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Ver tema#450 Respondiendo a: gandalf el beis
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Corremos hacia la supuesta salvación, el alboroto parece alejarse, y eso me tranquiliza voy al lado de Namsis, y detrás tenemos a Findon. Giramos a la derecha y luego a la izquierda, vamos un lío ya no se si giramos pa’lante, pa’tras pa’l centro o pa donde. Vamos, que al final llegamos al cu...
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Qué mareo... qué dolor de cabeza... por Eru... aunque no era la primera vez que salía volando…
Y es que aquel vuelo no me había sentido demasiado bien, aunque como recompensa tenía un gran barril de cerveza. Tenía un dolor inmenso de cabeza y estaba muy confuso. De hecho, apenas creía ver bien lo que sucedía. Y encima, guiaba al grupo entre aquellas calles de Mithlond. Confuso, apenas sabía por donde andaba. Y encima, a veces creía ver cosas insólitas que quizás fuesen reales, aunque yo se las atribuyo al mareo que sentía entonces. Cosas como cuando Miquel se paró repentinamente y señaló a una extraña nuble blanca que estaba en el oscuro cielo, sola.
- ¿Es un OVNI?- dijo el señor enano perplejo.
- ¿Pero qué puñetas dices, señor enano? ¡Creo qué has bebido demasiado!- dijo Ulbar estallando en carcajadas.
Yo no le presté más atención y seguí guiando a la compañía. La verdad es que a causa del vuelo, mis andares eran dignos del pato más mareado de la Tierra Media. ¿Y qué era eso de los OVNI? Bah, enanos. A saber qué puñetas quería decir.
- Están locos estos enanos- susurré.
Al susurrar, Namsis fue la única que captó mi comentario y rió. En ese momento una idea surcó mi mente. Namsis no era la más cuerda ni en broma. Quizá Findon, yo o Aravir fuésemos los más cuerdos de aquel grupo…
Mientras, seguiamos avanzando por las calles de Mithlond. Con lo confuso y mal que estaba, era de esperar que acabara llevándoles a la multitud enfurecida que quería acabar con nosotros. Pero de entre ellos salieron nuestros salvadores, el general y el capitán, este último por cierto, tenía una cara no muy bonita, después de la paliza que le había dado Ulbar.
- ¡Por eru, ese chichón tuyo está mutando, Findon!- le dije horrorizado a Findon, quién me miró irónico.
Y allí llegamos nosotros; Aravir con sus extraños y sospechosos ataques de risas, recuerdo que los elfos de Mithlond fumaban algo más que tabaco, a saber si Aravir lo había fumado para reír tanto, luego, Namsis con su vara que parpadeaba cual faro y sus susurros, Miquel que seguía mirando al cielo y señalando a las nubes, Findon con un chichón cuyo tamaño adquiría ya el tamaño de un hobbit, o eso me parecía a mí, aunque ya he dicho que no veía muy bien tras el golpe que me había dado y la borrachera. Y por supuesto Îbal con su grisácea y sucia capa, que empezaba ya a oler mal.
- Creo que la capa de Îbal es amarilla o multicolor, solo es gris porque no la lava- opiné.
Ulbar rió, y me comentó que cierto día, el señor Îbal sufriría un ‘’accidente’’ en cierto río en el que ya habríamos echado jabón, y en grandes cantidades.
Y al llegar, bronca, bronca y más bronca. Aravir intentaba controlar un ataque de risa, y yo al verle, me contagió la risa. Y allí estábamos los dos intentando aguantar la risa. Miquel en cambio, esta vez miraba al techo con superstición…
Al calabozo. Era de esperar. Todos nos acomodamos como pudimos e intentamos dormirnos. Pero algo me impidió dormirme antes de lo normal, y es que oí como una voz amenazante y grave hacía eco en la habitación:
- DESTRUIR… DESTRUIR… CERVEZA… CERVEZA… ¡¡¡¡¡DESTRUIIIIIIR!!!!!
Era Ulbar, qué hablaba en sueños. A saber qué estaba soñando. Tras esto, conseguí conciliar el sueño.
Al levantarme, vi como Aravir estaba intentando sacarnos de allí. Lo consiguió, aunque para ello necesitó de cierta ayuda. Y es que sería una pena omitir este suceso tan gracioso, porque al levantarme, sentí unas ansias asesinas de acabar con el señor enano a causa del vuelo. Mis manos fueron rápidas hacia su cuello, pero Miquel se dio cuenta y se echó para atrás. Esto provocó que en vez de que mis manos estrujaran su cuello, estrujaran su nariz. Fue una experiencia desagradable. Aquello era bulboso, arrugoso, aceitoso, blando… no era muy agradable así que retiré mis manos rápidamente. Pero esto pareció provocarle alergia al señor enano. Iba a estornudar.
