Accion

Los virotes que todavía tenía clavados en la pierna, al ser arrancados por uno de mis compañeros con un poco de cuidado para no provocarme más dolor estaban ahora en la pequeña chimenea de la madriguera hobbit en que nos encontrábamos reponiéndonos. Ibal se había ofrecido a ir a buscar algunas hojas de reyes, pues de las que disponíamos nosotros estaban perdidas o inservibles a causa de la humedad u otras causas. Me encontraba sentado en una mesa con la herida descubierta y vendada. El dolor había remitido bastante y ahora miraba otra herida que el señor enano había recibido en el costado. No parecía afectarle mucho, excepto cuando los que le curaban le tocaban con paños para desinfectar y tapar la herida. Pasa una hora, y empezamos a preocuparnos al ver que no regresa Ibal. Aravir y Entaguas salen al exterior, y a los pocos segundos nos llaman a todos a voces. Todos salen corriendo, excepto yo y el señor enano, a causa de nuestras heridas. Cojeando salgo al exterior y veo a mis compañeros y a un corro de hobbits rodeando algo que parece estar en el suelo. Todas las caras parecen serias, y mi preocupación va en aumento. Aumento la velocidad con esfuerzo y veo algo inesperado y desconsolador. Ibal yace muerto en el suelo, con las hojas de athelas en la mano. Mi cara se ensombrece y me cubro la cabeza con la capucha, cabizbajo.