ellas. Entaguas que iba delante se detuvo, pero el enano le echó mano al cinturón y otra al hombro y cogió impulso y lo lanzó por la ventana, barril por delante.
-¡Maaldito enanoooooooo! –se oyó.
Pero el edificio se derrumbaba. Yo no me quedé quieto y salté por la ventana y caí con sorpresa encima del barril de cerveza, dándome en las costillas. Me aparté y al momento cayó Namsis, tras él Aravir, luego Îbal y luego Miquel, arrojado por Ulbar, que cayó justo sobre el cuerpo del señor enano.
Desde aquel tejado contemplamos como la estructura se venía abajo.
-Bueno –dije. Pues yo ya tengo un sitio para dormir y líquido para no deshidratarme. Despertarme mañana. –y dicho esto me dormí.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.