- ¡POR ERU! ¡TODOS AL SUELO! ¡MIQUEL VA A ESTORNUDAAAAAR!- gritó Ulbar llevándose las manos a la cabeza, aterrorizado.
Todos nos echamos al suelo, incluído Aravir. Pero Findon se despertaba y levantaba en ese momento. No se dio cuenta. Y pasó lo que tenía que pasar. El fatídico suceso. El señor enano estornudó. Al estar todos agachados excepto Findon, no nos afectó, como si fuese aquella extraña cosa que derretía las murallas de Helm. Pero Findon se llevó de pleno el estornudo del señor enano. Una honda expansiva de mucosidades salió hacia todas las direcciones, haciendo temblar en esas décimas de segundo toda la habitación y los barrotes. Findon se elevó un poco del suelo a causa del estornudo, empapado en una desagradable sustancia y se estampó contra la puerta de la celda. Y esta puerta se abrió. Findon estaba en el suelo, desfallecido y exhausto. Empapado se levantó y todos acudimos en su ayuda, aunque sin acercarnos demasiado en él. Findon se tuvo que limpiar con su capa. Pobrecillo. El señor enano pidió una capa para limpiarse, pero nadie se la dimos, excepto Namsis, ella siempre dispuesta a ayudar al señor enano. El aspecto de las capas después del desastre era digno de ver.
Tras esto, salimos de la celda. Al salir nos encontramos al general. No había mucho que decir aparte de lo que yo ya suponía. Y es que yo soy muy listo. Y por cierto, se me olvidaba recoger el oro… bueno, bah da igual.
Y así, comenzamos nuestro camino hacia Gondor, reino de reyes, baluarte de esplendor y gloria, lugar de grandes guerreros…
Así que Findon sacó su mapa para ver ante lo que nosotros se nos avecinaba.
- Una alegría, contar con un mapa- dije yo- y si encuentras a un cartógrafo que te diga cuantos días tardamos de ir de aquí para allá, mejor que mejor.
Tras esto, le guiñé un ojo y ambos reímos. Y ahora sí, comenzamos el largo y duro camino hacia Gondor.
Un saludo. Disculpad la tardanza
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Qué mareo... qué dolor de cabeza... por Eru... aunque no era la primera vez que salía volando…
Y es que aquel vuelo no me había sentido demasiado bien, aunque como recompensa tenía un gran barril de cerveza. Tenía un dolor inmenso de cabeza y estaba muy confuso. De hecho, apenas creía ver bien lo que sucedía. Y encima, guiaba al grupo entre aquellas calles de Mithlond. Confuso, apenas sabía por donde andaba. Y encima, a veces creía ver cosas insólitas que quizás fuesen reales, aunque yo se las atribuyo al mareo que sentía entonces. Cosas como cuando Miquel se paró repentinamente y señaló a una extraña nuble blanca que estaba en el oscuro cielo, sola.
- ¿Es un OVNI?- dijo el señor enano perplejo.
- ¿Pero qué puñetas dices, señor enano? ¡Creo qué has bebido demasiado!- dijo Ulbar estallando en carcajadas.
Yo no le presté más atención y seguí guiando a la compañía. La verdad es que a causa del vuelo, mis andares eran dignos del pato más mareado de la Tierra Media. ¿Y qué era eso de los OVNI? Bah, enanos. A saber qué puñetas quería decir.
- Están locos estos enanos- susurré.
Al susurrar, Namsis fue la única que captó mi comentario y rió. En ese momento una idea surcó mi mente. Namsis no era la más cuerda ni en broma. Quizá Findon, yo o Aravir fuésemos los más cuerdos de aquel grupo…
Mientras, seguiamos avanzando por las calles de Mithlond. Con lo confuso y mal que estaba, era de esperar que acabara llevándoles a la multitud enfurecida que quería acabar con nosotros. Pero de entre ellos salieron nuestros salvadores, el general y el capitán, este último por cierto, tenía una cara no muy bonita, después de la paliza que le había dado Ulbar.
- ¡Por eru, ese chichón tuyo está mutando, Findon!- le dije horrorizado a Findon, quién me miró irónico.
Y allí llegamos nosotros; Aravir con sus extraños y sospechosos ataques de risas, recuerdo que los elfos de Mithlond fumaban algo más que tabaco, a saber si Aravir lo había fumado para reír tanto, luego, Namsis con su vara que parpadeaba cual faro y sus susurros, Miquel que seguía mirando al cielo y señalando a las nubes, Findon con un chichón cuyo tamaño adquiría ya el tamaño de un hobbit, o eso me parecía a mí, aunque ya he dicho que no veía muy bien tras el golpe que me había dado y la borrachera. Y por supuesto Îbal con su grisácea y sucia capa, que empezaba ya a oler mal.
