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Findon
Findon
Desde: 30/01/2007

#483 Respondiendo a: Findon

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Nuestra marcha era lenta pero constante. No forzábamos mucho a los caballos, pero la marcha era prácticamente continua, y el camino se iba completando poco a poco. Sentía que algo me apremiaba para llegar a Gondor y dar la voz de alarma, aunque sabía que nuestro destino todavía estaba lejos....

Narración 18

Tras alejarse de Tharbad algunas millas, el grupo hace noche a poca distancia del serpenteante y adoquinado camino. Todos comprueban las provisiones, preparan la hoguera y dejan pastar a sus caballos. A su alrededor extensas y monótonas planicies se extendían. Todo parecía tranquilo, demasiado tranquilo, y los días pasaban lentos y tediosos. Buscan cobijo al amparo de unas rocas y allí establecen el campamento. Las provisiones no son escasas todavía, por lo que no había por que preocuparse al menos de momento. La noche pasaba y todos excepto Ulbar y Entaguas, que hacían la guardia, dormían sin ser perturbados. Entaguas se había encaramado al pequeño montículo de piedras allí amontonadas y Ulbar estaba recostado en una de ellas, rodeándola a veces y mirando en todas direcciones. Nada extraño ocurrió y pronto se levantaron Aravir e Ibaldoin para la segunda guardia. El enano permanecía quieto, aunque alerta, no muy lejos del fuego y Aravir estuvo rondando por los alrededores, en busca de algún rastro extraño. Nada. Las guardias se sucedieron sin conflictos, y por la mañana todos parecieron iniciar la jornada con más ánimo. Aparejados los caballos de nuevo se pusieron en marcha.

Los días seguían pasando, y el frío seguía haciendo acto de presencia. Ya llevaban recorrido un buen trecho, y a lo lejos se podían adivinar las siluetas escarpadas de las Montañas Nubladas. El camino que seguían les llevaría hasta los vados del Isen, junto a la fortaleza estratégica de Isengard. Siguieron galopando, haciendo pequeños descansos para dar aliento a los caballos. Las Montañas Nubladas se iban acercando poco a poco. Quizá habrían llegado noticias o rumores a Isengard acerca del ataque del rey Brujo de Animar sobre el reino del Norte. Aunque las perspectivas de noticias confirmadas de alguien del norte parecían muy improbables, aunque todo era posible.
Aquella noche comenzó a llover débilmente pero de forma continua y ello hizo más incómodo el reposo, ya que el único refugio que habían encontrado era un bosquecillo, y no es que fuera muy impermeable. Los que hicieran la guardia debían de patrullar alrededor del bosque, de no mas de 20 árboles de escasa altura. Ataron los caballos a los troncos y se echaron bajo unas ramas para intentar dormir algo. La guardia era de a uno pues ya no se sentían tan expuestos como en las tierras de más al norte. Le tocó a Miquel la primera guardia, pero pronto Entaguas, Ulbar y Findon le acompañaron, porque con el goteo incesante del agua sobre la cara no es sencillo dormir. La lluvia no cesaba y empapaba a los guardias, que hacían bromas y conversaban para no quedarse dormidos. De pronto unas sombras se movieron en la oscuridad. Se hacían más nítidas conforme se iban acercando, pero al cabo se retiraron para no ser vistas. Entaguas, que había sido el único que las había oído, alertó a sus compañeros, pero le miraron incrédulos, creyendo imposible que el enemigo hubiera bajado tan al sur. De repente una sombra se lanzó sobre Ulbar, y le embistió, haciéndole caer hacia atrás. En un instante la bestia tenía el hacha de Miquel hendiendo su cuerpo, sin dar tiempo a dar argumentos. Miquel le arrancó el hacha y de una patada, Ulbar, que se había repuesto, observó las fauces y garras del lobo. Entaguas sacó el arco, mirando en todas direcciones, y Miquel y Ulbar se habían puesto en posición de alerta. Findon silbó fuerte y al cabo Namsis, Aravir e Ibaldoin aparecían un poco molestos por la interrupción de su sueño. Pero al ver al lobo muerto y al oír los aullidos que habían comenzado con el silbido, se pusieron en guardia.
"La vida tiene el sentido que nosotros le damos y en ello reside la grandeza del hombre" -Friedrich Nietszche.