Ver publicación (Hola)
Ver tema#454 Respondiendo a: ulbar
Accion
Un atardecer nos sorprende a todos caminando mientras llevamos a nuestros caballos cogidos por la bridas, por una estrecha senda que cruza las quebradas blancas. Estamos ya cerca de cruzarlas y cerca del final de la primera eteapa de nuestro viaje. Caminamos tranquilamente en silencio disfru...
Accion
Todos oímios el estrépito que provoca la caída de todo el peso de nuestro admirado señor enano y disimulamos nuestras sonrisas hasta que Ulbar no la aguanta (muy típico suyo).
-¡Pero es que esto no es normal! ¡Nos ha tenido que tocar el señor enano mas torpe de todos!
El señor Findon lo defiende y nuestro admirado enano, herido en su orgullo, replica. Ulbar sigue descojo*******. Y Aravir añade:
-Claro, Tu siempre sabes por donde vas o que terreno pisas. Lo demuestras muy a menudo.
Después de recorrer una buena parte de la Tierra Media septentrional, encontramos el camino que transité para llegar a la batalla de Fornost, el que otrora unía el Reino del Norte y el Reino del Sur.
Cerca del comienzo del Camino hay una población mediana.
-Curioso pueblo este, pequeños de estatura y de pies grandes.-susurra Namsis.
-Si, recuerdo que vienen de más allá del Anduin. Cruzaron las montañas nubladas y se asentaron en estas tierras con el permiso del rey Argeleb II de Arthedain.
-Según me contó mi padre provienen de los Campos Gladios, y son ellos los que inventaron el arte de fumar, además son muy glotones y crecen más de ancho que de alto.-comento recordando las tardes que pasaba al lado de la chimenea de casa con mi padre.
Aravir corta la conversación:
-Mirad a vuestra derecha
Eso es lo que hacemos, y allí encontramos un edificio largo que tiene una puerta ancha y entreabierta, una taberna.
Ulbar nos propone hacer una visita y como no, habrá que decir que sí. Peeeeeeeero, una idea muy desagradable viene a mi cabeza mientras el enano se atasca en la puerta y Ulbar le avisa de que no haga el payaso:
-Supongo que no iremos a montar nuestro espectáculo característico aquí. ¡Son demasiado pequeños!-la pregunta esta dirigida a Ulbar
-No te preocupes. Estoy fatigado por la larga caminata y la cabalgada. Solo quiero beber en paz.-dice riéndose.
En ese momento se nos acerca un individuo de cara afable y regordeta y nos pregunta:
-¿Que van a tomar?
Ulbar pide una cerveza, y al rato nos llega el mediano con una ronda de pequeñas jarras de cerveza.
Ulbar se desilusiona y Aravir le advierte que aproveche lo que hay.
Al rato Namsis nos dice:
-¡Escuchad!
-¡Fuego!-grita un mediano de esos.
“¡Orcos!” Pienso. Me levanto y todos salimos como podemos por la pequeña puerta. Al final de la calle vemos un edificio en llamas y unas figuras humanoides acercándose cada vez más.
“Efectivamente, orcos” Aravir, Findon, Namsis, Ulbar y Miquel desenvainan sus armas y Entaguas y yo sacamos los arcos y colocamos una flecha en ellos. Mi flecha impacta en la garganta del primer orco y la de Entaguas en el ojo del segundo.
-Buena puntería, elfo.-le comento y éste me mira con cara de estar pensando: “Anda no, ¿que creías?”
-Calla y sigue disparando- es su única respuesta.
Disparamos un par de flechas más y desenvainamos nuestras armas de mano dispuestos a destrozar las inmundas vísceras de los orcos.
Alguien propone a Namsis que apague el fuego y ésta le responde que necesitará tiempo. Hala, más raozones p’a matar a los trasgos esos. La noche y la sombre se cierne sobre nosotros entre el largo entrechocar del acero.
Todos oímios el estrépito que provoca la caída de todo el peso de nuestro admirado señor enano y disimulamos nuestras sonrisas hasta que Ulbar no la aguanta (muy típico suyo).
-¡Pero es que esto no es normal! ¡Nos ha tenido que tocar el señor enano mas torpe de todos!
El señor Findon lo defiende y nuestro admirado enano, herido en su orgullo, replica. Ulbar sigue descojo*******. Y Aravir añade:
-Claro, Tu siempre sabes por donde vas o que terreno pisas. Lo demuestras muy a menudo.
Después de recorrer una buena parte de la Tierra Media septentrional, encontramos el camino que transité para llegar a la batalla de Fornost, el que otrora unía el Reino del Norte y el Reino del Sur.
Cerca del comienzo del Camino hay una población mediana.
-Curioso pueblo este, pequeños de estatura y de pies grandes.-susurra Namsis.
-Si, recuerdo que vienen de más allá del Anduin. Cruzaron las montañas nubladas y se asentaron en estas tierras con el permiso del rey Argeleb II de Arthedain.
-Según me contó mi padre provienen de los Campos Gladios, y son ellos los que inventaron el arte de fumar, además son muy glotones y crecen más de ancho que de alto.-comento recordando las tardes que pasaba al lado de la chimenea de casa con mi padre.
Aravir corta la conversación:
-Mirad a vuestra derecha
Eso es lo que hacemos, y allí encontramos un edificio largo que tiene una puerta ancha y entreabierta, una taberna.
Ulbar nos propone hacer una visita y como no, habrá que decir que sí. Peeeeeeeero, una idea muy desagradable viene a mi cabeza mientras el enano se atasca en la puerta y Ulbar le avisa de que no haga el payaso:
-Supongo que no iremos a montar nuestro espectáculo característico aquí. ¡Son demasiado pequeños!-la pregunta esta dirigida a Ulbar
-No te preocupes. Estoy fatigado por la larga caminata y la cabalgada. Solo quiero beber en paz.-dice riéndose.
En ese momento se nos acerca un individuo de cara afable y regordeta y nos pregunta:
-¿Que van a tomar?
Ulbar pide una cerveza, y al rato nos llega el mediano con una ronda de pequeñas jarras de cerveza.
Ulbar se desilusiona y Aravir le advierte que aproveche lo que hay.
Al rato Namsis nos dice:
-¡Escuchad!
-¡Fuego!-grita un mediano de esos.
“¡Orcos!” Pienso. Me levanto y todos salimos como podemos por la pequeña puerta. Al final de la calle vemos un edificio en llamas y unas figuras humanoides acercándose cada vez más.
“Efectivamente, orcos” Aravir, Findon, Namsis, Ulbar y Miquel desenvainan sus armas y Entaguas y yo sacamos los arcos y colocamos una flecha en ellos. Mi flecha impacta en la garganta del primer orco y la de Entaguas en el ojo del segundo.
-Buena puntería, elfo.-le comento y éste me mira con cara de estar pensando: “Anda no, ¿que creías?”
-Calla y sigue disparando- es su única respuesta.
Disparamos un par de flechas más y desenvainamos nuestras armas de mano dispuestos a destrozar las inmundas vísceras de los orcos.
Alguien propone a Namsis que apague el fuego y ésta le responde que necesitará tiempo. Hala, más raozones p’a matar a los trasgos esos. La noche y la sombre se cierne sobre nosotros entre el largo entrechocar del acero.