- Creo que la capa de Îbal es amarilla o multicolor, solo es gris porque no la lava- opiné.
Ulbar rió, y me comentó que cierto día, el señor Îbal sufriría un ‘’accidente’’ en cierto río en el que ya habríamos echado jabón, y en grandes cantidades.
Y al llegar, bronca, bronca y más bronca. Aravir intentaba controlar un ataque de risa, y yo al verle, me contagió la risa. Y allí estábamos los dos intentando aguantar la risa. Miquel en cambio, esta vez miraba al techo con superstición…
Al calabozo. Era de esperar. Todos nos acomodamos como pudimos e intentamos dormirnos. Pero algo me impidió dormirme antes de lo normal, y es que oí como una voz amenazante y grave hacía eco en la habitación:
- DESTRUIR… DESTRUIR… CERVEZA… CERVEZA… ¡¡¡¡¡DESTRUIIIIIIR!!!!!
Era Ulbar, qué hablaba en sueños. A saber qué estaba soñando. Tras esto, conseguí conciliar el sueño.
Al levantarme, vi como Aravir estaba intentando sacarnos de allí. Lo consiguió, aunque para ello necesitó de cierta ayuda. Y es que sería una pena omitir este suceso tan gracioso, porque al levantarme, sentí unas ansias asesinas de acabar con el señor enano a causa del vuelo. Mis manos fueron rápidas hacia su cuello, pero Miquel se dio cuenta y se echó para atrás. Esto provocó que en vez de que mis manos estrujaran su cuello, estrujaran su nariz. Fue una experiencia desagradable. Aquello era bulboso, arrugoso, aceitoso, blando… no era muy agradable así que retiré mis manos rápidamente. Pero esto pareció provocarle alergia al señor enano. Iba a estornudar.
- ¡POR ERU! ¡TODOS AL SUELO! ¡MIQUEL VA A ESTORNUDAAAAAR!- gritó Ulbar llevándose las manos a la cabeza, aterrorizado.
Todos nos echamos al suelo, incluído Aravir. Pero Findon se despertaba y levantaba en ese momento. No se dio cuenta. Y pasó lo que tenía que pasar. El fatídico suceso. El señor enano estornudó. Al estar todos agachados excepto Findon, no nos afectó, como si fuese aquella extraña cosa que derretía las murallas de Helm. Pero Findon se llevó de pleno el estornudo del señor enano. Una honda expansiva de mucosidades salió hacia todas las direcciones, haciendo temblar en esas décimas de segundo toda la habitación y los barrotes. Findon se elevó un poco del suelo a causa del estornudo, empapado en una desagradable sustancia y se estampó contra la puerta de la celda. Y esta puerta se abrió. Findon estaba en el suelo, desfallecido y exhausto. Empapado se levantó y todos acudimos en su ayuda, aunque sin acercarnos demasiado en él. Findon se tuvo que limpiar con su capa. Pobrecillo. El señor enano pidió una capa para limpiarse, pero nadie se la dimos, excepto Namsis, ella siempre dispuesta a ayudar al señor enano. El aspecto de las capas después del desastre era digno de ver.
Tras esto, salimos de la celda. Al salir nos encontramos al general. No había mucho que decir aparte de lo que yo ya suponía. Y es que yo soy muy listo. Y por cierto, se me olvidaba recoger el oro… bueno, bah da igual.
Y así, comenzamos nuestro camino hacia Gondor, reino de reyes, baluarte de esplendor y gloria, lugar de grandes guerreros…
Así que Findon sacó su mapa para ver ante lo que nosotros se nos avecinaba.
- Una alegría, contar con un mapa- dije yo- y si encuentras a un cartógrafo que te diga cuantos días tardamos de ir de aquí para allá, mejor que mejor.
Tras esto, le guiñé un ojo y ambos reímos. Y ahora sí, comenzamos el largo y duro camino hacia Gondor.
Un saludo. Disculpad la tardanza

¡Oh Orofarnë, Lassemista, Carnimirië!
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto...
¡Oh hermoso fresno, sobre tu cabellera qué hermosas son las flores!
¡Oh fresno mío, te vi brillar en un día de verano!
Tu brillante corteza, tus leves hojas, tu voz tan fresca y dulce:
¡qué alta llevas en tu cabeza la corona de oro rojo!
Oh fresno muerto...