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Ver tema#57 Respondiendo a: gandalf el beis
Acción
Otro trasgo se me pone delante y dando un giro al martillo, le doy un golpe lateral. No le dejo ni gemir, porque, con la velocidad del rayo, suelto el martillo de una mano y con la misma cojo la espada que cuelga en mi cinto y se la clavo en uno de los pliegues de su escasa armadura. Envai...
Acción
El Bosque Negro se había convertido en un lugar tranquilo y apacible en los últimos tiempos de paz. Tras mi vuelta a la Tierra Media, había estado la mayor parte del tiempo recorriendo sus caminos y sendas.
Me encontraba en una taberna en el bosque llena de gente variopinta. Una capucha gris tapaba mis rasgos, lo que no había impedido que Inglor, el medio elfo, me hubiese reconocido. Después de una animada charla con mi viejo camarada y unas cuantas pintas, cruzaron el umbral Burzumgad el orco y Abârmil.
Apenas si tiempo para el reencuentro y los saludos, un ruido de cristales estallando puso en alerta a toda la taberna. Varias flechas llameantes se colaban por las ventanas. Tras las flechas entraron unos cuantos trasgos y unos sujetos con aspecto de orientales.
Tras el caos inicial cogí mi vara, desenvainé a Glamdring, salté el cuerpo de un elfo en el suelo, y le lancé sobre uno de los trasgos. Varias personas están utilizando una mesa como parapeto, pero el fuego se extiende rápidamente por las vigas de madera. Hay que salir de allí. Me giré y le grité a Abârmil:
- ¡Salgamos cuanto antes!
El Dúnadan asintió mientras se lanzaba hacia unos trasgos seguido de Inglor. “Como en los viejos tiempos” pensé, mientras intentaba alcanzar la salida.
El Bosque Negro se había convertido en un lugar tranquilo y apacible en los últimos tiempos de paz. Tras mi vuelta a la Tierra Media, había estado la mayor parte del tiempo recorriendo sus caminos y sendas.
Me encontraba en una taberna en el bosque llena de gente variopinta. Una capucha gris tapaba mis rasgos, lo que no había impedido que Inglor, el medio elfo, me hubiese reconocido. Después de una animada charla con mi viejo camarada y unas cuantas pintas, cruzaron el umbral Burzumgad el orco y Abârmil.
Apenas si tiempo para el reencuentro y los saludos, un ruido de cristales estallando puso en alerta a toda la taberna. Varias flechas llameantes se colaban por las ventanas. Tras las flechas entraron unos cuantos trasgos y unos sujetos con aspecto de orientales.
Tras el caos inicial cogí mi vara, desenvainé a Glamdring, salté el cuerpo de un elfo en el suelo, y le lancé sobre uno de los trasgos. Varias personas están utilizando una mesa como parapeto, pero el fuego se extiende rápidamente por las vigas de madera. Hay que salir de allí. Me giré y le grité a Abârmil:
- ¡Salgamos cuanto antes!
El Dúnadan asintió mientras se lanzaba hacia unos trasgos seguido de Inglor. “Como en los viejos tiempos” pensé, mientras intentaba alcanzar la salida.
Mithrandir, Mithrandir, cantaban los elfos, ¡oh Peregrino Gris!. Pues así les gustaba llamarlo.
Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo qu...
Soy la espada en la oscuridad. Soy el vigilante del Muro. Soy el fuego que arde contra el frío, la luz que trae el amanecer, el cuerno que despierta a los durmientes, el escudo qu...