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Findon
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Desde: 30/01/2007

#444 Respondiendo a: Namsis

Accion(¡Muahahaha!)

Al fin, después de arrastrar el cansancio por los interminables días de marcha, Entaguas nos anuncia nuestra llegada a Mithlond.
El camino bien adoquinado que seguimos continúa presente llegándose a perder tras los grandes portones de entrada que permanecen abiertos. Antes qu...

Narración 13

El barril de cerveza recayó en los brazos de Aravir, que lo llevaba con gran respeto al frente de la fila, junto con Ulbar y Miquel, que no quitaban ojo al susodicho barril. Entaguas, algo aturdido por el golpe, andaba ya con más normalidad y al ritmo. Namsis corría detrás, junto con Îbal, y Findon iba en último lugar, corriendo y mirando por encima del hombro, a la vez que se tocaba el lugar donde Namsis le había golpeado con la vara, aunque no parecía nada grave. Siguieron corriendo a través de muchos callejones, hasta que dejaron de advertir los gritos de la multitud enfurecida que les perseguía. Entaguas, más reanimado reconoció donde estaban y empezó a conducirles en dirección al cuartel donde habían visto al oficial elfo. Pero al salir de un estrecho callejón, se encuentran a la masa enardecida que esperaba al lado del cuartel, Eru sabe para qué. Entaguas avanza tranquilo con Aravir, Îbal, Namsis, Findon y Ulbar a sus espaldas. Miquel avanzaba pegado a Aravir, quien se reía nadie sabía muy bien por qué. Pero dejó de hacerlo cuando la multitud se volvió y los vieron. El silencio fue sepulcral. En vez de abalanzarse sobre ellos, vieron como el oficial elfo, junto con el jefe de la guardia, que parecía en aquellos momentos cualquier cosa menos un elfo con los escombros que le cubrían, y con una cara de no mucha bondad. El oficial elfo les hizo un gesto para que le siguieran, y avanzaron a través de un pasillo de personas de todas las razas, algunos más incómodos que otros, pero ahora Ulbar aferraba el barril de cerveza, con Miquel gruñendo a su lado. Aravir no podía parar de reír. Namsis iba con la cabeza mirando al frente, como si no hubiera nadie, Îbal hacia lo mismo, y Findon avanzaba con la cabeza gacha, pero sin quitar ojo a los flancos. Entraron en el cuartel y el oficial elfo se dispuso a echarles el sermón:
-No habéis causado más que problemas… -el elfo continuó hablando durante al menos un cuarto de hora, repitiendo muchas veces la palabra “irresponsables”. De repente Findon soltó un enorme bostezo que hizo que Aravir riera aún más, y Miquel se había sentado encima del barril de cerveza. Finalizado el sermón, el oficial les indicó la celda. Todos se opusieron. Aquello seguramente lo había mencionado, pero no habían prestado atención.
-No hay otras camas que las que hay ahí dentro –dijo el elfo.
-Prefiero el suelo –dijo Ulbar.
-Entren en el calabozo o abriré la puerta y tendrán aquí a todo el tumulto que intentaba lincharles –amenazó el elfo.
Ulbar miró desafiante al oficial, pero finalmente cedió.
-Ahora sus armas, por favor.
Todos hicieron caso omiso, y entraron en las celdas. Se hizo por la mañana y se encontraron las celdas cerradas. Aravir fue el primero en levantarse, y lo que primero hizo fue comprobar si estaba el barril. Allí estaba, sirviendo de almohada a Miquel. Miró en derredor. El elfo no estaba. No había nadie. Despertó a los demás como pudo y les informó de la situación.
-No hay que preocuparse, puedo forzar la cerradura –dijo Aravir, y puso a hurgar en el cerrojo con una flecha. Finalmente lo consiguió y señaló la puerta sonriendo. –Vía libre, señores.
-¿A quién le toca cargar con el barril? –preguntó Ulbar. Todos miraron al suelo. –Está bien, yo lo llevo, pero antes habrá que aligerarlo… -se tomaron unas cervezas para hacer el peso más llevadero, y Entaguas se dispuso a llevarlos al establo, para irse cuanto antes de allí. Pero el oficial elfo estaba allí, sin embargo no les reprendió ni se sorprendió.
-Sólo os encerré para que la gente no se sublevase. Ahora salid de aquí todo lo rápido que podáis. Id a Gondor y dad la voz de alarma. El camino es largo, lo sé, pero no queda más remedio que pedir ayuda. –todos asintieron, y tomaron provisiones para el viaje.
Todos montaron y salieron de la ciudad por donde habían entrado, sin llamar la atención de los transeúntes.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.