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Ver tema#484 Respondiendo a: Findon
Narración 18
Tras alejarse de Tharbad algunas millas, el grupo hace noche a poca distancia del serpenteante y adoquinado camino. Todos comprueban las provisiones, preparan la hoguera y dejan pastar a sus caballos. A su alrededor extensas y monótonas planicies se extendían. Todo parecía tranquilo, d...
Acción
Seguimos unas cuantas millas con los bichejos caminantes y acampamos al lado del camino. Teníamos comida de sobra, me dí la vuelta y saqué de mis alforjas una bota llena de cerveza y otra de ron. Le dí un largo trago a una y luego a la otra, giré de nuevo mi cabeza y vi al pelirrojo mirandome con ojos avidos... Oh, no! ¿Habrá olido algo? Guardé rapidamente mis botas ávaramente y silbé disimulando. Unas extensas planicies se abren ante nosotros, y nos cobijamos en unas de las pocas rocas que hay en los alrededores. La noche llegó y el elfo y el gondoriano empezaron la guardia, uno de los montaraces, el que parecía menos importante, y yo los seguimos. Estuve quieto, pero mirando a los alrededores por si las moscas. La guardia paso, y la próxima y todas sin novedad, sacamos los caballos al amanecer y volvimos al camino. Seguimos unos cuantos días, algunos de los compañeros parecían absortos en sus pensamientos, pero yo solo pensaba en una buena hogera con carne fresca y cerveza ´fresca.
Una de las noches comenzó a llover, pero a mí me daba igual, yo ronqué igual.
Lo único que me despertó fue un gran y agudo silbido.
-¿Que? ¿Cuando?... ¡Oh! ¡SÍ!- dije medio dormido
Agarré el martillo y me levanté.
-¡A luchar se ha dicho!
Los lobos se acercaban, más, más y más. Me froté las manos. Un gran lobo se acercó a mí, y lo último que vio fue una mole de metal acercandose a su inmunda cabeza. Esa sucia cabeza quedó destrozada por el martillazo.
Seguimos unas cuantas millas con los bichejos caminantes y acampamos al lado del camino. Teníamos comida de sobra, me dí la vuelta y saqué de mis alforjas una bota llena de cerveza y otra de ron. Le dí un largo trago a una y luego a la otra, giré de nuevo mi cabeza y vi al pelirrojo mirandome con ojos avidos... Oh, no! ¿Habrá olido algo? Guardé rapidamente mis botas ávaramente y silbé disimulando. Unas extensas planicies se abren ante nosotros, y nos cobijamos en unas de las pocas rocas que hay en los alrededores. La noche llegó y el elfo y el gondoriano empezaron la guardia, uno de los montaraces, el que parecía menos importante, y yo los seguimos. Estuve quieto, pero mirando a los alrededores por si las moscas. La guardia paso, y la próxima y todas sin novedad, sacamos los caballos al amanecer y volvimos al camino. Seguimos unos cuantos días, algunos de los compañeros parecían absortos en sus pensamientos, pero yo solo pensaba en una buena hogera con carne fresca y cerveza ´fresca.
Una de las noches comenzó a llover, pero a mí me daba igual, yo ronqué igual.
Lo único que me despertó fue un gran y agudo silbido.
-¿Que? ¿Cuando?... ¡Oh! ¡SÍ!- dije medio dormido
Agarré el martillo y me levanté.
-¡A luchar se ha dicho!
Los lobos se acercaban, más, más y más. Me froté las manos. Un gran lobo se acercó a mí, y lo último que vio fue una mole de metal acercandose a su inmunda cabeza. Esa sucia cabeza quedó destrozada por el martillazo.