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Findon
Findon
Desde: 30/01/2007

#476 Respondiendo a: Findon

Acción

Las llamas que calientan mi rostro poco a poco van extinguiéndose, y de nuevo el frío invernal invade cada pulgada de mi cuerpo. Me calo aún más la capucha y miro a izquierda y derecha. Se me hacía raro todo aquello, parecía no ser real, pero el aún renqueante dolor de la pierna permanecía e...

Narración 17

El cielo ya comenzaba a ponerse rojo, con la caída del sol. Buena señal, no llovería o nevaría al menos en unas cuantas horas y el grupo no tendría que preocuparse al menos por ello. Los cascos de los caballos resonaban en los adoquines del antiguo camino, testigo inmóvil del tiempo, aunque hacía mucho que no había contemplado más que penurias. Ya podía oírse el rumor de un cauce, y así era, los sentidos no les engañaban. Al poco tiempo se encontraron en el vado de Sarn, que cruza el Brandivino. Tras otro pequeño rato de cabalgata, hicieron un alto a un lado del camino para reponer fuerzas y descansar un poco. Pero no duró mucho esta parada, pues debían apresurarse, el tiempo no debía malgastarse. Al amparo de la gélida noche, siguieron avanzando, sin luz alguna, con los caballos unidos mediante una cuerda para evitar el extravío en la oscuridad. Por la mañana, los ropajes fueron despojados de una fina capa de hielo, resultado de la helada nocturna. De nuevo pararon para desayunar y otro rato avanzaron con los caballos cogidos de las riendas. Estaban ahora en la otrora hermosa tierra de Cardolan, corrompida por la Gran Plaga que las fuerzas del mal habían lanzado en su empeño por dominar las tierras del Norte, objetivo que habían conseguido, tristemente.

Ante el grupo se extendían grandes llanuras, aunque a lo lejos podían distinguirse los afilados picos de las Quebradas de los Túmulos, otro lugar que había sido corrompido por el enemigo. Sin embargo, continuaron por el camino, aunque prestando atención a cualquier cosa sospechosa.

Ahora las conversaciones eran más frecuentes, pues aunque todos recordaban al compañero caído Ibal, parecía que con el tiempo su dolor se iba aliviando. El nuevo compañero enano había demostrado tener un carácter más serio, pero daba conversación y al poco cogió bastante confianza con todos. Pasó otro día de cabalgata. Esa noche finalmente descansaron como es debido y durmieron hasta bien entrada la mañana.

No había rastro alguno de enemigos de momento, y el camino transcurría sin problemas. Los días pasaban y al cabo vieron ante ellos una tierra pantanosa.

-Tharbad –dijo Aravir en un tono extraño, con cierto tono melancólico.

Ante ellos se extendía un gran pantano, con algunos edificios que hacían adivinar que en otro tiempo había existido allí actividad alguna. El aspecto del lugar era triste y ruinoso. Bajaron de los caballos y comenzaron a cruzar el gran vado del Gwathló. El lugar no inspiraba confianza alguna, y dentro de poco lo demostraría. El agua sólo era perturbada por el avance del grupo. Sonó el graznido de un cuervo. Todo pareció volverse más silencioso, un silencio antinatural. De las aguas, de un color verde que la hacía parecer de todo menos potable, surgieron varias figuras. Entaguas, Ibal y Findon sacaron sus arcos. Aravir tenía la mano en una de sus dagas arrojadizas, dispuesto. La niebla, que apenas habían notado, se hizo más espesa. Pasaron una media hora inmóviles y alerta, pero nada pasó. Finalmente, decidieron avanzar.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.